Cuerpo expresivo y mundo. Un acercamiento a la fenomenología de Merleau-Ponty

María José Sánchez Varela Barajas[*]

Recepción: 8 de octubre de 2018
Aprobación: 23 de enero de 2019

 

Resumen. Sánchez Varela Barajas, María José. Cuerpo expresivo y mundo. Un acercamiento a la fenomenología de Merleau-Ponty. Este artículo forma parte de una serie de reflexiones que han tenido sus orígenes en la experiencia del movimiento en la práctica de la danza. La propuesta es pensar el cuerpo como lugar de expresión siguiendo los conceptos claves de la filosofía fenomenológica de Merleau-Ponty para tematizar al cuerpo expresivo desde su gestualidad y su relación con el mundo.
Palabras clave: Marleau-Ponty, cuerpo, operación de expresión, gestos expresivos, formas expresivas.

 

Abstract. Sánchez Varela Barajas, María José. Expressive body and world. A look at Merleau-Ponty’s phenomenology. This article forms part of a series of reflections rooted in the experience of movement in the practice of dance. The proposal is to think of the body as a place of expression using key concepts of Merleau-Ponty’s phenomenological philosophy to discuss the expressive body from the perspective of its gesturality and its relationship with the world.
Key words. Merlau-Ponty, body, expressive operation, expressive gestures, expressive forms.

 

El presente trabajo tiene como propósito fundamental pensar al cuerpo como “lugar” de expresión y forma parte de una serie de reflexiones que tienen sus orígenes en la experiencia de la práctica de la danza. Nuestra exposición contemplará el concepto de operación de expresión —que Merleau-Ponty usa breve y esporádicamente en la Fenomenología de la percepción[1] con la idea de tematizar al cuerpo expresivo desde su gestualidad y su relación con el mundo.

Para mayor claridad, debemos empezar con los conceptos de gestos expresivos y formas expresivas. Por gestos expresivos Merleau-Ponty entiende los “que anuncian la constitución de un sistema simbólico capaz de volver a diseñar un número infinito de situaciones. Ellos son un primer lenguaje”.[2] A partir de ello, nosotros haremos notar que los gestos expresivos de los que habla nuestro autor pueden ser tematizados como actividades que se imprimen en el cuerpo y que integran parte de un todo más general que vamos a conceptualizar como formas expresivas; así, los gestos adquieren una nueva cualidad de actos de expresión y además de impresiones de la vida —personal— en correlación con el mundo. Esto nos lleva a pensar en las formas expresivas como aquellas que ya están pre-dadas en el sentido de que constituyen ontológicamente el ser corpóreo en cada caso. Éstas conforman la singularidad expresiva de cada quien, a la manera de un tatuaje impreso, digamos, la huella gestual y personal de cada uno. Así, los gestos, en tanto activos, encarnan su posibilidad de acción gestual en las formas expresivas y en tanto que éstas últimas, al mismo tiempo, van personificando los rasgos únicos de la corporalidad de cada quien.

Nuestro trabajo constará de tres momentos principales. El primero es una revisión y propuesta de cómo el concepto de operación de expresión, llevado al plano de la expresión del movimiento corporal, considera al cuerpo como algo más que un medio o instrumento de estar en el mundo. El segundo momento desarrollará cómo el gesto se “instala” en las formas expresivas. Y, finalmente, el último momento se centrará en la relación entre el cuerpo expresivo y el mundo.

La operación de la expresión

La operación de la expresión es la comunicación lograda, la expresividad que va colmando al ser humano al “haberse encontrado” con una manera de expresar su relación con el mundo, de hacer existir la significación.

El cuerpo, en tanto percipiente-perceptor, se expresa en el coexistir en el mundo, se manifiesta y comunica habitando el mundo. En este sentido, la fisiología corporal es entrelazamiento de la expresión como “sentido viviente de la motricidad carnal”.[3] Así, el cuerpo es la vivencia misma de la existencia del ser del mundo, es la inserción corporal del ser como quiasmo[4] en el mundo.

La vivencia se encarna en la fisiología del cuerpo. El cuerpo posee cierto “orden” que lo hace ser humano y cada parte de él se entrelaza con las otras y guarda una armoniosa peculiaridad. En este sentido, la fisonomía corporal es única en cada ser humano y las formas particulares, de cada quien, y sus rasgos únicos, devienen del vivir en expresión. De este modo, el ser humano, como ser de expresión, encarna la vivencia que se enuncia en la fisionomía, ya que ésta es la manifestación expresiva de la vivencia del hombre en tanto ser encarnado en el mundo. Y es que, en la fisionomía corporal, la expresión del ser humano se presenta al mundo con sus formas únicas. La fisionomía, de cada quien, como lugar y aspecto, brinda ciertas características personales que se van haciendo y tatuando, por decirlo así, en el sujeto a través de la acción posible: los gestos.

