Sobre Un asunto de familia

Luis García Orso, sj [*]

 

Recibido: 07 de mayo de 2019
Aprobado para publicación: 21 de mayo de 2019

 

Esta película (Shoplifters, en su título internacional) inicia con el robo de algunos comestibles en un supermercado, una tarde de invierno, por parte de un papá y su hijo. En el camino de regreso a casa, se encuentran en la calle a una niña pequeña, aparentemente abandonada y expuesta al frío, y deciden llevarla con ellos. Luego se dan cuenta de que la pequeña tiene huellas de haber sido golpeada, por sus propios padres, y más se convencen de quedarse con ella y cuidarla. Poco a poco iremos conociendo más de esta familia que vemos apretada en una diminuta casa japonesa: el matrimonio de Osamu y Nobuyo, la joven cuñada Aki, la abuela anciana, el adolescente Shota y Yuri la niña recogida.

Osamu trabaja de albañil en una empresa, pero se accidenta y queda sin trabajo. Nobuyo labora en una gran lavandería, pero hay recorte de personal y también queda fuera. La abuela recibe una pensión de su esposo difunto porque miente al decir que vive sola. Aki expone su belleza a clientes a través de cristales y bocinas en un negocio erótico. Papá e hijo adiestran a la niña en los robos hormiga. Con esta descripción, lo menos que podría uno decir es que estamos ante un retrato social actual que combina la pobreza, la precariedad laboral, la subsistencia a través de la ilegalidad, las mañas y mentiras, la dudosa moralidad de los personajes. Pero detrás de todo esto que aparece, el notable director japonés Hirokazu Kore-eda nos llevará a ir conociendo, poco a poco, el interior de las personas, sus motivaciones y secretos, su historia íntima, el contexto social en que todo se va dando.

La situación actual de las familias es un interés muy vivo en el cine de Kore-eda, como lo podemos apreciar en sus notables trabajos anteriores: De tal padre, tal hijo (en 2013), Nuestra pequeña hermana (2015), Tras la tormenta (2016). En todos ellos, se recrean los patrones establecidos de lo que es una familia para ayudarnos a pensar qué hace en verdad un vínculo familiar, o qué significa ser padre o madre. En ésta su última película, el cuestionamiento se agudiza por la misma realidad que vemos en pantalla. El director japonés se atreve a poner en entredicho nuestros patrones de legalidad, de conductas sociales, de vínculo familiar, de estigmatización de la pobreza, y nos lleva más allá: a mirar a seres humanos golpeados y heridos, en la espera casi imposible de un corazón samaritano.

Al seguir su rutina cotidiana, los espectadores vamos creando lazos de simpatía con cada persona de la familia, vamos descubriendo una bondad mayor que los defectos o las miserias, cuestionamos nuestros juicios y prejuicios, vemos en vivo qué hace a una familia, nos dejamos contagiar por la felicidad de lo sencillo y de los pobres. Y en el último tramo de la película, muchos secretos irán apareciendo —secretos que no podemos aquí revelar— que nos llevarán a preguntarnos: ¿qué hace en verdad a un matrimonio, a una familia, a unos hijos?; ¿puede uno elegir su familia?; ¿cuándo un niño puede de veras decir “papá”, “mamá”?

Quizás lo podamos entrever en la secuencia en la playa, el momento más lleno de luz y de risas de toda la historia. Ella nos baña con un sentimiento de felicidad pura, y con un “gracias” musitado desde el corazón de la abuela.

Este año 2019, las películas seleccionadas para el Oscar a mejor filme extranjero: Roma, Cold War, Cafarnaum y Un asunto de familia, nos abrazan en nuestra frágil condición humana y nos invitan a ver más allá, a tener esperanza, a creer que el amor siempre permanece y salva. Entonces damos gracias al cine como expresión de la mejor humanidad para todos.

 

Notas al pie

[*]   Profesor de Teología en la Universidad Iberoamericana Ciudad de México; miembro de la Comisión Teológica de la Compañía de Jesús en México, miembro de SIGNIS (Asociación Católica Mundial para la Comunicación). lgorso@jesuits.net

 

Pasado, actualidad y desafíos de la universidad en el mundo, en México, en la misión educativa jesuita

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Síntesis

 

Demetrio Zavala Scherer[**]

 

Recepción: 27 de octubre de 2017
Aprobación: 22 de enero de 2018

 

El VI Encuentro El humanismo y las humanidades en la tradición educativa de la Compañía de Jesús ha sido fecundo en planteamientos, propuestas e ideas que nuestros invitados compartieron con nosotros en torno a la universidad. A continuación se sintetiza lo principal de cada una de las intervenciones.

 

I

Nuestro Encuentro comenzó el lunes, con la mesa de diálogo “La universidad en el mundo”.[1] Abrió la mesa el Dr. Alfonso Alfaro. A través de un amplio recorrido histórico, Alfaro mostró que la consolidación de la universidad como institución moderna es el resultado de un complejo juego de tensiones y confrontaciones, pero, sobre todo, de una enorme capacidad de adaptación y transformación. Así, la universidad está llamada a cumplir con sus responsabilidades históricas: la gestión del conocimiento, la incentivación de la movilidad social, la legitimación moral y política; pero, también y de manera crítica, está llamada a repensarse para poder conservar su papel de conciencia de la construcción civilizatoria en los años venideros.

La intervención del Dr. Roberto Rodríguez Gómez giró en torno a una de las tensiones fundamentales que atraviesan a la universidad contemporánea; a saber, la necesidad de conciliar nuestras pretensiones de inclusión y accesibilidad, por un lado, y de calidad educativa, por el otro. La resolución sistemática de este problema exige un análisis económico, jurídico y político anclado en la condición de la educación como bien público. En ese sentido, el recordatorio inicial de Rodríguez Gómez sobre el carácter histórico y contingente de la universidad —sobre sus modestos orígenes— sirve de base para su conclusión: antes que ninguna otra cosa, la universidad es proyecto; el proyecto de la sociedad que deseamos, pero cuya realización depende de las decisiones que tomemos en el presente.

Finalmente, la Dra. Laura Rumbley abordó uno de los horizontes involucrados en esa necesaria transformación de la universidad a la que se refirieron Alfaro y Rodríguez Gómez: el de la internacionalización. Se trata, en este caso, de encontrar la manera de conciliar el contexto de globalización y diversidad del que ya ninguna institución puede sustraerse con el contexto de problemas y realidades concretos que enfrenta cada universidad. De esta forma, Rumbley insiste en que la meta de la internacionalización no se alcanza a través de la formalización de un procedimiento, sino sólo a través de un riguroso compromiso reflexivo que parta de la propia experiencia institucional.

 

II

El martes asistimos a la mesa de diálogo “La universidad en México”,[2] integrada por los doctores Javier Garciadiego, José Sarukhán y Antonio Lazcano. El Dr. Garciadiego centró su presentación en la formación del Colegio de México que interpreta, por una parte, como el resultado de la confluencia virtuosa de diversos procesos históricos: el regeneracionismo español, la reconfiguración de la Universidad Nacional tras la Revolución Mexicana y el exilio español en México y, por otra parte, de algunas imbricaciones individuales, notablemente, las de Daniel Cosío Villegas y Alfonso Reyes. En breve, la conclusión de Garciadiego es que el proyecto regeneracionista —desterrado de España— se trasladó a México y se encarnó en el Colegio de México, bajo la forma de un impulso modernizador del pensamiento y una vocación por el cultivo de las ciencias sociales y las humanidades.

Por su parte, el Dr. José Sarukhán desarrolló las herencias, negativas y positivas, que siguen pesando significativamente en la configuración y el funcionamiento de la Universidad Nacional Autónoma de México. Entre las negativas se encuentran las responsabilidades extrauniversitarias que históricamente se le han ido cargando a la Universidad, las presiones políticas y económicas a las que inevitablemente está sometida y la insuficiencia de apoyo en el ámbito de la investigación. En cuanto a las positivas, Sarukhán destacó la conexión académica entre el Bachillerato y la Universidad, la solidez de su constitución jurídica y su opción por una educación libre de influencias gubernamentales e ideológicas. Para concluir, hizo hincapié en la centralidad de la educación y la investigación, pues es en dichos ámbitos universitarios donde se gesta el entendimiento del entorno y, con él, la posibilidad misma de desarrollo para el país.

Finalmente, las palabras del Dr. Lazcano estuvieron dirigidas a la relevancia de la autonomía universitaria y las amenazas a que se enfrenta hoy en día. A pesar de haberse constituido como una mezcla confusa de modelos universitarios, la universidad mexicana goza de una inusitada libertad de gobierno que hemos llegado a considerar indispensable para el desarrollo de la vida académica. Sin embargo, la universidad como institución atraviesa una crisis que pone en riesgo dicha libertad. Algunos de los factores que la afectan negativamente son las crecientes influencias externas, la precariedad de condiciones de la vida estudiantil, el alto nivel de desempleo entre los egresados y la falta de apoyo a las humanidades. Ante este panorama, Lazcano concluyó exhortando a defender a la universidad a toda costa.

 

III

La mesa de diálogo del miércoles tuvo por título “La universidad en la misión de la Compañía de Jesús”[3] y estuvo integrada por los doctores Michael Garanzini, Roberto Jaramillo, María Luisa Aspe y Héctor Garza. El primero de ellos hizo una presentación de la visión internacional sobre la educación superior de la Compañía de Jesús. Dicha visión puede desglosarse en seis líneas fundamentales de trabajo: la formación de los formadores, la justicia económica y ambiental, paz y reconciliación, el diálogo interreligioso y con el mundo secular, la educación de las personas que se encuentran en los márgenes y, por último, la formación de clases políticas responsables y socialmente comprometidas. En última instancia, afirmó Garanzini, el objetivo de la educación en las universidades jesuitas es la formación de ciudadanos globales capaces de trasladar creativamente el conocimiento al ámbito de la acción.

El Dr. Jaramillo comenzó su intervención hablando del complicado contexto social y cultural en el que hoy en día se desarrolla la actividad universitaria. Vivimos en un mundo en el que “se universaliza lo banal y se banaliza lo universal”, con la consecuente y progresiva pauperización de las cosas que verdaderamente importan: el conocimiento, el arte, la enseñanza, la cultura escrita, la política, las relaciones humanas. Frente a esta situación, Jaramillo exhortó —incluso si ha de hacerse bajo la forma de la resistencia contracultural— a recuperar la vocación propia de la universidad: la integración crítica, rigurosa y profunda de saberes orientados a la restauración del sentido de lo humano.

Por su parte, la Dra. Aspe presentó un recorrido histórico y conceptual de la noción de inspiración cristiana, central en la configuración de la Universidad Iberoamericana de la Ciudad de México y, por extensión, en las universidades jesuitas de todo el país. Esta forma de ser de nuestras universidades ha de adaptarse a las realidades del mundo posmoderno y poscristiano. Así y en consonancia con lo dicho por los anteriores expositores, Aspe señaló algunos de los principales desafíos en el camino de esa renovación: el fortalecimiento del diálogo interreligioso y con el mundo secular, la búsqueda de la coherencia en el diálogo con la cultura de mercado, el discernimiento de la identidad ignaciana al interior de la universidad y la formación para la realización de la justicia social —especialmente, la erradicación de todas las formas posibles de exclusión— sobre la base de una espiritualidad anclada en la reserva ética común.

A manera de epílogo de esta conversación, el Dr. Garza planteó una reflexión sobre la formación ignaciana como formación de las personas para la consolidación de una comunidad humana de miembros solidarios. Esta meta exige una preparación intelectual seria, rigurosa y profunda, pero no por mor de sí misma, sino como condición de la exploración del significado de la vida humana que conduce a ese “no sé qué preclaro y único” del que hablaba Cicerón y que sigue siendo aquello que esperamos ver realizado en cada uno de los estudiantes de nuestras universidades.

 

IV

En la siguiente sesión escuchamos la conferencia “Perspectivas de la educación superior en la misión apostólica de los jesuitas”,[4] dictada por el Dr. Michael Garanzini. Las perspectivas a que refiere el título son tres: la inspiración ignaciana, la situación actual y las propuestas para el futuro. La primera de ellas remite a los Ejercicios como modelo para la formación en general. En ese sentido y haciendo eco de las palabras de Garza, Garanzini postula que la universidad no es un fin en sí misma, sino un instrumento para promover un determinado modo de proceder que efectivamente parte de la contemplación y la reflexión, pero también se interesa por las emociones y los afectos y culmina, necesariamente, en la acción.

En cuanto a la situación actual, Garanzini señaló que la crisis de la democracia liberal y los factores deshumanizantes de la cultura contemporánea han generado una sensación de inseguridad que lo permea todo y, por lo tanto, que afecta negativamente las circunstancias y los proyectos vitales de los estudiantes de nuestras universidades. Debemos asumir esta realidad anclándonos en la convicción de que el elemento diferencial de nuestro esfuerzo formativo no es la transferencia de conocimiento, sino la realización personal y humana de todos los que integramos la comunidad universitaria.

Por lo que toca al futuro, Garanzini propuso un replanteamiento de la pregunta antropológica desde la perspectiva del humanismo social. Algunos de los aspectos fundamentales que integran esta perspectiva son: el hambre de justicia, el respeto a la diversidad, la vocación para la acción, la centralidad de la fe, una perspectiva global, el cuidado del planeta, el cultivo de los afectos y de sus formas de expresión y, especialmente, la atención integral a la persona. En conclusión, el reto que deberemos enfrentar es el de trasladar estos imperativos a la universidad para poder hacer de ella una plataforma para la acción y el compromiso social.

 

V

A todas estas brillantes intervenciones siguieron la conferencia del Dr. Spadaro y el comentario que compartió con nosotros el Dr. Henríquez. Gracias a todas ellas se perfilan más y mejores herramientas reflexivas para atender a la orientación del Dr. Garanzini y pelear lealmente en nombre de la universidad a la que aspiramos.

 

Notas al pie

[*]  VI Encuentro El humanismo y las humanidades en la tradición educativa de la Compañía de Jesús, celebrado en el ITESO, Universidad Jesuita de Guadalajara, del 23 al 27 de octubre de 2017.

[**] Doctor en Filosofía, Universidad de Barcelona, Profesor del Departamento de Filosofía y Humanidades, ITESO.

 

[1] Alfonso Alfaro, Roberto Rodríguez Gómez y Laura Rumbley, “La universidad en el mundo” (Mesa de diálogo celebrada el 23 de octubre de 2017).

[2] Celebrada el 24 de octubre de 2017.

[3] Celebrada el 25 de octubre de 2017.

[4] Conferencia dictada el 26 de octubre de 2017.

Internet y los desafíos de la cultura humanística

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Antonio Spadaro, sj [**]

Recepción: 27 de octubre de 2017
Aprobación: 24 de enero de 2018

 

La Red no es un nuevo medio

Aun hoy se piensa y se habla de internet como de un nuevo medio que se añade a los anteriores (en orden cronológico, la prensa, la fotografía, la radio, el cine, la televisión), como si hubiéramos descubierto otro planeta en órbita alrededor del sol después de Plutón. No es así. Estamos delante de algo diverso. Internet no es un nuevo medio, al lado de los demás. La red informática no es algo semejante a la red del agua, a la del gas… Más bien…

– La Red no existe, internet no existe. Nosotros quedamos impactados por la tecnología, pero mientras permanezcamos impactados por ella, no entenderemos su significado antropológico.

– En particular, la Red es una revolución que podríamos considerar “antigua”, es decir, con sólidas raíces en el pasado porque da forma nueva a deseos y valores antiguos del ser humano.

– Cuando pensamos en internet hace falta no sólo considerar las perspectivas que ofrece, sino también los deseos y expectativas que el hombre siempre ha tenido y a los que intenta responder; a saber, relación y conocimiento.

El Papa Francisco ha escrito en su Mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales del año 2014: “La red digital puede ser un lugar rico de humanidad, no una red de cables, sino de personas humanas”.

La misma vida es una red que se expresa física y digitalmente. Internet es una realidad que ya forma parte de la vida cotidiana: no es una opción, es un dato de hecho. La evangelización no puede no tomar en cuenta esta realidad. ¿Por qué? Para contestar a esta pregunta es necesario responder a otra. ¿Qué es internet? No es un conjunto de cables, alambres, módem y computadora. Sería equivocado identificar la realidad y la experiencia de internet con la infraestructura tecnológica que la posibilita.

Sería lo mismo que decir, por ejemplo, que el “hogar doméstico” (home) se puede reducir al edificio habitado (house) por una familia.

Un alumno africano mío de la Pontificia Universidad Gregoriana me dijo una vez: “yo quiero a mi computadora porque dentro de ella están todos mis amigos”. Es verdad: dentro de su computadora encuentra Facebook, Skype, Twitter… todos ellos medios para estar en contacto con sus amigos lejanos. Su comunidad de referencia es real gracias a la red. Esta ingenua afirmación nos hace reflexionar sobre el hecho de que tal ambiente digital tiene un impacto sobre el significado mismo de lo que significa existir. La vida de muchos jóvenes se encuentra allí, en las fotos y en los pensamientos que comparten; ahí están sus amigos. Ellos, de alguna manera, “están en la red, parte de su vida está allí. Nos damos cuenta de que existimos también en la red, una parte de nuestra vida es digital”.

La Red, así al alcance de la mano, comienza a incidir sobre la capacidad de vivir y de pensar. De su influjo depende, en algún modo, la percepción de nosotros mismos, de los demás, del mundo que nos rodea y del que aún no conocemos.

 

La vocación espiritual de la tecnología

En realidad, el hombre siempre ha buscado entender la realidad. Pensemos cómo la fotografía o el cine han cambiado el modo de representar las cosas y los acontecimientos; el avión nos ha hecho comprender el mundo de una manera diversa que el carro con ruedas; la prensa nos ha hecho comprender la cultura de una manera diferente, etcétera.

El ambiente digital (como todo ambiente) abre nuevos modos de pensar lo real y predispone a ciertas formas de razonamiento. Así como la prensa ha requerido una forma mentis analítica y racional, la época digital requiere formas de conocimiento más participativas, menos inclinadas a la abstracción, más impregnadas del “hacer” y más aptas para ver conexiones.

La tecnología, pues, no es un conjunto de objetos modernos y de vanguardia. Ella es parte del obrar con el que el hombre ejerce su capacidad de conocimiento, de libertad y de responsabilidad. La tecnología, escribe Benedicto xvi, en la encíclica Caritas in veritate: “es un hecho profundamente humano, ligado a la libertad del hombre. En la técnica se expresa y reafirma el señorío del espíritu sobre la materia”. La tecnología, pues, expresa la capacidad del hombre de organizar la materia en un proyecto de valor espiritual. El cristiano, por ello, está llamado a comprender la naturaleza profunda y la vocación misma de las tecnologías digitales en relación con la vida del espíritu. Obviamente la técnica es ambigua porque la libertad del hombre puede ser usada para el mal, pero precisamente esta posibilidad saca a la luz su naturaleza vinculada a la vida espiritual.

Un momento fundamental de la comprensión espiritual de las nuevas tecnologías fue la promulgación del Decreto del Concilio Vaticano II Inter mirifica, el 4 de diciembre de 1963, que comienza: “Entre los asombrosos inventos técnicos, que particularmente en nuestros días el ingenio humano, con la ayuda de Dios, ha sacado de la creación, la Madre Iglesia acoge y sigue con especial cuidado, aquellos que más directamente atañen al espíritu humano y que han abierto nuevos caminos para comunicar con la máxima facilidad, noticias, ideas y enseñanzas de todo tipo”.

Pocos meses después, en 1964, Pablo vi, dirigiéndose al Centro de Automatización del Aloisianum de Gallarate, dirigido por los Jesuitas, pronunció unas palabras de extraordinaria belleza. En el Centro estaban elaborando el análisis electrónico de la Summa Theologiae de Santo Tomás y también del texto bíblico. Dijo: “Hace falta ser conscientes de cómo el cerebro mecánico viene en ayuda del cerebro espiritual; y cuanto más el cerebro espiritual se expresa en su propio lenguaje, que es el pensamiento, tanto más el cerebro mecánico parece feliz de estar en dependencia de él”. Y continúa: “Este esfuerzo de infundir en instrumentos mecánicos el secreto de funciones espirituales es elevado a un servicio que toca lo sagrado”. ¡Lo sagrado! ¡Y estaba hablando de tecnología! El Papa siente subir el gemido de aspiración del homo tecnologicus a un grado superior de espiritualidad. El hombre tecnológico es el hombre espiritual.

Así, ha escrito Benedicto xvi en su 45 Mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales que las nuevas tecnologías, usadas con sabiduría, “pueden contribuir a satisfacer el deseo de sentido, de verdad y de unidad que permanece como la más profunda aspiración del ser humano”.

El desarrollo tecnológico, bien entendido, alcanza a expresar una forma de deseo de la trascendencia respecto a la condición humana tal como es vivida actualmente. Y esto debe decirse también para el ciberespacio, para la internet. La rapidez de sus conexiones representa muy bien el deseo del hombre de una plenitud de relaciones de conocimiento, de comunión que siempre lo supera. En suma: la tecnología tiene una vocación espiritual.

La cultura digital plantea nuevos desafíos a nuestra capacidad de hablar y de escuchar un lenguaje simbólico que hable de trascendencia. Estamos llamados, pues, a vivir bien, sabiendo que la red es parte de nuestro ambiente vital, y que en ella ya se desarrolla una parte de nuestra capacidad de hacer experiencia, también experiencia espiritual.

Y nos lo ha recordado Benedicto XVI: “El ambiente digital —ha escrito en su mensaje para la cuadragésima séptima Jornada Mundial de las comunicaciones— no es un mundo paralelo o puramente virtual, sino parte de la realidad cotidiana de muchas personas, especialmente de los más jóvenes”. El espacio digital no es inauténtico, alienado, falso o aparente, sino que es una extensión de nuestro espacio vital cotidiano, que requiere “responsabilidad y entrega a la verdad”. Habitar significa inscribir los propios significados en el espacio. Y, precisamente, éste es el desafío: inscribir los significados y los valores de nuestra vida en el ambiente digital y, también, entender lo que la red nos enseña a pensar sobre la fe hoy.

La red es una realidad que afecta cada vez más la existencia de un creyente e incide sobre su capacidad de comprensión de la realidad y, por tanto, también de su fe y su modo de vivirla.

Mientras se diga que hace falta salir de las relaciones de la red para vivir relaciones reales, se confirmará la esquizofrenia de una generación que vive el ambiente digital como un ambiente puramente lúdico en el que se supone en juego un segundo yo, una doble identidad que se nutre de banalidades efímeras.

El reto está claro, entonces: no ver en la web una realidad paralela, sino una parte de nuestro ambiente vital y asumir que en ella ya se desarrolla una parte de nuestra capacidad de hacer experiencia. ¿De qué manera nuestra experiencia digital impacta el sentido de nuestra vida?

Me detendré en algunos ámbitos, más para problematizarlos que para describirlos.

 

El desafío del sentido y de la pregunta

 El primer ámbito es el reto del sentido y la pregunta. Quisiera partir de la tecnología de la brújula. Érase una vez la brújula. La brújula indica el Norte. Si la brújula no indica el Norte es porque no funciona y, ciertamente, no porque no exista el Norte. La brújula es una buena metáfora tecnológica del sentido de la vida.

Una vez el hombre estaba firmemente atraído por lo religioso como un hontanar de sentido fundamental. Como aguja de una brújula se sabía que era radicalmente atraído hacia una dirección determinada, única, natural: el Norte. Luego el hombre, especialmente con la Segunda Guerra Mundial, ha empezado a usar el radar para detectar y determinar la posición de objetos fijos o móviles. El radar va a la búsqueda de su objetivo, e implica una apertura indiscriminada incluso al más tenue signo, sin esperar indicación de una dirección precisa. Y así también el hombre ha empezado a ir buscando un sentido para la vida y también un Dios capaz de alguna señal de reconocimiento, capaz de hacer oír su voz. La experiencia de esa lógica es la pregunta: “Dios, ¿dónde estás?”.

Desde aquí también se comprende la espera de Godot y tantas páginas de literatura del Novecento, por ejemplo. El hombre se entendía como un “oyente de la palabra” —por usar una célebre expresión del teólogo Karl Rahner que, implícitamente, ha dado fórmula teológica a la metáfora tecnológica del radar— en la búsqueda de un mensaje del cual sentía una profunda necesidad. Y hoy, ¿sigue valiendo esta imagen? En realidad, aunque siempre viva y verdadera, viene a menos para los jóvenes. La imagen hoy más presente es la del hombre que se siente perdido si su celular no funciona o si su instrumental tecnológico (computer, tablet o smartphone) no puede acceder a alguna conexión en la red inalámbrica.

Si en otro tiempo el radar estaba en búsqueda de una señal, hoy, al contrario, estamos buscando un canal de acceso a la red y a través de ella a los datos. El hombre de hoy, más que buscar señales, está acostumbrado a tratar de estar siempre en la posibilidad de recibirlas sin la necesidad de buscarlas.

El hombre, de la brújula antes y del radar después, se está transformando, entonces, en un decodificador, esto es, en un sistema de acceso y decodificación de las preguntas sobre la base de las múltiples respuestas que lo alcanzan sin que él se preocupe por ir a buscarlas. Vivimos bombardeados por los mensajes, padecemos una hiper-información, la así llamada information overload (exceso de información). El problema hoy no es hallar el sentido del mensaje sino decodificarlo, reconocerlo sobre la base de las múltiples respuestas que recibimos.

Antes llegan las respuestas y en éstas el hombre está llamado a reconocer sus preguntas más radicales y auténticas. Entonces lo importante hoy no es tanto dar respuestas. Todos dan respuestas. “The teacher doesn’t need to give any answer because answers are everywhere”.[1]

Hoy en día es importante reconocer las preguntas importantes, fundamentales.La gran palabra que hay que volver a descubrir es, entonces, una vieja palabra del vocabulario cristiano: el discernimiento. El discernimiento espiritual significa reconocer entre las muchas respuestas que hoy recibimos cuáles son las preguntas importantes, verdaderas, fundamentales. Es un trabajo complejo, que requiere una gran preparación y una gran sensibilidad espiritual.

 

El desafío de la autorreferencialidad

El segundo ámbito es el desafío de la autorreferencialidad. Motores de búsqueda y redes sociales son dos pilares de nuestra vida digital y podríamos decir también de nuestra vida ordinaria. De hecho, ellos tienen un impacto directo sobre el modo en que accedemos a las informaciones que buscamos y sobre el modo en que mantenemos vivas nuestras relaciones sociales. Ciertamente no podemos reducir conocimiento a información; sin embargo, nuestro conocimiento del mundo y nuestras amistades toman forma también en el ambiente digital. Y esto conlleva riesgos (alienación, fragmentación, superficialidad), pero ciertamente también fuertes ventajas de facilidad de acceso y de contacto.

Y aquí se presenta un riesgo relevante que no muchos han sacado a la luz: tanto las redes sociales como Facebook y los motores de búsqueda como Google, conservan la información de las personas que los frecuentan y, precisamente, estos datos son utilizados para orientar las respuestas o actualizaciones de los contactos personales. Entonces, sean los motores de búsqueda como Google (otros como duckduckgo.com no lo hacen), sean las redes sociales como Facebook, estos dispositivos “aprenden” nuestros gustos, aquello que nos interesa mayormente de lo que a menudo estamos buscando. En suma: aprenden a “conocernos”, conservando las informaciones que nosotros les brindamos con nuestras actividades en la red. Y todo esto es analizado, de manera anónima, mediante algoritmos de referencia.

¿Cuál es la consecuencia? Que nuestras búsquedas nunca son neutrales o basadas en criterios exclusivamente objetivos, sino sobre nuestros intereses específicos. Están orientados al sujeto.

Entonces sujetos diversos logran resultados diferentes. Por ejemplo, si Google aprende cuál es mi orientación política, en mi búsqueda obtendré sitios y blogs que responden a mi orientación. Si Facebook “conoce” el mismo dato tenderá a mostrarme las actualizaciones de aquellas respuestas que son afines a mí porque tienen las mismas ideas que yo. Así también, si estoy buscando libros o artículos o quiero adquirir música o videos: encuentro inmediatamente lo que se supone me interesa según la base de mi vida en la red. La ventaja es inmediata: llego rápidamente a lo que presumiblemente me interesa.

Pero, por otra parte, hay un gran riesgo: el de quedar encerrados en una especie de “burbuja” que sirve de filtro ante lo que es diverso de mí, por lo cual yo no tengo la posibilidad de darme cuenta de que hay personas, libros, artículos, investigaciones que no corresponden a mis ideas o que expresan una opinión diferente a la mía. Entonces, al final, yo estaré rodeado de un mundo de informaciones que se asemejan a mí, arriesgándome a quedar encerrado ante la provocación intelectual que proviene de la alteridad y de la diferencia.

El riesgo es evidente: perder de vista la diversidad, aumentar la intolerancia, la cerrazón a la novedad y a lo imprevisto; a todo lo que se sale de mis esquemas relacionales o mentales. El otro se vuelve significativo para mí si me es, de algún modo, similar. De otra manera no existe. En este punto, hoy más que nunca, la comparación asume un valor pedagógico fundamental en un mundo que tiende a construir, incluso en la red —es decir, el lugar en principio más abierto posible— islas de autorreferencia.

 

Capacidad de testimoniar valores

 El tercer ámbito consiste en el hecho de que la sociedad digital no es ya pensable y comprensible solamente mediante los “contenidos”. No hay ante todo las cosas, sino las “personas”. Hay sobre todo las relaciones: el intercambio de contenidos se da al interior de las relaciones entre personas. La base relacional (en la red del conocimiento) es radical.

Esto es un dato fundamental que hay que evaluar bien. “La cuestión no es si la web ha provocado revoluciones o no. La cuestión es que todas las revoluciones dependen de la comunicación entre las personas”.[2] La lógica de las redes sociales nos hace comprender (al menos mejor que antes) que el contenido compartido está siempre estrechamente vinculado con la persona que lo ofrece. No hay, en efecto, en estas redes ninguna información “neutral”: el hombre está siempre directamente implicado en lo que comunica.

