Tres versiones de argumentos de subdeterminación contrastiva para explicar la competencia pictórica

Juan Pablo Aguilar Martínez[*]

 

Recepción: 12 de octubre de 2022
Aprobación: 23 de noviembre de 2022

 

Resumen. Juan Pablo Aguilar Martínez. Tres versiones de argumentos de subdeterminación contrastiva para explicar la competencia pictórica. ¿Por qué somos pictóricamente competentes? ¿Por qué solemos llegar a hipótesis significativamente ecuménicas cuando interpretamos representaciones pictóricas? Desde mediados del siglo pasado la respuesta estándar a estas dos preguntas apela a convenciones. Las teorías pictóricas convencionalistas (TPC) se apoyan en un argumento de subdeterminación contrastiva (ASCo). A continuación distingo tres tipos de asco que subyacen en las TPC y propongo la existencia de buenas razones para argumentar que la versión de TPC apoyada en un asco de tipo local es la mejor equipada para dar cuenta de la diversidad de imágenes en las que somos pictóricamente competentes. Con ello sugiero que las teorías que intentan explicar cómo damos contenido a las imágenes no sólo deben atender los factores culturales y sociales de la comunicación visual, sino también las investigaciones empíricas sobre los constreñimientos propios de la cognición para explicar nuestra competencia pictórica.

Palabras clave: interpretación pictórica, convencionalismo, subdeterminación.

 

Abstract. Juan Pablo Aguilar Martínez. Three Version of Contrastive Underdetermination Arguments for Explaining Pictorial Competence. Why are we pictorially competent? Why do we tend to reach significantly ecumenical hypotheses when we interpret pictorial representations? Since the middle of the last century the standard answer to these two questions has appealed to conventions. Conventionalist theories of depiction (CTDs) are based on a contrastive underdetermination argument (CoUA). Below I distinguish between three types of CoUAs that underlie CTDs and I propose the existence of good reasons for arguing that the version of CTDs based on a local CoUA is the best equipped to account for the diversity of images for which we are pictorially competent. With this I suggest that the theories that try to explain how we give content to images should address not only the cultural and social factors of visual communication, but also the empirical research about the inherent restrictions of cognition for explaining our pictorial competence.

Key words: pictorial competence, conventionalism, underdetermination.

 

Introducción

¿Por qué solemos elaborar hipótesis ecuménicas respecto al contenido de una representación pictórica (RP, de aquí en adelante) cuando lo observamos?[1] Dentro de la tradición analítica de la filosofía una de las respuestas más prominentes en los últimos cuarenta años apela a convenciones. Las teorías pictóricas convencionalistas involucran dos ideas que las hacen atractivas como un marco explicativo de las teorías de interpretación pictórica. La primera es que, para recuperar el contenido de las RP, es indispensable utilizar recursos conceptuales. Los conceptos utilizados en la interpretación de RP explicarían por qué dos adultos con el mismo aparato perceptual y cognitivo pueden y suelen recuperar diferentes contenidos al observar la misma RP. La segunda es que no hay un contenido universalmente recuperable en las RP. Todo contenido de las imágenes dependerá del contexto de su aparición y los recursos conceptuales del intérprete. Esta conclusión parece consistente con teorías filosóficas (Nelson Goodman)[2] o históricas (Ernst Gombrich)[3] de la interpretación de imágenes, que denuncian lo ingenuo de las teorías formalistas o de aquéllas que menosprecian el papel cultural en la adscripción de contenidos.

En lo sucesivo llamo teoría pictórica convencionalista (TPC, de aquí en adelante) a cualquier hipótesis que implique la indispensabilidad de utilizar recursos conceptuales para recuperar cualquier contenido de una RP. TPC es una doctrina convencionalista en la medida que afirma que un intérprete no podrá recuperar contenido alguno de una imagen a menos que utilice —consciente o inconscientemente— algunas convenciones sobre el uso o la relación o las inferencias con los símbolos o marcas visuales que aparecen en ella o en la RP en general. Las teorías convencionalistas pueden ponerse a prueba con lo natural, lo objetivo, lo universal, lo factual o lo no normativo.[4] Aquí sólo contrastaré la TPC con las teorías universales de contenido pictórico.

Un problema que enfrentan todas las TPC es que aparentan ser inconsistentes con un rasgo distintivo de la interpretación de RP: la competencia pictórica general. Dejando de lado qué procesos o serie de procesos involucra esta última, a grandes rasgos se describe por el hecho de que es fácilmente asequible y no parece necesitar de aprender o conocer convenciones (no del mismo modo que se necesita aprender convenciones para aprender signos lingüísticos).[5] Una de las capacidades involucradas en la competencia pictórica es entender que, al menos cuando la imagen trata de objetos no ficticios, los símbolos tienen alguna referencia al mundo.[6] Por ejemplo, hay evidencia empírica de que infantes de hasta nueve meses de edad pueden reconocer dibujos o fotografías que refieren a ciertos objetos sin confundirlos con ellos.[7] Dado que es poco plausible que, con tan poco tiempo de vida o con pocas habilidades cognoscitivas, los humanos aprendan convenciones sofisticadas para interpretar las imágenes, no parece plausible que el núcleo de la interpretación de imágenes consista en aprender convenciones. Esto sugiere que explicar la competencia pictórica general es un reto para cualquier TPC, por lo que tendrán ventaja sobre las demás aquellas teorías que logren dar un relato de cómo al menos parte de esta habilidad puede conseguirse desde edades tempranas y con pocos recursos cognitivos.

En la primera parte del siguiente texto sugiero que toda teoría pictórica convencionalista utiliza como premisa de su tesis un argumento de subdeterminación contrastiva (ASCo, de aquí en adelante) y analizo cómo se ha utilizado este argumento para reflexionar en torno a las imágenes desde la filosofía de la ciencia y en la estética analítica. En la segunda parte propongo tres versiones de asco que se distinguen por el dominio sobre el cual proponen la subdeterminación: el asco global, el asco holista y el asco local. En la tercera parte defiendo que el convencionalismo utilizado por el asco local puede dar cabida a algunos hallazgos de las ciencias cognitivas respecto a la visión, los cuales podrían explicar parte de la competencia pictórica.

 

ASCo en las teorías filosóficas de interpretación de imágenes

La idea general de los ASCo es que la evidencia disponible para defender un caso es consistente con diferentes tipos de hipótesis, o bien, que diferentes teorías son confirmadas o están bien respaldadas por la misma evidencia.[8] Son argumentos muy utilizados en la filosofía de la ciencia y en el planteamiento de diferentes hipótesis científicas.

Las TPC formulan un ASCOo respecto al contenido de las imágenes. Proponen que siempre existen diferentes hipótesis sobre el contenido de una RP que se ajustan a las propiedades visuales de la misma. Por ejemplo, Gottlob Frege[9] elabora un asco respecto a una imagen de la catedral de Colonia. Al argumentar en contra de la hipótesis de la verdad como correspondencia, este autor se basa en un asco para demostrar que el pensamiento no podría estar codificado en las RP. Plantea que la verdad no puede ser una correspondencia entre ítems de las RP e ítems del mundo, ya que, sin un criterio previo sobre las relaciones que deben satisfacerse, sería difícil decidir acerca de qué elementos de la imagen deberíamos predicar verdad entre todo lo que la imagen representa. Y si estableciéramos un criterio, tendríamos que ofrecer uno más para defender ese criterio, y así ad infinitum.

