El patriota solitario. Una interpretación del patriotismo y la naturaleza en Henry David Thoreau

 León Heitler[*]

 

Recepción: 20 de marzo de 2022
Aprobación: 20 de mayo de 2022

 

Resumen: Heitler Ladrón de Guevara, León Enrique. El patriota solitario. Una interpretación del patriotismo y la naturaleza en Henry David Thoreau. Henry David Thoreau es uno de los escritores más influyentes de la tradición estadounidense. Sus pasajes sobre la naturaleza han inspirado a generaciones de ambientalistas y aficionados a la literatura, mientras que su pensamiento político ha sido tildado de anarquista y reivindicado por diversos movimientos sociales. Este artículo aborda la filosofía política de Thoreau para reconstruir los componentes de su pensamiento patriótico. Resulta visible un paralelismo entre el proceso de construcción teórica del nacionalismo en la Unión Americana y el de los románticos de Europa continental, lo que permite también señalar algunos distanciamientos entre los dos procesos. La explicitación del patriotismo de Thoreau puede conducir a líneas de investigación abiertas, como la relación del ecosistema con las comunidades humanas y su operacionalización en el imaginario colectivo.

Palabras clave: patriotismo, nacionalismo, naturaleza, Thoreau, Estados Unidos.

 

Abstract: Heitler Ladrón de Guevara, León Enrique. The Solitary Patriot. An Interpretation of Patriotism and Nature in Henry David Thoreau. Henry David Thoreau is one of the most influential writers in the North American tradition. His passages about nature have inspired generations of environmentalists and literature lovers, while his political thought has been branded as anarchist and claimed by different social movements. This article looks at Thoreau’s political philosophy in order the reconstruct the components of his patriotic thinking. A parallelism can be drawn between the theoretical construction of nationalism in the United States and among the Romantics of continental Europe, while divergences between the two processes cannot be overlooked. An explicit examination of Thoreau’s patriotism can open new lines of research, such as the relationship between ecosystem and human communities, and their operationalization in the collective imaginary.

Key words: patriotism, nationalism, nature, Thoreau, United States.

 

I wish to speak a word for Nature, for absolute freedom and wildness, as contrasted with a freedom and culture merely civil —to regard man as an inhabitant, or a part and parcel of Nature, rather than a member of society.

—Henry David Thoreau, Caminar[1]

 

What is it, what is it,
But a direction out there
And the bare possibility
Of going somewhere?

—Henry David Thoreau, Caminar[2]

 

Henry David Thoreau y los trascendentalistas[3] han inspirado vigorosos movimientos estéticos, literarios y políticos desde que escribían y se manifestaban en los medios de Nueva Inglaterra hasta hoy, a casi dos siglos del inicio de sus publicaciones. Su posición en la coyuntura histórica de la Unión Americana, previa a la Guerra de Secesión, les confirió una ventaja respecto de sus connacionales anteriores y posteriores para plantar las semillas del alma americana, es decir, de la cultura estética y política del nuevo Estado que llegaría a ser la potencia hegemónica del siglo XX.

Los lectores de Thoreau han sido capaces de recorrer caminos divergentes valiéndose del pensamiento de este peculiar autor. Seguramente se debe en buena medida a que Thoreau escribió en una pluralidad de formas, que se extienden desde la poesía rimada hasta el panfleto político. En sus textos, Thoreau nunca abandonó sus temas ni sus metáforas, todas entrelazadas: la naturaleza como ecosistema que abarca al ser humano y los deberes y características del buen ser humano son hilos conductores del trabajo y de la vida misma de este escritor y pensador.

Y, sin embargo, su pensamiento encuentra tensiones en más de un punto, que parecen descansar en armonías consonantes sólo en la fantasía de sus versos. Este ensayo aborda una de esas grandes tensiones: aquella entre la lealtad y amor que cada persona debe al Estado, y la autonomía del individuo frente a éste; la tensión entre un individualismo que parece coquetear con la anarquía y el verdadero patriotismo de un apasionado americano.

En ese sentido, este texto se pregunta en qué consiste el nacionalismo para Thoreau. Cualquier respuesta dada será parcial y debatible, pues el nativo de Concord, Massachussets, nunca se detuvo a explicitar el contenido de su nacionalismo. Por ello, es necesario explorar con atención las metáforas y las intenciones, al tanto de las bases transoceánicas de su filosofía moral y su pensamiento nacionalista para, además, poder distinguir lo que heredó de lo que cultivó él mismo.

