Nietzsche y Landauer. Influencia y crítica

Alberto Elías González Gómez[*]

 

Recepción: 2 de agosto de 2019

Aprobación: 19 de agosto de 2019

 

Resumen. González Gómez, Alberto Elías. Nietzsche y Landauer. Influencia y crítica. Gustav Landauer fue una de las voces más importantes del anarcosocialismo del siglo XX. Su pensamiento bebe de fuentes como la mística y la filosofía alemana de los siglos anteriores. De entre estas fuentes, destacan las ideas de Friedrich Nietzsche. Este artículo busca ofrecer una aproximación a la influencia nietzscheana en la obra de Landauer, concentrándose sobre todo en las diferencias y semejanzas generales, la noción de lo antipolítico, la crítica al lenguaje, el llamado a la creatividad libre de valores y las propuestas sociales que emanan de sus filosofías. El objetivo de este texto es contribuir a la recepción castellana del pensamiento de Landauer, autor escasamente traducido y estudiado en nuestro idioma.

Palabras clave: Nietzsche, Landauer, escepticismo, crítica al lenguaje, antipolítica

 

Abstract. González Gómez, Alberto Elías. Nietzsche and Landauer. Influence and Critique. Gustav Landauer was one of the leading voices of 20th–century anarcho–syndicalism. His thinking drew on sources such as mysticism and German philosophy from earlier centuries, particularly the ideas of Friedrich Nietzsche. This article looks at Nietzschean influences in Landauer’s work, concentrating primarily on overall differences and similarities, the notion of the anti-political, the critique of language, the call to the free creativity of values and the social proposals that arise from their philosophies. The objective of this text is to contribute to the reception of Landauer’s thinking in the Spanish–speaking world, as it has not been widely translated or studied in our language.

Key words: Nietzsche, Landauer, skepticism, critique of language, anti-politics

 

Introducción

Gustav Landauer (1870–1919) es y sigue siendo una de las mentes más brillantes de los movimientos anarquistas. Su valía radica en haber logrado ser tanto un teórico como un activista, un filósofo como un militante, un místico como un anarquista. Este artículo busca aportar a la escasa bibliografía que existe sobre Landauer en lengua castellana, enfocándome particularmente en la influencia nietzscheana en el autor anarquista. Considero que profundizar en dicha influencia aporta a la mejor comprensión no sólo de la obra de Landauer, sino también de la aproximación posmoderna a temas como el lenguaje, la mística, la política y el conocimiento.

Por otro lado, sumergirse en el pensamiento de Landauer puede abrir paradigmas interesantes para los estudiosos de Nietzsche, ya que desde Landauer se puede relacionar la filosofía nietzscheana con el misticismo y el anarcosocialismo, incluso con los movimientos anarquistas y de autonomía que actualmente germinan por todo el planeta y muy en particular en América Latina, tal y como lo señala Silvana Rabinovich en su prólogo a la edición castellana de Escepticismo y mística.

El artículo inicia con un somero recorrido de la influencia nietzscheana en Landauer. Este primer apartado es un comentario a un artículo de Dominique Miething que puede considerarse la base de esta exposición. En un segundo momento plantearé un pequeño resumen de las ideas nietzscheanas en Sobre verdad y mentira en sentido extramoral, pues considero que dicho escrito entra muy bien en diálogo con la ya mencionada obra Escepticismo y mística, uno de los libros principales de Landauer, el cual se abordará en el tercer y último apartado.

 

Influencia nietzscheana en Landauer

Una característica de la lectura que Landauer realiza en torno a Nietzsche, es que se mantiene alejada de las dos recepciones hegemónicas de la época respecto de dicha filosofía: por un lado, la fascinación por Nietzsche y sus ideas, por el otro, el rechazo absoluto por parte de los marxistas y pensadores/activistas de izquierda. Mientras que estos últimos consideraban a Nietzsche como el nuevo pensador de la burguesía y del capitalismo, Landauer pensaba que era perfectamente posible reconciliar su pensamiento con el socialismo, pues estimaba que lo que el “poeta y el profeta Nietzsche había soñado en exuberantes y abrasadores colores, era lo que el socialismo quiere llevar a la realidad”.[1]