Aunado a lo anterior, en la reflexión que emprenderemos sobre la “expresión del gesto” también consideramos que la expresión gestual puede ser pensada como “impresión de movimiento” gracias a la temporalidad, la memoria y la espacialidad corporal. Por ello, el cuerpo activo, en tanto cuerpo vivo, es capaz de gesticular, de crear gestos de expresión y, finalmente, de lenguaje. Todo esto gracias a la interacción, al “quiasmo” de la percepción del ser humano encarnado en el mundo. Además, debemos subrayar que estar en el mundo es ya un estar significativo. Los gestos expresivos designan significaciones en relación a una estructura o sistema de símbolos y signos.

La expresión es ya significativa en la percepción y la significación se vuelve sobre el cuerpo para significarlo. El gesto se comprende y capta en significación; la encarnación es ya significativa por el hecho de estar en el mundo.

Ahora bien, la configuración sensible de un objeto o de un gesto no se capta en una coincidencia inefable, se comprende por una especie de apropiación de la que todos tenemos experiencia.[5] De este modo, el gesto no es el resultado de una buena organización de las funciones fisiológicas de determinado ser humano, sino de una serie de variantes más complejas, de la vivencia, la cultura y el contexto social. En este sentido, las emociones o estados de ánimo son ya expresiones del gesto y no están detrás de él, ni se esconden en él, son también el gesto mismo, ya que las emociones se encarnan corporalmente. El gesto es la expresión de una serie de vivencias que se presentan y se dejan ver y notar gracias a la fisionomía corporal.

Habría que añadir que el gesto no es sólo una acción motriz del cuerpo, sino también el tatuaje o impresión de las acciones que ya han sido, son y serán actuadas (pasado, presente y futuro). El gesto se imprime en la fisionomía corporal mientras se vive. Cada humano vive de manera peculiar, por lo que cada cuerpo posee características expresivas únicas. En este sentido, el cuerpo es ya expresivo en tanto su ser se funda en el acceso de la experiencia de la carne. La experiencia perceptiva corporal siempre “pertenece al ser que percibimos”.[6] En el sentido ontológico de la corporeidad, se entiende que “hay una duplicidad esencial en la percepción”.[7] En esta duplicidad va “la implicación entre el ser y la experiencia”.[8] Al tener la experiencia encarnada en el mundo, y en tanto que el cuerpo es la única posibilidad que tenemos de existir, el hombre corpóreo ya contiene cierta fisionomía pre-dada que lo constituye ontológicamente como ser corpóreo y singular en cada caso.

El gesto no sólo se emite en acción, es ya una forma expresiva activa. La teoría de la expresión apunta hacia la superación de una dicotomía clásica, la del sujeto/objeto, por medio del quiasmo expresivo. En éste, pensar es ya un acto de expresión: el gesto rompe el silencio en su expresar sin voz.

A partir de estas reflexiones, y tomando en cuenta las ideas de nuestro autor, que nos sirven para ampliar nuestra indagación sobre los gestos como capacidad de expresión sin que éstos sean pronunciados fonéticamente, advertimos que la palabra está implícita en el pensamiento, en los gestos. Así, los gestos están mentados por conceptos, palabras, aunque fonéticamente no se pronuncien, pues los gestos llevan la palabra explícita en el silencio. Así, los gestos poseen significación y sentido intencional.

Para Merleau-Ponty el cuerpo es el lugar en donde sucede la “actualidad del fenómeno de expresión”.[9] Existe una expresividad que ya habita en el cuerpo y en los objetos. En el cuerpo, al ser la sede de la existencia, se comprenden los objetos del mundo natural y del mundo cultural, y entre ellos se encuentra la lengua.[10] Ahora bien, todos los objetos y el mundo se perciben en quiasmo, así, vamos construyendo una relación entre nosotros, los objetos y el mundo y así, también, fundamos la simbólica de la vida.

Comunicamos “con el” cuerpo, porque somos cuerpo en expresión. Como sujetos encarnados poseemos base sensible (hylética), es decir, nos investimos en la realidad sensible. Los signos no son meras representaciones a manera de significados, sino que vamos significando en los sentidos al vivirnos en ellos; lo anterior sucede gracias a que lo expresado y la expresión están entrelazados. Los signos, pues, llevan su sentido y lo expresan. Es decir, cuando tocamos, no tocamos a través de la mano, sino en el tacto mismo como acción intencional. La expresión es pensamiento y en ella se da también la comprensión del otro y del mundo.

La expresión, pues, es parte de la comprensión humana en tanto modalidad de comportamiento en el mundo. A través de los gestos y en sus formas expresivas es posible no sólo el acceso al mundo, sino su significación plena. La expresión de la vivencia personal que está impresa en cada hombre se expresa ante el otro, es nuestro acceso al otro. En consecuencia, no existe un cuerpo interior y un cuerpo exterior, sino que, en el cuerpo, percipiente y perceptor son en unidad, comparten el mundo, interactúan y significan. La comprensión y el acercamiento al otro se encuentran en la comprensión del mundo. El ser humano revela el mundo que se encuentra en su horizonte de percepción.