 

Autonomía y nación: patriotismo del viejo mundo

La tensión está claramente presente en Thoreau. En su famoso panfleto Desobediencia civil escribe: “Lo que deseo es negarle mi lealtad al Estado, hacerme a un lado y mantenerme al margen de manera efectiva”.[4] El Estado no puede imponerle, al menos moralmente, obligaciones: “La única obligación que tengo derecho a asumir es la de hacer en cada momento lo que crea justo”.[5] Pero confesaba en Caminar que “como verdadero patriota, debería avergonzarme por pensar que Adán en el paraíso estuvo más favorablemente situado, dentro de todo, que un campesino en este país”.[6] Y citaba con aprobación versos como los siguientes:

Debemos querer a nuestro país como a nuestros padres, y si en algún momento nos alejamos de honrarlo con nuestro amor o nuestro esfuerzo, habremos de aceptar las consecuencias y entonces educar al alma en temas de conciencia y religión y no en el afán de poder o beneficio propio.[7]

Ciertamente, Thoreau se consideraba patriota, y más que sus vecinos.[8]

De cualquier manera, la tensión no aparece sólo en Thoreau, sino que se remonta al pensamiento de Immanuel Kant. Isaiah Berlin identificó esa tensión entre las ideas de Kant que el natural de Könisberg nunca sostuvo. Más bien, el conflicto surgió del uso de sus ideas por los primeros teóricos del romanticismo y del nacionalismo, como su alumno Johann Gottfried.[9]

Por un lado, Kant creía firmemente en la autonomía del individuo; de él viene la doctrina del ser humano como fin y no únicamente como medio, así como la idea de que la moralidad del individuo sólo existe cuando existe responsabilidad, la cual proviene de aceptar que el ser humano es libre para decidir entre alternativas. Si un ente externo obliga, quien escoge no es libre y no puede ser responsable por sus acciones.

Por el otro lado, Kant era un ferviente racionalista y creía que los imperativos categóricos, deberes morales de todo individuo, venían de preceptos racionales universales que podían ser conocidos por cualquier ser humano. Una persona no pierde su libertad al actuar según su deber moral, pues siempre puede actuar contrariamente si decide no ser racional. El gobierno paternalista es un gobierno déspota, pues al ordenar las acciones de sus súbditos los priva de la libertad.

Berlin sostiene que la idea de autonomía de Kant pudo llegar al nacionalismo romántico mediante dos pasos. El primero consistió en asentar que los principios a seguir eran tales porque así los creo yo; no por ser universales, sino porque sólo a través de ellos expreso mi naturaleza interna y preservo mis convicciones. El segundo requiere cambiar el sujeto de la autonomía: en lugar de ser un individuo quien resiste la dominación y preserva su libertad, puede imaginarse una nación, que obra de manera que ninguna otra pueda mandarla y gana su libertad mediante su autodeterminación.[10]

El pensamiento de Herder, para quien “el Estado más natural consiste en un Pueblo, con un carácter nacional”, corresponde razonablemente con el modelo del pensamiento romántico que esboza Berlin.[11] Sin embargo, no hay que pasar por alto que Herder reconocía, al igual que Kant, la individualidad de las personas. En realidad, lo que haría similares a los conciudadanos es que comparten contextos sociales, políticos y naturales–ecológicos que moldean en las personas una cierta manera de ser.

 

Thoreau abreva del nacionalismo romántico

Sin duda, el nacionalismo que Thoreau abrazaba tenía sólidos fundamentos en el pensamiento de Kant y de Herder. A pesar de que hay quienes negaron la influencia alemana en Thoreau por considerar que el autor no estaba familiarizado con ese cuerpo de pensamiento,[12] hay evidencia de que Mary Moody Emerson tuvo profundas discusiones con su sobrino Ralph Waldo Emerson y su cercano amigo Thoreau respecto de la filosofía de Herder y otros pensadores alemanes.[13] Isaiah Berlin fue el primero en notar el parecido del pensamiento de Herder con el de Thoreau, pero sólo aparece esta apreciación en una nota sin desarrollar.[14]

Efectivamente, Thoreau adopta la idea de la autodeterminación kantiana sin ambages. Además, el deber civil sólo existe respecto de la justicia, definida personalmente desde criterios morales, y no respecto de la ley, que bien puede ser injusta.[15] Más aún: la injusticia debe ser resistida activamente, pues apoyar pasivamente a un gobierno deshumaniza;[16] las personas tienen responsabilidad respecto de lo que hace su gobierno, pues su cooperación con el Estado es voluntaria y libre.