En una época en la que la polémica entre las ideas de Nietzsche y Marx era encarnizada, Landauer se vale del primero para criticar al segundo. Al autor anarquista le era imposible aceptar ciertos dogmas marxistas como el determinismo económico, la necesidad de la tecnología para el progreso social, el exagerado uso de la ciencia y del materialismo histórico, etc. Según Landauer, lo que realmente hacen todos estos dogmas es cooptar y paralizar la agencia política del individuo.[2]

En lugar de la clásica versión del marxismo, Landauer propone una “anti–política” muy de la mano de Nietzsche. Lo importante aquí es la distinción nietzscheana entre “política” y “cultura”. Para Nietzsche, las épocas de mayor apogeo cultural han sido las más antipolíticas, mientras que las épocas más políticas han sido las de mayor depravación cultural.[3] La política es el orden del gobierno, del mando, de la obediencia y la moral de esclavos, mientras que la cultura tiene que ver con la creatividad, la positividad de la potencia generadora de valores y la voluntad de poder. Landauer parte de estas ideas nietzscheanas, pero purgándolas de su aristocracia para realmente poder hablar de anarcosocialismo.

La antipolítica de Landauer tiene que ver con una renuncia a la participación parlamentaria, jerárquica, de cúpulas de poder. Es decir, un abandono de la lucha por devenir Estado y cambiar las cosas desde ahí. La política es para Landauer exclusivamente la esfera estatal, por lo que su anti–política refiere a la lucha por salirse de la lógica del Estado. De este modo, Landauer se ubica dentro de una tradición política de corte anarquista que considera al Estado no como una gran mole de instituciones, sino como un modo de relaciones humanas. La posibilidad de pensar y vivir más allá del Estado pende de la creatividad (quizás aquí se encuentre su raíz nietzscheana) de imaginar y vivir relaciones nuevas más allá de la lógica estatal. La apuesta es por la unión de las personas para crear nuevos lazos sociales sin dominación, lazos anárquicos.[4]

Pero esta no cooperación con el Estado es sólo el primer paso, uno negativo dice Miething, hacia la utopía. Hace falta el paso positivo —quizás el más plena y elocuentemente nietzscheano— de formar nuevas relaciones sociales. La esperanza de Landauer es que estas nuevas relaciones vayan poco a poco instaurando un orden anárquico.[5] Por lo tanto, la anti–política es una ética práctica de acciones concretas que desarticulan al Estado, implicando una recreación del individuo y de su entorno. Landauer es de la idea de que “la voluntad individual puede inducir al cambio social”.[6]

Plantear la antipolítica como una ética anárquica que implique la transformación del individuo es acercarnos a uno de los territorios favoritos de Nietzsche: la moral. Landauer recupera el antiesencialismo nietzscheano en la moral (la muerte de Dios) y su aproximación histórica, con la cual estamos obligados a reconocer que existe una pluralidad de moralidades, lo que imposibilita hablar de una moral en sí o esencial de la naturaleza humana. La ética anti–política asume este antiesencialismo abrazando el “Eterno retorno” nietzscheano y la afirmación de la vida y su creatividad, su posibilidad de forjar valores siempre nuevos que potencialicen la vida y no la obediencia y la dominación.

Sin embargo, es en este punto en donde Landauer arremete más críticamente contra Nietzsche. Pudo darle la vuelta al elitismo nietzscheano, pero no pudo aceptar la centralidad de la noción de “Ultrahombre”, la cual fue paulatinamente abandonanda. El motivo es el antropocentrismo oculto en la noción nietzscheana y su dificultad para plantear una visión comunitaria del ser y de la anarquía. Landauer, afirma Miething, fue decantándose por nociones spinozistas como “espíritu”, las cuales están más libres del antropocentrismo y más cerca de una ontología comunitaria.[7] Lo que está de fondo es el esfuerzo que Landauer hace para que el anarquismo no erija un nuevo ídolo de la “Ego–idea” que suplante al Dios metafísico.