Con un objetivo muy distinto Ludwig Wittgenstein[10] también utiliza un asco al considerar las RP. Se pregunta cómo describiría un marciano la imagen de una persona caminando frente a una pendiente: ¿subiendo?, ¿resbalando de espaldas? Las dos hipótesis son consistentes con la misma evidencia. Lo mismo aplica cuando se nos pide contemplar la fotografía de un boxeador; se pregunta cómo sabríamos qué representa: ¿un boxeador?, ¿cómo debe pararse un boxeador?, ¿estuvo acaso parado un hombre allí?[11]

Saul Kripke, por su parte,[12] también utiliza un ASCo cuando aborda las imágenes. Con el objetivo de derrotar la tesis de que una imagen asociada con una palabra (paradigmáticamente visual) determina su significado, evalúa la hipótesis de que, al escuchar la palabra “cubo” un cubo aparece en nuestra mente. Para argumentar contra esta hipótesis describe el problema de la óptica inversa: dado que es muy fácil imaginar un método de proyección que no encaje con un cubo, sino con un prisma triangular o con cualquier otro objeto, no podemos decidir, sin más información que la imagen, si corresponde a un cubo. Por lo tanto, concluye, no es el caso que una imagen asociada a una palabra determine su significado.

El problema de la subdeterminación contrastiva aparece también cuando Tyler Burge[13] plantea el problema de la psicología perceptual en sus términos, con un argumento que también se puede aplicar a la percepción de imágenes. Afirma que diferentes condiciones del ambiente pueden producir el mismo registro de estímulos proximales, pero también que los mismos estados perceptuales pueden ser consistentes con la información proveniente de diferentes estímulos proximales.

El color también se ha tratado como un problema de subdeterminación contrastiva. Marr propuso que, para comprender información compleja, se debe apelar a su nivel computacional: describir su input, su output y los principios de correspondencia entre ambos. Bajo esta modalidad para abordar el color, el output es el color que reportamos, mientras que el input constituye las diferentes longitudes de onda reflejadas de los objetos a nuestra retina. El problema computacional del color es que muchas veces reportamos como un mismo color diferentes conjuntos de onda que golpean nuestra retina. En otras palabras, el color está subdeterminado por las longitudes de onda. Además, también es posible que reportemos diferentes colores, aunque su luz reflejada en nuestra retina sea la misma.[14]

Nelson Goodman[15] apeló exactamente al mismo punto respecto a los rayos de luz reflejados sobre una pintura: dada la cantidad de perspectivas desde las que se puede percibir un objeto y las condiciones en que puede ser percibido, los rayos de luz reflejados por una pintura pueden ser iguales que los reflejados por el objeto representado, pero también por una multitud de objetos diferentes (de hecho, señala que sólo en condiciones muy específicas una pintura y el objeto representado podrían reflejar los mismos rayos de luz), y los rayos de luz reflejados por un estímulo también pueden ser consistentes con los reflejados por una multitud de imágenes.

Todos estos argumentos de subdeterminación contrastiva tienen una raíz común que en la filosofía de la ciencia está emparentada con el cuestionamiento al inductivismo ingenuo de mediados del siglo pasado. Éste sostiene que hacemos generalizaciones de la realidad por observar neutralmente repeticiones de eventos. Carl Hempel, por ejemplo, argumentaba contra esta posición afirmando lo impracticable que resulta observar un número relevante de hechos para hacer una inducción, ya que estos últimos son infinitos tanto en número como en variedad. Y sostenía que, dadas estas circunstancias, es imposible realizar inferencias sistemáticamente y sin mayor instrucción sobre “lo observado”.[16] Su punto es que nuestras posibles observaciones subdeterminan nuestras inferencias.

Como pudo observarse en los ejemplos señalados en esta sección, la idea general de los argumentos de subdeterminación contrastiva en las imágenes es que la misma imagen puede ser consistente con diferentes hipótesis de su contenido, o bien, que diferentes hipótesis de contenido pueden tener como evidencia la misma imagen. En la siguiente sección sugiero distinguir por lo menos tres versiones de este argumento: el asco global, el asco holista y el asco local.

 

Tipos de ASCo en la interpretación de imágenes

En esta sección postulo que las TPC que utilizan el argumento de subdeterminación contrastiva como premisa pueden ser muy diferentes en función del ASCo que asuman. Revisaremos tres versiones del convencionalismo y veremos algunos de sus defectos.

 

Subdeterminación global

El convencionalismo pictórico de Goodman,[17] Bence Nanay,[18] Richard Wollheim[19] y Dustin Stokes[20] se basa en un asco global.[21] De acuerdo con esta versión del argumento, siempre es posible generar una hipótesis alternativa del contenido de una imagen consistente con sus marcas. Por ejemplo, Nanay[22] considera el experimento mental de Arthur Danto.[23] En él se presenta una galería con obras idénticas en sus propiedades, a excepción de su título. De acuerdo con Nanay los asistentes a la exhibición interpretarían[24] de modo distinto las obras en función de su título. Así, a pesar de que las dos obras “Los israelitas cruzando el Mar Rojo” y “La Plaza Roja” fuesen perceptualmente indistinguibles, serían interpretadas de modo diferente en virtud de su título. Parte del argumento de Nanay es que el título de la obra influye en nuestra experiencia perceptiva del cuadro; es decir, a diferencia de Danto, aquél no sólo asegura que el cuadro influye en nuestra interpretación, sino que también lo hace en nuestra percepción. Nanay basa su argumento en la creciente bibliografía empírica conductual que sugiere una influencia de la cognición sobre la percepción. Por ejemplo, se ha demostrado cómo el categorizar a una persona en tanto perteneciente a una raza u otra influye en la percepción de los tonos de la imagen en colores neutros,[25] o cómo la memoria del color de un objeto influye en la percepción de una imagen que lo representa sin color.[26] De esa evidencia Nanay infiere que “[d]os objetos pueden tener las mismas propiedades observables, sin embargo, la experiencia perceptiva de ellos puede ser muy diferente”.[27] En este sentido, en el experimento mental de Danto la obras hipotéticas señaladas antes tendrían contenido diferente.

Wollheim[28] también utiliza la premisa de la penetración cognitiva para obtener la misma conclusión que Nanay. De acuerdo con aquél, los ejemplos de Danto son limitados, pues parten de que dos imágenes son indistinguibles simplemente por tener las mismas propiedades visuales. Es decir, acusa a Danto de no considerar que las creencias del intérprete de la obra puedan infiltrarse en su percepción de ésta, de tal modo que vuelven “discernible lo indiscernible”.[29] En concreto, Wollheim señala que existe “[…] evidencia [fenomenológica] que parece apoyar de modo abrumador la idea de que nuestra percepción de las obras de arte es modificada por las creencias que tenemos sobre lo que son o lo que significan”.[30]

Si consideramos los dos argumentos expuestos, bajo la perspectiva del asco global el contenido de una imagen estaría subdeterminado por la siguiente razón: si, como sostiene Nanay o sugiere Wollheim, las creencias del espectador de una imagen pueden cambiar la percepción de la representación pictórica, y si la percepción de la imagen puede influir en la adscripción de su contenido, entonces cualquier estrategia para modificar las creencias del perceptor respecto a la imagen —por ejemplo, sustituir el título— puede alterar el contenido de la imagen misma. Dado que siempre parece posible describir de un modo diferente una imagen —aunque sea añadiendo más predicados a una descripción que ya posea—, siempre podríamos cambiar su contenido. Si es el caso, entonces cualquier imagen es consistente con innumerables contenidos diferentes que dependen de las creencias del perceptor. Por lo tanto, el contenido de la imagen estaría subdeterminado por la percepción de la obra que, a su vez, quedaría determinada por las creencias del perceptor.

El argumento ASCo expresaría una tesis pictórica convencionalista global porque, al aceptar que una representación pictórica es consistente con múltiples percepciones e interpretaciones de la misma, se necesita una explicación acerca de cómo las convenciones influyen en la percepción de la imagen, de tal modo que se privilegie la hipótesis de un contenido sobre otro.