En la red se comparten no solamente ideas e informaciones, sino que, en última instancia, se comunica uno mismo. El testimonio se está volviendo la verdadera forma privilegiada de comunicación en el ambiente digital. Las noticias tienen valor no solamente en sí y por sí, sino porque están vinculadas a una visión del mundo encarnada por una persona que las testimonia. Es necesario distinguir la información transmitida (broadcasting) y la compartida (sharing en las redes sociales). Los dos contextos generan dos visiones de credibilidad muy diferentes.

– En el caso de la broadcasting (información transmitida) la credibilidad está completamente centrada en la autoridad y fiabilidad de quien transmite, es decir, en el encabezado.

– En el caso de la sharing (la información compartida), este concepto es más complejo, porque la información es tal solo si es compartida al interior de relaciones “creíbles” y auténticas. Sería mejor hablar de “confiabilidad”, que es un concepto mucho más relacional y participativo. Además: en el compartir, la misma relación se vuelve “información” transmitida.

La lógica de las redes sociales nos hace comprender que el contenido compartido está siempre estrechamente vinculado a la persona que lo ofrece. De hecho, no hay información “neutral” en estas redes: el hombre está siempre implicado directamente en lo que comunica. Cada uno está llamado a asumir las propias responsabilidades (y su propia tarea en el conocimiento).

El Papa Francisco, en el Mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones de 2014, escribe: “El testimonio cristiano no se hace con el bombardeo de mensajes religiosos, sino con la voluntad de darse a sí mismo a los demás, a través de la disponibilidad a involucrarse, pacientemente y con respeto, en sus preguntas y en sus dudas, en su camino de búsqueda de la verdad y del sentido de la existencia humana”.

Derrick De Kerkhove, reconocido experto en el mundo de los medios digitales, ha acuñado la expresión “aureola electrónica” para indicar la red de conexiones comunicativas que conectan a la persona con el mundo y con otras personas. Es sobre la base de esta especie de aureola, que “en los nuevos contextos y con las nuevas formas de expresión” el hombre de hoy en día está llamado a ofrecer un testimonio de sentido.

 

El reto de pensar juntos

 El cuarto ámbito atañe a la posibilidad de pensar juntos. El compartir en la red puede ser mucho más radical que un simple “intercambio”. Internet implica la conexión, el compartir recursos, tiempo, contenidos, ideas…

La aptitud para compartir plasma el modo en el que el hombre piensa y busca sinceramente la verdad. En las redes sociales los hombres están involucrados en el ser estimulados intelectualmente y en el compartir competencias y conocimientos. Internet conlleva la conexión y el compartir contenidos e ideas. La web está contribuyendo al desarrollo de nuevas y más complejas formas de conciencia intelectual y espiritual, de conciencia compartida.

Las redes sociales no solamente ayudan a expresar a los demás el propio pensamiento, sino también a pensar junto con los demás, a elaborar reflexiones, ideas, visiones de la realidad. La comunicación hoy en día ayuda al comunicador a pensar junto con una comunidad. Pero diría más: puede ayudar al comunicador a pensar junto con las personas a las cuales se dirige, gracias a la posibilidad de recibir continuamente feedback (retroalimentación) y comentarios. La comunicación es siempre un gesto que conecta a las personas entre sí.

Y para el Papa Francisco esta conexión es amplia; escribe claramente: “Internet puede ofrecer mayores posibilidades de encuentro y de solidaridad entre todos y ésta es una cosa buena, es un don de Dios”. El Papa parece leer en la red el signo de un don y de una vocación de la humanidad a estar unida, conectada. Gracias a las nuevas tecnologías de la comunicación, revive “el desafío de descubrir y transmitir la mística de vivir juntos, de mezclarnos, de encontrarnos, de tomarnos de los brazos, de apoyarnos, de participar de esa marea algo caótica que puede convertirse en una verdadera experiencia de fraternidad, en una caravana solidaria, en una santa peregrinación”.[3]

El ejemplo ya clásico de esto es el de Wikipedia. Más allá de toda otra consideración, es el fruto de la convergencia de tantas personas conectadas entre ellas en el planeta que piensan y escriben. Todos escriben a una misma voz de la enciclopedia, contribuyendo a un único trabajo común. De alguna manera es como si se “pensara” colectivamente.

El cableado de las redes está dando vida a una fuerza emergente, vital, al grado de reunir a las personas y hacerlas pensar juntos, más allá del tiempo y del espacio. Hoy en día se piensa y se conoce el mundo no sólo en la manera tradicional de la lectura y del intercambio en un contexto restringido de relaciones (enseñanza, grupos de estudio…) sino realizando una vasta conexión entre inteligencias que trabajan en la red. Podríamos decir que la inteligencia está distribuida dondequiera que haya humanidad, y ella puede hoy fácilmente estar interconectada. La red de estos conocimientos da vida a una forma de “inteligencia conectiva”.

 

El desafío de la interioridad en la época de la interactividad

 El quinto, último y más decisivo aspecto que quiero compartir con ustedes atañe al significado de la interioridad. Un gran reto hoy atañe a la experiencia de la interioridad que el hombre actual, especialmente si es joven, puede lograr. El hombre que tiene una cierta familiaridad con el internet aparece más dispuesto a la interacción que a la interiorización. Generalmente, “interioridad” es sinónimo de profundidad, mientras que “interactividad” es a menudo sinónimo de superficialidad. ¿Estaremos condenados a la superficialidad? ¿Es posible compaginar profundidad e interactividad? Es un reto de gran alcance.

Ciertamente hace falta salvaguardar espacios que permiten a la interioridad desarrollarse sin interferencias y “ruidos” que distraen el hombre de sus preguntas radicales y de su necesidad de silencio y meditación. Sin embargo, podemos constatar que el hombre de hoy en día, acostumbrado a la interactividad, interioriza las experiencias si puede tejer con ellas una relación viva y no puramente pasiva, receptiva. El hombre actual considera válidas aquellas experiencias en las que se requiere su “participación” y su involucramiento.

En general, si el objeto de conocimiento no viene traducido en experiencia de acción de parte del sujeto cognoscente, se queda extraño, no significativo y se vuelve banal y ajeno. Tenía razón Juan Bautista Vico, cuando formulaba la línea guía de la Ciencia nueva: verum ipsum factum (la verdad está en el mismo obrar). Es posible conocer de verdad un objeto sólo por aquellos que hayan contribuido a construirlo, a practicarlo y que puedan reconocer en él los efectos y las huellas de su propia acción.

En la web, entendida como lugar antropológico, no hay “profundidades” que explorar, sino “nudos” que navegar y conectar entre sí de una manera compacta. Lo que parece “superficial” es solamente el modo de conectar, incluso inesperado y no previsto, de un “nudo” con otro. La espiritualidad del hombre contemporáneo es muy sensible a estas experiencias.

A la imagen del hombre culto, inclinado sobre el libro en la penumbra de una sala con las ventanas cerradas, hoy la sustituye la del surfista deslizándose sobre la superficie del agua, persiguiendo el sentido ahí donde esté vivo. Entonces, hoy domina “la superficie en lugar de la profundidad, la velocidad en lugar de la reflexión, las secuencias en lugar del análisis, el surf (superficie) en lugar de la profundización, la comunicación en lugar de la expresión, el multitasking (multitarea) en lugar de la especialización”.¿Cuál será entonces la espiritualidad de los “bárbaros, de aquellos nativos digitales cuyo modus cogitandi está en fase de cambio” a causa de su habitar en el ambiente digital?

 

Conclusión

El escritor italiano Italo Calvino, en un ensayo intitulado Cibernética y fantasmas, advertía que el pensamiento “hasta ayer nos parecía algo fluido, evocaba en nosotros imágenes lineales como un río que fluye o un alambre que se desmadeja, o bien, imágenes de gas como una especie de nube, a tal grado que a menudo era llamado ‘el espíritu’”.

Para Calvino —que escribía en 1967 cuando yo tenía un año—, los cerebros electrónicos estaban al nivel de “brindarnos un modelo teórico convincente para los procesos más complejos de nuestra memoria, de nuestras asociaciones mentales, de nuestra imaginación, de nuestra conciencia”. Afirmaba que el pensamiento se puede figurar como el velocísimo pasaje de señales sobre intrincados circuitos eléctricos. ¿Calvino tiene razón? ¿Su tesis es sensata? Se podría discutir quizá a la luz de lo que Ramón Lulio llamaba ars magna (gran obra) y que luego Leibniz llamó ars combinatoria.

Lo que distingue al hombre de la máquina ordenadora (computadora) es precisamente el desorden. Lo que la máquina no produce es el desorden. La máquina pone orden. Por eso, no hay que quejarnos demasiado del desorden, porque en él reside la excepción lógica del hombre respecto de la máquina. Más bien el nativo digital espiritual es una especie de hacker (pirata informático) que vive la espiritualidad como hacking interior, es decir, como algo que rompe el sistema y cambia sus reglas, las visiones habituales, las lógicas automáticas, al plantear la pregunta por el sentido y abrir nuestro sistema operativo interior cerrado y a menudo considerado autosuficiente ante la trascendencia.

 

Notas al pie

[*]  Título original “Internet e le sfide della cultura umanistica”. Traducción de Carluccio Mongardi. Titolo originale “Internet e le sfide della cultura umanistica”. Traduzione di Carluccio Mongardi.

[**]  Director de la revista La Civiltà Cattolica y consultor del Consejo Pontificio para la Cultura y del Consejo Pontificio para la Comunicación Social. @antoniospadaro

 

 

[1] “El profesor no necesita dar ninguna respuesta porque las respuestas están en todas partes”. Sugata Mitra, profesor de Educational Tecnology en la Newcastle University.

[2] Nota del editor: en el original en italiano: “‘La questione non è se Internet abbia o meno provocato delle rivoluzioni. La questione è che tutte le rivoluzioni dipendono dalla comunicazione fra le persone’ (M. Castells)”. Entrevista a Manuel Castells en: Riccardo Luna, “La Rete regala conoscenza ma non può sostituire la forza delle esperienze”, en La Repubblica, 6 de noviembre de 2012. Disponible en: http://www.repubblica.it/speciali/repubblica-delle-idee/edizione2012/2012/11/06/news/manuel_castells-46006238/

[3] Evangelii Gaudium, 87.

Cuerpo expresivo y mundo. Un acercamiento a la fenomenología de Merleau-Ponty

María José Sánchez Varela Barajas[*]

Recepción: 8 de octubre de 2018
Aprobación: 23 de enero de 2019

 

Resumen. Sánchez Varela Barajas, María José. Cuerpo expresivo y mundo. Un acercamiento a la fenomenología de Merleau-Ponty. Este artículo forma parte de una serie de reflexiones que han tenido sus orígenes en la experiencia del movimiento en la práctica de la danza. La propuesta es pensar el cuerpo como lugar de expresión siguiendo los conceptos claves de la filosofía fenomenológica de Merleau-Ponty para tematizar al cuerpo expresivo desde su gestualidad y su relación con el mundo.
Palabras clave: Marleau-Ponty, cuerpo, operación de expresión, gestos expresivos, formas expresivas.

 

Abstract. Sánchez Varela Barajas, María José. Expressive body and world. A look at Merleau-Ponty’s phenomenology. This article forms part of a series of reflections rooted in the experience of movement in the practice of dance. The proposal is to think of the body as a place of expression using key concepts of Merleau-Ponty’s phenomenological philosophy to discuss the expressive body from the perspective of its gesturality and its relationship with the world.
Key words. Merlau-Ponty, body, expressive operation, expressive gestures, expressive forms.

 

El presente trabajo tiene como propósito fundamental pensar al cuerpo como “lugar” de expresión y forma parte de una serie de reflexiones que tienen sus orígenes en la experiencia de la práctica de la danza. Nuestra exposición contemplará el concepto de operación de expresión —que Merleau-Ponty usa breve y esporádicamente en la Fenomenología de la percepción[1] con la idea de tematizar al cuerpo expresivo desde su gestualidad y su relación con el mundo.

Para mayor claridad, debemos empezar con los conceptos de gestos expresivos y formas expresivas. Por gestos expresivos Merleau-Ponty entiende los “que anuncian la constitución de un sistema simbólico capaz de volver a diseñar un número infinito de situaciones. Ellos son un primer lenguaje”.[2] A partir de ello, nosotros haremos notar que los gestos expresivos de los que habla nuestro autor pueden ser tematizados como actividades que se imprimen en el cuerpo y que integran parte de un todo más general que vamos a conceptualizar como formas expresivas; así, los gestos adquieren una nueva cualidad de actos de expresión y además de impresiones de la vida —personal— en correlación con el mundo. Esto nos lleva a pensar en las formas expresivas como aquellas que ya están pre-dadas en el sentido de que constituyen ontológicamente el ser corpóreo en cada caso. Éstas conforman la singularidad expresiva de cada quien, a la manera de un tatuaje impreso, digamos, la huella gestual y personal de cada uno. Así, los gestos, en tanto activos, encarnan su posibilidad de acción gestual en las formas expresivas y en tanto que éstas últimas, al mismo tiempo, van personificando los rasgos únicos de la corporalidad de cada quien.

Nuestro trabajo constará de tres momentos principales. El primero es una revisión y propuesta de cómo el concepto de operación de expresión, llevado al plano de la expresión del movimiento corporal, considera al cuerpo como algo más que un medio o instrumento de estar en el mundo. El segundo momento desarrollará cómo el gesto se “instala” en las formas expresivas. Y, finalmente, el último momento se centrará en la relación entre el cuerpo expresivo y el mundo.

La operación de la expresión

La operación de la expresión es la comunicación lograda, la expresividad que va colmando al ser humano al “haberse encontrado” con una manera de expresar su relación con el mundo, de hacer existir la significación.

El cuerpo, en tanto percipiente-perceptor, se expresa en el coexistir en el mundo, se manifiesta y comunica habitando el mundo. En este sentido, la fisiología corporal es entrelazamiento de la expresión como “sentido viviente de la motricidad carnal”.[3] Así, el cuerpo es la vivencia misma de la existencia del ser del mundo, es la inserción corporal del ser como quiasmo[4] en el mundo.

La vivencia se encarna en la fisiología del cuerpo. El cuerpo posee cierto “orden” que lo hace ser humano y cada parte de él se entrelaza con las otras y guarda una armoniosa peculiaridad. En este sentido, la fisonomía corporal es única en cada ser humano y las formas particulares, de cada quien, y sus rasgos únicos, devienen del vivir en expresión. De este modo, el ser humano, como ser de expresión, encarna la vivencia que se enuncia en la fisionomía, ya que ésta es la manifestación expresiva de la vivencia del hombre en tanto ser encarnado en el mundo. Y es que, en la fisionomía corporal, la expresión del ser humano se presenta al mundo con sus formas únicas. La fisionomía, de cada quien, como lugar y aspecto, brinda ciertas características personales que se van haciendo y tatuando, por decirlo así, en el sujeto a través de la acción posible: los gestos.

Aunado a lo anterior, en la reflexión que emprenderemos sobre la “expresión del gesto” también consideramos que la expresión gestual puede ser pensada como “impresión de movimiento” gracias a la temporalidad, la memoria y la espacialidad corporal. Por ello, el cuerpo activo, en tanto cuerpo vivo, es capaz de gesticular, de crear gestos de expresión y, finalmente, de lenguaje. Todo esto gracias a la interacción, al “quiasmo” de la percepción del ser humano encarnado en el mundo. Además, debemos subrayar que estar en el mundo es ya un estar significativo. Los gestos expresivos designan significaciones en relación a una estructura o sistema de símbolos y signos.

La expresión es ya significativa en la percepción y la significación se vuelve sobre el cuerpo para significarlo. El gesto se comprende y capta en significación; la encarnación es ya significativa por el hecho de estar en el mundo.

Ahora bien, la configuración sensible de un objeto o de un gesto no se capta en una coincidencia inefable, se comprende por una especie de apropiación de la que todos tenemos experiencia.[5] De este modo, el gesto no es el resultado de una buena organización de las funciones fisiológicas de determinado ser humano, sino de una serie de variantes más complejas, de la vivencia, la cultura y el contexto social. En este sentido, las emociones o estados de ánimo son ya expresiones del gesto y no están detrás de él, ni se esconden en él, son también el gesto mismo, ya que las emociones se encarnan corporalmente. El gesto es la expresión de una serie de vivencias que se presentan y se dejan ver y notar gracias a la fisionomía corporal.

Habría que añadir que el gesto no es sólo una acción motriz del cuerpo, sino también el tatuaje o impresión de las acciones que ya han sido, son y serán actuadas (pasado, presente y futuro). El gesto se imprime en la fisionomía corporal mientras se vive. Cada humano vive de manera peculiar, por lo que cada cuerpo posee características expresivas únicas. En este sentido, el cuerpo es ya expresivo en tanto su ser se funda en el acceso de la experiencia de la carne. La experiencia perceptiva corporal siempre “pertenece al ser que percibimos”.[6] En el sentido ontológico de la corporeidad, se entiende que “hay una duplicidad esencial en la percepción”.[7] En esta duplicidad va “la implicación entre el ser y la experiencia”.[8] Al tener la experiencia encarnada en el mundo, y en tanto que el cuerpo es la única posibilidad que tenemos de existir, el hombre corpóreo ya contiene cierta fisionomía pre-dada que lo constituye ontológicamente como ser corpóreo y singular en cada caso.

El gesto no sólo se emite en acción, es ya una forma expresiva activa. La teoría de la expresión apunta hacia la superación de una dicotomía clásica, la del sujeto/objeto, por medio del quiasmo expresivo. En éste, pensar es ya un acto de expresión: el gesto rompe el silencio en su expresar sin voz.

A partir de estas reflexiones, y tomando en cuenta las ideas de nuestro autor, que nos sirven para ampliar nuestra indagación sobre los gestos como capacidad de expresión sin que éstos sean pronunciados fonéticamente, advertimos que la palabra está implícita en el pensamiento, en los gestos. Así, los gestos están mentados por conceptos, palabras, aunque fonéticamente no se pronuncien, pues los gestos llevan la palabra explícita en el silencio. Así, los gestos poseen significación y sentido intencional.

Para Merleau-Ponty el cuerpo es el lugar en donde sucede la “actualidad del fenómeno de expresión”.[9] Existe una expresividad que ya habita en el cuerpo y en los objetos. En el cuerpo, al ser la sede de la existencia, se comprenden los objetos del mundo natural y del mundo cultural, y entre ellos se encuentra la lengua.[10] Ahora bien, todos los objetos y el mundo se perciben en quiasmo, así, vamos construyendo una relación entre nosotros, los objetos y el mundo y así, también, fundamos la simbólica de la vida.

Comunicamos “con el” cuerpo, porque somos cuerpo en expresión. Como sujetos encarnados poseemos base sensible (hylética), es decir, nos investimos en la realidad sensible. Los signos no son meras representaciones a manera de significados, sino que vamos significando en los sentidos al vivirnos en ellos; lo anterior sucede gracias a que lo expresado y la expresión están entrelazados. Los signos, pues, llevan su sentido y lo expresan. Es decir, cuando tocamos, no tocamos a través de la mano, sino en el tacto mismo como acción intencional. La expresión es pensamiento y en ella se da también la comprensión del otro y del mundo.

La expresión, pues, es parte de la comprensión humana en tanto modalidad de comportamiento en el mundo. A través de los gestos y en sus formas expresivas es posible no sólo el acceso al mundo, sino su significación plena. La expresión de la vivencia personal que está impresa en cada hombre se expresa ante el otro, es nuestro acceso al otro. En consecuencia, no existe un cuerpo interior y un cuerpo exterior, sino que, en el cuerpo, percipiente y perceptor son en unidad, comparten el mundo, interactúan y significan. La comprensión y el acercamiento al otro se encuentran en la comprensión del mundo. El ser humano revela el mundo que se encuentra en su horizonte de percepción.

 

Las formas expresivas del cuerpo

Ahora se trata de pensar cómo las formas expresivas del cuerpo, en tanto formas ontológicas del cuerpo vivo en movimiento, tienen la capacidad de modificarse y de expresar en el mundo. Las formas expresivas del cuerpo humano son expresiones de la existencia y tienen el poder de significación en el mundo cultural. En este apartado lo que intentaremos tematizar es que las formas expresivas del cuerpo son significativas en tanto son manifestaciones de la vivencia, y, por lo tanto, tienen un carácter intencional. Con la intencionalidad queremos[11] decir que apuntan a algo o se refieren a algo ya que la vivencia y los actos tienden a algo y por ello poseen la intención de significar.

En el texto inédito antes citado “Expresión y subjetividad”, en completa coherencia con lo desarrollado en la Fenomenología de la percepción, Merleau-Ponty busca “restituir el mundo de la percepción”[12] y enraizar al espíritu en su cuerpo y en su mundo,[13] pues el “espíritu que percibe es un espíritu encarnado”,[14] en el que nuestra relación con las cosas percibidas es ambigua.

La percepción es el acto común de nuestras funciones motrices, afectivas y sensoriales.[15] El sujeto está investido de cierta situación física e histórica en existencia, en ella expresa su punto de vista sobre el mundo.[16] Así, significamos nuestro mundo circundante a través de nuestra encarnación en él. Ahora bien, percibir las cosas no quiere decir significarlas, ya que en la percepción no se encuentran los significados, en ella sólo se dan aspectos, escorzos que dependen de nuestra propia posición corporal, de nuestra propia perspectiva.

Respecto a esto, nuestro autor intenta ir “contra las doctrinas que tratan a la percepción como el simple resultado de la acción de las cosas exteriores sobre nuestro cuerpo, como contra aquellas que insisten en la autonomía de la toma de conciencia”[17] para definir que la “cualidad sensible no es ese dato opaco e indivisible […] sino en verdad son diversas modalidades de nuestra coexistencia con el mundo”.[18] Así, se intenta caminar hacia un entrecruzamiento de la filosofía de la expresión y la filosofía de la percepción haciendo notar que el lenguaje es irreductible a la percepción porque no es un comportamiento cerrado que pueda ser reductible.[19]

Merleau-Ponty va apuntando hacia un quiasmo del comportamiento corporal y el comportamiento lingüístico, ya que “existe un elemento expresivo en la percepción y uno perceptivo en la expresión”;[20] hay sentido en el ser, pero hay un ser del sentido, porque “el sentido no está ausente del ser sensible […] ni de sensibilidad, de carne”.[21] “La génesis del sentido no es objetiva sino sensible, corpórea”.[22]

“La expresividad no es ajena al ser sensible, porque ya hay sentido en el mundo que percibo”.[23] Esto es posible sólo si rechazamos una concepción ontológica objetivista de la expresividad[24] y atendemos a una expresión e intersubjetividad en donde el ser como carne o perceptibilidad posee ya un sentido que le es propio,[25] ya que “el sentido emerge de la relación del hombre con el mundo concreto”.[26]

El texto inédito “Expresión y subjetividad” completa lo anterior, pues analiza al cuerpo como “figura visible de nuestras intenciones”, como “nuestra expresión en el mundo”[27] en tanto que posee significación e intencionalidad. Así, el recorrido que hemos venido haciendo desde el inicio de nuestro ensayo va tejiendo el descubrimiento de una significación existencial del ser encarnado en el mundo. Con esto se hace evidente que “en el mundo sensible hay inmanencia entre el sentido y la expresión…”.[28]

En las formas expresivas del cuerpo reside la existencia encarnada en el mundo. Nuestro estilo, nuestro gesto, nuestra mímica existencial y hasta “nuestros movimientos afectivos más secretos, los más profundamente ligados a la infraestructura humoral, contribuyen a modelar nuestra percepción de las cosas”.[29] al mismo tiempo que nosotros nos modelamos en ese vaivén de existencia.

El cuerpo se expresa en existencia porque la existencia se realiza en él. El sentido encarnado del cuerpo, para Merleau-Ponty, “es el fenómeno central del que cuerpo y espíritu, signo y significación son unos momentos abstractos”.[30] La significación encarna el punto de vista sobre el mundo como el espacio en donde el espíritu se inviste de cierta situación física e histórica.[31] La comunicación que tenemos en el mundo supone una interacción con él, con quien expresa, con quien percibe. Como cuerpo activo, en tanto que es capaz de gestos de expresión y finalmente de lenguaje, el cuerpo se vuelve sobre el mundo percibido para significarlo”.[32] “Lo expresado no existe aparte de la expresión, los mismos signos inducen sus sentidos al exterior”.[33] Así, las relaciones entre la expresión y lo expresado con el signo y la significación son ambiguas, es decir no se dan en un sentido único.

Ahora bien, si percibimos sensaciones éstas siempre significan algo, apuntan más allá de sí mismas. Ese apuntar de la sensibilidad es la significación. No hay significación sin sensibilidad. También la significación se da en la carnalidad del hombre con su mundo, ya que es vivencia, interacción con él.

Merleau-Ponty centra su reflexión sobre el fenómeno de la palabra[34] y el sistema lingüístico. Con lo anterior nosotros podemos llevar ese análisis al terreno de los gestos, puesto que en ellos se tiene una comprensión del sentido y de los pensamientos en y con las palabras y los signos.[35] Así, también podemos ampliar estas reflexiones a un lenguaje corporal, por ejemplo, el de la danza, en donde las formas expresivas del cuerpo son infinitas porque nos llevan a un sinfín de significados. Y es posible pensar su sentido como un referente intencional dentro de un conjunto de circunstancias en donde se presentan las cosas. El cuerpo es la unidad más universal de expresión, puesto que poseemos cuerpo, somos cuerpo y con él expresamos en el mundo, damos cuenta de nosotros mismos. El cuerpo está dotado de significaciones que nos “apuntan” a algo, inclusive sin pronunciar palabras ya denotan vivencia. Las arrugas, por ejemplo, dan cuenta de cierta temporalidad transcurrida en la vida.

Nuestra presencia corporal es una especie de aportación al mundo de nuestra propia vivencia para significarlo. Con la presencia corporal en el mundo enriquecemos y aportamos a los demás la estancia del ser encarnado en el mundo.

Las formas expresivas tienen su poder de significación en el mundo cultural. Nuestro habitar en él se presenta significativamente. Tenemos la oportunidad de significar esas expresiones gracias a que el mundo posee signos que se instalan en la cultura, de esta manera, la cultura es “como otros tantos sistemas coherentes, símbolos que pueden ser compartidos y colocados bajo un denominador común”.[36] Así, podemos tener relaciones de sentido que significan en la medida en que vamos habitando un mundo con significaciones y unos con otros nos vamos haciendo en ellas. De esta manera destaca el filósofo francés que:

[…] la relación de la expresión con lo expresado o del signo con la significación no es una relación en sentido único, como la existente entre el texto original y la traducción. Ni el cuerpo ni la existencia pueden pasar por el original del ser humano, ya que cada uno presupone al otro y que el cuerpo es la existencia cuajada o generalizada, y la existencia una encamación perpetua.[37]

Habitar el mundo nos otorga la posibilidad de sentir y proponer nuevas formas de significación infinitas.

Así como las palabras están en un sistema de signos, el cuerpo está en una estructura, es decir, “en un acomodo”. Su desestructuración puede que no nos refiera a ese algo, o no nos religue. Un ojo solo, o una nariz sola, sin gestualidad ni mímica, no harían referencia en un contexto. En cambio, las formas expresivas en el conjunto del cuerpo humano, como la expresión en el mundo, hacen posible que nuestras intenciones sean visibles y, por ende, puedan ser significadas y comuniquen nuestra “coexistencia con el mundo”.

Nuestro vivir en el mundo nos dona el acceso sensible a él y así “corroboramos” la intención de significar el mundo y la creencia que de él tenemos. “El sentido no está ausente del ser sensible”.[38]

El cuerpo es expresivo y además se expresa en interacción: “lo visible expresa nuestro cuerpo y nuestra vida entera la leemos en lo que vemos. Cada cosa, en cuanto ingresa al inestable y profuso reino fenoménico, se convierte en expresiva de todas las demás y del mundo universal”.[39]

Nuestra actividad corporal nos lleva a un despliegue de potencias que posee su sentido en la configuración y fisionomía que el acto precipita en él.[40] De este modo, las formas expresivas manifiestan la actividad motriz del hombre, como expresión de la corporalidad y como actividad intencional del hombre.[41]

Nuestro autor plantea que la operación característica del espíritu se encuentra en el movimiento por el que nosotros retomamos nuestra existencia corporal y la empleamos para simbolizar en lugar de coexistir solamente. Es decir, la comunicación con el otro “sublima nuestra encarnación”.[42]

El poder de la expresión humana en tanto somos seres encarnados nos abre la posibilidad de significar en relación con el mundo y de crear nuevas significaciones en él. La operación expresiva es “el mayor beneficio de la expresión y no estriba solamente en consignar en un escrito los pensamientos que podrían perderse, un escritor apenas relee sus propias obras, y las grandes obras depositan en nosotros, en una primera lectura, todo cuanto luego sacaremos de ellas”.[43] La comunicación lograda va colmando al ser humano al “haber hallado” una manera de expresar su relación con el mundo, de hacerse existir en significación, de dar presencia a su experiencia vivida en el mundo y de tener cierto punto de vista sobre él. El ser humano da cuenta de sí al presenciarse en el vivir que es un acontecer en relación.

El filósofo francés plantea que el poder de la expresión es mejor conocido por el arte, y ejemplifica esto con la música, ya que “la significación musical de la sonata es inseparable de los sonidos que le vinculan: antes de que la hayamos oído ningún análisis nos permite adivinarla; una vez la ejecución terminada, no podremos, en nuestros análisis intelectuales de la música, sino remitirnos al momento de la experiencia: durante la ejecución, los sonidos no sólo son los “signos” de la sonata, sino que ésta está ahí a través de ellos, desciende de ellos”.[44] Así, tanto en el lenguaje musical como en el de la danza intentamos inventar los medios de expresión y diversificarlos según nuestro propio sentido para recrear un instrumento significante o expresivo.[45]

 

Cuerpo expresivo y mundo

Por el quiasmo expresivo la expresión es relación y conocimiento del mundo en tanto campo permanente de existencia y en tanto mundo cultural compartido.