 

Las formas expresivas del cuerpo

Ahora se trata de pensar cómo las formas expresivas del cuerpo, en tanto formas ontológicas del cuerpo vivo en movimiento, tienen la capacidad de modificarse y de expresar en el mundo. Las formas expresivas del cuerpo humano son expresiones de la existencia y tienen el poder de significación en el mundo cultural. En este apartado lo que intentaremos tematizar es que las formas expresivas del cuerpo son significativas en tanto son manifestaciones de la vivencia, y, por lo tanto, tienen un carácter intencional. Con la intencionalidad queremos[11] decir que apuntan a algo o se refieren a algo ya que la vivencia y los actos tienden a algo y por ello poseen la intención de significar.

En el texto inédito antes citado “Expresión y subjetividad”, en completa coherencia con lo desarrollado en la Fenomenología de la percepción, Merleau-Ponty busca “restituir el mundo de la percepción”[12] y enraizar al espíritu en su cuerpo y en su mundo,[13] pues el “espíritu que percibe es un espíritu encarnado”,[14] en el que nuestra relación con las cosas percibidas es ambigua.

La percepción es el acto común de nuestras funciones motrices, afectivas y sensoriales.[15] El sujeto está investido de cierta situación física e histórica en existencia, en ella expresa su punto de vista sobre el mundo.[16] Así, significamos nuestro mundo circundante a través de nuestra encarnación en él. Ahora bien, percibir las cosas no quiere decir significarlas, ya que en la percepción no se encuentran los significados, en ella sólo se dan aspectos, escorzos que dependen de nuestra propia posición corporal, de nuestra propia perspectiva.

Respecto a esto, nuestro autor intenta ir “contra las doctrinas que tratan a la percepción como el simple resultado de la acción de las cosas exteriores sobre nuestro cuerpo, como contra aquellas que insisten en la autonomía de la toma de conciencia”[17] para definir que la “cualidad sensible no es ese dato opaco e indivisible […] sino en verdad son diversas modalidades de nuestra coexistencia con el mundo”.[18] Así, se intenta caminar hacia un entrecruzamiento de la filosofía de la expresión y la filosofía de la percepción haciendo notar que el lenguaje es irreductible a la percepción porque no es un comportamiento cerrado que pueda ser reductible.[19]

Merleau-Ponty va apuntando hacia un quiasmo del comportamiento corporal y el comportamiento lingüístico, ya que “existe un elemento expresivo en la percepción y uno perceptivo en la expresión”;[20] hay sentido en el ser, pero hay un ser del sentido, porque “el sentido no está ausente del ser sensible […] ni de sensibilidad, de carne”.[21] “La génesis del sentido no es objetiva sino sensible, corpórea”.[22]

“La expresividad no es ajena al ser sensible, porque ya hay sentido en el mundo que percibo”.[23] Esto es posible sólo si rechazamos una concepción ontológica objetivista de la expresividad[24] y atendemos a una expresión e intersubjetividad en donde el ser como carne o perceptibilidad posee ya un sentido que le es propio,[25] ya que “el sentido emerge de la relación del hombre con el mundo concreto”.[26]

El texto inédito “Expresión y subjetividad” completa lo anterior, pues analiza al cuerpo como “figura visible de nuestras intenciones”, como “nuestra expresión en el mundo”[27] en tanto que posee significación e intencionalidad. Así, el recorrido que hemos venido haciendo desde el inicio de nuestro ensayo va tejiendo el descubrimiento de una significación existencial del ser encarnado en el mundo. Con esto se hace evidente que “en el mundo sensible hay inmanencia entre el sentido y la expresión…”.[28]

En las formas expresivas del cuerpo reside la existencia encarnada en el mundo. Nuestro estilo, nuestro gesto, nuestra mímica existencial y hasta “nuestros movimientos afectivos más secretos, los más profundamente ligados a la infraestructura humoral, contribuyen a modelar nuestra percepción de las cosas”.[29] al mismo tiempo que nosotros nos modelamos en ese vaivén de existencia.

El cuerpo se expresa en existencia porque la existencia se realiza en él. El sentido encarnado del cuerpo, para Merleau-Ponty, “es el fenómeno central del que cuerpo y espíritu, signo y significación son unos momentos abstractos”.[30] La significación encarna el punto de vista sobre el mundo como el espacio en donde el espíritu se inviste de cierta situación física e histórica.[31] La comunicación que tenemos en el mundo supone una interacción con él, con quien expresa, con quien percibe. Como cuerpo activo, en tanto que es capaz de gestos de expresión y finalmente de lenguaje, el cuerpo se vuelve sobre el mundo percibido para significarlo”.[32] “Lo expresado no existe aparte de la expresión, los mismos signos inducen sus sentidos al exterior”.[33] Así, las relaciones entre la expresión y lo expresado con el signo y la significación son ambiguas, es decir no se dan en un sentido único.