Sin embargo, el racionalismo de Thoreau no es universalista como el de Kant. El deber consiste en ser reflexivos y estar conscientes de la situación de uno mismo respecto de la sociedad y la naturaleza, pero las conclusiones a las que cada uno llega son personales y cada quién tiene responsabilidad por ellas. No hay indicios de que Thoreau crea en verdades absolutas, racionales y evidentes a todos, que no respondan a las coyunturas históricas, de las que este poeta americano estaba muy consciente.[17]

Esa racionalidad limitada corresponde con el idealismo que comparten los trascendentalistas.[18] En efecto, Thoreau reconoce que las partes importantes de la vida humana están muy alejadas de las prácticas comerciales y capitalistas que habían llevado a crisis económicas en el estado de Massachussets. El poeta requería tiempo libre para contemplar la naturaleza y reflexionar, un poco a la manera de los filósofos de la antigua Grecia. Después de su primera cosecha de frijoles en la soledad del lago de Walden, decidió plantar con menos industria, pues había tenido que recurrir al mercado para vender lo que no podía consumir, y había perdido por ello valioso tiempo de reflexión.[19]

Los deberes civiles de Thoreau le permiten conservar el individualismo en su noción patriótica. En realidad, la comunión de las personas dependerá de la agregación de sus actividades, sin dirección alguna, que no quiere decir sin comunicación entre los integrantes del ecosistema social. El poema del Viejo Camino de Marlborough lo describe:

¿Qué es, qué es,
sino una dirección
y la mera posibilidad
de ir a algún lugar?
[…] Si con antojo desplegado,
te vas de tu morada,
puedes dar la vuelta al mundo
por el Viejo Camino de Marlborough.[20]

En Caminar declara: “Creo que en la Naturaleza hay un sutil magnetismo que, si cedemos de manera inconsciente a él, nos dirigirá por lo correcto”.[21] En verdad, Thoreau encuentra la posibilidad de una comunión completa de las personas con el ecosistema, que explica el espíritu de la nación naciente. En Walden reflexiona sobre el sentimiento de soledad:

Solamente una vez, unas semanas después de mi llegada a los bosques, experimenté por toda una hora la duda de si, para disfrutar de una vida serena y sana, no sería esencial la vecindad de los hombres. La soledad me era un poco desagradable. Pero al mismo tiempo que me daba cuenta de que mi ánimo tendía un poco al desvarío, me parecía prever mi curación. Mientras me dominaban estos pensamientos, en medio de una apacible lluvia, sentí de pronto tan dulce y bienhechor el contacto con la naturaleza, en el ruido acompasado de las gotas, en cada sonido y en la vista de cuanto me rodeaba; tan infinita e inexplicable identificación con ella, como si la atmósfera se convirtiera en elemento protector, que comprendí que las imaginadas ventajas de la proximidad humana se tornaban insignificantes al lado de estas otras, y nunca más volví a pensar en aquellas. Las agujas de los pinos se dilataban, se henchían de generosidad y me amparaban. Con tal claridad percibí esa presencia tutelar aun en las escenas que acostumbramos a considerar selváticas y aciagas, y me di cuenta de que la mayor afinidad de mi sangre y de mi cuerpo no se encontraba en persona alguna, que me convencí de que ningún lugar volvería a serme extraño jamás.[22]

Lo que Thoreau defendía no es un nacionalismo, sino un patriotismo, según la distinción que hace Maurizio Viroli:[23]

[…] la distinción crucial yace en la prioridad o el énfasis: para los patriotas, el valor primario es la república y la forma libre de vivir que la república permite;[24] para los nacionalistas, los valores primarios son la unidad espiritual y cultural del pueblo. […] El lenguaje del patriotismo invita a los individuos a mantenerse culturalmente definidos, interesados y apasionados, y trata de infundirles una cultura de la libertad, un interés en la república, un amor al bien común; no apunta a dictar lo que los individuos racionales y morales deben hacer, sino a que aquellos que aman la libertad sean más fuertes que los campeones de la opresión y la discriminación.[25]