Todos los actos tienen la intención de significar algo así, vivir es también un acto de pretensión significativa. En este sentido, estar en el mundo es pretender que las cosas poseen un sentido[46] y no podemos escapar de él.[47] Estar en el mundo es vivir en sentido. No es que todo tenga sentido, sino que hay un sentido. Habitamos en el sentido. Somos cuerpo, no existe otro lugar de manifestación de él que el mundo, las formas del cuerpo hacen que tengamos ciertas características y no otras.

Para Merleau Ponty, el Yo no existe a la manera de las cosas. El mundo es re-descubierto como una dimensión en la cual el Yo no cesa de situarse. Así, afirma que el Yo toma distancia, sin embargo, eso no significa que la reflexión fenomenológica se retire del mundo, sino que el mundo se revela en la conciencia como extraña y paradójica. Nos reconocemos en la existencia, en los fenómenos.

El mundo está ahí, pre-dado, el mundo es el campo general de nuestras actividades prácticas y teóricas. En este tenor, Merleau Ponty retoma a Husserl y apunta que “todo el universo de la ciencia está construido sobre el mundo vivido”.[48] Se tiene que volver al mundo antes del conocimiento del que siempre se habla y respecto del cual toda determinación científica es abstracta, significativa y dependiente”.[49] La realidad con la que se enfrenta el sujeto está por ser descrita, no por ser construida.

Al ser cuerpo, nos experimentamos en la manera de estar, de vivirnos y presentarnos ante el mundo con cierta apariencia; de esta manera, también percibimos el mundo desde esa apariencia corpórea, desde nuestra topografía corporal, que ha tenido ciertas vivencias. En nuestra encarnación en el mundo también experimentamos la unidad posible de movimiento. El sujeto está intencionalmente relacionado con las cosas a través del cuerpo vital motriz. El Yo es el ser del mundo. La manera que el ser humano tiene de vivir es la del movimiento, la imposibilidad de éste advierte una imposibilidad en la vida humana. El filósofo francés señala que las cosas son el núcleo de significación primaria alrededor del cual organizamos actos, denominaciones y expresiones.[50] Si entendemos que las formas del cuerpo se expresan en el mundo y en la relación con los demás, entonces, vivir es estar en el mundo, descubrirlo y descubrirnos para significarlo y significar en él. El hombre y el mundo sólo pueden entenderse a partir de su efectividad, del reconocimiento del cuerpo como medio primordial de acceso al mundo. El mundo de la vida está “ya ahí”, representa nuestra realidad, realidad ya existente incuestionablemente, por lo que nuestras actividades prácticas y teóricas buscan tener un contacto con las cosas desde un mundo vital ya pre-dado en el horizonte de nuestra comprensión carnal y quiasmática.

La aproximación expresiva que tenemos tanto en las cosas como en el mundo surge por medio de la experiencia que tenemos de él como cuerpo encarnado. Al percibir las cosas, éstas me procuran un modo de afección, sin embargo, la percepción “sólo podía enseñarnos una mala ambigüedad, la mezcla de finitud y universalidad, de interioridad y exterioridad”.[51] Merleau-Ponty apunta que “hay en el fenómeno de la expresión, una buena ambigüedad, es decir, una espontaneidad que realiza lo que parece imposible al considerar los elementos separados, que reúne en un solo tejido la pluralidad de las mónadas, el pasado y el presente, la naturaleza y la cultura”.[52] La expresión representa una manera particular del ser humano que se vive corpóreamente y cada individuo posee una vivencia propia dentro del mundo compartido, de un mundo social y cultural.

Para nuestro filósofo “las significaciones disponibles se entrelazan a menudo según una ley desconocida, y de una vez por todas comienza a existir un nuevo ser cultural”.[53] De este modo “el pensamiento y la expresión se constituyen, pues, simultáneamente, cuando nuestras adquisiciones culturales se movilizan al servicio de esta ley desconocida”.[54] En este sentido juegan la subjetividad y la universalidad de la significación del mundo, de la explicación del yo y el entorno. La experiencia del mundo que significa los símbolos que hay en él.[55]

El sujeto tiene que hacerse en el mundo de forma continua, nuestra experiencia y el mundo se consolidan, pero somos nosotros los que vivimos, quienes presenciamos a cada instante la conexión de las experiencias. Es a partir del mundo mismo que podemos percibir y, por lo tanto, expresarnos: “El mundo fenomenológico no es la explicitación de un ser previo, sino la fundación, los cimientos, del ser; la filosofía no es el reflejo de una verdad previa, sino, como el arte, la realización de una verdad”.[56] El mundo es el campo de todos los pensamientos y de las percepciones explicitas, el hombre está en el mundo, es en el mundo en donde se conoce. Así, expresar en el mundo es proponer en él, hacer visible el entrelazamiento de las experiencias que se da a través de las formas expresivas corporales, propias y las de los demás. El movimiento es posibilidad, es vida.

El hombre se encuentra atravesado por la intencionalidad que lo une al mundo debido a que el existir es ser-del-mundo. La percepción —al igual que el sentir— es apertura al exterior, una salida de sí para volver a sí. Esta intencionalidad se concreta en la percepción. El mundo es el fin inmanente de nuestras percepciones, cada acto perceptivo es producto de nuestra adhesión global al mismo. La percepción nos inicia y nos da acceso al mundo.

En la fenomenología es necesario regresar al mundo de la vida con el objetivo de volver a encontrarnos los fenómenos, las cosas, el Yo y los Otros; tenemos que redescubrir el mundo y su modo de existencia. Así la expresión como seres del mundo nos coloca en presencia para nosotros y para los demás, abriendo la posibilidad de significar en un sistema de signos. Los significados dan cumplimiento a los actos de expresión, a las formas expresivas del cuerpo humano.

Para que percibamos las cosas es necesario que las vivamos. La percepción no copia, sino que construye el texto del mundo. Es una manera de creer en el mundo, una fe primordial en éste, en el texto originario que lleva en sí su sentido. Así, entendemos cómo para Merleau-Ponty el “sujeto de la percepción no es un pensador absoluto, sino que funciona por aplicación de un pacto, anterior a nuestro nacimiento continuado, aquel a quien una situación física e histórica le ha sido dada para manejar, y lo es a cada instante de nuevo”.[57] Así la percepción es “completada” por la intuición y la imaginación para dar cumplimiento significativo a los actos expresivos.

Vemos cómo el hombre, como sujeto encarnado, se abre al mundo, y al mismo tiempo, es “un registro abierto” del mundo y de sí mismo; es ambiguo, pues no tiene la seguridad de qué es lo que se pueda inscribir en él.[58] Pero señala Merleau-Ponty que “una vez aparecido, no podría dejar de expresar, ya sea poco o mucho, de tener una historia o un sentido”.[59] Así, las formas expresivas se van configurando con el presente, el pasado y el futuro y, éstas a su vez, van marcando en el ser las vivencias y van haciendo de esas vivencias un mundo compartido.

Además, las formas expresivas del cuerpo se configuran también por el mundo cultural del que son parte, no de manera determinista, sino que se van re-haciendo al mundo y van haciendo mundo de manera que “la productividad misma o la libertad de la vida humana, lejos de negar nuestra situación, la utilizan y la trasforman en medio de expresión”.[60]

 

Consideraciones finales

Hemos visto que, en la operación de la expresión noción merleau-pontiana a la que nosotros nos hemos referido, principalmente basados en la Fenomenología de la percepción, nuestro autor tematiza cómo la palabra y el pensamiento están envueltos el uno en el otro. Así el sentido está preso en la palabra y ésta es ya la existencia exterior del sentido.[61] A través de la operación expresiva, nuestro filósofo devuelve al acto de hablar su verdadera fisionomía. Hemos dado cuenta de que al referirse al acto operativo de expresión, Merleau-Ponty sostiene que la palabra ya posee un poder de significación[62] que le es propio, y así el vocablo deja de ser una manera de designar los objetos o el pensamiento, y se comienza a pensar que la palabra es ya presencia de este pensamiento en el mundo sensible.

Mediante este análisis hemos intentado explicar y vincular algunos conceptos clave del pensamiento merleau-pontiano. El primero de ellos es operación de la expresión, y de acuerdo con él se afirma que el cuerpo es figura visible de nuestra expresión en el mundo y de nuestras intenciones en él. Con este concepto se intenta devolver la fisonomía y la topografía corporal al acto de hablar, pero también tematizar más allá de un análisis de la palabra, de manera que la operación de la expresión sea referencia en los análisis de significación de otras características expresivas, por ejemplo, en la danza.

Siguiendo la base de este abordaje tematizamos los gestos expresivos, como expresiones que anuncian la constitución de un sistema simbólico, y además hemos sostenido que son impresiones del cuerpo dentro de un todo que hemos llamado formas expresivas del cuerpo. En este recorrido se ha enfatizado la reflexión del filósofo francés que contempla al ser humano encarnado en el mundo y su presencia singular en él.

Hemos sostenido que a esta presencia, mejor dicho, al aparecer de las formas expresivas a las que se hace referencia en el ensayo, en tanto condición de cuerpo viviente, de acto o vivencia, le es designado un primer extracto de significación ya adherente al cuerpo, por el hecho de estar y compartir el mundo cultural y un sistema de signos; por el acto de compartir el mundo con cierta mímica existencial abriendo, así, un nuevo campo posible a la significación.

Mediante una aproximación fenomenológica basándonos en la ontología del cuerpo desde la visión del filósofo Merleau-Ponty, en su esquema corpóreo como unidad de existencia, y en su filosofía del entrelazo, del quiasmo perceptivo como apertura y contacto con el mundo, hemos podido llegar a la cuestión principal que aborda el presente ensayo, vincular el problema de la operación de la expresión con el del cuerpo encarnado y con la percepción quiasmática, para así proponer nuestro concepto de formas expresivas, de tal manera que nos sirva para pensar la expresión del hombre en el mundo y su correlación con él.

Ligado a esto, hemos subrayado que la operación y el poder de la expresión son actos significativos. Las formas expresivas del cuerpo son significativas, y como vivencia ya tienen la pretensión de significar el mundo. Por ello, nuestro interés es llevar el planteamiento a posteriores estudios y ahondar en cómo sucede esa significación. El saber articulado es una tarea central para posteriores estudios que se dirijan hacia una conceptualización del cuerpo vivo en movimiento.

Falta mucho por investigar en este terreno, ya que las consideraciones al respecto involucran una comprensión de los procesos subjetivos que implica observar y examinar atentamente los modos en que damos cumplimiento significativo a los actos de expresión, a la estructura existencial corpórea de vivencia. El cuerpo no es un objeto más entre los objetos, sino condición viva de existencia, “su sentido sólo es accesible mediante un contacto directo que irradia su significación sin abandonar su lugar temporal y espacial, nuestro cuerpo es nudo de significaciones vivientes”.[63] Queda pues esta investigación abierta para nuevas vetas que indaguen sobre el cumplimiento significativo de la expresión humana, lo cual exigiría un análisis desde la vivencia y la descripción de los modos en que la intención significativa se cumple o fracasa.

 

Fuentes documentales

Boburg, Felipe, Encarnación y fenómeno, Universidad Iberoamericana, México, 1996.

Merleau-Ponty, Maurice, Fenomenología de la percepción, Península, Barcelona, 1997.

—— “Expresión y subjetividad” en Acta Fenomenológica Latinoamericana, Volumen iv (Documentos), Círculo Latinoamericano de Fenomenología/Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 2012, pp. 654-663.

Ramírez, Mario Teodoro, El Quiasmo, ensayo sobre la filosofía de Maurice Merleau-Ponty, Universidad Michoacana, Morelia, 1994.

Ramírez, Mario Teodoro, “La subjetividad corporal y el quiasmo sexual desde Merleau-Ponty” en Non Nominus, Index, Guadalajara, año 4, número 12, noviembre de 2010, pp. 20-25.

 

Notas al pie

[*]   Socia fundadora de STARTUP, Directora de proyectos y productos culturales y Coordinadora de la app de turismo cultural. Licenciada en Filosofía y Ciencias Sociales, ITESO.

 

[1] Maurice Merleau-Ponty, Fenomenología de la percepción, Península, Barcelona, 1997. En esta obra el autor no utiliza los términos formas expresivas, ni gestos expresivos, es por ello que para los fines de este ensayo también nos remitimos a “Expresión y subjetividad”, un escrito inédito de Maurice Merleau-Ponty, en Acta Fenomenológica Latinoamericana, Volumen IV (Documentos), Lima, Círculo Latinoamericano de Fenomenología/Pontificia Universidad Católica del Perú, 2012, pp. 654-663. En este texto, Merleau-Ponty tematiza la expresión en los gestos, idea que nos ayuda a la articulación del concepto formas expresivas.

[2] Maurice Merleau-Ponty, “Expresión y subjetividad”, p. 660.

[3] Mario Teodoro Ramírez, “La subjetividad corporal y el quiasmo sexual desde Merleau Ponty” en Non Nominus, Index, Guadalajara, Jalisco, año 4, número 12, noviembre de 2010, pp. 20-25.

[4] Nota del editor: El término “quiasmo” tiene dos sentidos principales, el fisiológico y el retórico. El primero se refiere al punto en el que se cruzan dos estructuras anatómicas, el segundo remite a la figura discursiva que se forma por la repetición de una estructura en orden inverso. Se considera que los dos sentidos están presentes en Merleau-Ponty, aunque predomina el primero.

[5] Idem.

[6] Felipe Boburg, Encarnación y fenómeno, Universidad Iberoamericana, México, 1996, p. 162.

[7] Ibidem, p. 163.

[8] Idem.

[9] Ibidem, p. 250.

[10] Idem.

[11] Recordando que el sujeto es carne y la percepción es ya expresión del ser en el mundo.

[12] Maurice Merleau-Ponty, “Expresión y subjetividad…”, p. 656.

[13] Idem.

[14] Idem.

[15] Ibidem, p. 657.

[16] Idem.

[17] Ibidem, p. 656.

[18] Ibidem, p. 657.

[19] Mario Teodoro Ramírez, El Quiasmo, ensayo sobre la filosofía de Maurice Merleau-Ponty, Universidad Michoacana, Morelia, 1994, p. 156. En el capítulo del gesto y la palabra, este autor explica que si existe un “lenguaje del ser es porque hay un ser del lenguaje, porque existe una inscripción o una localidad del lenguaje en la carne del mundo”.

[20] Idem.

[21] Idem

[22] Ibidem, p. 162.

[23] Ibidem, p. 157.

[24] Idem.

[25] Ibidem, p. 158.

[26] Idem.

[27] Maurice Merleau-Ponty, “Expresión y subjetividad…”, p. 657.

[28] Mario Teodoro Ramírez, El Quiasmo, ensayo sobre la filosofía de Maurice Merleau-Ponty, p. 159.

[29] Maurice Merleau-Ponty, “Expresión y subjetividad…”, p. 657.

[30] Maurice Merleau-Ponty, Fenomenología de la percepción, p. 183.

[31] Maurice Merleau-Ponty, “Expresión y subjetividad…”, p. 657.

[32] Ibidem, p. 659.

[33] Maurice Merleau-Ponty, Fenomenología de la percepción, p. 183.

[34] Mario Teodoro Ramírez, El Quiasmo, ensayo sobre la filosofía de Maurice Merleau-Ponty. En el capítulo IV, “El quiasmo semiótico”, explica que la “reflexión sobre el fenómeno de la palabra ocupa una posición nodal en el desarrollo del pensamiento de Merleau-Ponty”, p. 153.

[35] Ibidem, p. 154.

[36] Maurice Merleau-Ponty, “Expresión y subjetividad…”, p. 662.

[37] Maurice Merleau-Ponty, Fenomenología de la percepción, p. 183.

 

[38] Mario Teodoro Ramírez apunta que hay una arqueología del sentido que nos remite al mundo sensible y hay una estructura de lo sensible que nos anticipa y configura al sentido y la idea. Ver El Quiasmo, ensayo sobre la filosofía de Maurice Merleau-Ponty, p.157.

[39] Ibidem, p. 159.

[40] Ibidem, p. 168.

[41] Ibidem, p. 170.

[42] Maurice Merleau-Ponty, “Expresión y subjetividad…”, p. 659.

[43] Maurice Merleau-Ponty, Fenomenología de la percepción, p. 199.

 

[44] Ibidem, p. 200.

[45] Maurice Merleau-Ponty, “Expresión y subjetividad…”, p. 661.

[46] Maurice Merleau-Ponty, Fenomenología de la percepción, pp. 14-15. En la experiencia de las esencias surgen las significaciones del lenguaje, de donde nace la significación mundo que hay que llevar a la expresión pura de su propio sentido.

[47] En la misma obra Merleau-Ponty sugiere que en el mundo todo tiene un sentido y no podemos escapar de él. De esta forma vivimos en el sentido. Esta noción viene a consecuencia de una nueva comprensión fenomenológica, que tuvo sus primeros esbozos a comienzos del siglo pasado en la teoría fenomenológica de Husserl y que apunta a un cuerpo fenoménico o vivido. Esta teoría intenta restaurar la unidad de la existencia y las funciones cognitivas y expresivas de la corporalidad y esta nueva forma de entender el mundo —a la manera de una apertura que nos permite encontrar relaciones del mundo y de las demás intersubjetividades— deja captar de nuevo la intención total de las cosas.

[48] Ibidem, p. 8.

[49] Ibidem, p. 9.

[50] Maurice Merleau-Ponty explica que la totalidad del mundo de las cosas posee un significado. Con ello asumimos que el cuerpo también lo posee. El cuerpo se encuentra constituido a partir de las marcas simbólicas de la existencia y se expresa en su conjunto. Uno de los grandes aportes de Merleau-Ponty es poner al cuerpo como el centro de estar del ser, que lo hace conectar con el mundo y con la naturaleza. Para él, el cuerpo es condición de la existencia.

[51] Maurice Merleau-Ponty, “Expresión y subjetividad…”, p. 663.

[52] Idem.

[53] Maurice Merleau-Ponty, Fenomenología de la percepción, p. 200.

[54] Idem.

[55] Inclusive la experiencia histórica, porque nosotros re-significamos, re-valoramos la experiencia en la vida misma.

[56] Maurice Merleau-Ponty, Fenomenología de la percepción, pp. 19- 20.

[57] Maurice Merleau-Ponty, “Expresión y subjetividad…”, p. 658.

[58] Idem.

[59] Idem.

[60] Idem.

[61] Maurice Merleau-Ponty, Fenomenología de la percepción, pp. 191-223.

[62] Ibidem, p. 199.

[63] Ibidem, p. 168.

De Marx a Mariátegui, acumulación originaria y comunidad agraria

Aldo Rabiela Beretta [*]

 

Recepción: 28 de febrero de 2019

Aprobación: 25 de abril de 2019

 

Resumen. Rabiela Beretta Aldo. De Marx a Mariátegui, acumulación originaria y comunidad agraria. El artículo investiga la relación entre acumulación originaria y comunidad agraria en Marx y en Mariátegui. En primer lugar, se demuestra la compatibilidad conceptual entre ambos autores y, en segundo lugar, se presentan las correspondencias entre sus posiciones teóricas. Lo anterior contribuye a discutir nuevamente el proceso de acumulación originaria en Latinoamérica y su relación con las estructuras comunitarias existentes. La investigación utiliza como base para la reconstrucción teórica de los conceptos en Marx, los Grundrisse de 1857-58 y los borradores de la carta dirigida a Vera Sassulitsch en 1881. Para la reconstrucción teórica en Mariátegui, el artículo recupera los Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana, y los textos El problema de las razas en América Latina y Principios programáticos del partido socialista.
Palabras clave. Mariátegui, Marx, Acumulación originaria.

 

Abstract. Rabiela Beretta Aldo. From Marx to Mariátegui, primitive accumulation and agrarian community. The article looks at the relationship between primitive accumulation and agrarian community in Marx and in Mariátegui. First, it demonstrates the conceptual compatibility between the two authors, and then it presents the correlations between their theoretical positions. This leads to a new discussion of the process of primitive accumulation in Latin America and its relationship with existing communitarian structures. As a basis for the theoretical reconstruction of the concepts in Marx, the research uses the Grundrisse of 1857-58 and the drafts of the letter addressed to Vera Sassulitsch in 1881. For the theoretical reconstruction in Mariátegui, the article examines the Seven Interpretive Essays on Peruvian Reality, and the texts The Problem of the Races in Latin America and Programmatic Principles of the Socialist Party.
Key words. Mariátegui, Marx, Primitive accumulation.

 

La relación entre Marx y Mariátegui fue un tema que Alfonso Ibáñez abordó en sus primeras etapas de trabajo académico. Especialmente le interesó destacar las características de lo que llamó la peculiar concepción del marxismo de Mariátegui. En su obra de 1978 titulada Mariategui: revolución y utopía, escribió: “el hilo conductor de nuestra interpretación, consistirá en destacar los puntos que consideramos más importantes para comprender cabalmente su peculiar concepción del marxismo”.[1] A lo largo de sus seminarios y conferencias Ibáñez se mostraba convencido de la importancia de explorar el vínculo entre el pensamiento de Mariátegui y la obra de Marx, para proseguir con la recreación no dogmática del marxismo desde América Latina.

En continuidad con la perspectiva de Ibáñez, “estamos persuadidos de que es necesario e importante trabajar más a fondo sobre el tema de ‘Mariátegui y el Marxismo’. Pues […] todavía queda mucho por profundizar y precisar, tanto en lo que se refiere a su posición sobre la sociedad peruana como en su concepción anti-dogmática del marxismo”.[2] En esta afirmación se encuentra el propósito de nuestro artículo. Queremos recordar a Alfonso Ibáñez investigando uno de los temas cuya relevancia nos enseñó a descubrir. Por ello, volvemos —con Marx— a ciertos pasajes de Mariátegui, para pensar la relación entre acumulación originaria y comunidad agraria en ambos autores. Sostenemos que esta compatibilidad conceptual existe y que mostrarla permite, por una parte, descubrir las correspondencias entre sus posiciones, aun cuando Mariátegui de ninguna forma pudo haber conocido la mayor parte de los textos que utilizaremos para reconstruir la posición de Marx[3] y, por otra parte, contribuye a discutir nuevamente aspectos propios del capitalismo particularmente padecidos en Latinoamérica.

Para alcanzar nuestro objetivo, abordaremos, en primer lugar, algunos elementos de la noción de acumulación originaria en Marx, con base en el cuaderno VI de los Grundrisse de 1857-1958 y en el capítulo 24 del primer libro de El capital. En segundo lugar, reconstruiremos los aspectos principales de la noción de comunidad agraria y su relación con la acumulación originaria, con base en los borradores de la carta que Marx escribió a Vera Sassulitsch en 1881. En tercer lugar, retomaremos el análisis de Mariátegui que presenta una argumentación correspondiente a la idea de acumulación originaria, con base en el primer y el tercer ensayo de su obra principal Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana. Finalmente, en cuarto lugar, recuperaremos las elaboraciones de Mariátegui sobre la comunidad indígena utilizando, además de la obra señalada, dos textos incluidos en el volumen 13 de sus obras completas: El problema de las razas en América Latina y Principios programáticos del partido socialista. A modo de conclusión reflexionaremos sucintamente las claves de interpretación más significativas.

 

Marx: sobre la acumulación originaria 

Marx inicia el capítulo 24 de El capital, titulado ‘La así llamada acumulación originaria’, con un primer apartado sobre ‘el secreto de la acumulación originaria’. En él afirma que la génesis del capitalismo “parece girar en un círculo vicioso del que sólo podemos salir al suponer una acumulación ‘originaria’ (previous accumulation en Adam Smith) precedente a la acumulación capitalista, una acumulación que no es el resultado del modo de producción capitalista, sino su punto de partida”.[4] La primera toma de posición que ofrece Marx revela uno de los interlocutores de su crítica y especifica la referencia conceptual que, hasta cierto punto, se encuentra detrás de sus propias consideraciones. Esto es, la noción de acumulación previa que Adam Smith presenta en la introducción al libro II de la Riqueza de las Naciones intitulado ‘Sobre la naturaleza, acumulación y empleo de las reservas’.[5]

Sin hacer mención explícita de la argumentación de Smith, Marx critica la explicación de la acumulación previa basada —en última instancia— en una actitud moral que por medio del ahorro y del trabajo permite la acumulación de excedentes privados.[6] Indica que entre los economistas el origen de la acumulación previa es explicado de manera anecdótica: “En un tiempo muy remoto había, por un lado, una elite trabajadora, inteligente y sobre todo ahorrativa y, por el otro lado, harapientos flojos y despilfarradores”.[7] Explicación que para Marx pasaba por alto una revisión histórica del origen del capitalismo, donde el despojo y el sometimiento jugaron un papel decisivo. “En la historia real, como es sabido, el gran papel lo juegan la conquista, el sojuzgamiento, el asesinato por robo, en breve la violencia. En la afable economía política predomina desde siempre el idilio. El derecho y el ‘trabajo’ fueron desde siempre los únicos medios de enriquecimiento”.[8] En la última frase de la afirmación anterior está el punto de acceso al paso crítico que Marx emprende frente a los planteamientos predominantes dentro de la economía política de su tiempo. Precisamente, trató de mostrar que el derecho y el trabajo no han sido los únicos medios que han hecho posible la acumulación de excedentes privados y que más adelante hicieron posible la secuencia: producción-capitalista/plusvalía/acumulación-de-capital/producción-capitalista.

Ahora bien, los primeros argumentos que Marx elabora sobre la acumulación originaria aparecen en los manuscritos de 1857-1858, diez años antes de la publicación de la primera edición del libro primero de El capital. Particularmente en el cuaderno IV de los Grundrisse, dentro de la sección dedicada a las ‘Formas que preceden la producción capitalista’, señala que “las condiciones originarias de la producción no pueden ser originariamente producidas por sí mismas, ser resultado de la producción. La unidad de los seres humanos vivientes y actuantes con las condiciones naturales e inorgánicas de su metabolismo con la naturaleza —y por lo tanto, su apropiación de la naturaleza— no requiere explicación “sino la separación entre estas condiciones inorgánicas de la existencia humana y esta existencia actuante”.[9]

El primer aspecto de este pasaje subraya que el modo de producción, en este caso el capitalista, no puede producir sus condiciones originarias por sí mismo. En esta primera afirmación encontramos una idea que recupera los argumentos previos de esta sección de los Grundrisse, en el sentido de que existieron formaciones socio-económicas que históricamente precedieron la producción capitalista, y que, precisamente, algún acontecimiento relativo a ellas, a sus características fundamentales, tuvo que ocurrir para crear las condiciones que hicieron posible esta nueva forma de producción. En la segunda afirmación aparecen los elementos complementarios para comprender esta fase de su argumento. Marx afirma que a partir de las formaciones socio-económicas sedentarias se presenta siempre alguna forma de articulación reproductiva entre los seres humanos y su entorno natural. Esta articulación entre seres humanos y circunstancias materiales, que a lo largo de la historia humana ha presentado concreciones diversas, será el continuum que la producción capitalista interrumpe y subordina a su propia racionalidad.

Por ello, el elemento adicional que encontramos en la afirmación crítica del pasaje es, así mismo, el planteamiento del objeto de la investigación crítica, aquello que requiere ser explicado, esto es, la separación entre los seres humanos y su entorno material. El análisis de esta separación fue parte central del programa teórico-crítico de Marx. El argumento cruza, muchas veces tácitamente, las primeras secciones del libro primero de El capital. Sin embargo, en los manuscritos de 1857-1858 las reflexiones revelan un énfasis que en la argumentación de 1867-1875 quedó asumido de manera implícita. En este sentido, podemos leer aún en los Grundrisse que un supuesto para la creación de este artefacto llamado trabajo asalariado, y una de las condiciones históricas del capital “es la separación del trabajo libre de las condiciones objetivas de su realización —del medio de trabajo y del material de trabajo—”,[10] que Antonio Negri en su estudio sobre los Grundrisse ha llamado “la lógica de la separación”,[11] para subrayar lo que Marx revela como dinamismo inherente al proceso de valorización.

Esta separación es una condición necesaria para crear, entre otras cosas, la mercancía fuerza de trabajo y establecer una nueva configuración de relaciones sociales abstractas, que en un primer momento suponen —como condición de posibilidad— la desarticulación de las relaciones sociales comunitarias que permiten la realización del trabajo: la relación con el medio y el material de trabajo. Las anotaciones de Marx indican específicamente una separación fundamental, a modo de punto de inflexión respecto de otras formaciones socio-económicas de la humanidad: “Sobre todo la separación del trabajador de la tierra como su laboratorium natural, por lo tanto, disociación de la pequeña libre propiedad de la tierra, así como de la propiedad comunitaria de la tierra basada en la comuna oriental”.[12] Con esta adición agrega tres elementos a la caracterización de las relaciones sociales de la unidad originara de seres humanos con su entorno material —que posteriormente llamará comunidad arcaica. Se trata de relaciones comunitarias con propiedad colectiva, producción colectiva y un proceso de aprendizaje asociado a la tierra.