Ahora bien, si percibimos sensaciones éstas siempre significan algo, apuntan más allá de sí mismas. Ese apuntar de la sensibilidad es la significación. No hay significación sin sensibilidad. También la significación se da en la carnalidad del hombre con su mundo, ya que es vivencia, interacción con él.

Merleau-Ponty centra su reflexión sobre el fenómeno de la palabra[34] y el sistema lingüístico. Con lo anterior nosotros podemos llevar ese análisis al terreno de los gestos, puesto que en ellos se tiene una comprensión del sentido y de los pensamientos en y con las palabras y los signos.[35] Así, también podemos ampliar estas reflexiones a un lenguaje corporal, por ejemplo, el de la danza, en donde las formas expresivas del cuerpo son infinitas porque nos llevan a un sinfín de significados. Y es posible pensar su sentido como un referente intencional dentro de un conjunto de circunstancias en donde se presentan las cosas. El cuerpo es la unidad más universal de expresión, puesto que poseemos cuerpo, somos cuerpo y con él expresamos en el mundo, damos cuenta de nosotros mismos. El cuerpo está dotado de significaciones que nos “apuntan” a algo, inclusive sin pronunciar palabras ya denotan vivencia. Las arrugas, por ejemplo, dan cuenta de cierta temporalidad transcurrida en la vida.

Nuestra presencia corporal es una especie de aportación al mundo de nuestra propia vivencia para significarlo. Con la presencia corporal en el mundo enriquecemos y aportamos a los demás la estancia del ser encarnado en el mundo.

Las formas expresivas tienen su poder de significación en el mundo cultural. Nuestro habitar en él se presenta significativamente. Tenemos la oportunidad de significar esas expresiones gracias a que el mundo posee signos que se instalan en la cultura, de esta manera, la cultura es “como otros tantos sistemas coherentes, símbolos que pueden ser compartidos y colocados bajo un denominador común”.[36] Así, podemos tener relaciones de sentido que significan en la medida en que vamos habitando un mundo con significaciones y unos con otros nos vamos haciendo en ellas. De esta manera destaca el filósofo francés que:

[…] la relación de la expresión con lo expresado o del signo con la significación no es una relación en sentido único, como la existente entre el texto original y la traducción. Ni el cuerpo ni la existencia pueden pasar por el original del ser humano, ya que cada uno presupone al otro y que el cuerpo es la existencia cuajada o generalizada, y la existencia una encamación perpetua.[37]

Habitar el mundo nos otorga la posibilidad de sentir y proponer nuevas formas de significación infinitas.

Así como las palabras están en un sistema de signos, el cuerpo está en una estructura, es decir, “en un acomodo”. Su desestructuración puede que no nos refiera a ese algo, o no nos religue. Un ojo solo, o una nariz sola, sin gestualidad ni mímica, no harían referencia en un contexto. En cambio, las formas expresivas en el conjunto del cuerpo humano, como la expresión en el mundo, hacen posible que nuestras intenciones sean visibles y, por ende, puedan ser significadas y comuniquen nuestra “coexistencia con el mundo”.

Nuestro vivir en el mundo nos dona el acceso sensible a él y así “corroboramos” la intención de significar el mundo y la creencia que de él tenemos. “El sentido no está ausente del ser sensible”.[38]

El cuerpo es expresivo y además se expresa en interacción: “lo visible expresa nuestro cuerpo y nuestra vida entera la leemos en lo que vemos. Cada cosa, en cuanto ingresa al inestable y profuso reino fenoménico, se convierte en expresiva de todas las demás y del mundo universal”.[39]

Nuestra actividad corporal nos lleva a un despliegue de potencias que posee su sentido en la configuración y fisionomía que el acto precipita en él.[40] De este modo, las formas expresivas manifiestan la actividad motriz del hombre, como expresión de la corporalidad y como actividad intencional del hombre.[41]

Nuestro autor plantea que la operación característica del espíritu se encuentra en el movimiento por el que nosotros retomamos nuestra existencia corporal y la empleamos para simbolizar en lugar de coexistir solamente. Es decir, la comunicación con el otro “sublima nuestra encarnación”.[42]

El poder de la expresión humana en tanto somos seres encarnados nos abre la posibilidad de significar en relación con el mundo y de crear nuevas significaciones en él. La operación expresiva es “el mayor beneficio de la expresión y no estriba solamente en consignar en un escrito los pensamientos que podrían perderse, un escritor apenas relee sus propias obras, y las grandes obras depositan en nosotros, en una primera lectura, todo cuanto luego sacaremos de ellas”.[43] La comunicación lograda va colmando al ser humano al “haber hallado” una manera de expresar su relación con el mundo, de hacerse existir en significación, de dar presencia a su experiencia vivida en el mundo y de tener cierto punto de vista sobre él. El ser humano da cuenta de sí al presenciarse en el vivir que es un acontecer en relación.