 

Problemas del convencionalismo global

Una objeción a las teorías convencionalistas que utilizan el asco global es que ignoran evidencia empírica contra los argumentos de penetración cognitiva. Por ejemplo, Zenón Pylyshyn[31] defiende que parte del procesamiento de la visión —llamada visión temprana— es inmune a los efectos de la cognición. Argumenta que la evidencia de penetración cognitiva apunta a que la influencia de la cognición sobre la percepción sólo sucede antes de la visión temprana (por ejemplo, cuando se dirige la atención hacia un estímulo) o después de ella (cuando se hacen juicios sobre lo percibido). Por su parte, Jerry Fodor[32] señaló que, si bien algunas ilusiones ópticas parecen abonar al argumento de la penetración cognitiva, estas mismas pueden interpretarse de modo que militen en contra. Por ejemplo, aun cuando conozcamos que algunas ilusiones ópticas engañan nuestros sentidos, no podemos dejar de percibir la ilusión, lo cual sugiere que nuestro conocimiento no penetra nuestra percepción. Otros autores como Athanassios Raftopoulos[33] o Steven Gross[34] han sofisticado estos argumentos al señalar que algunas veces la evidencia sólo parece apuntar a una influencia de la cognición sobre los vehículos de la percepción, mas no sobre sus contenidos, todo lo cual sugiere que permanece la distinción tradicional percepción–cognición.

En cuanto a la evidencia conductual, autores como Chaz Firestone y Brian Scholl[35] argumentan que gran parte de los experimentos que reportan penetración cognitiva cometen al menos uno de seis errores metodológicos o de interpretación;[36] varios de los cuales podrían simplemente categorizarse como falacias de confirmación. La afirmación de Firestone y Scholl no es gratuita: ellos mismos han modificado algunos de los experimentos logrando nulificar sus efectos o mostrando que el efecto aún aparece cuando, según la interceptación pro–penetración, debería desaparecer. Por ejemplo, si un experimento sugería penetración al explicar que un participante percibe un umbral más estrecho cuando carga una vara larga horizontal entre sus brazos, los autores demostraron con otro experimento que, independientemente de que se tenga o no la vara, la estimación de los participantes no cambia.

Los argumentos de Pylyshyn, Gross, Raftopoulos, Firestone y Scholl también tienen respuestas por parte de quienes defienden la penetración cognitiva. Pero lo importante a señalar aquí es que la discusión sobre la penetración es sumamente nutrida y compleja, por lo que no debería aceptarse sin consideraciones el convencionalismo global que se base en este tipo de tesis.

 

Subdeterminación global–holista

El asco global–holista es una versión radical de asco global. De acuerdo con este argumento, además de que siempre se pueden generar hipótesis alternativas de contenido consistentes con la imagen, esas mismas hipótesis podrían tener distinto contenido según las creencias de quien las formule. La idea central del asco holista es que la hipótesis de contenido está subdeterminada por diferentes redes de creencias. De concederse esta afirmación, entonces debería aceptarse que el contenido de la hipótesis depende de las redes de creencias en las que surge.

En su Nuevo acertijo de la inducción[37] Goodman nos proporciona un ejemplo de este tipo de asco. De acuerdo con él, en una inducción el contenido de las premisas subdeterminan sus conclusiones; es decir, conclusiones diferentes —formuladas en enunciados con términos diferentes— pueden ser consistentes con el mismo conjunto de premisas (y los términos utilizados en ellas). A modo de ejemplo, este autor propone que las siguientes conclusiones son distintas:

(1) Todas las esmeraldas son verdes.
(2) Todas las esmeraldas son verdules.

Ambas pueden ser consistentes con el mismo conjunto de premisas:

(3) E1 es una esmeralda y se ve verde.
(4) E2 es una esmeralda y se ve verde.
(5) E3 es una esmeralda y se ve verde, etc.

Aunque Goodman aclara que esto no implica que la elección de la conclusión esté constreñida únicamente por una regla franca de inducción, explica la subdeterminación contrastiva de la inducción argumentando que lo adecuado en una inferencia de este tipo depende del contenido de los términos usados en ellas. En el ejemplo anterior, si el término verdul significa “verde” cuando lo podemos ver pero “azul” cuando no lo vemos, la conclusión (2) es consistente con las conclusiones (3), (4) y (5). El autor concluye que la elección de una conclusión depende de los términos elegidos para describirlos; términos sujetos a nuestros intereses teóricos y pragmáticos, y no a los hechos.

Considérese ahora el caso que propone en Los lenguajes del arte sobre imágenes de entidades ficticias, como Pegaso. Dado que las entidades ficticias no tienen denotación, Goodman señala que “no representan nada”. Sin embargo, en otro sentido, sí representan algo. Esto es obvio porque podemos diferenciar el tema de las imágenes de seres ficticios: distinguimos la imagen de un Pegaso respecto a la de un unicornio. Para explicar esta aparente contradicción, el filósofo estadounidense explica que, aun cuando ninguna de estas imágenes tiene denotación, podemos diferenciarlas apelando a la ‘etiqueta pictórica’ con la que están clasificadas. Por ejemplo, desde su perspectiva, afirmar que una imagen representa un unicornio “es decir qué tipo de cuadro es”,[38] es conceder que está incluida en la extensión de “cuadros de unicornio” y no en la de “cuadros de Pegaso”. Lo interesante es que Goodman extiende esta explicación al resto de las representaciones pictóricas: las etiquetamos de acuerdo con nuestros sistemas de creencias o intereses teóricos o pragmáticos.[39] ¿Esto significa que cualquier representación pictórica puede ser etiquetada correctamente como cualquier cosa apelando a un sistema de creencias? ¿Se seguiría de su postura que la pintura Guernica[40] podría ser etiquetada correctamente como cuadro de unicornios? Yo sugiero que sí por los motivos siguientes. En primer lugar, Goodman explica que “la aplicación de una etiqueta se hace en relación con un sistema” y que existen “sistemas alternativos innumerables de representación y descripción, […] producto de la estipulación y el hábito”.[41] Y como señala que lo que “marca la diferencia” entre representar algo o no representarlo es ser etiquetado como ese tipo de representación,[42] parece entonces sugerir que el criterio para saber si una imagen es correctamente etiquetada como representando algo consiste en determinar si pertenece a uno de entre los innumerables sistemas de representación.

En Maneras de hacer mundos Goodman propone otro argumento para apoyar esta conclusión. Según él, dado que no hay hecho alguno subyacente a nuestras descripciones, nuestro universo consiste en diferentes descripciones a las que él llama mundos.[43] Esta conclusión lo motiva a preguntarse acerca de los criterios para distinguir entre descripciones correctas e incorrectas,[44] sean lingüísticas o pictóricas.[45] Por ejemplo, si tenemos dos declaraciones en conflicto, ¿cómo saber si ambas son correctas en diferentes mundos? ¿O cómo saber si una de ellas es falsa? ¿O si una se puede reducir a otra? ¿O si ambas se pueden relativizar para que no estén en conflicto? Considérense las siguientes oraciones:

(6) Sócrates era un sofista.
(7) Sócrates no era un sofista.

¿Podrían ser ambas verdaderas? ¿O debemos descartar una como falsa? Una respuesta simple es que no tenemos por qué renunciar a una de ellas si las relativizamos de un modo similar al siguiente:[46]

(8) Según Aristófanes, Sócrates era un sofista.
(9) Según Platón, Sócrates no era un sofista.