Ahora bien, en los Grundrisse encontramos un pasaje donde explica de manera apretada sus ideas detrás del proceso de separación de la unidad de relaciones originarias y la creación del trabajo abstracto. Veamos:

En las diferentes formas, en las que el trabajo se relaciona con sus condiciones de producción como su propiedad, la reproducción del trabajador no está, de ninguna manera, puesta a través del mero trabajo, pues su relación de propiedad no es el resultado, sino el presupuesto de su trabajo. En la propiedad de la tierra esto es claro […] que el tipo particular de propiedad que constituye al trabajo no se basa en el mero trabajo o en el intercambio de trabajo, sino en una relación del trabajador con una entidad comunitaria y con condiciones que él encuentra previamente, desde las cuales él parte como su base. Ellas son también producto de un trabajo, de un trabajo histórico general, el trabajo de la entidad comunitaria, su desarrollo histórico, el cual no parte del trabajo del individuo ni del intercambio de su trabajo […] Una situación en la cual se intercambia mero trabajo por trabajo […] la disolución del trabajo de su estado-de-crecimiento-conjunto originario [ursprüngliches Zusammengewachsensein] con sus condiciones objetivas […] El intercambio de trabajo por trabajo —aparentemente la condición de la propiedad del trabajador— se funda sobre la ausencia de propiedad del trabajador como su base.[13]

A partir de este pasaje de los Grundrisse podemos recuperar tres elementos que contribuyen a comprender las ideas de Marx asociadas a la separación de las relaciones comunitarias originarias. En primer lugar, el pasaje señala que existen formaciones económicas en las cuales los trabajadores se relacionan con las condiciones de producción —aquella situación y elementos que hacen posible un tipo de producción— como su propiedad. En este caso Marx tiene en mente un trabajo destinado a la reproducción de la vida material, no un trabajo abstracto puesto a disposición de una demanda por fuerza de trabajo. En el primer tipo de trabajo, que en El capital llamará trabajo concreto, la relación de propiedad no es resultado de un proceso productivo, sino su presupuesto. Es importante señalar que Marx se refiere a la relación de propiedad como aquello que constituye al trabajo. En este primer elemento, tenemos que la relación de propiedad no es resultado del trabajo, sino un presupuesto; y que este presupuesto —la relación de propiedad— constituye al trabajo. Esta relación lo hace ser de un modo o de otro, le permite producir una u otra cosa.

El segundo elemento, surge con el ejemplo que Marx ofrece para esclarecer el primer punto, esto es, la propiedad de la tierra. Aquí aparece el elemento que clarifica la idea de la relación de propiedad; se basa en una relación del trabajador con una comunidad, y con las condiciones, saberes y materiales históricamente creados por ella. El tercer elemento, introduce la variable del trabajo abstracto como fuerza de trabajo destinada al intercambio, y nos indica que, en el modo de producción capitalista, la aparente propiedad del trabajador individual, esto es, su fuerza de trabajo ofrecida en las relaciones de intercambio, se funda sobre la ausencia de propiedad del trabajador; lo que significa la desarticulación del estado originario de crecimiento-conjunto al interior de la relación comunitaria con propiedad, medios y saberes comunitarios. Finalmente, “una vez presupuesta esta separación, el proceso de producción sólo puede producirla de manera nueva, reproducirla y producirla a mayor escala”.[14] El proceso nuevo del modo de producción capitalista modifica la articulación comunitaria originaria. Se funda sobre la ausencia de propiedad del trabajador y reproduce a mayor escala el proceso de separación.

 

Marx: la comunidad agraria

Para clarificar los aspectos de la unidad originaria y las posibilidades de su desarrollo como formación socio-económica tenemos registro de la comunicación entre Marx y Vera Sassulitsch,[15] una populista rusa (parte del movimiento Narodniks) y posteriormente marxista, que escribe a Marx desde su exilio en Suiza para consultarle sobre la transformación de la comunidad agraria rusa. Contamos, afortunadamente, con los borradores que componen el proyecto de respuesta a la carta de Sassulitsch redactado por Marx. En ellos recupera precisamente aspectos de los pasajes del cuaderno IV de los Grundrisse sobre las Formen, e incluye de manera central los pasajes iniciales del capítulo 24 sobre el secreto de la así llamada acumulación originaria, siempre utilizando como referencia la edición francesa del libro primero de El capital. Esta particularidad rebasa propósitos de comprensión filológica porque, como es sabido, la edición francesa del primer libro de El capital fue la última revisada y corregida detalladamente por el propio Marx entre 1872 y 1875, y en ella incorporó sus posiciones teóricas definitivas.

La pregunta central de la carta de Sassulitsch a Marx versaba sobre la posibilidad de transformar la comuna rural rusa al socialismo sin tener que pasar por una transformación capitalista. Durante los últimos años de vida de Marx surgió el debate entre los pensadores ‘marxistas’ acerca de la posibilidad de transitar desde formaciones sociales de rasgos feudales, como supuestamente lo sería la comunidad rusa, hacia el socialismo. El punto de discusión era la necesidad o no de transitar por una formación capitalista que desarrollara las fuerzas productivas y las relaciones de producción, con la correspondiente creación del proletariado como potencial sujeto revolucionario. Escribía Sassulitsch: “En los últimos tiempos hemos escuchado decir con frecuencia que la comuna rural es una forma arcaica que la historia, el socialismo científico, en una palabra, todo aquello que hay de indiscutible, condenan a perecer. Las personas que predican esto se dicen sus discípulos por excelencia: ‘marxistas’”.[16]

Sin embargo, ante Vera Sassulitsch se presentaban dos opciones. O bien la comuna rural rusa tendría que desaparecer, para lo cual los esfuerzos revolucionarios habrían de dedicarse a realizar propaganda exclusivamente entre las minorías trabajadoras de la ciudad, y a esperar el tiempo necesario para que el campo ruso fuera industrializado y cambiara de forma de propiedad.[17] O bien, si la comuna rusa podría desarrollarse hacia una formación socialista, habría que transformarla en una organización liberada de las presiones administrativas y fiscales, “es decir, organizar poco a poco su producción y su distribución de productos sobre las bases colectivistas. En este caso, el socialista revolucionario debe sacrificar todas sus fuerzas a la liberación de la comuna y a su desarrollo”.[18]

La respuesta de Marx es una pieza decisiva para comprender las posiciones teóricas que suscribió dos años antes de su muerte. En todos los borradores inicia con la misma cita, esto es, un pasaje de la primera sección del capítulo 24 de la edición francesa de El capital: “En el tratamiento de la génesis de la producción capitalista he dicho que ella ‘yace sobre la base de la separación radical entre el productor y los medios de producción’[19] y que ‘el fundamento de todo este desarrollo es la expropiación de los cultivadores. Ella se ha llevado a cabo de modo radical solo en Inglaterra…Pero todos los demás países de Europa occidental siguen el mismo movimiento”.[20]

La relevancia de este pasaje en la edición francesa estriba en que Marx afirma que el modo de producción capitalista acontece sobre la base de la separación. Esta separación es la condición que la hace posible, pero su fundamento es la expropiación. Ambos elementos, fundamento y condición de posibilidad, han generado la transformación, en Europa occidental, de la formación socio-económica feudal hacia una capitalista. La corrección que introdujo Marx es la frase “pero todos los demás países de Europa occidental siguen el mismo movimiento”.[21] Esto contribuye a comprender mejor sus argumentos sobre la acumulación originaria y el desarrollo del capitalismo. Por un lado, mantiene la tesis de que el modo de producción capitalista de manera universal se fundamenta en la expropiación de los cultivadores, y basa su despliegue en la separación entre productor y medios de producción. Pero, por otro lado, indica claramente que la secuencia entre modos de producción feudal y capitalista se limita a Europa occidental y no se trata de una determinación histórica. Con ello, deja abierta la posibilidad de que otros desarrollos no necesariamente tengan que transitar las etapas del proceso europeo occidental, es decir, de que no todas las formaciones socio-económicas tengan que ser transformadas en formaciones capitalistas antes de poder superar las limitaciones que esta última conlleva.

Para clarificar las ideas de Marx acerca de la comunidad originaria contamos de manera destacada con el texto de 1858 sobre las Formen y con los borradores de respuesta a la carta de Vera Sassulitsch de 1881, donde aparecen las posiciones que sostuvo al final de su vida. Tomaremos como base los borradores de respuesta a Sassulitsch porque en ellos Marx mantiene las ideas centrales de 1858, pero realiza precisiones sobre lo que llama la comunidad agraria, basadas en sus investigaciones de 1879-1881 sobre diversos estudios etnográficos y de historia antigua.

En el primer borrador de la carta de respuesta a Sassulitsch, Marx indica que en el caso de Europa la comunidad agraria es una formación que surge en el período de transición entre la propiedad común y la propiedad privada.[22] Dicha comunidad agraria en Occidente es lo que Tácito llamó en sus investigaciones la comuna germana,[23] y es el resultado de múltiples transformaciones de la comunidad arcaica a largo de la historia europea. Pero afirma que no toda formación socio-económica con los rasgos de la comunidad agraria debe tener el mismo destino que lo ocurrido en Europa, esto es, el tránsito hacia la formación capitalista. “¿Significa esto que, bajo cualquier circunstancia, el desarrollo de la ‘comuna rural’ debe tomar este camino? De ninguna manera. Su forma fundamental admite esta alternativa: o bien el elemento de la propiedad privada contenido en ella triunfará sobre el elemento colectivo, o bien éste sobre aquél”.[24] Este argumento refuerza la corrección que introdujo en la edición francesa de El capital, que emplea como primera parte de la respuesta a Sassulitsch. La intención de Marx es clara, despejar cualquier duda con respecto a su posición sobre la transformación de formaciones basadas en la comunidad agraria hacia formaciones socialistas.

En este sentido, escribe Marx en la versión definitiva de su respuesta a Sassulitsch, que “la comuna rusa es el punto de apoyo para el renacimiento social de Rusia”;[25] mientras que en el primer borrador inicialmente escribe una respuesta aún más contundente al afirmar que “si la revolución triunfa a tiempo, si concentra todas sus fuerzas para asegurar el progreso libre de la comuna rural, ella se transformará pronto en un elemento de la regeneración de la sociedad rusa y se desarrollará como un elemento de superioridad sobre los países esclavizados por el régimen capitalista”.[26]

Marx especifica entonces los aspectos de la comuna rural que podrían progresar desde la noción de comunidad agraria y, a su vez, la distingue de la noción de comunidad arcaica, “debo de introducir ciertos rasgos característicos que distinguen a la ‘comunidad agraria’ de los tipos arcaicos”.[27] Esta clarificación resulta significativa, porque en la recepción de los Grundrisse las diferencias entre ambos conceptos resultaron, en ocasiones, oscurecidas. De esta manera, la comunidad arcaica sería esa formación socio-económica vinculada a la idea de comunismo primitivo, mientras que la comunidad agraria presenta una formación socio-económica que Marx encuentra aún vigente, por lo menos en la comuna agraria rusa y en otras regiones de Asia.[28] Como él mismo indica a Sassulitsch: “la forma de la comunidad agraria es también la de la comuna rusa”.[29]

Respecto a la comunidad arcaica, Marx señala que se trata de una formación basada en lazos de parentesco sanguíneo, una comunidad de sangre, lenguaje y costumbres. La comunidad arcaica “se basa en relaciones de consanguinidad entre sus miembros. Uno pertenece a ella sólo por parentesco sanguíneo o adopción. Su estructura es la de un árbol genealógico”.[30] Asimismo, en la comunidad arcaica se observaban sistemas de vivienda colectiva, o bien una casa común. En cuanto a la propiedad de la tierra, en la comunidad arcaica la propiedad era colectiva, “el trabajo se realiza en común y el producto comunitario, excepto la parte reservada para la reproducción, se distribuye según las necesidades”.[31] La tierra como propiedad común proporcionaba el medio y el material de trabajo, lo que Marx llama el “gran laboratorio […] la base de la entidad comunitaria”.[32]

Por otra parte, “[l]a ‘comunidad agraria’ fue la primera agrupación social de personas libres, que no estaba limitada por los lazos de sangre”.[33] Respecto a la propiedad común, Marx indica que en la comunidad agraria, tanto la casa como el corral pertenecen al agricultor. La tierra es propiedad común, pero “se reparte periódicamente entre los miembros de la comunidad agrícola, de modo que cada quien cultiva por cuenta propia los campos que le son asignados y se apropia de los frutos personalmente”.[34] El trabajo se realiza predominantemente en forma individual, pero en ocasiones también en forma colectiva.

En la comunidad agraria, el productor se relaciona con su entorno material como suyo. Es el ámbito que le ofrece las condiciones para realizar su reproducción, tanto en prácticas de cultivo y apropiación colectiva, como en apropiación individual. Asimismo, la relación con la tierra está siempre mediada por la pertenencia a una comunidad: “Un individuo aislado podría tener tan poca propiedad en suelo y tierra, como lenguaje […] Si las condiciones objetivas de su trabajo están presupuestas como pertenecientes a él, así es él mismo subjetivamente presupuesto como miembro de una comunidad, a través de la cual está mediada su relación con la tierra”.[35] Dichas características compartidas por la comuna rusa aún existente en una circunstancia contemporánea al modo de producción capitalista, le daban a Rusia —en opinión de Marx— una condición sumamente favorable “a través de la contemporaneidad con la producción occidental que domina el mercado mundial, le es posible a Rusia incorporar a la comuna todos los logros positivos que han sido alcanzados por el sistema capitalista sin tener que pasar por la horca caudina”.[36]

 

Mariátegui: sobre la acumulación originaria

Ahora bien, para establecer la continuidad entre los argumentos de Marx y las tesis de Mariátegui recuperaremos algunos pasajes de la obra más importante de este último autor: Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana. De manera destacada nos concentraremos en el primer y en el tercer ensayo titulados respectivamente: “Esquema de la evolución económica” y “El problema de la tierra”. Adicionalmente recuperaremos algunos textos compilados en el tomo 13 de las Obras Completas titulado Ideología y Política, particularmente “El problema de las razas en América Latina” y los “Principios programáticos del partido socialista”.

En el primer ensayo, “Esquema de la evolución económica”, Mariátegui elaboró un análisis que reconstruye lo que Marx llamó el proceso de acumulación originaria. Las primeras secciones bien pueden ser comprendidas como un acercamiento a la acumulación originaria que confiere las bases para la dinámica de acumulación propiamente capitalista. Como señala en las primeras páginas de su obra: “Hasta la conquista se desenvolvió en el Perú una economía que brotaba espontánea y libremente del suelo y la gente peruana. En el Imperio de los Incas, agrupación de comunas agrícolas y sedentarias, lo más interesante era la economía”.[37] Mariátegui, desde el primer momento, pone de relieve una formación socio-económica que antecede a las prácticas de los conquistadores, la economía basada en comunas agrícolas agrupadas por el imperio Inca. Esta economía de las comunas agrícolas expresaba, para Mariátegui, el aspecto más interesante de la civilización incaica, porque mostraba en su base un desarrollo ‘natural’ entre la comunidad y el suelo, es decir, entre las relaciones comunitarias y el entorno material que poseían. La formación socio-económica previa a la conquista mostraba el metabolismo que Marx indicó entre entidades comunitarias y sus condiciones materiales: la amalgama socio-económica del desarrollo conjunto de las relaciones comunitarias, medio de trabajo, material de trabajo y reproducción de valores de uso.

Dicho proceso de desarrollo socio-económico basado en comunas agrícolas, posteriormente agrupado por los incas en una organización formal más amplia, fue destruido por la conquista. “Los españoles empezaron a cultivar el suelo y a explotar las minas de oro y plata. Sobre las ruinas y los residuos de una economía socialista, echaron las bases de una economía feudal”.[38] Debido a la orientación de los conquistadores hacia la explotación minera, instauraron sistemas de trabajos forzados y redujeron a la esclavitud a comunidades agrícolas. “[La población indígena] no quedó así reducida sólo a un estado de servidumbre —como habría acontecido si los españoles se hubiesen limitado a la explotación de las tierras conservando el carácter agrario— sino, en gran parte, a un estado de esclavitud”.[39] La explotación de la tierra por los conquistadores condujo a una primera forma de desarticulación de la formación socio-económica indígena, pero la orientación hacia la explotación intensiva de las minas de oro y plata, como ha sido ampliamente documentado, introdujo formas de trabajo esclavo. Con esta caracterización tenemos las pautas para pensar el proceso de acumulación originaria desde el acontecimiento que fractura el dinamismo de constitución recíproca entre las relaciones comunitarias y sus condiciones materiales, e introduce una nueva forma de trabajo orientada exclusivamente a procesos de acumulación: “La codicia de los metales preciosos […] empujó a los españoles a ocuparse preferentemente en la minería. Su interés pugnaba por convertir en un pueblo minero al que, bajo sus Incas y desde sus más remotos orígenes, había sido un pueblo fundamentalmente agrario […] El trabajo de las minas y las ciudades, debía hacer de él un esclavo. Los españoles establecieron […] el trabajo forzado, arrancando al indio de su suelo y de sus costumbres”.[40] Los aspectos coincidentes con el argumento de Marx sobre la acumulación originaria estriban tanto en el fenómeno de expropiación de los cultivadores, en este caso las comunidades indígenas, de tierra y costumbres como en la sucesiva separación de las comunidades indígenas, el medio y los materiales de reproducción generados a lo largo del periodo colonial y en las etapas sucesivas.

Sin embargo, también en el período colonial, Mariátegui observó tendencias contrapuestas respecto del desarrollo de la estructura económica de la comunidad indígena. En su obra señala en múltiples ocasiones que los jesuitas impulsaron, en los territorios indígenas bajo su responsabilidad, una transformación económica que integró la teoría y práctica europea con las estructuras productivas comunitarias.

Sólo los jesuitas, con su orgánico positivismo, mostraron acaso, en el Perú como en otras tierras de América, aptitud de creación económica. Los latifundios que les fueron asignados prosperaron. Los vestigios de su organización restan como una huella duradera. Quien recuerde el vasto experimento de los jesuitas en el Paraguay, donde tan hábilmente aprovecharon y explotaron la tendencia natural de los indígenas al comunismo, no puede sorprenderse absolutamente de que esta congregación de hijos de San Iñigo de Loyola, como los llama Unamuno, fuese capaz de crear en el suelo peruano los centros de trabajo y producción que los nobles, doctores y clérigos […] no se ocuparon nunca de formar.[41]

El acierto para Mariátegui fue la capacidad de reconocer las virtudes de las prácticas económicas y culturales de la comunidad agraria indígena y fortalecer así su desarrollo histórico, sin fracturar su articulación comunitario-material: “Estudiaron las costumbres de los naturales, recogieron sus tradiciones, allegaron los primeros materiales de su historia. Jesuitas y dominicos, por una suerte de facultad de adaptación y asimilación que caracteriza sobre todo a los jesuitas, captaron no pocos secretos de la historia y el espíritu indígenas”.[42] Resulta interesante constatar que Mariátegui, siempre desde el análisis socio-económico, interpreta acontecimientos como el periodo colonial sin perder de vista la posibilidad de una contra-historia. Con el ejemplo del trabajo jesuita en tierras indígenas intenta mostrar las posibilidades que la comunidad agraria indígena contenía como formación social, expresadas en una situación donde su dinamismo ‘natural’ no fue fracturado.

Posteriormente, ya en el análisis de la actualidad peruana, Mariátegui señala la coexistencia de elementos de tres economías distintas que conviven de manera conflictiva en el Perú: elementos de una economía feudal que caracterizan a la economía surgida de la conquista, elementos comunistas que caracterizan a la economía comunitaria indígena y elementos capitalistas que caracterizan a la economía industrial desarrollada en la costa.[43] La relación de coexistencia entre estos elementos, confirma el énfasis de su análisis. En su referencia a la economía de la costa peruana, indica que “sobre un suelo feudal, crece una economía burguesa”.[44] Sin embargo, Mariátegui señala que bajo la economía feudal impuesta en la conquista subsisten “residuos vivos todavía de la economía comunista indígena”.[45] A pesar de que Mariátegui utiliza en su análisis las supuestas transiciones entre los modos de producción, afirma la coexistencia de elementos de economías distintas en la misma realidad peruana, y confiere a la economía comunitaria indígena un aspecto central en la construcción del socialismo indoamericano. Como indica Ibáñez: “Mariátegui piensa hallar los elementos germinales del socialismo no sólo en la contradicción capital-trabajo, que suponía el desarrollo industrial capitalista, sino también en la supervivencia de las tradiciones comunales del campesinado indígena”.[46] Lo anterior subraya el hecho de que Mariátegui interpretaba a la comunidad agraria indígena, en su dimensión previa a la conquista, como referencia para comprender las fracturas y el despojo de la acumulación originaria que posibilitó, años después, el modo de producción capitalista dependiente, pero al mismo tiempo interpreta a la comunidad agraria indígena viviente como un elemento fundamental para la creación del socialismo indoamericano.

Mientras que para el marxismo oficial el socialismo debía de ser resultado del desarrollo y agotamiento del capitalismo, estos residuos vivos de la economía indígena fueron para Mariátegui un aspecto central para transformar la realidad peruana. Resulta evidente que al categorizar estos elementos coexistentes bajo los términos comunismo, feudalismo y capitalismo, Mariátegui tiene en mente las nociones que Marx y Engels habían sugerido en el primer capítulo del Manifiesto del partido comunista,[47] posteriormente reforzadas por Engels a partir de La familia, la propiedad privada y el estado,[48] y que el marxismo oficial presentó como etapas para explicar la evolución de las sociedades con base en la secuencia de los modos de producción: comunismo primitivo, esclavista, feudal, capitalista y socialista. Sin embargo, la importancia que Mariátegui otorgó a la economía indígena se oponía frontalmente a las resoluciones de la iii Internacional, que en su vi Congreso llamaba a las economías coloniales y dependientes a terminar con las formas económicas precapitalistas por medio de una revolución agraria que hiciera posibles transformaciones capitalistas y dejara a un lado las reivindicaciones comunales agrarias.[49] Paradójicamente, la posición de Mariátegui, debatida y cuestionada por el marxismo oficial, respecto del papel de la comunidad agraria indígena y sus elementos de socialismo práctico como punto de apoyo para la superación del capitalismo, coincide ampliamente con las tesis que Marx elaboró sobre el papel de la comuna rusa publicadas años después.

En el tránsito de una estructura económica de rasgos feudales hacia una capitalista, Mariátegui hace ver la importancia de analizar sus características desde la perspectiva del intercambio internacional, para constatar que la economía peruana posterior al proceso de independencia permaneció inscrita en una condición de subordinación colonial: “Estas fueron las bases históricas de la nueva economía peruana. De la economía colonial —colonial desde sus raíces— cuyo proceso no ha terminado todavía. Examinamos ahora los lineamientos de una segunda etapa. La etapa en que una economía feudal deviene, poco a poco, economía burguesa. Pero sin cesar de ser, en el cuadro del mundo, una economía colonial”.[50]

En este aspecto, Mariategui es una de las primeras voces críticas latinoamericanas al sostener que los nuevos países independientes, las nuevas repúblicas, mantenían estructuras económicas y sociales determinadas por su carácter colonial. “Mientras la conquista engendra totalmente el proceso de la formación de nuestra economía colonial, la Independencia aparece determinada y dominada por ese proceso”.[51] Mariátegui argumentó que desde la perspectiva mundial, los procesos de independencia en América Latina estuvieron marcados por una influencia decisiva de las necesidades del desarrollo capitalista: “Enfocada sobre el plano de la historia mundial, la independencia sudamericana se presenta decidida por las necesidades del desarrollo de la civilización occidental o, mejor dicho, capitalista. El ritmo del fenómeno capitalista tuvo en la elaboración de la independencia una función menos aparente y ostensible, pero sin duda mucho más decisiva y profunda que el eco de la filosofía y la literatura de los enciclopedistas”.[52]

De este modo, después de recorrer las bases económicas de la República independiente y mostrar el nuevo papel económico desempeñado por Inglaterra en el período del guano y el salitre, Mariátegui esboza una idea clave sobre el carácter de la economía latinoamericana publicada en una editorial de la revista Amauta de 1928: “Los países latino-americanos llegan con retardo a la competencia capitalista. Los primeros puestos, están ya definitivamente asignados. El destino de estos países, dentro del orden capitalista, es de simples colonias”.[53] En la misma línea de argumentación, Mariátegui concluye el tercer ensayo sobre el problema de la tierra identificando —algo que también puede comprenderse como un elemento común entre los países latinoamericanos— la subordinación estructural de la economía peruana a las necesidades de mercados y centros financieros dominantes. “El obstáculo, la resistencia a una solución, se encuentra en la estructura misma de la economía peruana. La economía del Perú, es una economía colonial. Su movimiento, su desarrollo, están subordinados a los intereses y a las necesidades de los mercados de Londres y de Nueva York. Estos mercados miran en el Perú un depósito de materias primas y una plaza para sus manufacturas”.[54]

 

Mariátegui: la comunidad agraria indígena

Ahora bien, para Mariátegui uno de los aspectos centrales de la actualidad económica del Perú, en la primera mitad del siglo XX, era la cuestión agraria. Esta situación convivía desde la realidad rural peruana con la estructura de su economía y su subordinación internacional. En el marco del problema de la tierra, a su vez, se expresaba de manera contundente la presencia de la comunidad indígena, marcada por elementos de socialismo práctico. Él consideraba “fundamentalmente este factor incontestable y concreto que da un carácter peculiar a nuestro problema agrario: la supervivencia de la comunidad y de elementos de socialismo práctico en la agricultura y la vida indígenas”.[55] Estos elementos de socialismo práctico son expresión tanto de los hábitos de cooperación como de la propiedad común de la tierra y el trabajo colectivo; todo ello mediado por las relaciones comunitarias. En los elementos de socialismo práctico Mariategui distingue —como Marx— entre la comunidad arcaica, propia de la época Inca, y la comunidad agraria indígena que sobrevive en la actualidad. Aunque la presencia de las formaciones del pasado se expresa en la comunidad indígena que Mariátegui observa, los elementos de socialismo práctico subrayan especialmente los rasgos actuantes en el presente, esto es, el trabajo y los hábitos cooperativos, además del proceso de socialización de la tierra por mediación de la comunidad.

Para revelar estos elementos de socialismo práctico, Mariátegui distingue con precisión entre el imperio Inca y la comunidad arcaica indígena, el ayllu, como formación socio-económica básica. En su argumentación indica que el ayllu era la formación natural preexistente, sobre la cual encontraron fundamento las instituciones establecidas por los Incas: “El ayllu —la comunidad—, fue la célula del imperio. Los Incas hicieron la unidad, inventaron el imperio; pero no crearon la célula. El Estado jurídico organizado por los Incas reprodujo, sin duda, el estado natural preexistente”.[56] Dicha explicación sobre el ayllu subyace a la idea de un desarrollo histórico entre la comunidad arcaica indígena y la tierra como entorno material que fue la base de la economía quechua. Mariátegui subraya que el desarrollo de la comunidad agraria indígena no fue propiamente una creación de las instituciones incas, sino una de las bases materiales y morales sobre las que construyeron su organización política. Dice: “No creo en la obra taumatúrgica de los Incas. Juzgo evidente su capacidad política; pero juzgo no menos evidente que su obra consistió en construir el imperio con los materiales humanos y los elementos morales allegados por los siglos”.[57] La precisión es relevante porque estos elementos morales allegados por siglos son las prácticas y saberes desarrollados en la comunidad arcaica indígena, como institución previa a la creación de las instituciones incas. Dicha comunidad, a su vez, revela una formación socio-económica con características comunes dentro de los pueblos indígenas del continente americano.

Las características fundamentales de la comunidad arcaica en el Perú que recupera Mariátegui son estas: a) lazos de parentesco; b) propiedad común de la tierra asignada individualmente; c) apropiación individual de las cosechas; d) propiedad común de aguas y bosques y e) cooperación en el trabajo. “Los caracteres fundamentales de la economía incaica […] eran los siguientes: Propiedad colectiva de la tierra cultivable por el ayllu o conjunto de familias emparentadas, aunque dividida en lotes individuales intransferibles; propiedad colectiva de las aguas, tierras de pasto y bosques por la marca o tribu, o sea la federación de ayllus establecidos alrededor de una misma aldea; cooperación común en el trabajo; apropiación individual de las cosechas y frutos”.[58] Dichos elementos operaban como las condiciones que hacían posible la reproducción social, dentro de las cuales las relaciones comunitarias estructuraban hábitos de cooperación tanto en el trabajo como en la producción, mientras que eran “un factor natural de socialización de la tierra”.[59] La referencia a la distribución de la tierra común en asignaciones individuales y la apropiación individual de las cosechas se acercan a la forma de la comunidad agraria, mientras que la comunidad basada en lazos de parentesco es uno de los rasgos que Marx confiere a la comunidad arcaica. No obstante, en la realidad peruana que vivió Mariátegui es probable que la forma de comunidad agraria tuviera prevalencia; especialmente las relaciones comunitarias no basadas en parentesco, la asignación individual-familiar de la propiedad colectiva de tierra cultivable, la apropiación de cultivos de manera individual-familiar y la combinación entre trabajo colectivo y trabajo individual-familiar; rasgos que siguen presentes en las realidades indígenas latinoamericanas hasta nuestros días.

Ahora bien, aún con la centralidad que Mariátegui le confería a la comunidad agraria indígena, su concepción no era la del retorno romántico al comunismo primitivo. Comprendía el potencial de la comunidad indígena dentro de una realidad contemporánea al capitalismo y a la modernidad. En este sentido afirma que, “lo mismo que el estímulo que se presta al libre resurgimiento del pueblo indígena, a la manifestación creadora de sus fuerzas y espíritu nativo, no significa en lo absoluto una romántica y anti-histórica tendencia de construcción o resurrección del socialismo incaico”.[60] Los elementos de socialismo práctico que encuentra en la comunidad indígena y cuyo valor reconoce ante la construcción del futuro socialismo indoamericano son siempre concebidos dentro la idea de un socialismo que recupera los avances alcanzados por el capitalismo: “El socialismo presupone la técnica, la ciencia, la etapa capitalista, y no puede importar el menor retroceso en la adquisición de las conquistas de la civilización moderna”.[61] La incorporación de dichos logros era pensada por Mariátegui como un proceso de aprendizaje que asimismo recuperara el acervo y las prácticas socio-económicas de la comunidad agrícola indígena para superar el carácter subordinado de las economías latinoamericanas al interior de las relaciones capitalistas. En consonancia con las tesis de Marx, quien consideraba que la comuna rusa se encontraba en una circunstancia favorable al ser contemporánea del capitalismo y poder apropiarse de sus avances sin someterse a su racionalidad, Mariategui asumió que en la formación socio-económica de la comunidad agraria indígena, con sus prácticas cooperativas, trabajo colectivo y socialización de la tierra, estaba uno de los acervos latinoamericanos para superar la restricción capitalista sobre la modernidad.