Otra distancia crítica que Landauer mantiene respecto de Nietzsche, en tanto considera a este último no lo suficientemente radical, proviene del hecho de que, a pesar de que el Zaratustra es una de las más elocuentes metáforas anti–estatales de la filosofía moderna, en realidad Nietzsche jamás se pronunció en contra del Estado como principio.[8] Por otro lado, el anticapitalismo de Nietzsche es ambiguo, cuando mucho romántico, y no logra ser lo suficientemente radical según los propósitos de Landauer: “Landauer le replicó a Nietzsche no por no difundir sentimientos contra el capitalismo y el Estado, sino porque estaban saturados por el ideal de la dureza y carecían de una dimensión sociológica significativa”.[9] A Landauer también le preocupaba el elitismo en la filosofía moral nietzscheana, y las posibles interpretaciones opresoras de la voluntad de poder.[10]

Por otro lado, el mérito de Landauer no es solamente el de haber recuperado a Nietzsche o el de haberlo criticado, sino también el de valerse de sus nociones para explicar procesos de manera que favorecieran a la acción transformadora. Tal cosa ocurre con la noción nietzscheana de “resentimiento”, la cual Landauer utilizó para explicar la lucha proletaria. Desde Nietzsche, se puede leer la lucha proletaria como una creación de valores desde el resentimiento, en la que el proletariado se juzga a sí mismo como los buenos y a los capitalistas como los malos. Para Nietzsche, aquí no habría una creación positiva de valores, sino una mera reacción negativa a los valores de otros (capitalistas). Esto era importante para Landauer: “crear las nuevas relaciones sociales no meramente desde la lógica de estar en contra de algo”.[11]

 

Sobre verdad y mentira en sentido extramoral

Además del Zaratustra —y en alguna ocasión La voluntad de poder—, Landauer no suele dejar en claro qué obra de Nietzsche está en cuestión cuando se refiere a sus ideas. Sin embargo, considero que por los temas tratados sobre todo en el libro Escepticismo y mística —el cual abordaré en el siguiente apartado— el escrito nietzscheano Sobre verdad y mentida en sentido extramoral es quizás uno de los que más interesa tener en cuenta en este artículo.

En la obra citada, el martillo de Nietzsche arremete contra el “impulso de verdad”, un impulso soberbio y falso que cree buscar algo así como la verdad cuando en realidad no es más que una ficción necesaria —desarrollada en el proceso evolutivo por la humanidad, al igual que otros animales desarrollaron cuernos o alas— para la supervivencia. El lenguaje y la verdad son, para Nietzsche, puro convencionalismo social que nace con la sociedad misma. Su función es legislativa, ordena la sociedad por medio de las convenciones acerca de lo que es verdadero. Por lo tanto, lo que se desea no es la verdad en sí sino sus consecuencias favorables.

El lenguaje no se refiere a la cosa en sí. Si lo hiciera, postula Nietzsche, entonces no habría variedad de lenguajes. Aquello que llamamos lenguaje no es otra cosa que las designaciones metafóricas de las cosas respecto a nosotros mismos.[12] Todo es metáfora que deviene en concepto por medio de un proceso de igualación: “Todo concepto se forma por equiparación de casos no iguales”.[13] Cuando decimos hoja, por ejemplo, lo que hacemos en realidad es eliminar un sinfín de diferencias entre las singularidades y crear un concepto que concentre singularidades que nuestra mente hace afines. Por lo tanto, la verdad y el lenguaje no son más que una serie de metáforas antropomórficas que, lejos de decir qué es el mundo, simplemente nos ayudan a sobrevivir.

En la segunda parte del texto, después de su dura crítica al lenguaje y al conocimiento, Nietzsche distingue entre el hombre racional y el intuitivo. El primero es quien confía en la arquitectura conceptual de la razón, asumiéndola como verdadera en aras de su tranquilidad. Mientras que el segundo, abrazando el nihilismo que la crítica al lenguaje supone, se mueve desde un proceso creativo que en otros textos nietzscheanos refieren a la transvaloración de todos los valores o a lo dionisiaco. De este modo, la crítica nietzscheana deja paso a la creatividad y a la invención, resultado que comparte Landauer.

 

Escepticismo y mística

Nietzsche no es la principal inspiración del texto Escepticismo y mística de Landauer. Fritz Mauthner, su contemporáneo y amigo, junto con su obra Consideraciones para una crítica del lenguaje, marcan el ritmo de estas reflexiones en torno a lo político, el lenguaje y la mística. Desconozco el grado de influjo que pudo haber tenido Nietzsche en Mauthner, pero no cabe duda de que ambos influyeron en Landauer. La crítica del lenguaje se cruza con asuntos políticos y místicos, haciendo poco claro si el interés de Landauer es reflexionar sobre mística o sobre la problemática del lenguaje.

