El invencible verano de Liliana: literatura polifónica contra la impunidad

José Miguel Tomasena[*]

 

¿Por qué han tenido que pasar treinta años para que una escritora pueda, al fin, escribir sobre el asesinato de su hermana? ¿Qué tiene que pasar, individual y colectivamente, para que el silencio del trauma pueda cristalizar en palabras? ¿Qué dolores ha tenido que padecer, hemos tenido que padecer? Las preguntas se agolpan durante la lectura. ¿Puede la literatura recuperar la memoria de la violencia feminicida? ¿Qué poderes despierta el acto de nombrar? ¿Contar esta historia puede contribuir a la invención de un nuevo lenguaje? ¿Quién está inventando este nuevo lenguaje?

Sí, Liliana Rivera Garza fue asesinada el 16 de julio de 1990 por un exnovio, Ángel González Ramos, prófugo hasta hoy. En la prensa se habló de “crimen pasional”. Su familia guardó sus cosas en una caja y sobrellevó el duelo como pudo. Ante la inoperancia y la impunidad y el silencio y la vergüenza y el trauma, Ilda Garza Bermea (su mamá), Antonio Rivera Peña (su papá) y Cristina Rivera Garza (su hermana) cargaron su dolor y siguieron.

No fue hasta que vino una pandemia cuando Cristina, la escritora, sintió que se le acababa el tiempo. Treinta años. Abrió las cajas que contenían los objetos íntimos de Liliana, que nadie se había atrevido a tocar, y escribió este libro: El invencible verano de Liliana.[1]

Formalmente, se trata de una novela construida a partir de fragmentos de muchas voces. Los diarios de Liliana, entrevistas con sus amigos, las voces de su padre y de su madre, recortes de prensa, pasajes de canciones y los recuerdos en primera persona de la propia autora. En este sentido el libro no es una memoria personal, una evocación, sino un documento de memoria social.

Este procedimiento polifónico —como lo ha llamado el crítico Jorge Carrión— la emparenta con obras como La noche de Tlatelolco, de Elena Poniatowska, los libros testimoniales de la Nobel Svetlana Alexiévich o Los errantes, de Olga Tokarczuk, construidos todos a partir del collage, de la apropiación y mezcla de materiales y voces de distinta factura.

La propia Cristina Rivera Garza, en su libro Los muertos indóciles (2013), ya abogaba por una escritura que, inspirada en el concepto de comunalidad, aprendido de las comunidades mixes de Oaxaca, trascienda el concepto de autoría individual. La escritura comunal propuesta por Rivera Garza usa procedimientos de reescritura y reapropiación de textos ajenos para buscar formas de representación plurales, abiertas, complejas. En sus libros anteriores, Había mucha neblina, mucho humo o no sé qué (2019) y Autobiografía del algodón (2020), ya indagaba esta poética que desafía la división entre géneros, la jerarquía entre textos y la representación unívoca de la realidad, para explorar las obras y figuras de Juan Rulfo y José Revueltas, respectivamente.

En este sentido El invencible verano de Liliana es la versión más personal y tierna de esta poética. También la más dolorosa. Es una novela en la que conocemos las voces de sus amigas y amigos, de sus padres, y, sobre todo, a través de los diarios íntimos de Liliana, que en el libro son representados con una tipografía especial que trata de imitar su caligrafía. En los momentos más conmovedores de la narración uno siente que puede escuchar la voz de Liliana, presenciar sus dudas amorosas y profesionales, oler el cloro que emanaba de su cuerpo después de practicar natación.

Y así, mientras se cuenta quién era ella —una chica común, estudiante de arquitectura en la gran ciudad, amiguera y brillante—, también se retratan esas formas de violencia presentes en su relación —celos, silencios impuestos, amenazas, chantajes—, que en su momento Liliana no pudo ver. O más bien, que sí pudo ver, pero de las que no pudo escapar.

Resuena en la historia de Liliana el eco de todas las otras mujeres que han sufrido la violencia machista en sus diversas formas. Su historia es la historia de todas. Y en ese sentido, los treinta años que tuvieron que pasar entre el feminicidio y la posibilidad de narrarlo son también treinta años de la sociedad mexicana, que gracias al movimiento feminista comienza a nombrar las formas de violencia que permanecían invisibilizadas, calladas. Quiero creer.

 

[*] Escritor, periodista y profesor universitario. Es autor de las siguientes novelas: El rastro de los cuerpos, Grijalbo, México, 2019; La caída de Cobra, Tusquets, México, 2016, y ¿Quién se acuerda del polvo de la casa de Hemingway?, Paraíso Perdido, México, 2018. www.jmtomasena.com

 

[1] Cristina Rivera Garza, El invencible verano de Liliana, Literatura Random House, Barcelona, 2021.