 

A modo de conclusión

A lo largo de este artículo observamos cómo Marx analiza críticamente la acumulación originaria previa al modo de producción capitalista. Seguimos, en primer lugar, los argumentos sobre la tesis de que las condiciones originarias de la producción capitalista no pueden ser en su origen resultado de sí mismas. Un acontecimiento vinculado a la forma de reproducción socio-económica previa al capitalismo debe ocurrir para dar paso a la forma de producción capitalista. Marx explica la génesis del capitalismo y la acumulación originaria desde una fractura de la forma de producción basada en la unidad de relaciones comunitarias con su entorno material. El fundamento de esta fractura es la expropiación del entorno material —la tierra— de los cultivadores y de sus relaciones comunitarias. La separación progresiva entre productores y medios de producción es la condición para el desarrollo del modo de producción capitalista. Una vez introducida la separación, el modo de producción la reproducirá a mayor escala. En este despliegue tenemos el movimiento de la acumulación originaria a la acumulación capitalista, momento en el que el modo de producción genera las condiciones para su reproducción. Por su parte, Mariátegui identifica el acontecimiento asociado al proceso de acumulación originaria con la conquista, particularmente relacionado con la explotación minera y con la introducción del trabajo forzado, al haber fracturado la formación socio-económica de la comunidad agraria indígena expropiándola de tierra y costumbres.

La centralidad de formaciones socio-económicas que mantenían la articulación entre relaciones comunitarias y entorno material, sobrevivientes al desarrollo del capitalismo europeo, llamó la atención de Marx a finales del siglo XIX y de Mariátegui durante la primera mitad del siglo XX. Ambos reconocieron en la comunidad agraria, tanto rusa como quechua, elementos de socialismo práctico, hábitos cooperativos, socialización de la tierra, trabajo colectivo, etc., que al ser contemporáneas al capitalismo podrían hacer posible una apropiación de sus avances sin subordinarse a su racionalidad. Esto revelaba que dos formaciones socio-económicas contrapuestas convivían conflictivamente, pero que la formación de la comunidad agraria, al mismo tiempo que era objeto del dinamismo de expropiación-separación en su movimiento de reproducción a mayor escala, contenía las posibilidades para superarla. En este sentido, Mariátegui comparte con Marx una reflexión crítico-inmanente sobre la realidad socio-económica. Ambos descubren, por un lado, formaciones producidas por relaciones sociales comunitarias en relación recíproca con el entorno material circundante y, por otro lado, el despliegue del capitalismo y su fuerza subordinante sobre ellas. Ello abre caminos para pensar en qué medida la modernidad capitalista desarticula recurrentemente formaciones socio-económicas que contradicen sus dinamismos principales de expropiación y separación. Podemos decir que la contribución de estas correspondencias teórico-analíticas muestran el intento que Ibáñez descubrió en Mariátegui: “sin dejar de tener en cuenta la penetración del capital imperialista, trató de revitalizar el proyecto anticapitalista con las tradiciones comunitarias del campesinado indígena”.[62] Analizar y revelar el encuentro conflictivo y subordinante de estos dos dinamismos en la configuración de nuestra realidad, es precisamente la posibilidad y el desafío que estos autores nos ofrecen.

 

Fuentes documentales

 

Engels, Friederich, Der Ursprung der Familie, des Privateigentums und des Staats. Band          21 en Marx und Engels, Werke (MEW), Dietz Verlag, Berlin, 1975.

García Linera, Alvaro. Introducción al cuaderno Kovalevsky en Karl Marx, Escritos sobre la comunidad ancestral, Fondo Editorial y Archivo Histórico de la Asamblea Legislativa Plurinacional, La Paz, 2015.

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—— Pensando desde Latinoamérica, ensayos sobre modernidad, democracia y utopía, Universidad de Guadalajara, Guadalajara, 2001.

Mariátegui, José Carlos. “El problema de las razas en América Latina” en Obras completas. Ideología y Política, Vol. 13, Biblioteca Amauta, Lima, 1985

—— “Principios programáticos del Partido Socialista” en Obras completas. Ideología y Política, Vol. 13, Biblioteca Amauta, Lima, 1985.

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Marx, Karl und Engels, Friedrich, Manifest der Kommunistischen Partei. Band 4 en Marx und Engels, Werke (MEW), Dietz Verlag, Berlin, 1972.

Negri, Antonio. Marx oltre Marx, Quaderno di lavoro sui Grundrisse, Feltrinelli Editore, Milano, 1979.

Sassulitsch, Vera, Brief an Karl Marx 16.02.1881 en Rjazanov, David (Hrsg.), Marx-Engels-Archiv. Band 1, Marx-Engels Verlag, Frankfurt am Main, 1926.

Smith, Adam. An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations, Methuen, London, 1950

—— Theory of Moral Sentiments, Cambridge University Press, Cambridge, 2002.

Tacitus, Cornelius. Germania, Reclam, Stuttgart, 2016.

 

Notas al pie

[*] Doctor en filosofía por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), con postdoctorado en la Universidad Humboldt de Berlín. Colaborador científico y docente de la Universidad Alice Salomon de Berlín y miembro del Forschungs- und Dokumentationszentrum Chile-Lateinamerika. rabiela@gmail.com

 

[1] Alfonso Ibáñez, Mariátegui, revolución y utopía, Tarea, Lima, 1978, p.20.

[2] Ibidem, p. 18.

[3] Ambos materiales fueron publicados por primera vez después de la muerte de Mariátegui en 1930. Los Grundrisse se editaron en distintas entregas durante 1939-1941 y los borradores de la carta a Vera Sassulitsch en 1962.

[4] Karl Marx, Das Kapital, Kritik der politischen Ökonomie, Erster Band, Hamburg 1890, en Marx und Engels, Gesamtausgabe (MEGA) II/10, De Gruyter Akademie Forschung, Berlin, 1991, p. 641. Las citas textuales del alemán, del inglés y del francés han sido traducidas al español por el autor del artículo.

[5] Adam Smith, An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations, Methuen, Londres, 1950, pp. 277-278. En adelante esta obra se citará como Wealth of Nations. El término inglés que hemos traducido como “reservas” es stock.

[6] La capacidad de acumular excedentes tiene en Adam Smith una base moral: la parsimonia, entendida como la actitud de moderación en el gasto. Dicha parsimonia es para Smith expresión de la prudencia, la cual es característica de uno de los sentimientos morales: el amor propio. Ver Adam Smith, Theory of Moral Sentiments, Cambridge University Press, Cambridge, 2002, p. 215. Del mismo modo, la prodigalidad, entendida como actitud de derroche, reduce la capacidad individual de acumular excedentes. Como afirma Smith: “los capitales son incrementados por la parsimonia y deteriorados por la prodigalidad y la mala conducta”. Ver Adam Smith, Wealth of Nations, p.337.

[7] Karl Marx, Das Kapital…, p. 641.

[8] Ibidem, p. 642.

[9] Karl Marx, Ökonomische Manuskripte 1857/58. Grundrisse der Kritik der politischen Ökonomie, en Marx und Engels, Gesamtausgabe (MEGA) II/1, De Gruyter Akademie Forschung, Berlin, 2008, MEGA II/1.2, p. 393. En adelante esta obra se citará como Grundrisse. Las cursivas pertenecen siempre al texto original.

[10] Ibidem, pp. 378-379.

[11] Antonio Negri, Marx oltre Marx, Quaderno di lavoro sui Grundrisse, Feltrinelli Editore, Milán, 1979, pp. 59 y ss.

[12] Karl Marx, Grundrisse…, pp. 378-379.

[13] Ibidem, pp. 416-417.

[14] Ibidem, p. 370

[15] En español, Álvaro García Linera ha impulsado un ambicioso proyecto de traducción que contiene los borradores de respuesta a Vera Sassulitsch, la primera parte de este proyecto fue publicada en 2015 bajo la compilación Karl Marx, escritos sobre la comunidad ancestral. Asimismo, Alianza editorial publicó en 2012 una compilación de textos de Marx titulada Escritos sobre materialismo histórico, donde aparece el primer borrador de respuesta.

[16] Sassulitsch Vera Ivanovna, “Brief an Karl Marx 16.02.1881” en David Rjazanov (Hrsg.), Marx-Engels-Archiv. Band 1, Marx-Engels Verlag, Frankfurt am Main, 1926, p. 317.

[17] Ibidem, pp. 316-317.

[18] Ibidem, p. 316.

[19] Karl Marx, Le capital, Paris 1872-1875 en Marx und Engels Gesamtausgabe (MEGA) II/7, Dietz Verlag, Berlin, 1989, p. 315, primera columna.

[20] Idem, segunda columna. Ver también Karl Marx, “Entwürfe einer Antwort auf den Brief von V.I. Sassulitsch [Erster Entwurf]”, Band 19 en Marx und Engels, Werke (MEW), Dietz Verlag, Berlin, 1973, p. 384. En adelante esta obra se citará como “Entwürfe…”.

[21] Karl Marx, “Entwürfe… [Erster Entwurf]”, p. 384

[22] Ibidem, pp. 388-389.

[23] Cornelius Tacitus, Germania, Reclam, Stuttgart, 2016

[24] Karl Marx, “Entwürfe… [Erster Entwurf]”, pp. 388-389.

[25] Karl Marx, “Antwort auf den Brief von V.I. Sassulitsch” en MEW, Band 19, Berlin, p. 243.

[26] Karl Marx, “Entwürfe… [Erster Entwurf]”, p. 395.

[27] Ibidem, p. 387.

[28] Karl Marx, “Entwürfe…, [Dritter Entwurf], p. 402.

[29] Ibidem, p. 403.

[30] Idem.

[31] Idem.

[32] Karl Marx, Grundrisse…, pp. 379-380.

[33] Karl Marx, “Entwürfe… [Dritter Entwurf]”, p. 403.

[34] Idem.

[35] Karl Marx, Grundrisse…, pp. 389-390.

[36] Karl Marx, “Entwürfe… [Erster Entwurf]”, p. 389.

[37] José Carlos Mariátegui, Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana, Biblioteca Ayacucho, Caracas, 2007, p. 7.

[38] Ibidem, p. 8.

[39] Ibidem, p. 34.

[40] Ibidem, p. 45.

[41] Ibidem, p. 9.

[42] Ibidem, pp.142-143.

[43] Ibidem, p. 20.

[44] Idem.

[45] Idem.

[46] Alfonso Ibáñez, Pensando desde Latinoamérica, ensayos sobre modernidad, democracia y utopía, Universidad de Guadalajara, Guadalajara, 2001, p. 105.

[47] Ver Karl Marx und Friedrich Engels, Manifest der Kommunistischen Partei. Band 4 en MEW, Dietz Verlag, Berlin, 1975, pp. 462-474.

[48] Friedrich Engels, “Der Ursprung der Familie, des Privateigentums und des Staats”, Band 21 en Karl Marx, Engels, Friedrich, MEW, Dietz Verlag, Berlin, 1975, pp. 25-173.

[49] Álvaro García Linera, “Introducción al cuaderno Kovalevsky” en Karl Marx, escritos sobre la comunidad ancestral, Fondo Editorial y Archivo Histórico de la Asamblea Legislativa Plurinacional, La Paz, 2015, p. 118.

[50] José Carlos Mariátegui, Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana, p. 9

[51] Ibidem, p. 10.

[52] Ibidem, p. 11.

[53] José Carlos Mariátegui, Ideología y política. p. 248.

[54] José Carlos Mariátegui, Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana, pp. 80-81.

[55] Ibidem, p. 41.

[56] Ibidem, p. 65.

[57] Idem.

[58] Ibidem, p. 43.

[59] José Carlos Mariátegui, Ideología y política, pp. 42-43.

[60] Ibidem, p. 161.

[61] Idem.

[62] Francis Guibal y Alfonso Ibáñez, Mariátegui hoy, Tarea, Lima, 1987, pp. 188-189.

Presentación

Miguel Fernández Membrive

Abrimos el presente número con la segunda entrega de nuestra sección In memoriam, dedicada al filósofo peruano Alfonso Ibáñez Izquierdo. En esta ocasión es Aldo Rabiela quien honra la amistad y las enseñanzas de Ibáñez a través de “uno de los temas cuya relevancia [él] nos enseñó a descubrir”: la compatibilidad conceptual entre Karl Marx y José Carlos Mariátegui, en este caso a propósito de la relación entre las nociones de “acumulación originaria” y “comunidad agraria”. Lo que Rabiela se propone en su artículo es mostrar que ambos pensadores coinciden no solo en la forma de analizar la ruptura —“expropiación” y “separación”— que supone la primera con respecto a la segunda en los procesos de formación capitalista, sino también en el hecho de no considerar esta ruptura en términos de necesidad histórica para el advenimiento socialista. De aquí los rasgos de “socialismo práctico” que tanto Marx como Mariátegui eran ya capaces de reconocer en comunidades agrarias contemporáneas al capitalismo; similares, por cierto, a los que prevalecen “en las realidades indígenas latinoamericanas hasta nuestros días”. El reconocimiento en tiempo presente de tales rasgos, todavía podría, como lo sugiere Rabiela apoyándose en el pensamiento de Ibáñez sobre Mariátegui, revitalizar la discusión sobre las tensiones entre dos formas antagónicas de racionalidad y de relación con el entorno.

Seguimos, aún en tesitura filosófica, pero deslizándonos ahora hacia la estética, con el artículo de María José Sánchez Varela, quien con base en el pensamiento fenomenológico de Merleau-Ponty plantea una trenza de reflexiones en torno al “estar en el mundo” desde la experiencia corporal; entendida ésta, sobre todo, como lugar de expresión (“la unidad más universal de expresión”) que concita gestos y formas expresivas preñadas de “significación y sentido intencional”, revelando de este modo que “hay sentido en el ser, pero hay un ser del sentido”, esto es, al “quiasmo” como condición de existencia.

En este número también concluimos, con una doble entrega, la publicación de las conferencias sobre la universidad del VI Encuentro del Humanismo y las Humanidades. En primer lugar, con la conferencia que Antonio Spadaro, SJ, dedica al análisis de algunos retos que las tecnologías digitales plantean, hoy por hoy, al ideal de una cultura humanística. En este sentido, Spadaro se concentra principalmente en el fenómeno Internet, y tras proponer una concepción de éste como una revolución que extiende a la Red la vida cotidiana de las personas y los deseos de “relación y conocimiento” que el hombre ha tenido siempre, se detiene en la descripción de cinco desafíos de la sociedad digital contemporánea que, a su entender, conllevan tanto riesgos como posibilidades para el despliegue de una vida espiritual, consistentemente humana y abierta a la trascendencia.

Por otra parte, en una segunda y última entrega de esta carpeta, publicamos la síntesis de Demetrio Zavala Scherer de todas las conferencias de este vi Encuentro del Humanismo y las Humanidades. El lector que las haya seguido atentamente, podrá reconocer la veracidad y precisión con la que Zavala concentra y articula las ideas fundamentales de cada uno de los ponentes participantes.

En nuestra sección de cine, esta vez ofrecemos dos reseñas de largometrajes seleccionados en 2019 para el Oscar a mejor película extranjera. La primera, a cargo de nuestro principal colaborador, Luis García Orso, SJ, sobre el filme Shoplifters (Un asunto de familia), en el que el reconocido director japonés Hirokazu Kore-eda nos convoca “a pensar qué hace en verdad un vínculo familiar” al aproximarnos a la intimidad de una familia que sobrevive en condiciones de precariedad material y moral.

La segunda reseña, a cargo de Édgar Rubio Hernández, sobre la película polaca Cold War (Guerra fría), del director Pawel Pawlikowski; a juicio de Rubio, un prodigio de intención cinematográfica y de posición de cámara que captura la situación de dos amantes en un contexto de posguerra; mientras siembra, entre otras, la interrogante de “¿por qué la estupidez de cualquier forma de sistema totalitario castra la libertad del amor y del arte?”

Cerramos el número con un artículo de José Bernardo Masini sobre un tema de permanente relevancia, pero también de mucha actualidad: el uso y consumo de la información con la que las personas construyen sus referencias de la realidad. Masini sitúa dicho tópico en un horizonte de crisis de la modernidad, uno de cuyos síntomas paradójicos es que “nunca como ahora habíamos tenido tanta información a nuestra disposición; pero nunca como ahora habíamos tenido tanta incertidumbre sobre la validez de nuestras certezas”. La proliferación de las llamadas fake news (noticias falsas) es uno de los elementos que más contribuyen a este estado de zozobra social; de aquí que buena parte del artículo se consagre a encomiar un proyecto periodístico deliberadamente creado para “elevar el costo de la mentira” durante la coyuntura del proceso electoral del pasado año: Verificado 2018.

De antemano y como siempre, Xipe totek agradece a sus lectores su apoyo e interés en los contenidos de nuestra revista.

Perspectivas de la educación superior en la misión apostólica de los jesuitas

[*]

Michael Garanzini, sj [**]

Recepción: 26 de octubre de 2017
Aprobación: 23 de enero de 2018

 

Aprecio la oportunidad que me han dado de participar en este espacio, en virtud de que quiero mostrarles algunas cosas en las que yo mismo he estado pensando y reflexionando. Originalmente se me solicitó hablar acerca de mis actividades como director universitario y como vicepresidente del área académica. Mi campo de especialidad es la terapia familiar; se trata de un trasfondo particularmente bueno para hacerse cargo de una universidad, como lo hago yo; pues la terapia familiar consiste fundamentalmente en lucha, en cómo luchar con justicia y presteza. Y es que las universidades son lugares donde se lucha sanamente y donde se debe lidiar con personas luchando sanamente. Es cierto que se trata de un trasfondo fecundo, pero puede que debido a él yo suela pensar de manera recurrente en términos de luchas y problemas. Para evitar caer en este esquema, hoy tengo pensado hacer algo distinto.

 

En mi conferencia trataré de responder a tres preguntas:

  1. ¿Cuál es la verdadera inspiración detrás de la universidad jesuita? Y cuando digo inspiración me refiero al sentido de la palabra en latín “inspirare”, es decir, iniciar, respirar/traer a la vida; pero también sostener. ¿Qué mantiene con vida a la educación jesuita?
  2. ¿Cuál es nuestra situación actual?, esto es, ¿cómo estamos nosotros en este mundo contemporáneo?
  • ¿Cuáles son los propósitos de la educación jesuita para el futuro?, o bien, ¿hacia dónde debería dirigirse la educación jesuita en un futuro?

 

I

Comienzo por la primera pregunta: la inspiración de la educación jesuita. Es algo que ustedes ya deberían de saber, puesto que, o son jesuitas o conocen a jesuitas; por lo tanto, les ofrezco una disculpa, ya que lo que enseguida enunciaré no les tendría por qué representar novedad alguna. Es ‘material viejo’, algo ciertamente bien sabido ante lo cual puede que me deban, incluso, corregir. Y como soy terapeuta familiar, no tengo problema con respecto a ser corregido o desafiado, siempre que combatamos con justicia.

Partiré de los ejercicios espirituales de San Ignacio. Los ejercicios espirituales de San Ignacio constituyen su más grande obsequio a la Iglesia. No así, empero, los jesuitas en tanto orden. Es debatible, incluso, si los jesuitas podrían ser considerados un obsequio para la Iglesia. En fin, los ejercicios espirituales de San Ignacio son lo que hace que un jesuita sea tal. Además, considero que son en sí la inspiración en la universidad. Cuando uno se retira espiritualmente con el apoyo de estos ejercicios, lo que sucede es que el mismo San Ignacio invita a comenzar el periodo de oración pidiendo por la gracia que se necesita. Ignacio pregunta, ¿qué es lo que tú deseas obtener a partir de este momento de gracia? Esto es una manera particularmente nueva de entender la oración. Y es que la mayoría de la gente, cuando dice “es momento de orar”, se sienta en el templo o en su habitación, junta sus manos, hace la señal de la cruz y comienza a hablarle a Dios acerca de lo que sea que traiga en la cabeza, o bien, lee algún escrito y reflexiona en torno a él. Por el contrario, San Ignacio dice “comienza tu oración pidiendo por la gracia que necesitas”, en otras palabras, la intencionalidad lo es todo. ¿Qué es lo que deseas lograr?, ¿qué es lo que quieres obtener? Una vez que lo sabes, pide a Dios por la gracia necesaria para que ello suceda.

En una de sus primeras meditaciones, San Ignacio le dice al participante de un ejercicio espiritual: quiero que imagines a los tres miembros de la Santísima Trinidad. Colócate con ellos, quizá en tu habitación, observándolos, y pregúntate por lo que ven ellos cuando miran al mundo; y cuando miran al mundo, imagina que comienzan un diálogo entre ellos: “¿qué es lo que vemos? Vemos lo que hemos creado. Vemos muchas cosas buenas, aunque también vemos que hay muchos problemas. Vemos que la humanidad, la cima de nuestra creación, está desgarrada, dividida, que abunda el pecado en todo el mundo”. Luego, la Santísima Trinidad —dice San Ignacio al participante— tiene una con-moción a hacer algo respecto a ello. Así, Dios Padre dice a Dios Hijo: “necesitamos enviarte para que logres cambiar, vigorizar y re-traer a la vida del espíritu a la familia humana que tan desesperadamente necesita ser rescatada de su condición actual”. Entonces la Santísima Trinidad se con-mociona nuevamente y envía al Hijo, y más tarde al Espíritu Santo, cuando aquél deja la vida humana, esta existencia”. ¿Qué es lo que está haciendo San Ignacio? Él nos está solicitando considerar una noción de Dios que es, ante todo, “dialógica”, en conversación mutua; una noción de Dios que se con-mociona, que puede moverse, que tiene sentimientos como los nuestros; y un Dios que, al con-moverse, actúa, pues pretende hacer de este mundo, su creación, algo mejor de lo que es, rescatándolo de su propia tendencia a la autodestrucción. Esto es muy interesante, pues cuando uno piensa acerca de la imagen que se tiene de Dios, uno tiene que preguntarse a sí mismo: “¿cómo es que imagino a ese Dios que yo adoro, cuestiono, o bien, rechazo?”. ¿Cómo representas al Dios al que le hablas?, ¿cómo es el Dios que habita en tu cabeza y en tu corazón? Para San Ignacio el Dios que adoramos es un Dios compasivo, conversativo (desesperado por dialogar con nosotros) y activo (quiere mejorar las cosas para nosotros). Interesante. Santa Teresa de Ávila alguna vez dijo —y ella es contemporánea de San Ignacio, tenía la misma visión que él— “eventualmente te tornas el Dios que tú mismo adoras”. ¡Qué reflexión tan brillante! El Dios que adoras tendrá repercusiones drásticas sobre ti: si tu Dios es crítico, si tu Dios es distante, si tu Dios es cariñoso, si tu Dios está emocionalmente conectado contigo, si tu Dios está ansioso de aproximarse hasta ti; dependiendo de cuál sea la imagen que tengas de tu Dios te configurarás tú mismo, eventualmente tú te tornarás el tipo de persona según la representación que te haces de Dios.

La siguiente cosa que San Ignacio le pide hacer al participante del ejercicio es, tomando en cuenta lo anterior, pensar en cuál sería su respuesta. “¿Cómo te sientes —le dice San Ignacio— en medio de este diálogo entre los miembros de la Santísima Trinidad?” La contemplación y la reflexión conducen al diálogo, el cual revela sentimientos y emociones que finalmente conducen a la acción. Esto se convierte en el paradigma de San Ignacio para prácticamente todo.

Las instituciones jesuitas, por implicación, no deben ser lugares que, como torres de marfil, simplemente contemplan el mundo. Sea que se trate de matemáticas, de física, de historia, en fin, sin importar el campo de estudio, no debemos ser un lugar que sencillamente contempla y progresa en el conocimiento. Por el contrario, debemos ser un lugar ansioso por dialogar con el mundo a través de las distintas disciplinas; porque las ciencias y las disciplinas son insuficientes por su cuenta. Y todo ello nos conduce eventualmente a dar una respuesta; algo dentro de nosotros nos llama, nos impulsa a la acción. La universidad jesuita es más un método que un lugar; es un cómo hacemos las cosas a diferencia de cualquier otra universidad. Es un instrumento y, cuando San Ignacio lo descubre, porque en los inicios en la Universidad de París donde conoció a sus compañeros y comenzó con la primera comunidad de lo que más adelante se consolidaría como la Compañía de Jesús, no pensó en las universidades como un instrumento idóneo para responder al llamado de Dios (él había decidido ir a la Universidad de París y aprender varios idiomas porque creía que tenía que ser mejor que los demás si quería hacer algo por este mundo). Esto es algo que descubre después. Pero el caso es que la universidad es un instrumento muy importante para traer al mundo el tipo de curación, de crecimiento y de orden que las comunidades necesitan. Así que San Ignacio se involucró en el ámbito universitario, al principio quizá con algo de renuencia, hasta que eventualmente se percató de que aquel era un muy buen espacio y una muy buena herramienta. Se percató de que no era necesario hacer las cosas tal y como las solía hacer la prestigiosa Universidad de París, sino que se pueden hacer de manera un tanto distinta. Pensaba que era necesario hacer las cosas de un modo más “intencionado”, en un modo distinto (y hablaremos en torno a ello en breve).

Siguiendo el modo de los ejercicios, en nuestras universidades el estudiante pasa a ocupar el lugar central que anteriormente ocupaba el conocimiento. El estudiante es, por tanto, el enfoque central en la universidad jesuita, su corazón. ¿Y qué sucede con el estudiante? Tal es la pregunta que más importa a la universidad jesuita. “¿Quiénes llegan a ser?”, solía decir el padre Peter Hans Kolvenbach, sj. “Lo que los estudiantes lleguen a ser será la medida de nuestra universidad”. Así pues, la formación del estudiante, de la persona, lo era todo. ¿Y qué es lo que queremos de los estudiantes? Queremos que sean contemplativos, reflexivos, aplicados, especializados, pero, además, dialógicos con el mundo en el que habitan y entre ellos mismos, queremos que además reconozcan que pueden ser con-movidos a hacer algo; que sientan que son llamados a algo que los conduce a la acción. Que participen en crear una nueva comunidad, así como lo hizo Dios, quien quiere que sean co-creadores junto con Él. Entonces, con esta idea en mente, ¿qué es lo que vemos cuando miramos hacia abajo al mundo de hoy, tal y como lo hicieron las personas divinas de la Santísima Trinidad?, ¿cuál es el mundo que vemos en el que nuestros estudiantes están viviendo, invitándose, trabajando, y del cual queremos que hagan algo mejor?

 

II

Cuando miramos hacia abajo para observar el mundo de hoy hay que preguntarnos cuál es ese mundo para el cual los estudiantes se están preparando. En primer lugar, es un mundo más globalizado, es decir, los estudiantes están conectados por doquier y ven todo alrededor del mundo: las noticias de lo que sucede en África, en España, en Estados Unidos, están inmediatamente disponibles para ellos. Viven en un mundo en el que todo está completamente conectado, para bien y para mal, y ellos lo saben. Lo que sucede aquí en Guadalajara es impactado por lo que sucede en el mundo e impacta en el resto de mundo. Ellos lo entienden. También saben que este mundo globalizado está sobresaturado de información, lo que los pone en riesgo, junto con todos nosotros, y han de descartar o de bloquear muchas cosas. Sabemos por ejemplo que, en términos políticos, la gente solo consulta información que concuerda con su posición política. Esto es parte del fenómeno de vivir en un mundo globalizado y tener demasiada información, razón por la cual la gente descarta todo aquello que no desea ver.

Nuestros estudiantes son tecnológicamente impulsados, somos tecnológicamente dependientes. Por ejemplo: si algo anda mal con nuestro vehículo, en la primera persona que pensamos que podría ayudarnos es un mecánico, pero lo cierto es que en realidad precisaremos de un técnico en computadoras porque hay ya tantos dispositivos computarizados al interior de los vehículos actuales que ya no es tan simple como coger una llave inglesa, abrir el capó o meterse debajo del carro y repararlo; la mayor parte de los componentes de los vehículos están computarizados. En síntesis, estamos completamente conectados. Otro caso: vivimos con nuestros iPhones, los cuales están conectados a cualquier parte del mundo y, en consecuencia, no sólo tenemos un exceso de información, sino que estamos siendo muy superficiales para tratar el conocimiento que adquirimos. En efecto, somos muy superficiales en torno a lo que entendemos sobre el mundo que nos circunda. Es muy complejo. Elegimos, por así decirlo, ‘desconectarnos’. Hay aspectos muy deshumanizantes en lo que respecta a la globalización y al irrefrenable progreso tecnológico que progresivamente nos empobrece como personas, hace que nos incomode cada vez más la presencia del otro, nos torna indiferentes respecto a nuestra comunidad, nos posiciona en el centro del Universo; en fin, vivimos en un periodo de tiempo en virtud del cual lo que significa ser humano es una nueva pregunta antropológica, ¿qué significa ser persona humana hoy y cómo lo vemos?, ¿como un consumidor?, ¿como un defensor de alguna ideología para manipular?, ¿como un ciudadano? ¿Qué es el ser humano?, ¿qué es la persona hoy en día?

Los jóvenes ven por igual contrastes sociales cada vez más acentuados. Está el mundo del rico y el del pobre; el del poder y el de la impotencia absoluta; crímenes y violencia a veces en escalas estremecedoras. La juventud actual sabe muy bien que el planeta se muestra desafiante, que tiene un límite y que incluso detalles mínimos impactan en su vida.