El filósofo francés plantea que el poder de la expresión es mejor conocido por el arte, y ejemplifica esto con la música, ya que “la significación musical de la sonata es inseparable de los sonidos que le vinculan: antes de que la hayamos oído ningún análisis nos permite adivinarla; una vez la ejecución terminada, no podremos, en nuestros análisis intelectuales de la música, sino remitirnos al momento de la experiencia: durante la ejecución, los sonidos no sólo son los “signos” de la sonata, sino que ésta está ahí a través de ellos, desciende de ellos”.[44] Así, tanto en el lenguaje musical como en el de la danza intentamos inventar los medios de expresión y diversificarlos según nuestro propio sentido para recrear un instrumento significante o expresivo.[45]

 

Cuerpo expresivo y mundo

Por el quiasmo expresivo la expresión es relación y conocimiento del mundo en tanto campo permanente de existencia y en tanto mundo cultural compartido.

Todos los actos tienen la intención de significar algo así, vivir es también un acto de pretensión significativa. En este sentido, estar en el mundo es pretender que las cosas poseen un sentido[46] y no podemos escapar de él.[47] Estar en el mundo es vivir en sentido. No es que todo tenga sentido, sino que hay un sentido. Habitamos en el sentido. Somos cuerpo, no existe otro lugar de manifestación de él que el mundo, las formas del cuerpo hacen que tengamos ciertas características y no otras.

Para Merleau Ponty, el Yo no existe a la manera de las cosas. El mundo es re-descubierto como una dimensión en la cual el Yo no cesa de situarse. Así, afirma que el Yo toma distancia, sin embargo, eso no significa que la reflexión fenomenológica se retire del mundo, sino que el mundo se revela en la conciencia como extraña y paradójica. Nos reconocemos en la existencia, en los fenómenos.

El mundo está ahí, pre-dado, el mundo es el campo general de nuestras actividades prácticas y teóricas. En este tenor, Merleau Ponty retoma a Husserl y apunta que “todo el universo de la ciencia está construido sobre el mundo vivido”.[48] Se tiene que volver al mundo antes del conocimiento del que siempre se habla y respecto del cual toda determinación científica es abstracta, significativa y dependiente”.[49] La realidad con la que se enfrenta el sujeto está por ser descrita, no por ser construida.

Al ser cuerpo, nos experimentamos en la manera de estar, de vivirnos y presentarnos ante el mundo con cierta apariencia; de esta manera, también percibimos el mundo desde esa apariencia corpórea, desde nuestra topografía corporal, que ha tenido ciertas vivencias. En nuestra encarnación en el mundo también experimentamos la unidad posible de movimiento. El sujeto está intencionalmente relacionado con las cosas a través del cuerpo vital motriz. El Yo es el ser del mundo. La manera que el ser humano tiene de vivir es la del movimiento, la imposibilidad de éste advierte una imposibilidad en la vida humana. El filósofo francés señala que las cosas son el núcleo de significación primaria alrededor del cual organizamos actos, denominaciones y expresiones.[50] Si entendemos que las formas del cuerpo se expresan en el mundo y en la relación con los demás, entonces, vivir es estar en el mundo, descubrirlo y descubrirnos para significarlo y significar en él. El hombre y el mundo sólo pueden entenderse a partir de su efectividad, del reconocimiento del cuerpo como medio primordial de acceso al mundo. El mundo de la vida está “ya ahí”, representa nuestra realidad, realidad ya existente incuestionablemente, por lo que nuestras actividades prácticas y teóricas buscan tener un contacto con las cosas desde un mundo vital ya pre-dado en el horizonte de nuestra comprensión carnal y quiasmática.

La aproximación expresiva que tenemos tanto en las cosas como en el mundo surge por medio de la experiencia que tenemos de él como cuerpo encarnado. Al percibir las cosas, éstas me procuran un modo de afección, sin embargo, la percepción “sólo podía enseñarnos una mala ambigüedad, la mezcla de finitud y universalidad, de interioridad y exterioridad”.[51] Merleau-Ponty apunta que “hay en el fenómeno de la expresión, una buena ambigüedad, es decir, una espontaneidad que realiza lo que parece imposible al considerar los elementos separados, que reúne en un solo tejido la pluralidad de las mónadas, el pasado y el presente, la naturaleza y la cultura”.[52] La expresión representa una manera particular del ser humano que se vive corpóreamente y cada individuo posee una vivencia propia dentro del mundo compartido, de un mundo social y cultural.