Del patriotismo republicano Thoreau defiende el amor a la libertad, que se opone al lenguaje nacionalista de la homogeneidad.[26] Sólo a partir de esta distinción es posible entender que Thoreau se considerara un honesto patriota a la vez que afirmaba que

[t]odo ser humano es señor de un reino, comparado con el cual el imperio terrestre del Zar parecería un estado insignificante, una mata traída por el hielo. Pueden, sin embargo, ser patriotas muchos que no se respetan a sí mismos y sacrifican lo mayor a lo menor. Aman el suelo que les sirve de tumba, pero no sienten simpatía hacia el espíritu que podría todavía animar su arcilla. El patriotismo es un mero capricho en sus cabezas.[27]

 

El patriotismo de Thoreau

Resumidamente, el patriotismo de Thoreau, aunque no está explicitado en ningún lugar de su obra, podría ser caracterizado de la siguiente manera:

El ser humano es libre y por ello es responsable. Cada ser humano es intrínsecamente valioso, pero no todos viven virtuosamente: la civilización no educa, sino sólo la naturaleza. En ella, en su salvajismo, es posible encontrar las raíces de una intuición que ha de llevar a la preservación de la humanidad y a su gloria. Empero, para percibir esas lecciones es necesario el contacto directo con la naturaleza, la recreación y la reflexión personal. La educación (que imparte la naturaleza) forja en las personas principios de justicia que están obligadas a seguir por el sentido de responsabilidad que les corresponde como seres libres y pensantes.

La revelación de las lecciones de la naturaleza se produce mediante un sentimiento de amor y solidaridad hacia el ecosistema, pues revela que nuestra subsistencia se debe a éste, y el ecosistema es la sociedad en su estado más puro y adecuado. No se distingue de la comunidad humana en general, sino sólo de aquella que es civilizada por las artes y el comercio, que distraen de lo verdaderamente importante.[28] La conjunción del amor a la patria como ecosistema —humano y natural— y de los principios de justicia que forma la razón del individuo llevan a las personas a ser buenos patriotas: a buscar el perfeccionamiento de la sociedad a la que pertenecen por nacimiento, por vecindad y por un espíritu, que proviene de la comunidad intelectual.[29]

Esa búsqueda tiene que ser activa; quien sea justo tiene que cooperar de buena gana con el Estado cuando lleve los asuntos según el sentido que enseña la salvaje naturaleza y debe ofrecer su vida como resistencia cuando la maquinaria del Estado actúe en contra de los principios del justo. Cuando las personas vivan por sí mismas, según su naturaleza, perdurarán. Y la agregación de las acciones individuales, por el sutil magnetismo de la naturaleza, llevará la gloria de los procesos naturales a la sociedad humana.

 

Naturaleza y sociedad en Thoreau

Resulta instructivo comparar las influencias que condujeron a los románticos alemanes a sus concepciones de nacionalismo con las que siguió Thoreau para construir el suyo. Hay, sin duda, paralelismos, y es probable que hayan partido de la misma fuente: el pensamiento de Kant y la crítica que de éste hizo Herder. Ciertamente, muchos han reconocido que el nacionalismo de Herder no es precisamente político, sino cultural, pues la mayor parte de sus reflexiones se mantienen fuera del ámbito del Estado y el gobierno.[30]

El patriotismo de Thoreau podría ser caracterizado de una manera similar, pero ello no debe oscurecer el hecho de que estas reflexiones, al aludir a la manera en que las personas se conciben con respecto a la sociedad, a cómo entender la comunidad y el deber cívico, tienen profundas implicaciones políticas, así como algunos puntos en los que directamente se refieren al Estado.[31] De cualquier forma, hay particularidades que distinguen al pensamiento patriótico del romántico norteamericano del de los alemanes.

La relación entre la naturaleza y la sociedad en Thoreau es, plausiblemente, una de sus mayores innovaciones.