 Yo nunca crecí pensando cosas como esta: si todos en este mundo vivieren como se vive en Estados Unidos, mi país, precisaríamos de dos o tres planetas adicionales para tener recursos suficientes con miras a sobrevivir. Por consiguiente, es imposible que todos en la tierra vivan como se vive en el primer mundo. ¿Cómo resolver este problema? La gente que no vive en el primer mundo quiere obtener los beneficios de vivir en él trabajando duro para construir una sociedad que les permita acceder a ellos. Los jóvenes de hoy también ven —y yo considero que esto se ha vuelto más evidente en los últimos días— limitaciones en la democracia liberal. Lo que quiero decir con esto es que la democracia, las sociedades democráticas, están pasando por momentos difíciles. Quizá ello se deba a que confiamos demasiado en encuestas aplicadas a la sociedad, puede ser; pero el caso es que la democracia liberal no está consiguiendo solventar los problemas. Vemos entonces emerger el populismo: basta echar un vistazo a lo que sucede en Filipinas, en Venezuela, en Estados Unidos (con Trump), en India (con Modi) y en Francia, países en los que los líderes populistas están al alza; además algunos países europeos están desmoronándose. Todo ello indica que la democracia liberal está en apuros.

 A propósito de estas dificultades de nuestras formas políticas, hay dos libros recientes muy interesantes que yo encuentro sumamente desafiantes y que vale la pena revisar. Se trata de The culture of narcisism, de Christopher Lasch, escrito en los años cincuenta. Hizo una predicción muy atinada acerca de hacia dónde vamos y el otro es The Age of Anger: History of the Present de Pankaj Mishra, un hindú que estudia a Europa. Pienso que fue muy atinado, en algo: logró predecir (escribió su obra antes de que Trump se alzara con el poder en Estados Unidos o Modi en India, etcétera) que aquellos que no tuviesen cabida en el régimen democrático liberal comenzarían a rebelarse contra él. Así, en consecuencia, Mishra asegura que lo que estamos viendo en nuestros días es un conjunto de políticas del resentimiento. Es, pues, una reacción de la gente que fue expulsada de los beneficios de aquel mundo.

 Con todo esto, mi diagnóstico respecto a la juventud de hoy en día es el siguiente: los jóvenes intentan ser idealistas y quieren ser generosos, pero están consumidos y preocupados por ser alguien en este mundo y tener los mismos bienes o más que sus padres. Más aún, son consumidos por el “carrerismo”[3] pese a que sueñan con ser más idealistas y generosos. Empero, debajo de todo esto, pienso que lo que vemos en muchos de los jóvenes que hoy en día se acercan a nosotros es retraimiento, preocupación y miedo, esto es, una penetrante inseguridad. No se sienten seguros acerca del futuro. Y lo cierto es que la inseguridad nos puede paralizar y refrenar, disuadiéndonos de tomar riesgos y de crecer. ¿Cuánto le toma a la gente elegir un esposo o una esposa? Se pone cada vez más difícil. ¿Cuánto tiempo le toma a uno decir “yo elegí realmente esta carrera y daré todo mi ser en ella”? En fin, parece que todas nuestras tomas de decisión están tomándonos más tiempo porque nos sentimos inseguros.

Sostengo que la universidad jesuita tiene que abordar este asunto apelando a la formación del estudiante. Que no se trate simplemente de una transferencia de conocimientos o de habilidades, sino cuestionarse cómo ayudar al estudiante para que sea un ser humano íntegro, tal y como está destinado a ser. Aquel profesor que argumenta: “mi trabajo consiste sólo en transferir conocimiento y ellos (los estudiantes) han de adquirir las habilidades que necesitan para sobresalir en su campo de estudio”, le hace realmente un mal a sus estudiantes, se distancia de ellos, los hace a un lado sin importar la clase de conocimiento que se esté enseñando, pues de lo que se trata es de formar a la persona como un todo. Tal ha sido siempre el sello característico de la universidad jesuita. Así, el profesor de una facultad jesuítica diría: “como estudiante, lo que tú piensas es importante para mí; cómo tú piensas es aún más importante para mí; y, más aún, lo que tú sientes es también importante para mí. Por lo tanto, lo que hagas con lo que te enseño es lo que realmente me interesa”. Tal es, pues, el enfoque que debe tener un profesor que forma parte de un sistema universitario jesuita.

 

III

¿Hacia dónde debemos dirigir nuestra atención como educación jesuita? El padre Kolvenbach alguna vez exhortó a las universidades jesuitas a volver a su interés histórico por las humanidades, los estudios humanísticos y a pensar en torno a la gestación de un nuevo humanismo. Recuperando esto considero que lo primero que tendríamos que hacer es retornar a la pregunta antropológica acerca de qué es ser humano hoy, así como repensar en qué es aquello que pretendemos transmitir. ¿Cuál es la cultura, cuál es la herencia intelectual que queremos transmitir en esta época? Así, el padre Kolvenbach exhorta a una clase particular de humanismo, un humanismo social que coloca al estudiante, a la comunidad de estudiantes, en el centro; que cultiva el celo por la justicia, enseña el respeto por la diversidad humana y promueve la acción y el liderazgo. Un nuevo humanismo —yo creo— que velará por autores y escritores que estén más allá del canon occidental, que tomará en cuenta pensadores de todo el mundo; un nuevo humanismo que producirá una perspectiva genuinamente global bajo la cual los estudiantes serán preparados y formados para el liderazgo, no únicamente dentro de esta comunidad, sino en interconexión con todas las comunidades impactadas por lo que el estudiante y su comunidad hacen. Defiendo que este humanismo social tiene que cultivar a la persona humana de nuevo, tal y como fue creada, es decir, única y dotada de toda la integridad con la que Dios la pretendió. Asimismo, debe estar basado en la justicia y no en ideologías políticas, al igual que ha de estar preocupado por el cuidado del planeta.

Lo segundo que tendríamos que hacer es recuperar la tradición de la retórica. Lo que quiero decir es que las escuelas jesuitas, desde sus inicios, fueron conocidas por tratarse de lugares en donde los estudiantes se preparaban para entender lo que piensan y cómo es que piensan; de suerte que el estudiante pueda ser capaz de expresar con claridad y cuidado lo que piensa. La única manera de lograrlo es entendiendo a la persona con la que se dialoga. Si se puede hablar a alguien, entonces se puede hablar con alguien, pues cuando se internaliza al otro no se dicen cosas que el otro no pueda escuchar o entender. Todo profesor conoce la lucha que representa cada día, en cada clase, responder a la pregunta: “¿cómo digo esto, de suerte que consiga darme a entender por mis estudiantes?” Pues bien, esto es parte de la tradición retórica. En efecto, cuando el estudiante se preparaba para expresarse de forma oral o escrita, reconocía que la posibilidad de un argumento o posición convincente exigía de suyo un autoconocimiento por parte del estudiante mismo, al igual que un conocimiento de los otros. Esto es un esquema de la totalidad de una persona en labor de comunicación; por lo tanto, pienso que tenemos que recuperar esto porque si hay una habilidad que está en peligro de desaparecer en esta era tecnológica es la habilidad para comunicarnos. Hablo de verdadera comunicación y verdadera retórica que implica un conocimiento pleno sobre quién se es y qué es lo que se recibe de los otros. No es posible expresar la totalidad de quién se es en un hashtag o un emoticono al interior de un tuit. Esto no es comunicación y, por lo mismo, hemos de recuperar la tradición retórica.

Una última cosa en la que tenemos que trabajar es en una universidad como modelo de acción en tanto comprometida con la comunidad. Así, la universidad se consolida como un modelo para el estudiante en su vida. Un modelo en cuanto a lo que significa reflejar, entender, entrar en diálogo con otros, ser llamado, responder y aprender desde lo que se responde. Ciertamente, la universidad por sí misma debe ser una comunidad a cargo de esto.

Es interesante que la reputación de excelencia académica que ostenta la educación jesuita está sostenida en estos tres aspectos: (1) Un nuevo humanismo social (2) que recupera la tradición retórica (3) tornándose en un modelo de acción. En efecto, las instituciones educativas jesuitas fueron conocidas por mantener una filosofía y una teología que colocan a la persona en el centro de la creación, así como también fueron conocidas por desarrollar su currículum basadas en esa creencia. A diferencia, pues, de la Universidad de París en el siglo XVI o de las universidades estatales actuales, las universidades jesuitas preparan a la persona de manera integral. La universidad jesuita es un modelo de acción que se inserta en la comunidad y que apoya a la comunidad. Cuando la gente dice que los jesuitas destacan por su excelencia académica, yo creo que se refieren a esto.

Hay un último punto en torno al cual me gustaría reparar. Somos afortunados en esta era de vivir en un mundo que posee una Iglesia Católica liderada por un hombre llamado Jorge Mario Bergoglio, el papa Francisco. ¿Por qué digo que somos afortunados a causa de esto? Porque considero que su estilo de liderazgo es un modelo para el tipo de persona que queremos ayudar a crear en las universidades jesuitas. Él conoce bien cómo expresar lo bueno y lo malo, al igual que sabe de qué manera reflejarlos. Además, es un hombre honesto y valiente comunicándose con otros y habla con la verdad ante los poderosos y siempre nos llama a un compromiso personal; en todo lo que suele escribir trata acerca de aquello a lo que somos llamados a hacer y de si estamos cambiando en pos de convertirnos en mejores personas. Él no tiende a escribir tratados sobre diversos temas, en lugar de ello nos insta a emprender la acción. Es una persona que hace lo que dice; así, si invita a la gente a acoger emigrantes, él mismo les brinda acogida. Formalmente: si pide que la gente haga algo, él mismo predica con el ejemplo. Somos, pues, afortunados porque es un hombre reflexivo, recto y propositivo. Creo que es el tipo de liderazgo que todos queremos.

La reflexión va más allá del ámbito del conocimiento. Es una cuestión de síntesis que cobra relevancia; es una cuestión de integridad: consiste en vivir, hablar y juzgar con honestidad y estar abierto a la crítica y la corrección. Es cuestión de intencionalidad, iniciativa y tendencia a la acción, a hacer más y mejores cosas.

 

[*] Conferencia presentada el 26 de octubre de 2017 en el marco del vi Encuentro El Humanismo y las Humanidades en la Tradición Educativa de la Compañía de Jesús. Pasado, actualidad y desafíos de la universidad en el mundo, en México, en la misión educativa jesuita.

[**] Secretario para la educación universitaria de la Compañía de Jesús.

[3] Nota del editor. Política o práctica académica que consiste en la imposición de avanzar en los estudios superiores, muchas veces a costa de la propia integridad personal. No existe traducción al español para este concepto.

La verdad una y diversa: el ejercicio de razón como posibilidad del diálogo intercultural

Pedro Antonio Reyes Linares, sj [*]

Recepción: 28 de febrero de 2019
Aprobación: 11 de marzo de 2019

Abstract. Reyes Linares, Pedro Antonio. The One and Diverse Truth: The Exercise of Reason as a Possibility for Intercultural Dialogue. The article proposes the recovery of the problem of intercultural dialogue from the philosophical analysis of Alfonso Ibáñez, framing it as a necessary revision of the unity and diversity that exist between the concepts of truth and reason. Looking at the problem in those terms, the author proposes a foundation that makes it possible to consider this unity and diversity, using Xavier Zubiri’s philosophy of intellection and praxis.
Key words: truth, reason, Zubiri, Ibáñez, intercultural dialogue, diversity, unity.

Resumen. Reyes Linares, Pedro Antonio. La verdad una y diversa: el ejercicio de razón como posibilidad del diálogo intercultural. El artículo plantea la recuperación de la problemática del diálogo intercultural desde el análisis filosófico de Alfonso Ibáñez, ubicándola como una necesaria revisión de la unidad y diversidad entre los conceptos de verdad y razón. Frente a la problemática así formulada, el autor propone un fundamento que hace pensable esta unidad y diversidad, a partir de la filosofía de la intelección y la praxis de Xavier Zubiri.
Palabras clave: verdad, razón, Zubiri, Ibáñez, diálogo intercultural, diversidad, unidad.

 

Escribir un artículo en torno a la obra del profesor Alfonso Ibáñez es un trabajo complejo desde la elección del tema a tratar, por las diferentes etapas en que se desarrolló el pensamiento de este filósofo peruano, a quien tuve el privilegio de escuchar en cursos y conferencias. Y es que Ibáñez, como le decíamos nosotros en el Instituto Libre de Filosofía y Ciencias, era un hombre inquieto. Compartía con los grandes intelectuales esa capacidad constante de asombro y esa disposición a dejar entrar a su horizonte de pensamiento las preguntas que el contexto social, cultural y político iba planteando. Entrenado en el pensamiento de Mariátegui, estaba siempre atento a los movimientos sociales subalternos para recuperar en ellos no solo utopías teóricas, sino también ganas y motivos para seguir pensando, aunque el tiempo se tiñera de desesperanza. Su propio desarrollo sobre Habermas y los modelos de la filosofía comunicativa le inclinaba a mantenerse siempre a la escucha y a la espera de otras voces con las cuales compartir sus respuestas y, sobre todo, sus preguntas y vías de investigación.

El artículo que quiero comentar en esta ocasión, “Los desafíos del diálogo intercultural”, aparecido en su último libro El Horizonte de Existencia Intercultural del Buen Vivir o Vivir Bien. Aproximaciones,[2] nos permite conocer estas claves fundamentales de su vida que acabo de describir. Escrito en forma de diálogo con Gloria Caudillo, reconociendo la riqueza que esta clave había traído al libro, obligando a mantener el pensamiento abierto y a la escucha de la voz de la otra persona, el profesor peruano desarrollaba en este artículo inicial lo que podría ser una síntesis de la obra de su vida: sus líneas iban reflejando su propia trayectoria de pensamiento, desde el epígrafe del Subcomandante Marcos, como representante de las voces que en los 90’s motivaron su reflexión sobre la posibilidad de diálogo con los pueblos indígenas, y circulando entre los diferentes autores que modelaban su pensamiento, desde el poeta Machado leído en su juventud, hasta los más contemporáneos teóricos de la interculturalidad. No era un trabajo autobiográfico, ni se acercaba a ello, sino que rescataba su preocupación fundamental, las posibilidades para encontrar un proyecto latinoamericano de liberación y realización histórica que sí pudiera incluir verdaderamente a todas las personas, a todos los pueblos, a todas las culturas, y, al mismo tiempo, nos transmitía su intención de realismo, que le era peculiar, al sacar a la luz las dificultades inherentes a esa comunicación entre comunidades indígenas y occidentalizadas, en un país de una larga historia de mestizaje, marcada por frustraciones, dolores y engaños.

Son esta preocupación y este tono fundamental los que marcaron el trabajo de Ibáñez con una dinámica entre la sospecha y el descubrimiento. Trataba de sacar a la luz, en la mejor vena de la Ilustración europea (aunque no compartiera muchos de los presupuestos de ésta), las condiciones que dificultaban esa posibilidad de comunicación, especialmente las no dichas, las ocultas, las que se dan por supuestas y que pasan desapercibidas. Trataba de recuperarlas de la cortina de humo de diálogos interminables que simplemente se desgastaban, se traicionaban, o se sustituían con formas violentas de ocupación y de control, como en Guerrero, Michoacán o Chihuahua, donde los procesos de organización indígena se han visto constantemente violentados por la ocupación de sus tierras por compañías transnacionales, el ejército o los grupos de narcotráfico, a veces confundidos en uno mismo. El trabajo de Ibáñez dialogaba con todas estas realidades para sacar a la luz a quienes mantenían su posición de poder a través de una lógica que no soportaba ningún tipo de interlocución con los diferentes, indígenas, afroamericanos, mujeres, pobres, etc. Y proponía la lucha, mostrando cómo esta lógica imposibilitaba el diálogo o era impotente para impulsarlo, pues quedaba ciega a sus propios mecanismos condicionantes. Se trataba, pues, de hacernos mirar donde no sabemos mirar, permitiéndonos un tiempo de sorpresa, ubicando los detalles que se nos escapan y tratando de fijar nuestra atención en los obstáculos y en las oportunidades para dialogar, pues éste se le aparecía como un destino necesario si hemos de creer en la convivencia humana como una posibilidad. E Ibáñez así lo creía.

Este trabajo pretende continuar ese esfuerzo de Ibáñez, honrando esa convicción de creer en el diálogo, ubicándonos en el trabajo sobre el conocimiento y discernimiento de nuestros esfuerzos lógicos y racionales para dar mayores oportunidades a la comunicación intercultural. En su obra Ibáñez buscó hacerlo, muchas veces, entrando en contacto con otras tradiciones de pensamiento, que podían darnos nuevos conceptos o contestar los que usamos cotidianamente, abrir vías nuevas al ejercicio del pensar y, finalmente, a la vida en común. Su trabajo podía entonces leerse como una crítica de la razón, que no buscaba minarla, sino enriquecerla, para hacerla más capaz de avanzar en sus intentos de formar una vida que pudiese soportarse en la realidad y soportar la realidad. Se trata entonces de mantener esa “autocrítica radical”, expresión que Ibáñez retoma de Fornet-Betancourt, que busca aportar a “una transformación muy profunda de la filosofía”, llevándola a una “liberación de la filosofía”[3] para colaborar en la comprensión y generación de prácticas de mejor diálogo, más profunda convivencia y más sincera comprensión, es decir, una transformación muy profunda en el modo en que actualmente vivimos, pues ahí es, en las posibilidades abiertas y realizadas en la vida concreta de los pueblos y comunidades, donde finalmente se prueba la verdad viva de una filosofía.

Estamos, pues, en el terreno de la crítica de la filosofía sobre sí misma, considerándola como práctica y no solo en sus productos. “La filosofía tendrá que romper decididamente sus barrotes”[4], afirmaba Ibáñez en el texto que comento, aludiendo a la incapacidad para salir de la inercia del pensamiento conocido y ya validado. Reconocía en esta empresa el reto de intentar comprender pensamientos distintos al consagrado, poniendo en suspenso las verdades ya aceptadas y conocidas, incluso ejecutadas y probadas, superando la pereza para reaprender y diversificar sus métodos y establecer realmente condiciones de comprensión que hiciesen posible el diálogo. No abogaba Ibáñez por una colonización de los documentos de otras tradiciones de pensamiento (haciendo un ejercicio de traducción conveniente de sus prácticas, textos, rituales, etc.), sino por el reconocimiento de los sujetos vivos que -en un difícil ejercicio de convivencia y escucha, donde ha de detenerse el rápido juicio y privilegiarse el tiempo prolongado y la retroalimentación constante de una a otra parte- pudiesen crear un espacio común donde los mensajes circulasen, los acuerdos se establecieran y se revisaran las fronteras de lo pensable y lo verificable para ser, tal vez, recreadas en modos poco reconocibles respecto de los que ahora conocemos y respetamos. Pedía una “utopía razonable”, que recuperara en plena salud la “idea reguladora” kantiana[5] como razón práctica, es decir, como ejercicio de apertura de posibilidades capaz de revisar, corregir e incluso recomenzar los marcos en que se define nuestra comprensión. Y lo pedía con el realismo de quien reconocía que el mundo estaba caminando en un sentido muy contrario de imposición y desordenamiento de fundamentos muy básicos para esta empresa, gobernado por el deseo de conservar la certeza ya alcanzada, independientemente de los sacrificios de personas y pueblos que pudiese conllevar.

¿De dónde, entonces, podía venir a Alfonso Ibáñez la energía suficiente para mantenerse en el problema? ¿Qué podía darle razón suficiente para no cejar en su intento de colaborar en esa utopía y abrirle camino, con razón, a una nueva manera de filosofía? No cabe duda que entraban ahí los múltiples esfuerzos de los pueblos indígenas. Se refiere explícitamente a los pueblos mayas que se organizaron en el Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Pero no son ellos los únicos. También recupera a poetas y pensadores de la tradición occidental que han visto esta dificultad y han abogado por otro modo de hacer pensamiento y de combatir la idea de una razón “única y universal hipostasiada”.[6] Toda esta energía, de pensamiento, de historia, de ilusiones y esperanzas, alimentó el esfuerzo de Ibáñez, dándole la fuerza y el fundamento que solo puede venir de saber que no se está pensando solitario en los caminos, sino apoyado en un enorme esfuerzo humano, de hombres y mujeres que se nos van haciendo hermanos y comunidad.

Sin embargo, a pesar de que este intento podría parecer sumarse a numerosas escuelas que abogan por el pluralismo de saberes, no es esto lo que Ibáñez pretende. No se presenta él como abogado de relativismos, con lo que devuelve a la filosofía su vocación más originaria y, para nuestro tiempo, tal vez la más urgente: una investigación que nos permita apoyarnos en la verdad. Recupera para ello, en el artículo que comento, una sentencia de Antonio Machado y nos la propone como guía para el camino que pretende hacer: “¿Tu verdad? No. La verdad. Y ven conmigo a buscarla”.[7] Con esta cita, Ibáñez nos devuelve a aquel proyecto ilustrado, del que el ya citado Kant es insigne realizador, que cree todavía en la verdad que viene a darse a los hombres y mujeres en unidad y que los unifica. ¿Pero no hay aquí una contradicción entre esta verdad una que es buscada y la razón única y universal que es rechazada? ¿Puede pedirse al mismo tiempo una razón no única y pretenderse la verdad una? ¿Si es una la verdad a buscar cómo podríamos entonces reconocer la diversidad en la razón? Todas estas preguntas nos llevan a lo que podría parecer una paradoja en el intento de Alfonso Ibáñez, y que resulta absolutamente necesario resolver, pues es indispensable para el intento que se ha propuesto: pensar las posibilidades del diálogo intercultural. Es esta empresa la que nos obliga a reconocer que necesitamos romper con la identidad entre razón y verdad, que parece suponer el uso de estas palabras en nuestro lenguaje cotidiano: cuando decimos “tienes razón”, inmediatamente comprendemos que hay verdad ahí. Sin embargo, si queremos conservar la posibilidad abierta del diálogo intercultural, donde la verdad una ha de hablarse en diversos modos y lenguas, habríamos de reconocer y formular esa diferencia que nos permita asegurar la unidad de la verdad y la diversidad en la razón, sin desligarlas, por otro lado, tan completamente que deje de tener sentido decir que algo nos da razón o nos la quita, pues esas expresiones nada tienen que ver con la verdad. Distinguir sin separar, parece señalar un eje fundamental en la empresa crítica que supone la filosofía que Ibáñez nos propone y que ahora intentamos proseguir.

Trataremos entonces de establecer algún fundamento para poder pensar la “fiesta de la diversidad”,[8] que Ibáñez anunciaba (casi con júbilo) como la posibilidad abierta hacia el futuro de un mundo, o de muchos mundos, que hubiesen aprendido a dialogar y buscar juntos la verdad sin anular sus diferencias. Con términos más técnicos, Alfonso Ibáñez abogaba por una hermenéutica diatópica o interparadigmática, pero de la que -aunque encontraba ejemplos en las prácticas concretas de los distintos colectivos disruptoras, rebeldes y constructoras- no proponía un fundamento en el modo de pensar el acto de conocimiento que pudiese mostrarnos la posibilidad de realizar lo que se ve necesario. Faltaba entonces una investigación de las condiciones de posibilidad de lo que se veía urgente y acuciante en la realidad actual. Ahí es donde pensamos que se impone un análisis de la inteligencia humana, que permita establecer esa distinción de razón y verdad, sin perder una y otra, pero sin identificarlas absolutamente.

Propongo entrar en esta tarea de la mano del análisis noológico realizado por Xavier Zubiri a finales del siglo pasado. Uno de los intereses principales de la obra de Zubiri fue precisamente recuperar en su trilogía de Inteligencia Sentiente,[9] el carácter propio de la razón como modalización de la inteligencia,[10] tal vez la más elaborada de todas, pero no identificada simplemente con la intelección. Ya tenía, el autor español, antecedentes para su tarea: Heidegger había permitido, en una propuesta filológica, devolver a la verdad su carácter de de-velamiento, a-letheia, des-ocultamiento, que resultaría semejante a la expresión que guía la propia investigación crítica de Ibáñez de “la verdad como apertura”,[11] tomando la expresión de López Soria, o a la comprensión magmática del origen de todo pensamiento y creación humana de aquel autor griego, Cornelio Castoriadis, que Ibáñez admiraba y con quien se identificaba con justa razón.[12]

¿Pero es suficiente afirmar la verdad como apertura para dar cuenta del intento y la propuesta de Alfonso Ibáñez? Nos parece que no, y es ahí donde queremos servirnos de Zubiri para completar el intento. Sí, la verdad habría de ser apertura, pero la pura apertura no parece dar suficiente fundamento para llegar al establecimiento firme de existencias, argumentos y acuerdos que hagan posible la construcción de una justa convivencia. La verdad tendría este carácter de apertura, pero también un carácter de arraigo, de fidelidad,[13] en donde se asentaran las bases firmes de lo que en ese espacio abierto pudiese acontecer. Yendo más allá de la metáfora de la luz, Zubiri no encontraba en la verdad únicamente un claro de luz que ilumina una región de la realidad, sino que la proponía como si cada una de las cosas en esa región fuera la misma luminaria, cada una de ellas manteniéndonos en el ámbito de luz que nace de ellas, ofreciendo un lugar concreto, en el mundo, desde el que se podía pensar. Esta insistencia en el lugar y la fidelidad resulta esencial para el proyecto del diálogo intercultural, porque solamente desde ahí es que puede pensarse lo que Ibáñez quería encontrar, hogar para los diferentes, albergue hospitalario, espacio para el huésped, para la convivencia de la muy diversa humanidad. Por el arraigo que Zubiri reconoce en la verdad, la descubre como terreno, espacio para enraizar y como ella misma raíz que se hunde y constituye ese “desde” que está dando situación y arranque a cualquier empresa: también la del pensamiento, el diálogo y la convivencia de la humanidad.

En el arraigo, la verdad se hace terreno y también cuerpo. Podríamos decir que el arraigo no es meramente el suelo como una especie de límite ideal inferior para cualquier elemento situado en la tierra, sino que es el suelo con todas sus capas, modulaciones, grietas, desvíos y el cuerpo que se sostiene y organiza huesos y músculos, así como también las historias del cansancio y el esfuerzo de estos huesos y músculos, sus particularidades y los modelamientos resultantes del mismo dinamismo de arraigar. Es el sistema de cuerpo situado y situación que se mueve con el mismo movimiento del cuerpo, lo que va a caracterizar esta concepción de la verdad. No es meramente figura y riqueza de figuras, como en la riqueza de ramas de un árbol o de las diferentes variantes de una tradición de verdad, sino que marca el camino, en cada una de esas ramas y diferencias, hacia lo que arraiga, hacia lo que establece el sistema fundamental en que ha crecido y se ha desarrollado esa particularidad, ese pueblo, esa cosa, esa persona, esa historia.[14] La verdad como arraigo es espesor y movimiento, espesor tectónico y dinámico, y, así, se va definiendo como particularidad y como historia. La verdad nos “verdadea” porque nos constituye verdaderamente como personas capaces de estar dando de sí libremente en el lugar arraigante de las cosas de la realidad.

Entonces, en el arraigo, la verdad también es fuerza: fuerza que mantiene ligada a sí cada creación e invención, retención, al tiempo que es fuerza también centrífuga, impelencia, que propone crecimiento, más creación e invención, es decir, la verdad es tensión.[15] Esta doble característica de la verdad, como arraigo y como impelencia, es lo que propone esa tensión peculiar zubiriana que se llama respectividad, y que da unidad al mundo en tanto respectividad de todo lo real. En la verdad no está dándose solamente la fuerza del arraigo sino la raíz misma que crece, se expande, se diversifica en ramas, hojas, frutos, etc., y va ofreciendo toda la riqueza que el cuerpo, la historia y el cosmos pueden verificar. En la verdad es el cuerpo el que va haciéndose verdaderamente, como actualización de esa doble fuerza de arraigo y creatividad; es la historia la que verdaderamente se edifica, conforme los cuerpos quedan unos enraizados en los otros, apoyada la fuerza de unos en la de los otros, e impelida la misma fuerza de unos por la fuerza de los otros; es también el enraizamiento de esa historia, y de los cuerpos concretos (que no se reducen absolutamente a la historia), en los dinamismos del cosmos, manteniendo igualmente su irreductibilidad cósmica, histórica y personal, es decir, la tensión que marca el desde particular de cada uno, con su fuerza propia y en dinamismo constante de verificación.

Verificación es precisamente la palabra que Zubiri elige para plantear la distinción entre la verdad y la razón.[16] Verificación es la verdad de la razón y no es idéntica, entonces, a la verdad en la que se asienta el sentir, sino que es la verdad que “se hace” en tanto el sentir, arraigado a la verdad, es impelido a dar de sí modos propios de realizar ese arraigo: figuras de arraigo, disposiciones corpóreas, personales y colectivas, cuerpos en dinamismo, en actividad, constituyendo historia en los múltiples dinamismos del cosmos. Razón es precisamente esa actividad, hacer verdad, donde el hacer se mantiene en un sentido fuerte: es construcción, invención, exploración, levantamiento de estructuras donde la verdad pueda darse en la persona, la historia y el cosmos manteniendo las complejidades de sus dinamismos propios.[17] La verdad que se hace es una auténtica creación del sentiente, del arraigado en la verdad, que, a su vez, resulta fuente de ese mismo dinamismo creativo en tanto lo exige y lo funda con su exigencia. En palabras de Zubiri: “El facere sentiente de verificación hace del verum algo formalmente lógico-histórico”.[18] La verdad una, la que buscamos porque nos exige buscarla, se nos muestra precisamente en las vicisitudes de nuestra búsqueda; se nos hace presente en-vía, como posibilidad de verdad que se cumple en este arraigo concreto, nos permite contemplar lo propio del arraigo a su luz, pero lo deja abierto para seguirse buscando en la novedad que el propio arraigo está ya dando de sí. Es por ello que Zubiri sostiene que la verificación, la verdad de la razón, es provisional, no tanto porque sea pasajera, sino porque permite abrir la visión a lo que puede dar en lo que ya se ha podido dar. Es así como Zubiri plantea la unidad de la verdad racional: “confirma posibilitando y se posibilita confirmando”[19]. Aquí ambos términos son puntos de llegada y de salida para seguir el cumplimiento en que consiste la verificación: se está realmente haciendo verdad.