Para nuestro filósofo “las significaciones disponibles se entrelazan a menudo según una ley desconocida, y de una vez por todas comienza a existir un nuevo ser cultural”.[53] De este modo “el pensamiento y la expresión se constituyen, pues, simultáneamente, cuando nuestras adquisiciones culturales se movilizan al servicio de esta ley desconocida”.[54] En este sentido juegan la subjetividad y la universalidad de la significación del mundo, de la explicación del yo y el entorno. La experiencia del mundo que significa los símbolos que hay en él.[55]

El sujeto tiene que hacerse en el mundo de forma continua, nuestra experiencia y el mundo se consolidan, pero somos nosotros los que vivimos, quienes presenciamos a cada instante la conexión de las experiencias. Es a partir del mundo mismo que podemos percibir y, por lo tanto, expresarnos: “El mundo fenomenológico no es la explicitación de un ser previo, sino la fundación, los cimientos, del ser; la filosofía no es el reflejo de una verdad previa, sino, como el arte, la realización de una verdad”.[56] El mundo es el campo de todos los pensamientos y de las percepciones explicitas, el hombre está en el mundo, es en el mundo en donde se conoce. Así, expresar en el mundo es proponer en él, hacer visible el entrelazamiento de las experiencias que se da a través de las formas expresivas corporales, propias y las de los demás. El movimiento es posibilidad, es vida.

El hombre se encuentra atravesado por la intencionalidad que lo une al mundo debido a que el existir es ser-del-mundo. La percepción —al igual que el sentir— es apertura al exterior, una salida de sí para volver a sí. Esta intencionalidad se concreta en la percepción. El mundo es el fin inmanente de nuestras percepciones, cada acto perceptivo es producto de nuestra adhesión global al mismo. La percepción nos inicia y nos da acceso al mundo.

En la fenomenología es necesario regresar al mundo de la vida con el objetivo de volver a encontrarnos los fenómenos, las cosas, el Yo y los Otros; tenemos que redescubrir el mundo y su modo de existencia. Así la expresión como seres del mundo nos coloca en presencia para nosotros y para los demás, abriendo la posibilidad de significar en un sistema de signos. Los significados dan cumplimiento a los actos de expresión, a las formas expresivas del cuerpo humano.

Para que percibamos las cosas es necesario que las vivamos. La percepción no copia, sino que construye el texto del mundo. Es una manera de creer en el mundo, una fe primordial en éste, en el texto originario que lleva en sí su sentido. Así, entendemos cómo para Merleau-Ponty el “sujeto de la percepción no es un pensador absoluto, sino que funciona por aplicación de un pacto, anterior a nuestro nacimiento continuado, aquel a quien una situación física e histórica le ha sido dada para manejar, y lo es a cada instante de nuevo”.[57] Así la percepción es “completada” por la intuición y la imaginación para dar cumplimiento significativo a los actos expresivos.

Vemos cómo el hombre, como sujeto encarnado, se abre al mundo, y al mismo tiempo, es “un registro abierto” del mundo y de sí mismo; es ambiguo, pues no tiene la seguridad de qué es lo que se pueda inscribir en él.[58] Pero señala Merleau-Ponty que “una vez aparecido, no podría dejar de expresar, ya sea poco o mucho, de tener una historia o un sentido”.[59] Así, las formas expresivas se van configurando con el presente, el pasado y el futuro y, éstas a su vez, van marcando en el ser las vivencias y van haciendo de esas vivencias un mundo compartido.

Además, las formas expresivas del cuerpo se configuran también por el mundo cultural del que son parte, no de manera determinista, sino que se van re-haciendo al mundo y van haciendo mundo de manera que “la productividad misma o la libertad de la vida humana, lejos de negar nuestra situación, la utilizan y la trasforman en medio de expresión”.[60]

 

Consideraciones finales

Hemos visto que, en la operación de la expresión noción merleau-pontiana a la que nosotros nos hemos referido, principalmente basados en la Fenomenología de la percepción, nuestro autor tematiza cómo la palabra y el pensamiento están envueltos el uno en el otro. Así el sentido está preso en la palabra y ésta es ya la existencia exterior del sentido.[61] A través de la operación expresiva, nuestro filósofo devuelve al acto de hablar su verdadera fisionomía. Hemos dado cuenta de que al referirse al acto operativo de expresión, Merleau-Ponty sostiene que la palabra ya posee un poder de significación[62] que le es propio, y así el vocablo deja de ser una manera de designar los objetos o el pensamiento, y se comienza a pensar que la palabra es ya presencia de este pensamiento en el mundo sensible.

Mediante este análisis hemos intentado explicar y vincular algunos conceptos clave del pensamiento merleau-pontiano. El primero de ellos es operación de la expresión, y de acuerdo con él se afirma que el cuerpo es figura visible de nuestra expresión en el mundo y de nuestras intenciones en él. Con este concepto se intenta devolver la fisonomía y la topografía corporal al acto de hablar, pero también tematizar más allá de un análisis de la palabra, de manera que la operación de la expresión sea referencia en los análisis de significación de otras características expresivas, por ejemplo, en la danza.

Siguiendo la base de este abordaje tematizamos los gestos expresivos, como expresiones que anuncian la constitución de un sistema simbólico, y además hemos sostenido que son impresiones del cuerpo dentro de un todo que hemos llamado formas expresivas del cuerpo. En este recorrido se ha enfatizado la reflexión del filósofo francés que contempla al ser humano encarnado en el mundo y su presencia singular en él.