Lo que advierto es que cuando una bellota cae al lado de una castaña, ninguna de las dos permanece inerte para dejarle espacio a la otra, sino que ambas obedecen sus propias leyes y germinan y crecen y florecen lo mejor que pueden, hasta que una, quizás, ensombrece y destruye a la otra. Si una planta no puede vivir según su naturaleza, muere; lo mismo ocurre con el hombre.[32]

Robert Taylor describe esta concepción como pastoralista, pues alaba a la vida simple del campesino, sin abogar por la superioridad de lo primitivo, y encierra muchas críticas a la industrialización y la tecnología modernas.[33] No se trata de la visión organicista, común desde la teoría política clásica,[34] según la cual la sociedad humana tiene partes distintas e inseparables que conforman un mismo cuerpo; Thoreau acepta la posibilidad de la vida fuera del Estado y no reconoce jerarquías. Tampoco mantiene una visión darwinista, que reconozca la competencia y la supervivencia de los mejores; no sugiere nunca la superioridad de unas personas sobre otras.[35]

Para Thoreau la naturaleza muestra la agregación de las acciones de millones de individuos, de las especies más diversas, cada uno de los cuales hace lo mejor que puede según se lo dicta su condición natural. Así explica los patrones observables: los ocres del otoño en Concord y la marcha de la humanidad hacia el Salvaje Oeste. No se sigue que haya esfuerzos por preservar a cada individuo. Rosenblum apunta que la filantropía y la buena vecindad en Thoreau consisten en los beneficios que obtienen las personas de que cada uno se ocupe de sí mismo de la mejor manera que puede, pero no de los demás .[36]

 

A modo de conclusión: pensar con metáforas

Thoreau encontró en la naturaleza la colección más rica posible de metáforas, que aprovechó para tratar de entender la manera en la que el ser humano y su comunidad habrían de ser; esta forma de vivir “prepararía el camino para otro Estado más perfecto y glorioso aún, que yo he soñado también, pero que todavía no he atisbado por ninguna parte”.[37] El autor estadounidense esgrime otra forma de conocer, que no requiere de una lógica formal, sino que recurre a las metáforas para articularse.[38] Un conocimiento que convence con una fuerza pocas veces vista.

Thoreau invita a repensar la idea del desarrollo humano mediante una mirada fresca y personal a la naturaleza, que resulta ser de alguna manera un espejo que refleja más que lo que está frente a él. Más precisamente, es el sistema que recubre y cala a la sociedad, por más que ésta quiera resistirlo y pensarse autónoma, fuera de las dinámicas de la naturaleza. Queda claro en sus escritos que el amor a la naturaleza está lejos de ser incompatible o contrario al amor a la sociedad humana y su progreso, sino que hay una complementariedad intrínseca en ambas tendencias que debería ser reconocida. Estos argumentos resuenan aún siglos después de que fueran esgrimidos.

Esta poesía puede ser una invitación a repensar los planteamientos ecologistas y desarrollistas desde una perspectiva menos materialista que la usual; de reivindicación del individuo, pero sin glorificar su materialidad, pues es parte de un (eco)sistema que lo precede, lo atraviesa y lo sucede. Sólo así Thoreau pudo llegar a articular un patriotismo distintivo, natural e inmaterial. Sin crear o preservar instituciones concretas, su deseo patriótico abandera una sociedad tan humana como natural, necesariamente libre.

Este amor a la patria puede promover la subversión, tal vez como un incendio que consume un bosque tras el choque de un rayo. Deja, sin embargo, las condiciones para que broten otra vez los árboles, para que regrese la fauna, con un verdor vigoroso y añorado. La teoría de Thoreau no pretende evitar el sufrimiento personal ni necesariamente empujará al progreso material, pero sí a un desarrollo orgánico de la especie. Permite obtener la parte más valiosa de la vida: la ociosa e ideal. Esboza, aún hoy, una guía poética hacia el Oeste, fuera de los vicios del viejo continente: hacia la tierra prometida, hacia lo salvaje.

 

Fuentes documentales

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Taylor, Robert Pepperman, Our Limits Transgressed: Environmental Political Thought in America, University Press of Kansas, Lawrence, 1992.

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Viroli, Maurizio, For Love of Country: An Essay on Patriotism and Nationalism, Oxford University Press, Nueva York, 1995.

 

[*] Estudiante de la Licenciatura en Ciencia Política y Relaciones Internacionales en el Centro de Investigación y Docencia Económicas A.C. (CIDE). leon.heitler@alumnos.cide.edu

 

[1] Henry David Thoreau, Caminar, Impronta, Guadalajara, 2014, p. 51.