Es ahí también, en el ámbito de la verificación, donde se cumple la posibilidad de la distinción de dinamismos, y en particular de aquellos que se realizan en lo propio o en lo ajeno. Esta modalización del arraigo está dada irremisiblemente pero también inespecíficamente desde el momento primario del asentamiento del sentir. Zubiri marca ese modo con la palabra “cenestesia” como imposición del modo de lo mío en la dirección de realización, de impelencia del sentir.[20] La cenestesia, como modo del sentir, exige notar lo propio de la experiencia, lo que refiere a la misma estructuración del sentir como fuente de lo que siente, por ejemplo, cuando en el dolor sentido se impone la dirección referencial de lo mío: me duele. Este dinamismo fundamental de constitución modal del sentir, la cenestesia, se verifica también al buscarse eso mío en su plenitud dinámica, es decir, en la constitución de la persona entera, de sus relaciones interpersonales, de la historia que constituye con otras y en el dinamismo complejo del cosmos. Es a esa búsqueda a la que atiende el pronombre “Yo”, con el que se marca la tensión que define la identidad del sentiente que, aquí, se verifica buscándose a sí mismo en la complejidad de todas las cosas reales.[21] En cada cumplimiento del propio sentir como mío va cumpliéndose el Yo como realidad, al tiempo que queda nuevamente abierto para seguirse buscando en lo que pueda verificarse como mío de la complejidad de los dinamismos de la realidad.

Al mismo tiempo, la búsqueda va también constituyendo lo “otro que yo”, pues se impone y se verifica esta imposición, la ajenidad en el mismo arraigo del sentir. El sentir se encuentra así en dinamismos diversos (propios y ajenos), aunque inespecíficamente en los linderos de esa diversidad, que piden ser buscados y cumplidos precisamente por el ejercicio de la razón. La razón que verifica el Yo, verifica al mismo tiempo lo que no es Yo, lo que no viene marcado por esa cenestesia, sino que queda señalado por el “hacia” que apunta a una fuente otra que yo, lo “ajeno”. Lo “propio” y lo “ajeno” quedan así dándose en un mismo arraigo, y la razón va verificando en su actividad sus fronteras, posibilitando definir cada vez más plenamente lo que el Yo puede ser en esa ajenidad y lo que lo ajeno puede ser en la realidad del Yo. Esta modalización de lo “propio” y lo “ajeno” podría resultarnos importante para concebir la verdad, una y diversa, que Alfonso Ibáñez nos invita a pensar. “Propio” y “ajeno” son dos modos en que se va albergando en el “en” la riqueza cualitativa que pasa en el sentir, marcada ya en esas dos direcciones fundamentales, como la tensión de lo propio y lo ajeno que es el Yo en la realidad. Esto hace necesario que pensemos el Yo, no como una identidad autorreferencial inmediata, sino como una que tiene que buscarse, constituirse, crearse, conforme va descubriéndose activamente en lo propio (identificándose con eso propio) y lo ajeno (distinguiéndose de él). El Yo se presenta así como una realidad liminal, constituida como límite de lo propio-ajeno, sin poder abandonar uno y otro en su definición sino manteniendo, en la creación de sí mismo, su tensión constitutiva. No es una realidad que pueda definirse por alguno de esos extremos, sino que ha de crearse un modo de cargarlos tensivamente: lo ajeno estará en el Yo precisamente como ajeno, constituido por y constituyendo tensivamente lo propio del Yo. Y en esto consistirá su ejercicio de verificación.

De modo que, cuando aludimos, como se hace constantemente en los trabajos de Alfonso Ibáñez, a la “razón occidental” o a la “razón indígena” (en ambos casos, como una metonimia de la complejidad de dinamismos que se abarcan en ellas), la designación no se refiere a una sustancia que se enfrenta a la otra como absolutos encontrados. En ambos casos, nos encontramos con ejercitaciones históricas de verificación de lo propio y lo ajeno en su manera de constituir tensivamente identidades concretas. Son estas ejercitaciones, y no una representación abstracta de las características de uno u otro grupo, las que van definiendo en su devenir histórico ambas “razones”, y es por ello que Ibáñez defiende que son precisamente las acciones concretas de los colectivos que se buscan y buscan un lugar en los dinamismos de la historia y del cosmos, los que van definiendo propiamente lo que hemos de entender por “razón”, occidental o indígena, o con precisiones más apropiadas (maya, ñuhú, wirarika, etc.) La razón no es sino el ejercicio concreto de esa búsqueda, ejercicio que se hace por diversas vías, según lo que la propia complejidad del arraigo en que se busca pueda dar.

Y, de hecho, una vía que acompaña a todas las otras vías es precisamente la que intenta verificar esa posibilidad de buscar en el arraigo: es la búsqueda propiamente del fundamento que da razón del propio ejercicio de razón. Si se busca, es porque el arraigo da para buscar y sostener las vías que hemos inventado y propuesto para buscar; por eso, afirma Zubiri: “La activación de la inteligencia sentiente por lo real, en efecto, es actividad inquiriente de la medida de la realidad de las cosas”.[22] Es el discernimiento de la búsqueda, que va sintiendo el peso que cada uno de los pasos con que se busca imprime en los dinamismos de la realidad en que se arraiga. Ese peso es el que permite sentir si el arraigo está cumpliéndose en cada paso, o si se va perdiendo la tensión constitutiva de la búsqueda y lo que se verifica es, precisamente, la pérdida del suelo, del piso y el peso de la realidad. Lo que se quiere, precisamente, buscar ahí, es la capacidad de la razón para arraigarse en la realidad, en la tensión de lo propio y lo ajeno, sin convertirse en falsificación y confusión, donde se pierde el respeto de la tensión y se pretende la reducción a una sola referencia. La falsificación es el colapso de la verdad que, dice Zubiri, eventualmente lleva al homicidio,[23] es decir, a la imposibilitación de la vida personal, de la búsqueda del Yo y por tanto del otro, en toda la complejidad de sus relaciones, y a la ulterior destrucción de su carácter de realidades, es decir, la destrucción de lo que de suyo son, por suplantación de su realidad por la falsificación.

Es por ello que el diálogo intercultural, y la explicitación de sus condiciones de realización, resulta un tema fundamental para el desarrollo de las sociedades humanas y de la humanidad como un todo dinámico, que Ibáñez y Caudillo, los autores del libro que comentamos, identifican con el “buen vivir”. Este “buen vivir” no resulta de un conjunto de normas establecidas desde la idealización de nuestra sociedad, sino del ejercicio concreto de las colectividades humanas en la búsqueda de su identidad tensivamente formada entre lo propio y lo ajeno. El “buen vivir” es la construcción de ese ámbito en el que se puede buscar respetando precisamente ese dinamismo de tensión constitutiva en que cada persona y cada pueblo puede encontrarse, descubriéndose lo propio en lo ajeno de los otros pueblos y del cosmos, al tiempo que descubre y respeta lo ajeno que encuentra al constituir lo propio. El “buen vivir” no sería meramente la verificación de ese dinamismo de realización, sino que implicaría también el reconocimiento de las condiciones de esa verificación, es decir, el ejercicio crítico que hemos descrito en el párrafo anterior para guardarnos del colapso de la verdad por la falsificación.

Como la verificación, también la falsificación es el ejercicio de construcción, creación, invención y levantamiento de estructuras que albergan lo propio y lo ajeno, pero aquí permitiendo la confusión, suponiéndose imposible o innecesaria la búsqueda de la distinción de las fronteras (tal vez porque se esperaba que fueran fijas y no dinámicas, provisionales e históricas), o suplantando uno de los términos por el otro, a través de la sumisión donde lo ajeno a fin de cuentas es determinado por lo propio –subjetivismo- o lo propio es meramente una determinación de lo ajeno -alienación-. En todos estos casos, la falsificación se ejerce como una actividad concreta o actividades concretas en las que se crean y construyen estructuras de pensamiento y de acción que favorecen ese supuesto o suplantación. Es la razón convertida en actividad de destrucción, no puramente desarraigada (cosa que sería un imposible dado que el arraigo es propio del sentir, estar-en), sino trabajando y haciendo contra el arraigo, deformándolo, destruyéndolo paulatinamente, imposibilitándolo. Podríamos decir, siguiendo la terminología que se ha acuñado en los movimientos de liberación indígenas de los últimos años, que es un “mal vivir”, motivado por una enfermedad del “corazón”, el “estómago” o del “ombligo”, imágenes con las que varias cosmovisiones indígenas suelen representar el arraigo constitutivo de la persona y de las comunidades.[24]

Esta actividad de falsificación es, precisamente, la que, según Alfonso Ibáñez (y también Zubiri), urge denunciar, comprendiendo sus modos concretos de falsificar. Y es que, siendo actividad, las mismas acciones de destrucción muestran su carácter de posibilidad, arraigada en la misma realidad que podría dar para algo más que esa destrucción. El análisis crítico de esas acciones de destrucción permiten, entonces, ejercitar la razón en posibilitar resistencias a esa destrucción, acciones que vengan a contrarrestarla, a crear en medio de ella, a jugarle chueco, a hacerle trampa y a descubrir que la riqueza de la tensión propio-ajeno en que se constituye la realidad, tiene mucho más que dar que lo que la actividad de destrucción ha pretendido definir.[25] La denuncia de las actividades de destrucción constituye así ya un paso hacia el reconocimiento y ejercicio de actividades que puedan devolver la tensión constitutiva a la razón, es decir, a la búsqueda de verificación de la complejidad de lo propio y lo ajeno en la realidad. Y esta denuncia es un acto enunciativo, un acto de habla y comunicación, en el que el cuerpo que se levanta como voz, como gesto, como acción (individual o colectivamente), está proponiendo ya una vía a seguir donde lo propio está buscándose lugar en lo ajeno, dando también a lo ajeno la posibilidad de sostener esa propia voz.

Es ahí donde la enseñanza del ejercicio crítico de la filosofía, como creación de vías para verificar el peso y complejidad de lo real, de lo propio-ajeno en tensión, resulta fundamental para el desarrollo del diálogo intercultural. No bastarán las experiencias tenidas, inclusive sistematizadas, si no se avanza a la crítica de las propuestas logradas y la verificación de que sigan manteniendo posibilidades de ser denunciadas en la falsificación que en ellas pudiese darse y de ser reconstruidas desde la novedad que el mismo arraigo impelente del sentir (de los sentientes en su particularidad y concreción) pueda estar exigiendo. Esto implica reconocer la provisionalidad de la experiencia vivida de diálogo intercultural, como decíamos antes no solo por el reconocimiento de su carácter contingente y pasajero, sino como parte de la verificación de esa misma provisionalidad, que nos muestra lo que en esta propuesta se hizo efectivamente posible, mostrando a la vez lo que en ella se difirió, canceló, ignoró o dejó de lado, que podría haber dado albergue a esto nuevo que ahora se nos presenta (una persona o cosa antes desconocida o insignificante), o simplemente, ante esa novedad, la exigencia de reconstituirse y, desde su arraigo, darse posibilidades inéditas hasta ese momento para poder albergar verdaderamente esa alteridad y novedad.

Fue éste el fundamento principal de la actividad de Alfonso Ibáñez, como investigador y, sobre todo, como profesor. Ésta fue su razón, es decir, el ejercicio que fue desarrollando, inventando y creando en su vida, como vía por la que podía colaborar en la formación de una sociedad que dialogara, con vistas a que ese diálogo fuera verdaderamente inclusivo, donde toda voz pudiese encontrar su lugar. Fue esta pretensión de universalidad la que llevó a Ibáñez a la filosofía, y a replantearse el método de su filosofía, para descubrirlo y hacerlo capaz de sospechar, de desvelar y denunciar, al tiempo que lo buscaba creativo, capaz de escuchar y de inventar albergues y hogares para aquello que escuchaba y aquellas personas a las que escuchaba. Fue la misma pretensión de universalidad, reconocida como viva y dinámica, la que obligó a Alfonso Ibáñez a dejar su obra siempre inconclusa, provisional, no solo por la certeza que todos podemos tener del plazo en que ha sido constituida nuestra vida, sino porque el diálogo que intenta albergar a las personas y pueblos vivos ha de mantenerse siempre atento a dejar abierta la puerta a la novedad y dispuesto a rehacerse, recrearse y reformularse en el momento en que ella se atreve a pasar por esa puerta y entrar.

 

Fuentes documentales

 Caudillo Félix, Gloria Alicia e Ibáñez Izquierdo, Alfonso, El Horizonte de Existencia Intercultural del Buen Vivir o Vivir Bien. Aproximaciones, ElAleph, Buenos Aires, 2015 (Colección Temas Estratégicos).

Echeverría, Bolívar (Comp.), Modernidad, mestizaje, ethos barroco, El equilibrista, México, 1994.

Ibáñez Izquierdo, Alfonso, “Castoriadis o el proyecto de autonomía democrática” en Areté, Departamento de Humanidades, Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, vol. 16, N° 2, marzo 2004, pp. 207-241.

—— “Los desafíos del diálogo intercultural” en Gloria Alicia Caudillo Félix y Alfonso Ibáñez Izquierdo, El Horizonte de Existencia Intercultural del Buen Vivir o Vivir Bien. Aproximaciones, ElAleph, Buenos Aires, 2015 (Colección Temas Estratégicos), pp. 21-35.

Martínez González, Roberto, “El Alma de Mesoamérica: Unidad y Diversidad en las Concepciones Anímicas” en Journal de la Société des Américanistes, Société des Américanistes, París, vol. 93-2, 2007, pp. 7-49.

Zubiri, Xavier, El Hombre y la Verdad, Alianza/Fundación Xavier Zubiri, 2006.

—— Inteligencia Sentiente: Inteligencia y Realidad. Alianza/Fundación Xavier Zubiri, 2006.

—— Inteligencia y Razón. Alianza/Fundación Xavier Zubiri, 2008.

—— Sobre la Esencia Alianza/Fundación Xavier Zubiri, 1985.

 

[*] Profesor del Departamento de Filosofía y Humanidades, ITESO. parl@iteso.mx

[2] Alfonso Ibáñez Izquierdo, “Los desafíos del diálogo intercultural” en Gloria Alicia Caudillo Félix y Alfonso Ibáñez Izquierdo, El Horizonte de Existencia Intercultural del Buen Vivir o Vivir Bien. Aproximaciones, ElAleph, Buenos Aires, 2015 (Colección Temas Estratégicos), pp. 21-35.

[3] Ibidem, p. 26.

[4] Ibidem, p. 28.

[5] Cfr. Ibidem, p. 30.

[6] Ibidem, p. 31.

[7] Ibidem, p. 31. Es una cita textual de Machado.

[8] Ibidem, p. 33.

[9] Xavier Zubiri, Inteligencia Sentiente, Fundación Xavier Zubiri/Alianza Editorial, Madrid. La obra se compone de 3 tomos que se han publicado y reimpreso en diferentes años. En este trabajo voy a tomar las ediciones de 2006 (Inteligencia Sentiente: Inteligencia y Realidad) y 2008 (Inteligencia y Razón). Es fundamental no perder de vista la unidad de la obra para comprender la propuesta y alcances de la noología de Xavier Zubiri.

[10] Zubiri explica este término en el segundo parágrafo del capítulo VIII del primer tomo de Inteligencia Sentiente: Inteligencia y Realidad: “al ser actualizada la cosa real en la intelección, esta cosa real puede ser actualizada en distintos respectos formales suyos. Lo cual determina el que la actualización intelectiva misma pueda quedar afectada por la diversidad de los respectos formales de cada cosa. La diversidad de la actualización de lo real según sus distintos respectos formales constituye lo que aquí llamo modos de intelección […] Pero estos modos no solamente son diversos, sino que en su diversidad misma envuelven intrínseca y formalmente una estructura básica respecto a la cual cada modo es no solo diversidad sino modalización” (pp. 253 y 255)

[11] Alfonso Ibáñez, “Los desafíos del diálogo intercultural” p. 32.

[12] Alfonso Ibáñez, “Castoriadis o el proyecto de autonomía democrática” en Areté, Departamento de Humanidades, Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, vol. 16, N° 2, marzo 2004, p. 207-241.

[13] Zubiri hace referencia a esta dimensión de la verdad en su apéndice 8 “Consideraciones sobre las dimensiones de la verdad real”, en Inteligencia Sentiente: Inteligencia y Realidad, p. 244, recuperando el sentido de fidelidad y firmeza que tiene la palabra hebrea “emunah”. En este trabajo me referiré a esta dimensión como “arraigo”, pues recupera la característica de fidelidad, pero además la corporeidad que la verdad toma como raíz que sostiene y alberga todas sus modalizaciones.

[14] Xavier Zubiri, Inteligencia Sentiente: Inteligencia y Realidad, pp. 246-254. Zubiri presenta las dimensiones de la verdad real como constitutivas del dinamismo de toda intelección, que, sin poder desligarse unas de otras, permiten dar predominancias que modelan diversas actitudes intelectivas: desde la aventura fascinante de dejarse poseer por la riqueza de lo real, a la búsqueda constante de firmeza y al discernimiento y selección de lo constatable en el conocimiento. Estas tres actitudes, todas intelectivas, pueden encontrarse también en los diálogos interculturales (y en cualquier relación de diálogo en realidad), donde, si no se reconocen, y se pretende imponer una sola actitud, puede terminarse el diálogo por falta de acuerdo en lo que se pretende del ejercicio de dialogar.

[15] Los dos tomos que siguen a Inteligencia Sentiente: Inteligencia y Realidad, que tratan sobre los modos del logos y la razón, siguen las reflexiones de Zubiri sobre los modos ulteriores de la intelección en la última parte de su primer tomo (pp. 265-279). Aquí el concepto clave es esa tensión que se establece entre el arraigo fuerte de lo real (“desde”) y la diversidad que esa fuerza toma en cada una de las notas en que esa realidad sentida está dándose a notar (“hacia”) o en que se da a notar cualquier cosa real en el mundo: desde-hacia es la estructura de la tensión fundamental que constituye la ulterioridad de la intelección y donde se abre la puerta al enriquecimiento de la misma por la diversidad de respectos formales que están haciéndose presentes en ella.

[16] Xavier Zubiri, Inteligencia Sentiente: Inteligencia y Realidad, p. 235, y más ampliamente en el capítulo dedicado completamente a la verdad de la razón en Inteligencia y Razón, pp. 258-317.

[17] Xavier Zubiri, Inteligencia y Razón, pp. 300-305, sobre el carácter histórico del cumplimiento de la verdad racional: “la historicidad de la verdad no consiste por tanto en decurso, ni tempóreo ni temporal, de una actualidad, sino que consiste en un modo de constitución de la actualidad de lo real: es ser actualidad posibilitada, actualidad cumplida” (p. 304).

[18] Ibidem, p. 311.

[19] Ibidem, p. 306.

[20] Xavier Zubiri, Inteligencia Sentiente: Inteligencia y Realidad, p. 103.

[21] Es interesante acudir aquí a las breves notas que Zubiri hace en Inteligencia Sentiente: Inteligencia y Realidad sobre el modo de comprender la personalidad como campalidad de la persona (constituyendo como en cierto modo suyas, como constructo de su propia personalidad, cosas-sentido, las cosas reales en que está) y la personeidad como su razón (afirmando su propio carácter fontanal de esa constitución de sentido en las cosas, es decir, su carácter absoluto relativo). Ver p. 273. Estas notas permiten hacer la relación de la trilogía zubiriana con otros tratamientos antropológicos anteriores recogidos en sus cursos y la distinción de cosa real y cosa sentido en Sobre la Esencia (Xavier Zubiri, Sobre la Esencia, Alianza/Fundación Xavier Zubiri, Madrid, 1985, p. 105).

[22] Xavier Zubiri, Inteligencia y Razón, p. 311.

[23] Xavier Zubiri, El Hombre y la Verdad, Alianza/Fundación Xavier Zubiri, Madrid, 2006, p. 164.

[24] Roberto Martínez González, “El Alma de Mesoamérica: Unidad y Diversidad en las Concepciones Anímicas” en Journal de la Société des Américanistes, Société des Américanistes, París, Vol. 93-2, 2007, pp. 7-49.

[25] Aquí es donde una actitud intelectiva de “aventura en la realidad”, (como la llama Zubiri Inteligencia Sentiente: Inteligencia y Realidad, p. 245), puede resultar sumamente provechosa para la apertura de nuevas posibilidades de diálogo intercultural e, incluso, para la misma supervivencia de los grupos subalternos, como ha expuesto Bolívar Echeverría en su análisis del “ethos barroco”, Bolívar Echeverría (Comp.), Modernidad, mestizaje, ethos barroco, El equilibrista, México, 1994.

Reconstrucción de un largo camino: del EZLN al CNI. Primera parte

[*]

Karina de Santiago Ávalos,
Ana María Villalobos Ibarra
y Elías Iván García Ríos[**]

 

Recepción: 21 de mayo de 2018
Aprobación: 2 de julio de 2018

 

Abstract. Santiago Ávalos, Karina de, Villalobos Ibarra, Ana María y García Ríos, Elías Iván. Reconstructing a Long Road: from the EZLN to the CNI. Part One. This extensive paper, based on careful documentary research and an interview with Rocío Moreno, a Coca council member from Mezcala, Jalisco, attempts to sketch a general overview of the origins, development and current situation of the libertarian indigenous movement that burst onto the public stage on January 1, 1994 as the Zapatista Army for National Liberation (EZLN, in its initials in Spanish) and that subsequently presented itself as the National Indigenous Congress (CNI), and then as the Indigenous Governing Council (CIG). In this edition of Xipe totek we publish the first part.
Key words: indigenous movement, EZLN, elections, CNI, Indigenous Governing Council, democracy.

Resumen. Santiago Ávalos, Karina de, Villalobos Ibarra, Ana María y García Ríos, Elías Iván. Reconstrucción de un largo camino: del EZLN al CNI. Primera parte. Este extenso trabajo, basado en una cuidadosa investigación documental y en una entrevista realizada a Rocío Moreno, miembro del Concejo Coca de Mezcala, Jalisco, se propone trazar un panorama general de la génesis, desarrollo y situación actual del movimiento indígena libertario que apareció públicamente el 1 de enero de 1994 como Ejército Zapatista de Liberación Nacional y que se expresó posteriormente en el Congreso Nacional Indígena y en el Concejo Indígena de Gobierno. En este número de Xipe totek presentamos la primera parte.
Palabras clave: movimiento indígena, EZLN, elecciones, CNI, Concejo Indígena de Gobierno, democracia

 

Es el tiempo de la dignidad rebelde, de
construir una nueva nación por y para
todas y todos, de fortalecer
el poder de abajo y a la izquierda
anticapitalista, de que paguen los culpables
por el dolor de los pueblos de este
México multicolor.

V Congreso Nacional Indígena

 

Introducción

Para comprender la iniciativa del Congreso Nacional Indígena (CNI) y del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) de proponer un candidato para las elecciones de 2018 es necesario hacer un análisis detallado de las características de estos dos agentes que se presentan como una fuerza opositora a la política oficial. En efecto, una peculiaridad en este proceso electoral federal es la irrupción de un agente muy otro: el Concejo[1] Indígena de Gobierno y su vocera María de Jesús Patricio Martínez, quienes, desde la mirada de la política tradicional de arriba, representan una rémora para la democracia y un obstáculo, por dividir a la supuesta izquierda y por invadir un espacio que está reservado sólo a aquellos que tienen carrera política partidista.

Decir que el CNI y el EZLN tienen una posición dentro del campo político implica decir que estos agentes tienen un capital y luchan por incrementarlo, puesto que, según Bourdieu:

La política es una lucha por las ideas, pero por un tipo de ideas del todo particular, a saber, las ideas–fuerza, ideas que dan fuerza funcionando como fuerza de movilización. Las luchas políticas son luchas entre responsables políticos, pero en esas luchas, los adversarios, que están en competencia por el monopolio de la manipulación legítima de los bienes políticos, tienen un juego común que es el poder sobre el Estado (que pone fin, en cierta medida, a la lucha política puesto que las verdades de Estado son verdades transpolíticas, al menos oficialmente).[2]

Sin embargo, veremos que esta lucha es una lucha muy otra por el tipo de agentes de los que se trata. De modo que sus luchas no son por el poder, no al menos por el poder sobre el Estado, ni por algún tipo de bien político, es decir, no buscan una posición partidista, no buscan un cargo público y no buscan legitimidad por la burocracia de un partido. Es por ello que pretendemos establecer un contraste más preciso y contundente entre la política de abajo representada por el CNI–EZLN y la política de arriba, que se mueve bajo la lógica tradicional de los partidos políticos y candidaturas independientes que sí buscan “el monopolio de la manipulación legítima de los bienes políticos, […] que es el poder sobre el Estado”.[3]

 Este trabajo estará dividido en cinco secciones. En la primera sección haremos un recorrido histórico del surgimiento del EZLN, así como una breve revisión de su estructura y sus momentos más importantes.

En la segunda retomaremos la historia y antecedentes del CNI, su estructura y su organización. Centraremos la atención, principalmente, en sus documentos fundantes o representativos que dejan ver cómo su propuesta otra se ha ido formando y madurando mediante el ejercicio colectivo de las comunidades zapatistas y de las comunidades integrantes del CNI. Este recorrido pondrá especial énfasis en el V Congreso Nacional Indígena, en el cual la propuesta del EZLN a los integrantes del CNI fue llevada al terreno político mediante la consulta y posterior conformación de un Concejo Indígena de Gobierno (CIG), con una vocera que buscaría un registro como candidata independiente en las elecciones presidenciales de 2018. Intentaremos detallar qué comunidades integran esta plataforma, cómo han evolucionado desde su fundación, cuál es la especificidad de las comunidades y cuál es el modo y el tipo de liderazgo que caracterizan a las concejalas y los concejales nombrados.

En la tercera sección se analizarán las principales oposiciones al interior del CNI con el objeto de comparar la fuerza que imprime cada uno de esos agentes en la conformación y organización de la política de abajo, cristalizada en la propuesta de un CIG y una vocera como Marichuy para la candidatura independiente. También se analizará el proceso de recolección de firmas y la finalmente inalcanzable candidatura independiente de la vocera del CIG.

En la cuarta sección se abordará el momento actual, el plan de acción y la estrategia impulsada por el CIG desde su consolidación hasta la finalización del periodo permitido por el INE para la recolección de firmas. En este apartado se dará especial atención a los discursos de las concejalas y de la vocera Marichuy en el recorrido realizado por las distintas comunidades del país, donde se podrá ver con mayor claridad el modo de hacer y entender la política de abajo. Una diferencia fundamental en la política de abajo respecto a la política tradicional o de arriba, que servirá como criterio de discernimiento es que su lucha es la lucha por la vida. Se hará de igual modo un balance del recorrido de Marichuy y se evaluará el siguiente paso del CNI en esta coyuntura electoral después de que no se obtuvieran las firmas que solicita el INE para su registro.

Finalmente, se propondrá una reflexión que permita terminar de comprender el alcance y la magnitud de una propuesta que no se reduce a un anquilosado proceso electoral federal.

 

Antecedentes históricos y estructura
del Movimiento Zapatista de Liberación Nacional

Cronología

1948 – INI

1990 – Ratificación del acuerdo 169 OIT

1992 – Reforma constitucional del artículo 4

1993 – Dic. Comunicado zapatista y ley de guerra

1994 – 1 de enero – Levantamiento Zapatista/Entrada en vigencia del TLC/I, Declaración de la Selva Lacandona

1996 – febrero Acuerdos de San Andrés (ASA)

1996 – 12 de octubre CNI

1996 – noviembre propuesta de la Comisión para la Concordia y la Pacificación (COCOPA).

1997 – Masacre de Acteal

2001 – San Lázaro

2001 – Contrarreforma

2003 – Juntas de Buen Gobierno/Caracoles. ¿Qué son? ¿Cómo se organizan?

La lucha de la resistencia indígena en México lleva casi cinco siglos. Esta lucha adquiere, lentamente, su matiz actual, de forma paralela a la conformación del Estado y sus instituciones, y se define como la búsqueda de autonomía, es decir, que en tanto se desenvuelve un marco jurídico que define al Estado mexicano, la resistencia será expresada concretamente como exigencia de autonomía. La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en la mirada del Movimiento Zapatista, resulta ambigua e insuficiente para solventar aquella exigencia.

Esa autonomía, que implica la libre autodeterminación de los pueblos, fundamenta y direcciona las distintas acciones emprendidas por los pueblos originarios. El Movimiento Zapatista surgirá en este contexto. Es el intento de conquistar el derecho arrebatado y luego negado. El movimiento está conformado por el EZLN, las comunidades indígenas y la sociedad civil:

[…] el EZLN es la parte político–militar y central del movimiento, estructurada como organización castrense y liderada por el Comité Clandestino Revolucionario Indígena de la Comandancia General (CCRI–CG). Las comunidades indígenas son los pueblos tzeltales, tzotziles, tojolabales, choles y zoques asentados en los Altos y la selva Lacandona de Chiapas, que apoyan al EZLN pero no forman parte de su estructura militar. La sociedad civil nacional e internacional son los grupos y organizaciones de apoyo ubicados tanto en México como en el extranjero.[4]

Esta aclaración es importante para diferenciar el EZLN del Movimiento por lo que respecta a la direccionalidad de las acciones. Tanto lo que ocurre al interior del brazo político–militar y de las comunidades indígenas de Chiapas (y más adelante con el surgimiento del CNI) como a lo exterior a ellas —la relación con la sociedad civil— está impulsado por la idea de autonomía. El diálogo, en esta relación, ha sido una de las herramientas estratégicas más importantes,[5] no sólo porque ha conducido a sectores de la sociedad influyentes, como la intelectualidad o defensores de derechos humanos, al acercamiento y adopción de la causa zapatista, sino porque la perspectiva dialógica permite la redefinición (a través de la ampliación, integración y cuestionamiento, por ejemplo) del objetivo planteado, en otras palabras, impide el estancamiento.