Sin embargo, Goodman nota que, aun cuando (8) y (9) hacen posible que (6) y (7) sean verdaderas, esta estrategia no sirve en todos los casos. No funciona en situaciones en las que no se quiere renunciar a la verdad de los sistemas en cuestión o cuando no se está dispuesto a eliminar los rasgos que generan el desacuerdo entre las afirmaciones. Entonces, en situaciones como ésta, ¿a cuál afirmación deberíamos renunciar? Una primera sugerencia del autor consiste en preservar sólo aquellas representaciones que “no violan ninguna creencia que nos sea irrenunciable” y que tampoco quebrantan “alguno de sus preceptos, o pautas normativas que le van asociados, como las leyes de la lógica o las más recientes que hayan podido resultar de observaciones experimentales, u otros prejuicios impregnados con varios grados de firmeza”.[47] Sin embargo, más adelante, el texto sugiere que tal vez deberíamos renunciar a la pretensión de clasificar los mundos como verdaderos o falsos, y recomienda como mejor opción distinguir aquellos mundos convenientes o importantes con respecto a los que no lo son para nosotros.[48] Esto se vuelve evidente, de acuerdo con el filósofo estadounidense, en casos en los que ni siquiera parece tener sentido la pregunta acerca de cuál entre dos sistemas en conflicto deberíamos calificar como falso. Hilary Putnam, por su parte,[49] propone un ejemplo de este tipo de situaciones. De acuerdo con él, si entre una comunidad de expertos del arte alguien evaluara El jinete polaco de Rembrandt (1655) y afirmase que “tiene todas las características de un Rembrandt”, estaría diciendo algo diferente de alguien que brindara una descripción completa de los colores, la textura y la luz reflejada por la pintura. Un argumento para distinguir estas descripciones consiste en subrayar la diferencia entre dos hipótesis fisicalistas, una reduccionista y otra que, pese a conceder que todo cambio en la realidad implica un cambio en un estado físico, no acepta que la física necesariamente explica todos los hechos o que toda descripción puede reducirse a un estado físico. Si estas dos tesis metafísicas pueden diferenciarse, concluye Putnam, podría defenderse que la descripción que apela a la “calidad de la pintura de Rembrandt” no se reduce a la descripción completa de sus características físicas, por lo que sería problemático afirmar sólo una de ellas como verdadera. A continuación Goodman se pregunta si, aceptada la tesis de la pluralidad de mundos, se debe conceder que cada uno de ellos es correcto. A ello responde “con un rotundo sí y un rotundo no”, dependiendo de si responde con la convención de un realista o de un idealista.[50] Con esto busca concluir que el criterio para dividir mundos correctos e incorrectos también es consecuencia de la construcción de un mundo, pues: “[…] en la práctica podemos trazar la línea donde queramos y podemos cambiarla de lugar cuando convenga a nuestros propósitos”.[51] Ahora bien, si esto es así y si cualquier mundo pudiera ser correcto, entonces no es descabellado interpretar a partir de Goodman que, si se lo relativiza a mundos —en lugar  de opiniones o sistemas—, cualquier etiquetado pictórico podría ser correcto.

 

Problemas del convencionalismo holista

La conclusión del asco holista conlleva dos consecuencias para las teorías pictóricas convencionalistas que lo utilicen. Por un lado, haría muy difícil saber cuál es la hipótesis de contenido de una intérprete cuando la describe sólo apelando a su formulación, por la siguiente razón: no podríamos saber si, cuando esa intérprete utiliza la descripción “la imagen es de 6 esmeraldas verdes”, ella podría implicar en esa descripción que todos los ítems en la imagen representan un conjunto de esmeraldas verdules, o bien, un conjunto de esmeraldas verdes. Y si esa intérprete nos diera una explicación de su hipótesis, si asumimos el asco holista, ésta también podría ser consistente con dos sistemas de creencias distintos, y así hasta el infinito, lo que tornaría difícil o imposible saber cuál es el contenido de su hipótesis. Si es el caso, entonces, que dos sujetos utilicen la misma hipótesis para describir el contenido de una imagen no resolvería si esos sujetos le atribuyen el mismo contenido a ésta. Si se entiende por inestabilidad conceptual la incapacidad de proveer criterios que permitan distinguir cuando dos sujetos están utilizando los conceptos del mismo modo o de un modo diferente,[52] sugiero que una consecuencia del asco global holista es esa inestabilidad. El problema de aceptar esta teoría para explicar la competencia pictórica es que complica establecer un criterio para determinar si una persona es pictóricamente competente. Si no podemos saber a qué se refiere una persona cuando describe el contenido de una imagen, ¿cómo podemos decidir si posee tal competencia?

La segunda consecuencia consiste en que, bajo esta perspectiva, y al igual que en el caso del convencionalismo global, las hipótesis de contenido no serían derrotables. Esto se debe a que, de asumirse el asco holista, cualquier evidencia recalcitrante de la hipótesis podría anularse apelando a algún sistema de creencias consistente con ella. Por ejemplo, aunque una imagen fuera etiquetada como una “sobre caballos” (su contenido considerado como tal), podría sustentarse que su contenido es “sobre muebles” si se sostuviera que tal etiqueta está incrustada y es consistente con un sistema de creencias en el que los caballos son considerados muebles. En ese caso, apelar a la etiqueta pictórica de la imagen no la salvaría de ser etiquetada como miembro del conjunto de los muebles. Independientemente de la plausibilidad de esta conclusión, intentar explicar la competencia pictórica en estos términos sería problemático porque implicaría explicitar por qué un sistema de creencias de individuos particulares hace prominente no sólo una interpretación, sino la formulación de esa interpretación. La no derrotabilidad de esta versión de asco holista sólo es un defecto si no se toman en serio las teorías escépticas globales, como el escepticismo de las otras mentes o del mundo físico. Pero si el escepticismo global no es tomado en serio, el asco holista tampoco se debería considerar seriamente. Si es así, entonces las teorías pictóricas convencionalistas no deberían estar comprometidas con explicar la competencia pictórica al proporcionar un relato de por qué, de entre el muy amplio conjunto que contiene todos los sistemas de creencias consistentes con alguna interpretación pictórica (y todos los mundos consistentes con la formulación de esa interpretación), una es la que describe la hipótesis de su contenido.

 

ASCo local

El ASCo local considera los elementos visuales como algo que constriñe o incide en las hipótesis de contenido de las imágenes. Las teorías pictóricas convencionalistas que utilizan ASCo local no defienden que siempre es razonable proponer un indefinido número de hipótesis de contenido para una imagen ni que la cognición influye en los contenidos de la percepción. Proponen algo más conservador: evaluar caso por caso qué tan razonable es plantear una u otra hipótesis de contenido según las marcas visuales y el contexto en que son usadas.[53] Como vimos en la primera sección de este apartado, en la interpretación de Nanay, Danto sería uno de los defensores de esta hipótesis. Otro ejemplo es la teoría de la interpretación histórico–cultural de Kendall Walton.[54] Este autor —igual que Gombrich o Goodman— se opone tanto a una teoría de la interpretación pictórica formalista como a cualquiera que proponga la necesidad de interpretar y valorar la obra desechando consideraciones externas a ella (por ejemplo, John Ruskin en el siglo XIX). Walton defiende que los datos contextuales e históricos del arte influyen y deben influir en cómo evaluamos las obras; pero, a diferencia de Goodman, no sugiere comprometerse con la idea de que el conocimiento cambia nuestra percepción, como lo propone Nanay. Lo que Walton formula es que, al adquirir conocimiento de la obra, es posible categorizarla de modo distinto, lo que tiene implicaciones en la atención a la misma. Por ejemplo, la educación en el arte del siglo XX permitía categorizar una pintura de Picasso de modo general como “pintura cubista”, o bien, más particularmente, como “pintura cubista de Picasso”. El punto de Walton es que clasificar una imagen de un modo u otro permite saber bajo qué criterios de organización de sus elementos debe ser leída. Walton ejemplifica su caso comparando la atención de un observador de Guernica que la aprecia bajo la categoría general “pintura”, con la de otro observador perteneciente a una comunidad hipotética de artistas que emprenden variaciones de texturas, colores y figuras de la misma obra. Mientras que, para el primer observador, la pintura podría ser “vívida”, el segundo podría juzgarla “plana y sin textura”. La conclusión que este autor desea obtener es que los juicios y, presumiblemente, la interpretación de ambos observadores serán diferentes en función de la categoría desde la que se aprecie la pintura. Y puesto que defiende el conocimiento como influyente en la atribución de categorías de la imagen, concluye que el conocimiento del arte puede repercutir en la interpretación de la obra en cuestión. Walton esbozó este argumento histórico–contextualista para describir cómo de hecho se evalúan e interpretan las obras, pero también como una tesis normativa acerca de por qué deberían interpretarse las obras considerando la historia del arte.