[2] Henry David Thoreau, Caminar, p. 59.

[3] Movimiento literario filosófico y político asentado en la Nueva Inglaterra del siglo XIX temprano, con exponentes como Ralph Waldo Emerson y Louisa May Alcott, además de H. D. Thoreau. A pesar de sus muchas diferencias intelectuales, compartían una concepción de sí mismos como idealistas y anhelaban llevar una vida dictada por principios. Para una caracterización completa véase la introducción de Joel Myerson, Sandra Harbert Petrulionis y Laura Dassow Walls (Eds.), The Oxford Handbook of Transcendentalism, Oxford University Press, Nueva York, 2010.

[4] Henry David Thoreau, Desobediencia civil, Impronta/Territorio, Guadalajara, 2018, p. 58.

[5] Ibidem, p. 23.

[6] Henry David Thoreau, Caminar, p. 26.

[7] Henry David Thoreau, Desobediencia civil, pp. 61–62.

[8] Thoreau afirma que no quiere considerarse alguien mejor que sus vecinos, pero opina que su resistencia lo hace ser, de momento, un mejor patriota: “Creo que el Estado podrá quitarme pronto este peso de encima, y entonces ya no seré más patriota que mis vecinos”. Henry David Thoreau, Desobediencia civil, p. 62.

[9] Isaiah Berlin, “Kant as an Unfamiliar Source of Nationalism” en The Sense of Reality: Studies in Ideas and Their History, Princeton University Press, Nueva Jersey, 2019, pp. 232–248. De este ensayo proviene la interpretación de Kant que sigue.

[10] Ibidem, pp. 242–243.

[11] Véase Alan Patten, “The Most Natural State: Herder and nationalism” en History of Political Thought, Imprint Academic, Exeter, Reino Unido, vol. 31, Nº 4, 2010, pp. 657–689.

[12] Por ejemplo, Fred W. Lorch, “Thoreau and the Organic Principle in Poetry” en Publications of The Modern Language Association of America, Cambridge, Massachusetts, vol. 53, Nº 1, 1938, pp. 286–302, p. 287.

[13] Frank Shuffelton, “Puritanism” en Joel Myerson, Sandra Harbert Petrulionis y Laura Dassow Walls (Eds.), The Oxford Handbook of Transcendentalism, Oxford University Press, Nueva York, 2010, p. 7.

[14] Isaiah Berlin, “Herder and the Enlightenment” en Three Critics of the Enlightenment: Vico, Hamann, Herder, Princeton University Press, Nueva Jersey, 2013, p. 254.

[15] “¿No podría haber un gobierno en el que no fuese la mayoría la que decidiera lo que está bien o lo que está mal, sino la conciencia? […]. Lo deseable no es que se cultive el respeto a la ley, sino a la justicia”. Henry David Thoreau, Desobediencia civil, p. 23.

[16] “[E]so es lo que puede hacer de un hombre el gobierno estadounidense, en esto consiguió transformarlo con sus negras artes: en una mera sombra y remedo de humanidad […]. La mayoría de los hombres sirven así al Estado no como hombres, sino como máquinas, con sus cuerpos”. Henry David Thoreau, Desobediencia civil, pp. 24–25.

[17] En Nueva Inglaterra, durante la vida de Thoreau, se desencadenó una fuerte crisis económica, demográfica y ecológica. Newman aporta una lectura del pensamiento de Thoreau inscrita en su circunstancia histórica en Lance Newman, “Thoreau’s Natural Community and Utopian Socialism” en American Literature, Duke University Press/Modern Literature Association, Durham, Carolina del Norte, vol. 75, Nº 3, 2003, pp. 515–544.

[18] Lance Newman, Our Common Dwelling: Henry Thoreau, Transcendentalism, and the Class Politics of Nature, Palgrave Macmillan, Nueva York, 2005, p. 107.

[19] Philip Cafaro, Thoreau’s Living Ethics: Walden and the Pursuit of Virtue, University of Georgia Press, Georgia, 2004, p. 22.

[20] Henry David Thoreau, Caminar, pp. 20–21. Los primeros versos de este poema ya fueron citados en su lengua original en el segundo de los epígrafes al inicio del artículo.