Según el prólogo a la edición en español a cargo de Silvana Rabinovich, Landauer está interesado en el escepticismo de Mauthner en tanto que éste denuncia el autoritarismo del lenguaje, el cual a su vez se conecta con el Estado. Por otra parte, descubrir el lenguaje como ficción creadora –tal como lo hace Nietzsche-, posibilita pensar la mística como camino emancipatorio.[14]

Una vez liberado de las cadenas del lenguaje —liberado no porque se quite las cadenas sino porque sabe que las tiene y puede crear con ellas—, la persona puede utilizar la ficción para dar forma al mundo. El mundo es imagen del lenguaje, pero esto no significa que todo sea lenguaje. Se trata de hacer morir al Yo para ser el mundo, y de este modo ser creativos, artistas y libres.

En el fondo se trata de una lectura crítica de Kant. Mauthner considera que no se puede hablar de razón pura, es decir, que no hay razón sin experiencia sensorial. Los conceptos universales, lejos de ser formas innatas que forman la arquitectura de la razón, son tan sólo palabras con las que hemos hecho ficción. No hay experiencia que no haya pasado por los sentidos. Pero los sentidos son aleatorios, no están hechos para conocer objetivamente el mundo sino meramente para sobrevivir.[15] Para Kant, las cosas son fenómenos que percibimos gracias a categorías como tiempo y espacio. Mauthner, por el contrario, sostiene que esto es tratar de explicar cosas con cosas, palabras con palabras. Más bien, las cosas de afuera son cosas porque nuestra lengua las prensa “contra el molde de los sustantivos, y sus propiedades son adjetivos”[16] y así con los verbos, etc. El lenguaje es imagen de imagen, se forma de las metáforas que hacemos con lo que sentimos. Pero no todo lo que sentimos lo podemos hacer palabra, por lo que “nuestros nervios saben acerca de aquello que les concierne más que nosotros”. Aquí Landauer afirma, entonces, la existencia del mundo más allá del lenguaje: “El mundo es sin lenguaje”.[17]

Para Landauer, seguir a Kant es caer necesariamente en el solipsismo. Al final, el mundo es representación según mis categorías de tiempo, espacio y causalidad. Sin embargo, el autor anarquista opta por declarar falsa la sensación del yo como una unidad aislada, puesto que se niega a la condena del aislamiento que esto conlleva. Esta renuncia es, según Landauer, la posibilidad de captar el mundo: “Renuncio a la certeza de mi Yo, para poder soportar la vida. Me edifico un nuevo mundo con la conciencia de no tener un fundamento sobre el que edifico, sino tan sólo una necesidad”.[18]

Esto es profundamente liberador. El lenguaje se presenta entonces como sin leyes, como el caminar de los pueblos. En este punto Landauer lanza la siguiente afirmación: “La unidad de una lengua vernácula no permite deducir de ella la pureza de la raza”.[19] Él está criticando, junto con Mauthner, la idea de las lenguas madres, matrices lingüísticas, etc. Estas ideas implican lenguajes más avanzados que otros, teleología en la evolución de los lenguajes, e incluso superioridad de unas culturas sobre otras. Sin leyes, Landauer considera que el lenguaje es pura memoria y que en esto radica su maldición: en tener que expresar lo nuevo en términos viejos, “sólo mediante lo conocido de antiguo podemos, y por el camino de la comparación, evocar lo visto como nuevo; no podemos ir más allá de impresiones sensoriales”.[20] El lenguaje es memoria en tanto que es metáfora, pero no sólo el lenguaje es pura metáfora, sino que también lo son las sensaciones y los sentidos. Lenguaje y sensaciones están estrechamente relacionados.