El convencionalismo utilizado por el argumento local es menos demandante que los otros tipos de convencionalismo antes expuestos por el siguiente motivo: aunque acepta el papel de las convenciones, sólo está obligado a explicar cuál es el rol de éstas en la competencia pictórica al detallar cómo influyen en la atención del espectador sobre algunas de las marcas visuales presentes en la imagen, y no en otras. No está obligado (como el convencionalismo global u holista) a explicar la más complicada relación existente entre las creencias y el contenido de la percepción, o entre los sistemas de creencias y la formulación de hipótesis a partir de ese contenido.

 

Problemas del convencionalismo local

El convencionalismo local corre el riesgo de volverse ultra–local. Si el dominio sobre los que operan las convenciones consiste en las marcas visuales de la representación pictórica (o el objeto de su referencia, dado que existen numerosas marcas visuales —o de referencias posibles— en todo el conjunto de representaciones pictóricas habidas), entonces deberían existir convenciones capaces de gobernar esa gran cantidad de marcas visuales o referencias posibles. Sin embargo, en dado caso, esta versión de convencionalismo perdería plausibilidad para explicar la competencia pictórica por las siguientes dos razones. En primer lugar, por las numerosas convenciones necesarias para explicar la gran cantidad de representaciones pictóricas posibles, obligando al convencionalismo a postular también una ultra–diversa cantidad de convenciones. En segundo lugar, porque, aun cuando concediéramos tal caso como posible, esta explicación estaría en tensión con la evidencia de competencia pictórica en humanos con poca experiencia. Debido a sus escasos recursos cognitivos sería poco plausible explicar la competencia pictórica en virtud de conocer esta gran cantidad de convenciones.

 

Principios que guían la percepción. Otra solución al ASCo local

Ni rechazar el ASCo fuerte u holista ni señalar los problemas del asco local en las teorías de la interpretación pictórica significa comprometerse con la idea —filosóficamente ingenua— de que existe una observación ascética, pura o neutral que nos brinda acceso a algún contenido privilegiado de la imagen. Uno de los motivos de las primeras teorías convencionalistas en la filosofía y la historia del arte —como la de Goodman o Gombrich— fue oponerse a la idea de que existe un “ojo inocente” u observación ascética. La concepción de que es posible lograr una mirada neutral fue defendida por la crítica en el siglo XIX, por personajes como Roger Fry o John Ruskin, y ha sido desestimada por la crítica y la filosofía en el siglo XX. Sin embargo, no debe defenderse un convencionalismo global u holista para oponerse a esta idea. En los últimos 40 años las ciencias de la visión y las ciencias cognitivas han ofrecido cada vez más argumentos que abonan a la idea de que la percepción no es neutral. No obstante, debe distinguirse entre rechazar la neutralidad de la observación y la idea de que esté contaminada cognitivamente. Si estas ideas son diferentes se abre una posibilidad conceptual para defender que una hipótesis de contenido de una imagen sea sólo una entre las muchas consistentes con ella sin aceptar el convencionalismo global u holista ni comprometerse con sus problemas. En esta sección propongo dos ideas: que algunos principios guías de nuestra visión nos ofrecen esta posibilidad y que pensarlos como el dominio sobre los que operan algunas convenciones locales explicaría por qué los infantes pueden ser —al menos en algún grado— pictóricamente competentes.

Desde hace aproximadamente 40 años cada vez más investigaciones desde las ciencias cognitivas y las ciencias de la visión sugieren la existencia de principios de la percepción y la cognición (mecanismos de dominio específico) que la guían para solucionar el problema de subdeterminación de la percepción. Dado que esos principios se han deducido de experimentos que utilizan imágenes como insumos puede asumirse que también guían la interpretación de representaciones pictóricas a partir de sus características visuales. En este caso las convenciones no son lo único que debería considerarse en las teorías de la interpretación pictórica para investigar el proceso de dar un contenido a las imágenes.

Consideremos las constancias o constantes perceptivas. En la ciencia de la visión se definen como las capacidades de representar atributos ambientales o particulares como iguales a pesar de tener estimulaciones proximales radicalmente diferentes. Por ejemplo, las constancias perceptivas nos hacen posible apreciar que un estímulo tiene el mismo color aun cuando lo veamos en condiciones de iluminación muy diferentes. También nos permiten inferir que un objeto posee el mismo tamaño sin importar la distancia a la que sea apreciado. Gracias a las constancias perceptivas los seres humanos —independientemente de nuestra educación o cultura— podemos representar, agrupar e identificar sistemáticamente un color, una forma u objetos en diferentes circunstancias.[55] Lo interesante para la presente discusión es que, si las constantes perceptivas son producto de reglas en nuestro “cableado” que permiten al sistema visual tomar como insumo estados sensoriales ambiguos a partir de una imagen y entregar como resultado estados perceptuales precisos,[56] entonces parecen proponer una solución al problema de subdeterminación planteado por la imagen.

Otro ejemplo de principios cognitivos que ayudan a solucionar el asco se puede obtener de la literatura de la psicología cognitiva[57] que explica el reconocimiento de rostros.[58] Lo que se sugiere desde esa bibliografía es que la percepción de semblantes tiene sus propias reglas. Algunos experimentos (que utilizaron fotografías y dibujos como estímulos)[59] indican que es más difícil identificar rostros si son mostrados de cabeza. Robert Yin repartió entre 20 participantes un conjunto de imágenes de caras no conocidas para ellos, dispuestas tanto de modo normal como de cabeza. Pidió a aquéllos estudiarlas durante algunos minutos y, más tarde, evaluó su efectividad para reconocerlas. Encontró que los participantes cometieron significativamente más errores en la condición de rostros de cabeza, en comparación con la condición de rostros en posición normal. A partir de estos resultados Yin especuló sobre “un factor especial que involucra sólo [el procesamiento de] caras”.[60] El mismo factor explicaría efectos como el Thatcher, que torna más difícil reconocer una anomalía en un rostro cuando éste se presenta de cabeza.

Un principio más que guía la interpretación de rostros es el efecto parte–todo. James Tanaka y Martha Farah evaluaron si la gente podía reconocer más rápida y confiablemente la imagen de la parte de un rostro (por ejemplo, una boca, nariz u ojos particulares) al presentarse ya sea de modo aislado contra un fondo blanco, bien, dentro de un rostro organizado de modo convencional, o bien, dentro de un rostro organizado/desorganizado, o bien, dentro un rostro invertido.[61] La hipótesis era que, si el reconocimiento de rostros es holístico/ “de toda una pieza”/sin partes internas estructuradas,[62] y si hubiera “habilidades específicas” dedicadas al procesamiento de rostros organizados normalmente, entonces la identificación de las partes de un rostro sería desproporcionadamente más sencilla al ubicarse éstas dentro de un rostro organizado de manera convencional, en comparación con las otras dos condiciones. Y eso fue lo que descubrieron. Utilizando un paradigma de elección forzada descubrieron que las partes aisladas se identificaron correctamente más veces cuando se ubicaban en rostros normales que cuando se mostraban de manera aislada o cuando se exponían dentro de caras, pero de modo desordenado. Además, encontraron que el procesamiento holístico no se presentaba en imágenes de otros estímulos como fachadas de casas y sus partes. Y puesto que el fenómeno tampoco se encontró en rostros invertidos, abonó a la hipótesis de que existe un procesamiento especial dedicado a los rostros.