Hemos sostenido que a esta presencia, mejor dicho, al aparecer de las formas expresivas a las que se hace referencia en el ensayo, en tanto condición de cuerpo viviente, de acto o vivencia, le es designado un primer extracto de significación ya adherente al cuerpo, por el hecho de estar y compartir el mundo cultural y un sistema de signos; por el acto de compartir el mundo con cierta mímica existencial abriendo, así, un nuevo campo posible a la significación.

Mediante una aproximación fenomenológica basándonos en la ontología del cuerpo desde la visión del filósofo Merleau-Ponty, en su esquema corpóreo como unidad de existencia, y en su filosofía del entrelazo, del quiasmo perceptivo como apertura y contacto con el mundo, hemos podido llegar a la cuestión principal que aborda el presente ensayo, vincular el problema de la operación de la expresión con el del cuerpo encarnado y con la percepción quiasmática, para así proponer nuestro concepto de formas expresivas, de tal manera que nos sirva para pensar la expresión del hombre en el mundo y su correlación con él.

Ligado a esto, hemos subrayado que la operación y el poder de la expresión son actos significativos. Las formas expresivas del cuerpo son significativas, y como vivencia ya tienen la pretensión de significar el mundo. Por ello, nuestro interés es llevar el planteamiento a posteriores estudios y ahondar en cómo sucede esa significación. El saber articulado es una tarea central para posteriores estudios que se dirijan hacia una conceptualización del cuerpo vivo en movimiento.

Falta mucho por investigar en este terreno, ya que las consideraciones al respecto involucran una comprensión de los procesos subjetivos que implica observar y examinar atentamente los modos en que damos cumplimiento significativo a los actos de expresión, a la estructura existencial corpórea de vivencia. El cuerpo no es un objeto más entre los objetos, sino condición viva de existencia, “su sentido sólo es accesible mediante un contacto directo que irradia su significación sin abandonar su lugar temporal y espacial, nuestro cuerpo es nudo de significaciones vivientes”.[63] Queda pues esta investigación abierta para nuevas vetas que indaguen sobre el cumplimiento significativo de la expresión humana, lo cual exigiría un análisis desde la vivencia y la descripción de los modos en que la intención significativa se cumple o fracasa.

 

Fuentes documentales

Boburg, Felipe, Encarnación y fenómeno, Universidad Iberoamericana, México, 1996.

Merleau-Ponty, Maurice, Fenomenología de la percepción, Península, Barcelona, 1997.

—— “Expresión y subjetividad” en Acta Fenomenológica Latinoamericana, Volumen iv (Documentos), Círculo Latinoamericano de Fenomenología/Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 2012, pp. 654-663.

Ramírez, Mario Teodoro, El Quiasmo, ensayo sobre la filosofía de Maurice Merleau-Ponty, Universidad Michoacana, Morelia, 1994.

Ramírez, Mario Teodoro, “La subjetividad corporal y el quiasmo sexual desde Merleau-Ponty” en Non Nominus, Index, Guadalajara, año 4, número 12, noviembre de 2010, pp. 20-25.

 

Notas al pie

[*]   Socia fundadora de STARTUP, Directora de proyectos y productos culturales y Coordinadora de la app de turismo cultural. Licenciada en Filosofía y Ciencias Sociales, ITESO.

 

[1] Maurice Merleau-Ponty, Fenomenología de la percepción, Península, Barcelona, 1997. En esta obra el autor no utiliza los términos formas expresivas, ni gestos expresivos, es por ello que para los fines de este ensayo también nos remitimos a “Expresión y subjetividad”, un escrito inédito de Maurice Merleau-Ponty, en Acta Fenomenológica Latinoamericana, Volumen IV (Documentos), Lima, Círculo Latinoamericano de Fenomenología/Pontificia Universidad Católica del Perú, 2012, pp. 654-663. En este texto, Merleau-Ponty tematiza la expresión en los gestos, idea que nos ayuda a la articulación del concepto formas expresivas.

[2] Maurice Merleau-Ponty, “Expresión y subjetividad”, p. 660.

[3] Mario Teodoro Ramírez, “La subjetividad corporal y el quiasmo sexual desde Merleau Ponty” en Non Nominus, Index, Guadalajara, Jalisco, año 4, número 12, noviembre de 2010, pp. 20-25.

[4] Nota del editor: El término “quiasmo” tiene dos sentidos principales, el fisiológico y el retórico. El primero se refiere al punto en el que se cruzan dos estructuras anatómicas, el segundo remite a la figura discursiva que se forma por la repetición de una estructura en orden inverso. Se considera que los dos sentidos están presentes en Merleau-Ponty, aunque predomina el primero.

[5] Idem.

[6] Felipe Boburg, Encarnación y fenómeno, Universidad Iberoamericana, México, 1996, p. 162.

[7] Ibidem, p. 163.

[8] Idem.

[9] Ibidem, p. 250.

[10] Idem.

[11] Recordando que el sujeto es carne y la percepción es ya expresión del ser en el mundo.

[12] Maurice Merleau-Ponty, “Expresión y subjetividad…”, p. 656.