Siguiendo este camino de la mano de Mauthner y Nietzsche, Landauer llega a la conclusión de que la crítica al lenguaje tiene en el fondo una crítica a la metafísica, a Dios y al orden universal. La metafísica y su pensamiento significan siempre lo mismo: “la creencia de poder pronunciar el mundo es la creencia en Dios”.[21] Este sendero escéptico condujo a Nietzsche a su famoso ateísmo. Éste no será, sin embargo, el caso de Landauer. El fracaso del lenguaje y su desviación metafísica que cree decir y conocer el mundo, conduce a Landauer no al ateísmo escéptico sino a la mística.

Según Landauer, la historia de las cosmovisiones, filosofías y religiones puede dividirse en dos bandos: aquellos que se tranquilizan con algo positivo (entre los que enumera a los sistematizadores filosóficos, a los sacerdotes, etc.) y aquellos que no se quedan tranquilos tan fácilmente (los herejes y místicos). Ante la imposibilidad de un lenguaje verdadero y certero, la opción de Landauer es el abismamiento místico que abandona tiempo y espacio (categorías que, como ya se dijo, son realmente lo que conocemos y no tanto el mundo). El mundo y el Yo se funden, se es el mundo. Es en este punto donde Landauer recupera a Eckhart, a quien considera exitoso en el intento de “armonizar panteísmo y teoría crítica del conocimiento”.[22]

La nada en lugar de la verdad absoluta que coopta al mundo por palabras y abstracciones. Landauer ubica la problemática del conocimiento hegemónico en el tener algo a la vista. La vista conoce objetivamente. La vista da la ilusión de distancia, de objetividad entre lo visto y el vidente. Por el contrario, Landauer propone el tacto como metáfora. Invita a imaginar la siguiente escena: alguien que jamás haya percibido forma visual alguna, y que sólo tiene el tacto, no identifica el mundo como objetivo y a distancia sino como parte de él mismo, de lo que le afecta. No habría espacialidad sino temporalidad.  La primacía del tacto (y de la audición) nos lleva a afirmar que “no hay espacio alguno”,[23] y que lo que hay es diferencialidad temporal entre las distintas sensaciones de lo que tocamos —y por lo que somos tocados—: “Si no tuviéramos ojos, jamás habría surgido la diferencia entre el mundo y Yo, jamás se habría llegado a la loca idea de decirle sí a este cuerpo de aquí Yo,[24] pero no por cierto a este libro, a esta mesa o a esta mujer”.[25] En otras palabras, Landauer aboga por destronar la primacía de la espacialidad implantada por la vista, en aras de una primacía de la temporalidad en la que el sujeto no se concibe como separado y aislado del mundo, sino en unión mística con todo.

El ser se convierte, por lo tanto, en puro devenir. Idea claramente nietzscheana. Sin embargo, en este punto, como si buscara distanciarse de Nietzsche, Landauer señala que, en su obra póstuma, la Voluntad de poder, Nietzsche acabó siendo un sistemático que ubicó al ultrahombre como la corona de la creación,[26] subrayando de este modo las críticas abordadas en el primer apartado sobre el antropocentrismo del término nietzscheano.

La razón, y con ella el lenguaje, es, entonces, nada más que un órgano animal. Parte de la evolución, nada especial. No se puede conocer el mundo a través ni de la razón ni del lenguaje. Hace falta convertirnos en el mundo. Éste es el valor, dice Landauer, de la obra de Mauthner, el indicarnos el estado de ánimo para sobrellevar la ficción del pensamiento. La mística de Eckhart, el pesimismo dionisiaco… todas ellas formas de abrazar la tranquilidad creadora y no la desesperación de la impotencia del lenguaje.

 

Conclusiones

Landauer se vale de las reflexiones tanto de Nietzsche como de Mauthner, reflexiones críticas alrededor del lenguaje y del conocimiento. A partir de un cierto nihilismo escéptico al que ambos pensadores pueden llevarnos, Landauer lleva a cabo la construcción de su mística anarcosocialista. Sin embargo, vale la pena señalar que, según Miething, Landauer critica tanto a su amigo Mauthner como a Nietzsche por ignorar la radicalidad de las consecuencias de sus filosofías. Para Landauer, la crítica del lenguaje elaborada por ambos autores no sólo nos libera de la noción de Dios sino que también nos lleva a una crítica radical de la sociedad y la cultura.[27] De nuevo, el antropocentrismo del ultrahombre nietzscheano es un ejemplo, según Landauer, de cómo Nietzsche no llegó a la radicalidad de sus ideas, pues el antiesencialismo debería llevarnos a cuestionar el lugar que ocupa el ser humano e, incluso, a tratar de armonizarlo más con la naturaleza mediante la experiencia mística. Miething señala que este punto es muy importante, porque indica que Landauer no sucumbió al culto nietzscheano que imperaba en su cambio de siglo.