Al igual que en los casos anteriores, este ejemplo sugiere que el procesamiento de rostros no es neutral, que existen principios orientados a procesar tal estímulo y que este mecanismo está sesgado para procesarlo como un todo y no en partes. Esta hipótesis apoyaría la idea de que los humanos procesamos sesgadamente las imágenes (algunas veces utilizando ciertos procesos para estímulos particulares, como los rostros).

Hay otros ejemplos interesantes de sesgos perceptuales que deberían considerarse, como la capacidad de rastrear e identificar objetos sin atribuirles propiedades (los “índices visuales” de Pylyshyn) o la facultad de complementar objetos a pesar de que puedan estar parcialmente ocultos a la vista (complementación amodal).[63] También están otros sesgos que parecen situarse entre la percepción y la cognición,[64] que explican por qué los humanos tendemos a reducir automáticamente la complejidad computacional del entorno. De todo esto quiero subrayar que estas consideraciones no son triviales para explicar la competencia pictórica. Aceptar la existencia de inclinaciones que nos hacen procesar las imágenes de un modo independiente de nuestras creencias o educación abre la posibilidad de resolver parcialmente el problema de subdeterminación sin apelar a las soluciones propuestas por teorías de la estética contemporánea, como las de Goodman, Wollheim, Stokes o Nanay. Esto podría ayudarnos a explicar por qué, aun cuando las imágenes plantean un problema de subdeterminación, podemos llegar a hipótesis parecidas sin requerir recursos conceptuales. Por otra parte, pensar que las convenciones gobiernan estos principios explica el motivo por el cual pocas de ellas puedan gobernar una notable diversidad de imágenes. Dado que tales principios guían una gran variedad de éstas, si concedemos que ellos son el dominio de las convenciones que dirigen al menos nuestras interpretaciones pictóricas más elementales, entenderemos por qué pocas convenciones son capaces de guiar la interpretación de muchas imágenes. Luego entonces, sería plausible que incluso infantes muy jóvenes pudieran interpretar las imágenes utilizando convenciones.

Este tipo de convencionalismo sería local porque —al menos para las interpretaciones más inmediatas— no acepta como razonable cualquier hipótesis de contenido consistente con las marcas visuales de la imagen, sino sólo aquéllas consistentes con los principios que guían la percepción o con las que determinarán las convenciones que gobernarán tales principios, lo que se debería determinar caso por caso según el uso de la imagen.[65]

 

Conclusión 

Muchas de las teorías estéticas contemporáneas y de las teorías que reflexionan acerca de por qué somos pictóricamente competentes son convencionalistas: explicaciones de los aspectos comunicativos de la imagen que apelan a factores sociales y culturales. En este texto distinguimos tres argumentos de subdeterminación contrastiva que ayudan a separar estas teorías en tres tipos diferentes. Entre los argumentos revisados encontramos que el convencionalismo local es el más plausible por dos motivos: uno empírico y otro conceptual. Empírico porque es compatible con al menos parte de la evidencia que sugiere la existencia de una guía de nuestra percepción que limitaría las respuestas al problema de subdeterminación en las imágenes, y conceptual porque puede ser consistente con una noción de convención que permite explicar por qué pocas convenciones gobiernan una gran diversidad de imágenes. Proponemos que esta conclusión es relevante para subrayar que, en el estudio de la comunicación humana, en general, y de la comunicación pictórica, en particular, deberíamos apoyarnos en aquellas teorías que, además de considerar los factores sociales y culturales para explicar un problema, den lugar en su estructura argumentativa a los hallazgos de las ciencias que estudian la cognición humana, ya sea desde su ámbito computacional, algorítmico o de instrumentación. Una posible tarea de la filosofía al abordar las imágenes es analizar los supuestos o argumentos que subyacen a las teorías pictóricas para discernir cuáles pueden cumplir con ese propósito.

La relación de la filosofía con las imágenes puede ser muy rica y rebasa el dominio de la estética. Abordar la competencia pictórica también significa intentar explicar más fenómenos que la sola interpretación de imágenes. Algunos de éstos son evidentemente sociales —por ejemplo, por qué consideramos que una imagen es realista, o qué características satisface un mensaje pictórico cuando transmite un contenido de manera efectiva, o por qué confiamos más en cierto tipo de formatos pictóricos que en otros—; sin embargo, considerar las herramientas de distintas ciencias empíricas para explorar estos problemas no equivale a simplificarlos o reducirlos a problemas naturales, sino reconocer que su complejidad es tal que se requiere la participación de diferentes disciplinas para acercarnos a algo parecido a una explicación de ellos.

 

Fuentes documentales

Abell, Catharine, “Against Depictive Conventionalism” en Philosophical Quarterly, Oxford Academic, Oxford, Reino Unido, vol. 42, Nº 3, julio de 2005, pp. 185–197.

Barceló Aspeitia, Axel Arturo, “How to Visually Represent Structure” en Giardino, Valeria, Linker, Sven, Burns, Richard, et al. (Eds.), Diagrammatic Representation and Inference: 13th International Conference, Diagrams 2022. Rome, Italy, September 14–16, 2022. Proceedings, Springer, Cham, Suiza, 2022, pp. 218–225.

Begby, Endre, “Review of Tyler Burge, Origins of Objectivity” en Notre Dame Philosophical Reviews, Universidad de Notre Dame, Indiana, vol. 11, 2011. https://www.ndpr.nd.edu/reviews/origins-of-objectivity Documento electrónico sin paginación.

Bence, Nanay, “Cognitive penetration and the gallery of indiscernibles” en Frontiers in Psychology, Frontiers Media SA, Lausana, Suiza, vol. 5, 8 de enero de 2015, pp. 1–3.

—— “The Importance of Amodal Completion in Everyday Perception” en i–Perception, Sage Publications, Nueva York, vol. 9, Nº 4, 2018, pp. 1–16.

Burge, Tyler, “Perception: Where Mind Begins” en Philosophy, The Royal Institute of Philosophy, Londres, vol. 89, Nº 3, 2014, pp. 385–403.

Carey, Susan, The Origin of Concepts, Oxford University Press, Oxford, Reino Unido, 2011.

Carter, Launor F. y Schooler, Kermit, “Value, need, and other factors in perception” en Psychological Review, American Psychological Association, Washington, vol. 56, Nº 4, 1949, pp. 200–207.

Danto, Arthur, La transfiguración del lugar común, Paidós, Buenos Aires, 1981.

Eraña, Ángeles, “Las ‘teorías intuitivas’ ¿son módulos?” en Revista de Filosofía, Universidad de Costa Rica, San José, vol. 44, Nº 111–112, 1 de enero de 2006, pp. 85–99.

Firestone, Chaz y Scholl, Brian J., “‘Top–down’ Effects Where None Should Be Found: The El Greco Fallacy in Perception Research” en Psychological Science, Sage Publications, Nueva York, vol. 25, Nº 1, 2 de diciembre de 2014, pp. 38–46.