[13] Idem.

[14] Idem.

[15] Ibidem, p. 657.

[16] Idem.

[17] Ibidem, p. 656.

[18] Ibidem, p. 657.

[19] Mario Teodoro Ramírez, El Quiasmo, ensayo sobre la filosofía de Maurice Merleau-Ponty, Universidad Michoacana, Morelia, 1994, p. 156. En el capítulo del gesto y la palabra, este autor explica que si existe un “lenguaje del ser es porque hay un ser del lenguaje, porque existe una inscripción o una localidad del lenguaje en la carne del mundo”.

[20] Idem.

[21] Idem

[22] Ibidem, p. 162.

[23] Ibidem, p. 157.

[24] Idem.

[25] Ibidem, p. 158.

[26] Idem.

[27] Maurice Merleau-Ponty, “Expresión y subjetividad…”, p. 657.

[28] Mario Teodoro Ramírez, El Quiasmo, ensayo sobre la filosofía de Maurice Merleau-Ponty, p. 159.

[29] Maurice Merleau-Ponty, “Expresión y subjetividad…”, p. 657.

[30] Maurice Merleau-Ponty, Fenomenología de la percepción, p. 183.

[31] Maurice Merleau-Ponty, “Expresión y subjetividad…”, p. 657.

[32] Ibidem, p. 659.

[33] Maurice Merleau-Ponty, Fenomenología de la percepción, p. 183.

[34] Mario Teodoro Ramírez, El Quiasmo, ensayo sobre la filosofía de Maurice Merleau-Ponty. En el capítulo IV, “El quiasmo semiótico”, explica que la “reflexión sobre el fenómeno de la palabra ocupa una posición nodal en el desarrollo del pensamiento de Merleau-Ponty”, p. 153.

[35] Ibidem, p. 154.

[36] Maurice Merleau-Ponty, “Expresión y subjetividad…”, p. 662.

[37] Maurice Merleau-Ponty, Fenomenología de la percepción, p. 183.

 

[38] Mario Teodoro Ramírez apunta que hay una arqueología del sentido que nos remite al mundo sensible y hay una estructura de lo sensible que nos anticipa y configura al sentido y la idea. Ver El Quiasmo, ensayo sobre la filosofía de Maurice Merleau-Ponty, p.157.

[39] Ibidem, p. 159.

[40] Ibidem, p. 168.

[41] Ibidem, p. 170.

[42] Maurice Merleau-Ponty, “Expresión y subjetividad…”, p. 659.

[43] Maurice Merleau-Ponty, Fenomenología de la percepción, p. 199.

 

[44] Ibidem, p. 200.

[45] Maurice Merleau-Ponty, “Expresión y subjetividad…”, p. 661.

[46] Maurice Merleau-Ponty, Fenomenología de la percepción, pp. 14-15. En la experiencia de las esencias surgen las significaciones del lenguaje, de donde nace la significación mundo que hay que llevar a la expresión pura de su propio sentido.

[47] En la misma obra Merleau-Ponty sugiere que en el mundo todo tiene un sentido y no podemos escapar de él. De esta forma vivimos en el sentido. Esta noción viene a consecuencia de una nueva comprensión fenomenológica, que tuvo sus primeros esbozos a comienzos del siglo pasado en la teoría fenomenológica de Husserl y que apunta a un cuerpo fenoménico o vivido. Esta teoría intenta restaurar la unidad de la existencia y las funciones cognitivas y expresivas de la corporalidad y esta nueva forma de entender el mundo —a la manera de una apertura que nos permite encontrar relaciones del mundo y de las demás intersubjetividades— deja captar de nuevo la intención total de las cosas.

[48] Ibidem, p. 8.

[49] Ibidem, p. 9.

[50] Maurice Merleau-Ponty explica que la totalidad del mundo de las cosas posee un significado. Con ello asumimos que el cuerpo también lo posee. El cuerpo se encuentra constituido a partir de las marcas simbólicas de la existencia y se expresa en su conjunto. Uno de los grandes aportes de Merleau-Ponty es poner al cuerpo como el centro de estar del ser, que lo hace conectar con el mundo y con la naturaleza. Para él, el cuerpo es condición de la existencia.

[51] Maurice Merleau-Ponty, “Expresión y subjetividad…”, p. 663.

[52] Idem.

[53] Maurice Merleau-Ponty, Fenomenología de la percepción, p. 200.

[54] Idem.

[55] Inclusive la experiencia histórica, porque nosotros re-significamos, re-valoramos la experiencia en la vida misma.

[56] Maurice Merleau-Ponty, Fenomenología de la percepción, pp. 19- 20.

[57] Maurice Merleau-Ponty, “Expresión y subjetividad…”, p. 658.

[58] Idem.

[59] Idem.

[60] Idem.

[61] Maurice Merleau-Ponty, Fenomenología de la percepción, pp. 191-223.

[62] Ibidem, p. 199.

[63] Ibidem, p. 168.