Quizás, y a modo de conclusión, hay que señalar que el gran mérito de Landauer es el haber creado un anarcosocialismo de corte nietzscheano, cosa que parecía imposible por el rechazo de Nietzsche al socialismo. Esto se posibilitó debido a la noción de temporalidad que tiene Landauer, temporalidad de un socialismo no teleológico que busca utopías y pone todo en el futuro. Sin embargo, Landauer se centra más en la topia, el Eterno retorno del ahora, en donde lo que opera no es el resentimiento sino la agencia creativa de los individuos y los colectivos para crear relaciones nuevas más allá del Estado y del capitalismo.

 

Referencias documentales

Ardillo, José, “Actualidad de Gustav Landauer” en Argelaga LLibertària contra el desenvolupament, Barcelona, núm. 2, junio de 2013, pp. 51–56.

Landauer, Gustav, Escepticismo y mística. Aproximaciones a la Crítica del lenguaje de Mauthner. Herder, México, 2015.

Miething, Dominique, “Overcoming the preachers of death: Gustav Landauer’s reading of Friedrich Nietzsche”, en Intellectual History Review, International Society for intellectual History, Facultad de Historia, Universidad de Oxford, Oxford, vol. 26, núm. 2, 2016, pp, 1–20.

Nietzsche, Friedrich, Sobre verdad y mentira en sentido extramoral, Tecnos, Madrid, 1996.

 

NOTAS AL PIE

 

[*] Licenciado en Filosofía y Ciencias Sociales por el ITESO. Máster en Mística y Ciencias Humanas de la Universidad de la Mística, Ávila, España y Maestro en Filosofía por la Universidad Iberoamericana, Ciudad de México. elahaspeace@hotmail.com

 

[1] Dominique Miething, “Overcoming the preachers of death: Gustav Landauer’s reading of Friedrich Nietzsche” en Intellectual History Review, International Society for intellectual History, Facultad de Historia, Universidad de Oxford, Oxford, vol. 26, núm. 2, 2016, pp, 1–20, p. 5. Es una cita textual de Landauer.

[2] Idem. Para profundizar más en la crítica de Landauer al marxismo, ver José Ardillo, “Actualidad de Gustav Landauer”, en Argelaga LLibertària contra el desenvolupament, Barcelona, núm. 2, junio 2013, pp. 51–56.

[3] Dominique Miething, “Overcoming the preachers of death”, p. 7.

[4] Ibidem, p. 8.

[5] Idem.

[6] Ibidem, p. 9.

[7] Ibidem, p. 10.

[8] Ibidem, p. 13.

[9] Ibidem, p. 14.

[10] Idem.

[11] Idem.

[12] Friedrich Nietzsche, Sobre verdad y mentira en sentido extramoral, Tecnos, Madrid, 1996, p. 22.

[13] Ibidem, p. 23.

[14] Gustav Landauer, Escepticismo y mística. Aproximaciones a la Crítica del lenguaje de Mauthner, Herder, México, 2015, p. 11.

[15] Ibidem, p. 29.

[16] Ibidem, p. 30.

[17] Ibidem, p. 31.

[18] Ibidem, p. 33.

[19] Ibidem, p. 59.

[20] Ibidem, p. 82.

[21] Ibidem, p. 89.

[22] Ibidem, p. 91.

[23] Ibidem, p. 102.

[24] Nota del editor. El fragmento “… decirle sí a este cuerpo de aquí Yo”, cuyo sentido en español no es claro, pudiera ser un error de traducción de la edición citada.

[25] Gustav Landauer, Escepticismo y mística…, p. 102.

[26] Cuando Landauer escribía esto no se tenía aún claridad de la naturaleza de las obras póstumas de Nietzsche, específicamente en el sentido de las interferencias y ediciones de su hermana.

[27] Dominique Miething, “Overcoming the preachers of death”, p. 11.