——  “Seeing and thinking: Foundational Isaura and empirical horizons” en Behavioral and Brain Sciences, Cambridge University Press, Cambridge, Reino Unido, vol. 39, 2016, pp. 53–77.

Fodor, Jerry, “Observation Reconsidered” en Philosophy of Science, The University of Chicago Press, Chicago, vol. 51, Nº 1, marzo de 1984, pp. 23–43.

Frege, Gottlob, “The Thought. A Logical Inquiry” en Mind, Oxford University Press, Oxford, Reino Unido, vol. 65, Nº 259, julio de 1956, pp. 289–311.

Gombrich, Ernst, Arte e Ilusión, Phaidon, Londres, 2008.

Goodman, Nelson, “The New Riddle of Induction” en Goodman, Nelson, Fact, Fiction and Forecast, Harvard University Press, Cambridge, Massachusetts, 1955, pp. 72–80.

——  Los lenguajes del arte, Paidós, Madrid, 1976.

——  Maneras de hacer mundos, Visor, Madrid, 1978.

Gross, Steven, “Cognitive Penetration and Attention” en Frontiers in Psychology, Frontiers Media SA, Lausana, Suiza, vol. 8, febrero de 2017, pp. 1–12.

Grice, Paul, “Meaning” en Philosophical Review, Duke University Press, vol. 66, Nº 3, julio de 1957, pp. 377–388.

Hempel, Carl, Filosofía de la ciencia natural, Alianza, Madrid, 1973.

Kripke, Saul, Wittgenstein on Rules and Private Language, Harvard University Press, Cambridge, Massachusetts, 1984.

Levin, Daniel T. y Banaji, Mahzarin R., “Distortions in the perceived lightness of faces: The role of race categories” en Journal of Experimental Psychology, American Psychological Association, Washington, vol. 135, Nº 4, 2006, pp. 501–512.

Massachusetts Institute of Technology Center for Brains, Minds and Machines, “2.5 – Face Recognition: Clues from Behavioral Experiments – Holistic Processing” en YouTube, 5/iv/2018, https://www.youtube.com/watch?v=m20iJRi4vE0

Palmer, Stephen, Vision Science: Photons to Phenomenology, MIT Press, Cambridge, Massachusetts, 1999.

Persson, Tomas, Pictorial Primates: A Search for Iconic Abilities in Great Apes, Lund University Cognitive Studies, Lund, Suecia, 2008.

Putnam, Hilary, “Reflections on Goodman’s Ways of Worldmaking The Journal of Philosophy” en The Journal of Philosophy, Universidad de Columbia, Nueva York, vol. 76, Nº 11, noviembre de 1979, pp. 603–618.

Pylyshyn, Zenon, “Is vision continuous with cognition?” en Behavioral and Brain Sciences, Cambridge University Press, Cambridge, Reino Unido, 1999, pp. 341–423.

Raftopoulos, Athanassios, “The Cognitive Impenetrability of Perception and Theory–Ladenness”, Journal for General Philosophy of Science, Springer, Berlín, vol. 46, Nº 1, abril de 2015, pp. 87–103.

Rescorla, Michael, “Convention” en Zalta, Edward N. (Ed.), The Stanford Encyclopedia of Philosophy, Universidad de Stanford, California, 2019.

Stanford, Kyle, “Underdetermination of Scientific Theory” en Zalta, Edward N. (Ed.), The Stanford Encyclopedia of Philosophy, Universidad de Stanford. Documento electrónico sin paginación.

Stokes, Dustin, “Cognitive Penetration and the Perception of Art” en Dialectica, John Wiley & Sons Ltd., Nueva York, vol. 68, Nº 1, 5 de abril de 2014, pp. 1–34.

Tanaka, James W. y Farah, Martha J., “Parts and Wholes in Face Recognition” en The Quarterly Journal of Experimental Psychology, Sage Publications, Nueva York, vol. 46, Nº 2, mayo de 1993, pp. 225–245.

Walton, Kendall, “Categories of art” en Philosophical Review, Duke University Press, Durham, Carolina del Norte, vol. 79, Nº 3, 1970, pp. 334–367.

Wittgenstein, Ludwig, Investigaciones filosóficas, Instituto de Investigaciones Filosóficas–Universidad Nacional Autónoma de México, México, 2017.

Witzel, Christoph, “An Easy Way to Show Memory Color Effects” en i–Perception, Sage Publications, Nueva York, vol. 7, Nº 5, 1 de agosto de 2016, pp. 1–11.

Wollheim, Richard, “Danto’s Gallery of Indiscernibles” en Rollins, Mark (Ed.), Danto and his Critics, Wiley–Blackwell, Nueva Jersey, 1993, pp. 30–40.

Yin, Robert K., “Looking at upside–down faces” en Journal of Experimental Psychology, American Psychological Association, Washington, vol. 81, Nº 1, 1969, pp. 141–145.

 

[*] Maestro en Filosofía de la Ciencia por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Profesor de asignatura en el Departamento de Filosofía y Letras de la Universidad Iberoamericana Puebla y la Escuela de Filosofía de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP). juanpa- blo.aguilar.martinez@iberopuebla.mx

 

[1].     Entendemos por representación pictórica (RP) una representación icónica externa y figurativa que tiene algún tipo de contenido no proposicional.

[2].    Nelson Goodman, Los lenguajes del arte, Paidós, Madrid, 1976.

[3].    Ernst Gombrich, Arte e Ilusión, Phaidon, Londres, 2008.

[4].    Michael Rescorla, “Convention” en Edward N. Zalta (Ed.), The Stanford Encyclopedia of Philosophy, Universidad de Stanford, California, 2019, p. 7.

[5].    Catharine Abell, “Against Depictive Conventionalism” en Philosophical Quarterly, Oxford Academic, Oxford, Reino Unido, vol. 42, Nº 3, julio de 2005, pp. 185–197.

[6].    Aquí no trataré el problema de en qué consiste la competencia pictórica, la cual, sin duda, rebasa el uso referencial de la imagen. Por ejemplo, siguiendo a Paul Grice (1957) se aceptaría que la función comunicativa de los símbolos involucra el conocimiento de que fueron diseñados con el propósito de influir en la conducta de los demás por medio de ellos.

[7].    Tomas Persson, Pictorial Primates: A Search for Iconic Abilities in Great Apes, Lund University Cognitive Studies, Lund, Suecia, 2008, pp. 17–35.

[8].    Kyle Stanford, “Underdetermination of Scientific Theory” en Edward N. Zalta (Ed.), The Stanford Encyclopedia of Philosophy, Universidad de Stanford, California, 2017. Documento electrónico sin paginación.

[9].    Gottlob Frege, “The Thought. A logical Inquiry” en Mind, Oxford University Press, Oxford, Reino Unido, vol. 65, Nº 259, julio de 1956, pp. 289–311, p. 291.

[10].    Ludwig Wittgenstein, Investigaciones filosóficas, Instituto de Investigaciones Filosóficas/Universidad Nacional Autónoma de México, México, 2017, § 141b.

[11].    Ibidem, § 22.

[12].    Saul Kripke, Wittgenstein on Rules and Private Language, Harvard University Press, Cambridge, Massachusetts, 1984, p. 42.

[13].    Tyler Burge, “Perception: Where Mind Begins” en Philosophy, The Royal Institute of Philosophy, Londres, vol. 89, Nº 3, 2014, pp. 385–403, p. 397.

[14].    Stephen Palmer, Vision Science: Photons to Phenomenology, mit Press, Cambridge, Massachusetts, 1999, p. 96.

[15].    Nelson Goodman, Los lenguajes del arte, pp. 27–31.

[16].    Carl Hempel, Filosofía de la ciencia natural, Alianza, Madrid, 1973, p. 28.