[21] Ibidem, p. 21.

[22] Henry David Thoreau, Walden o la vida en los bosques, Tomo, México, 2005, pp. 131–132.

[23] Maurizio Viroli, For Love of Country: An Essay on Patriotism and Nationalism For Love of Country: An Essay on Patriotism and Nationalism, Oxford University Press, Nueva York, 1995. Es sintomático que Thoreau utilizara el concepto de patriotismo y no el de nacionalismo.

[24] El concepto de república aparece en muy pocas ocasiones en la obra de Thoreau, y algunas son para distinguir el foro privado del público (res–privata y res–publica). De todos modos, los ideales libertarios del republicanismo, que son la base del argumento de Viroli, sí están presentes a lo largo de su obra. Posiblemente, el concepto esté más extendido en otros pensadores trascendentalistas como Emerson, pero es un tema que escapa a los alcances de este artículo.

[25] Ibidem, pp. 2–16. Traducción propia. Ciertamente, a Thoreau le importa mucho más la parte ideal del patriotismo republicano, pues tiene poca estima a las instituciones concretas de la república en la que se encuentra; en términos que aprobaría Viroli, la vida libre que permite la república queda en entredicho cuando las instituciones no cumplen su función. Thoreau concluye que es necesario tomar el asunto en manos propias. Tal vez cabría llamar al de Thoreau un patriotismo crítico.

[26] Esta distinción no se aplica de manera precisa, por ejemplo, para Herder, pues el nacionalismo de éste tiene mucho respeto por la individualidad y la libertad. El mismo patriotismo de Thoreau no es un tipo ideal. Ibidem, p. 3.

[27] Hay que recordar que el reino de cada ser humano está en su mente, pues la parte ideal de la vida es la más importante. La palabra maggot en el original significa tanto gusano como capricho. Henri David Thoreau, Walden…, p. 300.

[28] Rousseau opinaba que estas actividades corrompen. Jean–Jacques Rousseau, Discurso sobre las ciencias y las artes, Alianza, Madrid, 2012.

[29] Es importante resaltar que el énfasis en el deber no recae en un colectivo, sino en el individuo. Así, la presencia de la espiritualidad en este amor a la patria no es nacionalista en términos de Viroli, pues no es homogénea. Es claramente patriótico en tanto tiene la libertad como condición sine qua non para el desarrollo de la nación, incluso por encima de las instituciones concretas cuando éstas no aseguren la libertad personal.

[30] Así lo considera Isaiah Berlin, Three Critics…, p. 256.

[31] Puede consultarse una discusión en “Nationalism and the Nature of Thoreau’s ‘Walking’” en The New England Quarterly, mit Press, Cambridge, Massachusetts, vol. 85, Nº 4, 2012, pp. 591–621, y en Alan Patten, “The Most Natural State…”.

[32] Henry David Thoreau, Desobediencia civil, pp. 51–52.

[33] Robert Pepperman Taylor, Our Limits Transgressed: Environmental Political Thought in America, University Press of Kansas, Lawrence, 1992, p. 4.

[34] Cfr. Aristóteles, Política, Gredos, Madrid, 1998, “Libro i”.

[35] Es importante aclarar el contenido de la cita de las nueces en el párrafo anterior. El hecho de que una ensombrezca a la otra no es un ejemplo de competencia, sino de azar; ningún árbol roba nada a los demás, sino que hace lo mejor que puede por sí mismo. Esto no garantiza el bienestar de todos, pero pareciera que lleva a un equilibrio y a la gloria de la naturaleza en su conjunto.

[36] Nancy L. Rosenblum, “Thoreau’s Democratic Individualism” en Jack Turner (Ed.), A Political Companion to Henry David Thoreau, The University Press of Kentucky, Lexington, 2009, pp. 15-38, p. 21.

[37] Henry David Thoreau, Desobediencia civil, p. 68.

[38] Laurel Richardson es muy convincente para argumentar que la escritura a base de metáforas es una forma de investigación válida, convincente y extendida, aunque sean pocos conscientes de ello. Laurel Richardson, “A method of inquiry” en Norman K. Denzin e Yvonna S. Lincoln (Eds.), Handbook of qualitative research, Sage, Thousand Oaks, 2000, pp. 923–948.