[17].    Nelson Goodman, Lenguajes del arte.

[18].    Bence Nanay, “Cognitive penetration and the gallery of indiscernibles” en Frontiers in Psychology, Frontiers Media SA, Lausana, Suiza, vol. 5, 8 de enero de 2015, pp. 1–3.

[19].    Richard Wollheim, “Danto’s Gallery of Indiscernibles” en Mark Rollins (Ed.), Danto and his Critics, Wiley–Blackwell, Nueva Jersey, 1993, pp. 30–40.

[20].   Dustin Stokes, “Cognitive Penetration and the Perception of Art” en Dialectica, John Wiley & Sons Ltd., Nueva York, vol. 68, Nº 1, 5 de abril de 2014, pp. 1–34.

[21].    Y también igualitaria, asumiendo que no tenemos más criterio para decidir entre teorías que la evidencia empírica. Con el objetivo de simplificar el diálogo ignoraremos la discusión de si algunas virtudes epistémicas, como la coherencia, podrían ayudar a decidir entre hipótesis.

[22].   Bence Nanay, “Cognitive penetration”.

[23].   Arthur Danto, La transfiguración del lugar común, Paidós, Buenos Aires, 1981.

[24].   Su argumento está orientado a considerar la valoración estética.

[25].   Daniel T. Levin y Mahzarin R. Banaji, “Distortions in the perceived lightness of faces: The role of race categories” en Journal of Experimental Psychology, American Psychological Association, Washington, vol. 135, Nº 4, 2006, pp. 501–512.

[26].   Cristoph Witzel, “An Easy Way to Show Memory Color Effects” en i–Perception, Sage Publications, Nueva York, vol. 7, Nº 5, 1 de agosto de 2016, pp. 1–11.

[27].   Bence Nanay, “Cognitive penetration…”.

[28].   Richard Wollheim, “Danto’s Gallery of Indiscernibles”.

[29].   Ibidem, p. 36.

[30].   Idem.

[31].    Zenón Pylyshyn, “Is vision continuous with cognition?” en Behavioral and Brain Sciences, Cambridge University Press, Cambridge, Reino Unido, 1999, pp. 341–423.

[32].   Jerry Fodor, “Observation Reconsidered” en Philosophy of Science, The University Of Chicago Press, Chicago, vol. 51, Nº 1, marzo de 1984, pp. 23–43, p. 34.

[33].   Athanassios Raftopoulos, “The Cognitive Impenetrability of Perception and Theory–Ladenness”, Journal for General Philosophy of Science, Springer, Berlín, vol. 46, Nº 1, abril de 2015, pp. 87–103.

[34].   Steven Gross, “Cognitive Penetration and Attention” en Frontiers in Psychology, Frontiers Media SA, Lausana, Suiza, vol. 8, febrero de 2017, pp. 1–12.

[35].   Chaz Firestone y Brian J. Scholl, “‘Top–down’ Effects Where None Should Be Found: The El Greco Fallacy in Perception Research” en Psychological Science, Sage Publications, Nueva York, vol. 25, Nº 1, 2 de diciembre de 2014, pp. 38–46.

[36].   De acuerdo con Firestone y Scholl lo mismo sucedió con algunos experimentos de la “New Look”, por ejemplo, Launor F. Carter y Kermit Schooler, “Value, need, and other factors in perception” en Psychological Review, American Psychological Association, Washington, vol. 56, Nº 4, 1949, pp. 200–207; citado por Chaz Firestone y Brian J. Scholl, “Seeing and thinking: Foundational Isaura and empirical horizons” en Behavioral and Brain Sciences, Cambridge University Press, Cambridge, Reino Unido, vol. 39, 2016, pp. 53–77.

[37].   Nelson Goodman, “The New Riddle of Induction” en Nelson Goodman, Fact, Fiction and Forecast, Harvard University Press, Cambridge, Massachusetts, 1955, pp. 72–80.

[38].   Nelson Goodman, Los lenguajes del arte, p. 35.

[39].   Ibidem, p. 38.

[40].   Obra de Pablo Picasso de 1937.

[41].    Nelson Goodman, Los lenguajes del arte,, p. 50.

[42].   Ibidem, p. 38.

[43].   Nelson Goodman, Maneras de hacer mundos, Visor, Madrid, 1978, p. 17.

[44].   Ibidem, pp. 149–163.

[45].   Ibidem, p. 150.

[46].   Ibidem, p. 154.

[47].   Ibidem, p. 36.

[48].   Ibidem, pp. 40 y 42.

[49].   Hilary Putnam, “Reflections on Goodman’s Ways of Worldmaking The Journal of Philosophy” en The Journal of Philosophy, Universidad de Columbia, Nueva York, vol. 76, Nº 11, noviembre de 1979, pp. 603–618, p. 614.

[50].   Nelson Goodman, Maneras de hacer mundos, p. 162.

[51].    Idem.

[52].   Ángeles Eraña, “Las ‘teorías intuitivas’ ¿son módulos?” en Revista de Filosofía, Universidad de Costa Rica, San José, vol. 44, Nº 111–112, 1 de enero de 2006, pp. 85–99, p. 31.

[53].   Kyle Stanford, “Underdetermination of Scientific Theory”.

[54].   Kendall Walton, “Categories of art” en Philosophical Review, Duke University Press, Durham, Carolina del Norte, vol. 79, Nº 3, 1970, pp. 334–367. Ver también la interpretación de Dustin Stokes, “Cognitive Penetration…”.

[55].   Endre Begby, “Review of Tyler Burge, Origins of Objectivity” en Notre Dame Philosophical Reviews, Universidad de Notre Dame, Indiana, vol. 11, 2011. https://www.ndpr.nd.edu/reviews/origins-of-objectivity  Documento electrónico sin paginación.

[56].   Idem.

[57].   Nancy Kanwisher hace una recapitulación de esta bibliografía muy interesante en su curso “The Human Brain” (curso de verano 2018) para licenciatura en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, publicado por The Center for Brains, Minds & Machines. Puede encontrarse éste y otros ejemplos que apoyarían el mismo punto en el video del curso: Massachusetts Institute of Technology Center for Brains, Minds and Machines, “2.5 – Face Recognition: Clues from Behavioral Experiments – Holistic Processing” en YouTube, 5/IV/2018, https://www.youtube.com/watch?v=m20iJRi4vE0

[58].   Robert K. Yin, “Looking at upside–down faces” en Journal of Experimental Psychology, American Psychological Association, Washington, vol. 81, Nº 1, 1969, pp. 141–145.

[59].   Ibidem, p. 143

[60].   Ibidem, p. 145.

[61].    James W. Tanaka y Martha J. Farah, “Parts and Wholes in Face Recognition” en The Quarterly Journal of Experimental Psychology, Sage Publications, Nueva York, vol. 46, Nº 2, mayo de 1993, pp. 225–245.

[62].   Ibidem, pp. 226 y 235.

[63].   Para una discusión del papel de este fenómeno en la interpretación y si su origen es explicable perceptual o cognitivamente ver Bence Nanay, “The Importance of Amodal Completion in Everyday Perception” en i–Perception, Sage Publications, Nueva York, vol. 9, Nº 4, 2018, pp. 1–16.

[64].   Susan Carey, The Origin of Concepts, Oxford University Press, Oxford, Reino Unido, 2011.

[65].   La relación con el uso y contenido en imágenes es abordada en Axel Arturo Barceló Aspeitia, “How to Visually Represent Structure” en Valeria Giardino, Sven Linker, Richard Burns, et al. (Eds.), Diagrammatic Representation and Inference: 13th International Conference, Diagrams 2022. Rome, Italy, September 14–16, 2022. Proceedings, Springer, Cham, Suiza, 2022, pp. 218–225.