Dice la Sexta Declaración de la Selva Lacandona respecto a lo anterior:

[…] porque resulta que nosotros del EZLN somos casi todos puros indígenas de acá de Chiapas, pero no queremos luchar sólo por el bien de nosotros o sólo por el bien de los indígenas de Chiapas, o sólo por los pueblos indios de México, sino que queremos luchar junto con todos los que son gente humilde y simple como nosotros y que tienen gran necesidad y que sufren la explotación y los robos de los ricos y sus malos gobiernos aquí en nuestro México y en otros países del mundo.[6]

Esta disposición de voluntades para integrar a la lucha las distintas necesidades, no solamente indígenas, sino de los sectores desfavorecidos, conlleva nutrir y, por eso mismo, ampliar la percepción de los problemas que afectan a los más empobrecidos y relegados de las decisiones políticas de los de arriba. Se preguntan los zapatistas: ¿de dónde procede el dolor de corazones? ¿Cómo encargarse de ellos?

Y entonces pues nosotros lo vimos todo eso y nos pensamos en nuestros corazones que qué vamos a hacer. Y lo primero que vimos es que nuestro corazón ya no es igual que antes, cuando empezamos nuestra lucha, sino que es más grande porque ya tocamos el corazón de mucha gente buena. Y también vimos que nuestro corazón está como más lastimado, más herido. Y no es que está herido por el engaño que nos hicieron los malos gobiernos, sino porque cuando tocamos los corazones de otros pues tocamos también sus dolores. O sea que como que nos vimos en un espejo.[7]

En palabras del subcomandante Marcos, la democracia necesaria para que se alcance lo buscado por el Movimiento Zapatista, pero también lo que requieren los pueblos empobrecidos, implica un gran diálogo: “porque entonces el país nos va a decir ¿quién te nombró a que fueras mi vocero? Para esto tiene que haber un movimiento más grande… Y para que se dé una democracia, la mesa tiene que ser más grande: del país entero”.[8] Estas afirmaciones no representan una idealización de la democracia, ni tampoco una descripción romántica de lo que ocurre luego de la organización de las comunidades indígenas sino que es la demanda que el Movimiento lanzó desde 1994 a las cúpulas del poder político mexicano y que ha otorgado el horizonte de estructuración llamado “mandar obedeciendo”. El modo propio zapatista no es el de la democracia representativa, sino el de la voz comunitaria delegada: no se habla en representación de…, sino que todos hablan.

En oposición a lo que el zapatismo siempre ha planteado sobre el diálogo en su exigencia de autonomía, por ejemplo, en el punto tercero del comunicado del 30 de diciembre de 2012 que dice “intentaremos construir los puentes necesarios hacia los movimientos sociales que han surgido y surgirán, no para dirigir o suplantar, sino para aprender de ellos, de su historia, de sus caminos y destinos”,[9] el Estado mexicano se ha encargado de romper esa comunicación, mediante la violencia “contrainsurgente”, por la imposición de proyectos, por el abandono de mesas de discusión o por la reforma unilateral de las leyes.[10]

 

Cronología de una lucha

El problema de las relaciones entre la “política de arriba” y los pueblos indígenas consiste en tomar a estos como objetos de ayuda sin permitirles disponer de sus propios recursos, es decir, de sus derechos, y hacerse cargo de su organización con autonomía. Como dice Gómez al referirse a la contrarreforma constitucional del 2001:

[…] dicha contrarreforma dio sentido a la continuidad de la misma política indigenista al elevar a rango constitucional la ley que creó al INI en 1948. La clase política mexicana se mostró dispuesta a continuar tratando a los pueblos indígenas como potenciales beneficiarios individuales de derechos que son propios de todas y todos, indígenas o no. Hoy como ayer, las políticas de combate a la pobreza son el caballo de Troya contra los derechos colectivos de los pueblos”.[11]

 Efectivamente, el Instituto Nacional Indigenista fue creado en 1948, planteándose como primer objetivo el “inducir el cambio cultural de las comunidades y promover el desarrollo e integración en las regiones interculturales a la vida económica, social y política de la nación”.[12] Esta disposición institucional ha abogado por la aculturación, eufemismo para designar estrategias de integración de una cultura (minoritaria) con la consecuente pérdida de algunos o varios de sus elementos identitarios, sobre todo aquellos que contienen, por su naturaleza, una fuerte carga política, por ejemplo la tenencia de territorios indígenas de forma comunitaria. La aculturación es la idea del mestizaje que en la práctica implica una fuerte carga ideologizadora. Muestra de ello es la afirmación irreal de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI) de que

[…] en 2012, México tiene ya una sociedad que acepta y entiende mejor la diferencia cultural y lingüística; un marco jurídico que, si bien es perfectible, reconoce y otorga derechos y competencias a los pueblos y a las comunidades indígenas como sujetos colectivos y reconoce el valor de las lenguas, culturas y formas de organización social indígenas. También, cuenta con herramientas administrativas para que las diferentes instituciones públicas puedan, en el marco de sus competencias, impulsar un Modelo de Desarrollo con Identidad.[13]

En 1989, la Conferencia Internacional del Trabajo de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) acuerda el Convenio 169 observando que

[…] en muchas partes del mundo [los pueblos indígenas] no gozaban de los derechos en igual grado que el resto de la población en los Estados donde viven y que han sufrido a menudo una erosión en sus valores, costumbres y perspectivas. Los pueblos indígenas y tribales en América Latina presentan, hoy en día, los peores indicadores socioeconómicos y laborales, y la discriminación por origen étnico o racial agrava las brechas de ingreso de manera radical.[14]

Los postulados que se planteaban contenían dos premisas: “el derecho de los pueblos indígenas a mantener y fortalecer sus culturas, formas de vida e instituciones propias, y su derecho a participar
de manera efectiva en las decisiones que les afectan”.[15] El 5 de septiembre de 1990, México ratifica ese convenio y hasta el 28 de enero de 1992 se reforma el artículo 4° constitucional, que estipula:

La Nación mexicana tiene una composición pluricultural sustentada originalmente en pueblos indígenas. La Ley protegerá y promoverá el desarrollo de sus lenguas, culturas, usos, costumbres, recursos y formas específicas de organización social y garantizará a sus integrantes el efectivo acceso a la jurisdicción del Estado. En los juicios y procedimientos agrarios en que aquellos sean parte, se tomarán en cuenta sus prácticas y costumbres jurídicas en los términos que establezca la ley.[16]

No obstante, la reforma constitucional resulta insuficiente para garantizar

[…] el derecho de los pueblos indígenas y tribales a decidir sus propias prioridades en lo que atañe al proceso de desarrollo, en la medida en que éste afecte sus vidas, creencias, instituciones y bienestar espiritual y a las tierras que ocupan o utilizan de alguna manera, y de controlar, en la medida de lo posible, su propio desarrollo económico, social y cultural.[17]

Ni en la ley ni mucho menos en la práctica se reconoce a los pueblos indígenas sus derechos, y cualquier reforma jurídica o institución creada por parte del Estado busca el control político de las comunidades.

Es en estas circunstancias cuando el 1 de enero de 1994 ocurre el levantamiento armado zapatista. Un mes antes se publicaba un editorial en el periódico del EZLN en el que se hacía un llamado a la lucha y posteriormente presentaba las “leyes revolucionarias” que regirían en los “pueblos en lucha” y en los “territorios liberados”:

Mexicanos: obreros, campesinos, estudiantes, profesionistas honestos, chicanos, progresistas de otros países; hemos empezado la lucha que necesitamos hacer para alcanzar demandas que nunca ha satisfecho el Estado mexicano: trabajo, tierra, techo, alimentación, salud, educación, independencia, libertad, democracia, justicia y paz…[18]

La exigencia de la Primera Declaración de la Selva Lacandona, que se emite el 1 de enero de 1994 al comienzo del levantamiento, es radical no sólo en sus exigencias, sino en su fundamentación constitucional:

[…] después de haber intentado todo por poner en práctica la legalidad basada en nuestra Carta Magna, recurrimos a ella, nuestra Constitución, para aplicar el Artículo 39 Constitucional que a la letra dice: “La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo el poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene, en todo tiempo, el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno”. Por tanto, en apego a nuestra Constitución, emitimos la presente al ejército federal mexicano, pilar básico de la dictadura que padecemos, monopolizada por el partido en el poder y encabezada por el ejecutivo federal que hoy detenta su jefe máximo e ilegítimo, Carlos Salinas de Gortari. Conforme a esta Declaración de guerra pedimos a los otros Poderes de la Nación se aboquen a restaurar la legalidad y la estabilidad de la Nación deponiendo al dictador.[19]

El levantamiento refleja el cansancio de los pueblos indígenas de estar sometidos, mediante la ley (o ilegalmente), a políticas que corresponden a intereses ajenos a los suyos. La toma de las armas era sólo el primer paso de una estrategia más compleja que buscaba darle visibilidad a sus exigencias y por supuesto a la denuncia de la violencia padecida por siglos.

Y entonces nuestra pequeña historia es que nos cansamos de la explotación que nos hacían los poderosos y pues nos organizamos para defendernos y para luchar por la justicia. Al principio no somos muchos, apenas unos cuantos andamos de un lado a otro, hablando y escuchando a otras personas como nosotros. Eso hicimos muchos años y lo hicimos en secreto, o sea sin hacer bulla. O sea que juntamos nuestra fuerza en silencio. Tardamos como 10 años así, y ya luego pues nos crecimos y pues ya éramos muchos miles. Entonces nos preparamos bien con la política y las armas y de repente, cuando los ricos están echando fiesta de año nuevo, pues les caímos en sus ciudades y ahí nomás las tomamos, y les dejamos dicho a todos que aquí estamos, que nos tienen que tomar en cuenta.[20]

Los siguientes pasos consistían en fortalecer la tarea sostenida durante muchos años de diálogo, de integración de otros no indígenas, pero también de puesta en marcha de una nueva organización comunitaria que reflejara sus anhelos de autonomía. Así nacen los Municipios Autónomos Rebeldes Zapatistas (MAREZ) en diciembre de 1994 como forma de autogobierno y se continúa con la construcción del Movimiento Zapatista en su conjunto; acciones que van a desembocar en el nacimiento de Congreso Nacional Indígena (CNI) el 12 de octubre de 1996, de las Juntas de Buen Gobierno (JBG) y de los Caracoles el 8 de agosto de 2003.

Es necesario reparar ahora en los acontecimientos que dieron lugar a los Acuerdos de San Andrés (asa) y la posterior salida del gobierno mexicano de las mesas de diálogo para enfatizar algunas diferencias que hemos venido señalando entre la política de arriba, la que sostiene al Estado —y a los “intereses” mediados por ese Estado—, y la política de abajo.

Luego de doce días de enfrentamiento armado entre el EZLN y el ejército mexicano, comienza un acercamiento entre los zapatistas y el gobierno que daría fin a las hostilidades. Dictar el fin es sólo un decir, pues aunque se habían depuesto las armas, el gobierno de Zedillo mantenía el asedio a los zapatistas. Aquí un primer elemento diferenciador: el conflicto armado no se concibe como la última estrategia, sino como una más; antes es primordial escuchar a la “sociedad civil” que es espejo de un mismo padecimiento. Esto implica que el gobierno no es el único interlocutor frente al cual se decide dejar o no la lucha armada, luego tampoco se espera de él que cumpla acuerdos o que asuma como propias las demandas de los pueblos indígenas, como de hecho aún no sucede.

Gómez describe los acontecimientos previos a los asa, afirmando que

[…] tras una virtual parálisis, en marzo de 1995, después del intento zedillista de decapitar al zapatismo, decisión rechazada por amplios sectores sociales, se emitió la Ley para el Diálogo, la Negociación y la Paz Digna en Chiapas. A partir de este marco, se acordaron las bases del diálogo y se definió un esquema de mesas temáticas para abordar las causas que dieron origen al conflicto armado.[21]

Estos acuerdos se firman el 16 de febrero de 1996 con sólo una mesa negociada:

La primera mesa, que a la postre resultó la única, fue la relativa a Derecho y Cultura Indígena, en ella se expresó la identidad zapatista con los pueblos indígenas, lo que marca centralmente el inédito histórico de propiciar la construcción de una agenda propia al invitar como asesores y asesoras a las organizaciones de pueblos indígenas del país, lo que derivó, el 16 de febrero de 1996, en la firma de los acuerdos de San Andrés. Esta experiencia política propició la creación del Congreso Nacional Indígena. Habría que recordar que fue la comandancia indígena quien condujo, sin la presencia del entonces Subcomandante Marcos, hoy Sub Galeano, los diálogos que derivaron en los Acuerdos de San Andrés; la Comandanta Esther, quien también asistió al Congreso de la Unión en 2001, explicó que por respeto a esa instancia no llevaron a quien era su brazo militar.[22] 

En los ASA se puede ver que lo militar de parte de los zapatistas funcionó más bien como llamada de atención, como herramienta extrema propia de una situación de extrema exclusión. Pero es ante todo una herramienta que obedece a la autonomía exigida y por lo tanto debe minimizar su participación, o incluso dejarla, allí donde su presencia se contraponga al objeto buscado.

El EZLN que llega a negociar los asa tiene claro que no lo hace solo, que no llega como representante sino que es mediador de todas las voces.[23] La mediación para los zapatistas implica una doble vía: la primera es que lo acordado en las negociaciones de San Andrés plasme la lucha de los pueblos indígenas; la segunda es que los acuerdos retornen a las comunidades y se traduzcan en acciones conjuntas.

 

Antecedentes históricos y estructura del Congreso Nacional Indígena

En la Cuarta Declaración de la Selva Lacandona, los zapatistas impulsaron dos fuerzas o movimientos que fueron los dos brazos operativos que aglutinaron a los movimientos del México de abajo, a las resistencias de la política de abajo, que tienen rostro en la sociedad civil y los pueblos originarios. Por un lado, se convocó a formar un Foro Nacional Indígena que desembocó en el Congreso Nacional Indígena (CNI), y por otro lado se llamó a formar el Frente Zapatista de Liberación Nacional, que tomó mayor impulso en la Sexta Declaración de la Selva Lacandona en los Adherentes que la suscribieron.

Cuarta Declaración de la Selva Lacandona en la que llamamos a todos los hombres y mujeres honestos a participar en la nueva fuerza política nacional que hoy nace: el Frente Zapatista de Liberación Nacional, organización civil y pacífica, independiente y democrática, mexicana y nacional, que lucha por la democracia, la libertad y la justicia en México. El Frente Zapatista de Liberación Nacional nace hoy e invitamos para que participen en él a los obreros de la República, a los trabajadores del campo y de la ciudad, a los indígenas, a los colonos, a los maestros y estudiantes, a las mujeres mexicanas, a los jóvenes de todo el país, a los artistas e intelectuales honestos, a los religiosos consecuentes, a todos los ciudadanos mexicanos que queremos no el poder sino la democracia, la libertad y la justicia para nosotros y nuestros hijos.[24]

Esta nueva fuerza política convocó

[…] a los sin partido, al movimiento social y ciudadano, a todos los mexicanos a construir una nueva fuerza política. Una nueva fuerza política que sea nacional. Una nueva fuerza política con base en el EZLN. Una nueva fuerza política que forme parte de un amplio movimiento opositor, el Movimiento para la Liberación Nacional, como lugar de acción política ciudadana donde confluyen otras fuerzas políticas de oposición independiente, espacio de encuentro de voluntades y coordinador de acciones unitarias. Una fuerza política cuyos integrantes no desempeñen ni aspiren a desempeñar cargos de elección popular o puestos gubernamentales en cualquiera de sus niveles. Una fuerza política que no aspire a la toma del poder. Una fuerza que no sea un partido político.[25]

 Esta fuerza política que propusieron los zapatistas quizá no se desarrolló con la fuerza que se esperaba, pero sí fue un actor importante que promovió en la sociedad civil un modo distintos de hacer y concebir la política. Quizá la inferencia es un tanto forzada, pero esta fuerza política fue la que apoyó la propuesta de un Concejo Indígena de Gobierno para México y condujo a los nuevos simpatizantes no sólo a juntar firmas, sino a juntarse, construirse y constituirse como militantes de una forma distinta de política, la política de abajo, la política que busca la organización y la verdadera transformación de México.

Del lado de los pueblos originarios, el CNI tuvo sus antecedentes inmediatos en el Foro Nacional Indígena (FNI), convocado por el Comité Clandestino Revolucionario Indígena y la Comandancia General del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (CCRI–CG del EZLN). El FNI se llevó a cabo del 3 al 8 de enero de 1996 en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, con el objetivo de pensar desde el corazón el mejor camino de vida para los pueblos indígenas y para México. “A través de sus representantes y delegados, los pueblos indígenas de México han venido a tomar la palabra por su propia voz, sin pedir permiso, porque para decir la verdad no se pide permiso”.[26]

Ante la política del denominado supremo gobierno, que había condenado a los indígenas y pobres a morir con dolor, sin esperanza y en silencio, ante esa política de muerte que condena las iniciativas de vida se alza una nueva palabra que se dirigió a los indígenas reunidos:

Nosotros, los zapatistas, no hemos inventado nada nuevo. No inventamos la palabra, no inventamos la lucha, no inventamos la dignidad indígena. Ustedes han hablado siempre de la palabra, siempre han luchado, siempre han sido dignos. Nosotros sólo le recordamos a México y al mundo que los indígenas existíamos y que no queríamos morir. Nuestra palabra fue nueva para los que habían perdido la memoria, pero para ustedes no es nueva nuestra palabra porque ya de por sí la caminaban desde los más antiguos abuelos.[27]

En oposición al juego mercantil que promueve la política de arriba, donde sólo unos pocos pueden acceder a los bienes en detrimento del dominio de la gran mayoría, los indígenas reunidos en San Cristóbal dijeron:

El mundo que tratamos de construir es un mundo donde todos quepamos sin necesidad de dominar a los otros. El poderoso no nos acepta en su mundo, no nos respeta, nos persigue y nos mata. Para el poderoso sólo se puede vivir como cómplice de los crímenes del dinero y la soberbia. El gobierno que tenemos ahora nos ha querido matar, comprar y callar. Ha fallado. Nos hemos negado a ser cómplices de un gobierno que combate a sus gobernados. Ahora queremos formar una nueva patria donde tengan lugar y respeto los indígenas y los no indígenas.[28]

El FNI reconoció el desprecio, la persecución, el olvido y la muerte de que han sido objeto, sin embargo, también reconoció que

Muchas veces el verdugo ha tenido la piel clara, pero otras veces la muerte y la traición han tenido la piel morena y nuestra misma lengua. El camino bueno también lleva la palabra de hombres y mujeres de piel clara y lengua diferente. En el mundo que queremos los zapatistas caben todos los colores de piel, todas las lenguas y todos los caminos. Porque el mundo bueno no tiene un solo rumbo ni un solo camino. Muchos rumbos, muchos caminos tiene el mundo bueno. Y en esos caminos hay respeto y dignidad.[29] 

La apuesta que hicieron los pueblos indígenas ha sido y sigue siendo una apuesta incluyente, de respeto y tolerancia.

El FNI convocado por el EZLN estuvo conformado por “más de 500 delegados provenientes de 178 organizaciones indígenas, integrantes de 32 pueblos indígenas”,[30] así como por “asesores” de la sociedad mexicana, tanto indígenas como no indígenas. Después del Foro Nacional Indígena, el EZLN convocó a una Comisión Promotora del Foro Nacional Indígena Permanente, donde propusieron “seguir buscándonos, encontrándonos y reconociéndonos […] conseguir el reconocimiento de nuestros derechos como pueblos indios y establecer una nueva relación entre la nación mexicana y los habitantes originales de estas tierras”.[31] También dejaron claro que “para los indígenas los cargos no significan suma de poder y protagonismo, sino servicio al colectivo y mandar obedeciendo”.[32] Su lucha sigue buscando el reconocimiento de la autonomía de los pueblos indios.

En ese encuentro propusieron que por cada organización que participara en el foro hubiera un delegado que formara parte de la comisión promotora. Las tareas de los delegados fueron: la difusión de los Acuerdos de San Andrés; servir de puente a la comunicación de pensamientos que asistieron al foro; ser enlaces de sus pueblos con el foro; que haya un trabajo conjunto entre la Comisión Promotora y los asesores para Derechos y Cultura Indígena. También se invitó a la sociedad civil y organizaciones a participar con sus talentos en la comunicación, preparación y realización de los eventos, y se invitó a los participantes de los Acuerdos de San Andrés a proponer formas de llevar adelante las demandas.

Las tareas del foro coincidían con los siete principios del mandar obedeciendo del EZLN y del CNI, sólo que fueron puestos a modo de tarea, dándoles contenido específico. La Comisión Organizadora convocaría a “una Asamblea Indígena Mexicana o Congreso Nacional Indígena para el mes de octubre de 1996 y preparar esa Asamblea”.[33] Y fue esa asamblea lo que se convirtió en el Primer Congreso Nacional Indígena.

Una parte fundamental de los Acuerdos de San Andrés fue establecer una nueva relación entre el Estado y los pueblos indígenas, por medio de reformas constitucionales que reconocieran derechos a los pueblos indígenas, acordados en los minuciosos diálogos. Algunos aspectos generales de los Acuerdos de San Andrés fueron:

Legislar sobre la autonomía de las comunidades y pueblos indígenas para incluir el reconocimiento de las comunidades como entidades de derecho público; derecho de asociarse libremente en municipios con población mayoritariamente indígena; así como el derecho de varios municipios para asociarse a fin de coordinar sus acciones como pueblos indígenas; legislar para que se “garantice la protección a la integridad de las tierras de los grupos indígenas”, tomando en consideración las especificidades de los pueblos indígenas y las comunidades, en el concepto de integridad territorial contenido en el convenio 169 de la OIT, así como el establecimiento de procedimientos y mecanismos para la regularización de las formas de la propiedad indígena y de fomento a la cohesión cultural;
en materia de recursos naturales, reglamentar un orden de preferencia que privilegie a las comunidades indígenas en el otorgamiento de concesiones para obtener los beneficios de la explotación y aprovechamiento de los recursos naturales;
legislar sobre los acuerdos de los indígenas, hombres y mujeres, a tener presente en las instancias legislativas, particularmente en el Congreso de la Unión y en los Congresos locales; incorporando nuevos criterios para la delimitación de los distritos electorales que correspondan a las comunidades y pueblos indígenas y permitan la celebración de elecciones conforme a la legislación de la materia;
legislar sobre los derechos de los pueblos indígenas a elegir a sus autoridades y ejercer la autoridad de acuerdo con sus propias normas en el interior de sus ámbitos de autonomía, garantizando la participación de las mujeres en condiciones de equidad;
en el contenido de la legislación, tomar en consideración la particularidad de la nación mexicana que refleje el diálogo intercultural, con normas comunes para todos los mexicanos y respeto a los sistemas normativos internos de los pueblos indígenas.[34]

 

Estructura del CNI: organización, evolución y conformación

Para delinear la estructura del CNI, daremos la palabra a Rocío Moreno, concejala Coca de Mezcala, Jalisco, con quien se platicó ampliamente y quien conoce muy bien el modo de proceder del Congreso Nacional Indígena, por su participación activa en él. Para Rocío,

El CNI nace en 1997, lo funda la comandanta Ramona y ésta es como una iniciativa de reunirnos los pueblos que estamos fuera de los territorios zapatistas de Chiapas. Entonces ahí es donde comienza a surgir este Congreso y lo primero era eso, como iba a ser una estructura y una organización, entonces se dijo que no hubiera ninguna estructura, sólo organización, pero cómo podría funcionar eso. Hay una frasecita en el CNI que dicen, cuando estamos reunidos somos asamblea. Por eso el caminar del CNI ha sido a través de asambleas y de Congresos.[35]

Carlos González, miembro y participante activo del CNI, expuso una visión y balance de éste en el Semillero convocado por los zapatistas del 15 al 25 de abril de 2018 en las instalaciones del Cideci–UniTierra, de San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, después del proceso de recolección de firmas y del recorrido del CIG y de su vocera a buena parte del territorio nacional. “Desde mi perspectiva el CNI ha tenido tres etapas distintas cada una de ellas, que lo han llevado a madurar como movimiento de los pueblos originarios. Una primera etapa fue desde su fundación el 12 de octubre de 1996 al año 2001”.[36] 

En la Primera Declaración del CNI, los representantes de los pueblos indígenas hicieron recuerdo de los años de explotación, del tiempo que llevan sin que se les reconozca el derecho a su libre determinación para conducirse como pueblos según sus modos de gobierno. Además denunciaron la militarización de las regiones indígenas como un modo de represión a sus justos movimientos y demandas. Lo que anunciaron fue la propuesta de hacer una Patria Nueva, “Esa patria que nunca ha podido serlo verdaderamente porque quiso existir sin nosotros”.[37] Desde ese tiempo quisieron hermanarse con todos aquellos que al reconocerlos reconocen su propia raíz, y también desde entonces la autonomía fue una de las luchas fundamentales y, al defenderla, defenderían la autonomía de todos.

Las demandas de los pueblos originarios se concentraron en el derecho inalienable a su libre determinación y en el reclamo del reconocimiento constitucional de sus territorios y tierras ancestrales, de sus sistemas normativos indígenas, de su capacidad para gobernarse, de sus derechos sociales, políticos y culturales, de los Acuerdos de San Andrés Sakamch’en, de la desmilitarización de las zonas indígenas, del cese al hostigamiento y la liberación de los presos políticos y de los indígenas. Propusieron participar en la construcción de un nuevo pacto social que reconociera su pluralidad y la riqueza de sus diferencias, una nueva Constitución incluyente y plural, unas reformas a la Constitución y a las leyes que favorecieran los espacios políticos de transición al nuevo Congreso Constituyente, una paz con justicia y dignidad, con democracia y libertad; la reforma al artículo 27 que garantizara el respeto a sus tierras y territorios y que, a su vez, favoreciera el pluralismo jurídico. Para eso hicieron un llamado principalmente al diálogo a todos los indígenas y pueblos del país, para mantener la unidad y poder desarrollar un programa de lucha, de unidad, de resistencia, de reconstrucción y de transformación, y concluyeron con su famosa frase de reivindicación “Nunca más un México sin nosotros”.

Afirmó Carlos González:

Desde su fundación el CNI se trazó como un objetivo importante, fundamental en ese momento, que los acuerdos de San Andrés, que habían suscrito el ejecutivo federal, los representantes de las cámaras legislativas y el EZLN el 16 de febrero de 1996 se incorporaran a la Constitución y se produjera una reforma significativa del Estado mexicano. Ésa fue una tarea fundamental con la que surge el Congreso Nacional Indígena y que va a llevar adelante con mucho esfuerzo, junto con el EZLN, organizaciones y hermanos y hermanos intelectuales, que los veo por acá y que estuvieron empujando fuerte esa batalla para que los Acuerdos de San Andrés fueran reconocidos, es decir, del año 1996 al año 2001, la lucha del CNI fue fundamentalmente por el reconocimiento a nivel constitucional de los derechos fundamentales de los pueblos indígenas.[38]

En los resolutivos de la Primera Asamblea del Congreso Nacional Indígena se define al CNI como un espacio de encuentro de los pueblos indígenas, donde promoverán la unidad, la palabra, la lucha, como forma de servicio. Esta asamblea tuvo el objetivo de dar continuidad a los acuerdos del primer CNI. Fue una asamblea investida de carácter deliberativo para operativizar los acuerdos ya tomados. Uno de los planteamientos fundamentales fue la delimitación de la política que seguirán como pueblos indígenas, con los siete principios del mandar obedeciendo que ya habían sido propuestos en las tareas de la Comisión Organizativa del FNI:

  1. Servir y no servirse.
  2. Construir y no destruir.
  3. Obedecer y no mandar.
  4. Proponer y no imponer.
  5. Convencer y no vencer.
  6. Bajar y no subir.
  7. Enlazar y no aislar.[39]

Los resolutivos a los que llegaron buscaron por la vía jurídica el cumplimiento de los Acuerdos de San Andrés, para lo cual elaboraron análisis y alternativas de solución. Los diez grupos que integraron la comisión atendieron los siguientes puntos:

a) Sobre la Comisión de Seguimiento y Verificación de los Acuerdos de San Andrés.
b) Sobre legislación indígena.
c) Sobre tierra y territorio.
d) Sobre justicia y derechos humanos.
e) Sobre autodesarrollo económico y bienestar social.
f) Sobre cultura y educación.
g) Sobre comunicación.
h) Sobre mujeres.
i) Sobre los jóvenes.
j) Sobre indígenas migrantes.

Asimismo, la política de abajo de los pueblos indígenas dejó en claro que “los miembros integrantes de los Grupos de Trabajo son ante todo servidores que asumirán como principio el espíritu de nuestros pueblos de laborar de cara a los demás; la palabra que se exprese será la derivada del consenso, evitando negociaciones que afecten a la integridad e imagen del Movimiento Indígena Nacional”.[40]

 La concejala Rocío explica el modo de proceder de los pueblos indígenas que integran el CNI:

[…] los Congresos son nacionales; las asambleas pueden ser incluso regionales, aunque en un inicio no estaba muy claro eso, más bien eran como asambleas que se convocaban en general y ya después se fueron marcando con el paso de años por regiones. Entonces hubo un tiempo que ya eran región Centro Pacífico, que era el centro del país, el Occidente, incluso se juntaba gente de Michoacán y de Guerrero, esa región ha sido la más activa y la que le ha dado el seguimiento más activamente, y sin duda es por Marichuy. Ella es fundadora del CNI, don Juan Chávez también (ya falleció hace tres años), él era de Nurío, Michoacán. Ellos dos eran las autoridades morales del CNI. Entonces, a lo que se llegó después de varias asambleas era que reunidos éramos asamblea y dispersos éramos una red. Por eso es un poco difícil entender la dinámica del Congreso Nacional Indígena. Es un espacio de reflexión, no es una estructura, no es una organización política y no se ha hecho eso porque no funciona ese tipo de estructura para los pueblos.[41]

El modo de organización del CNI comienza desde las comunidades que lo integran, modo de proceder fundamental que distingue a los pueblos indígenas organizados y en resistencia, de los que ya perdieron sus formas de organización y pasaron a depender de la política paternalista de arriba. La concejala Rocío Moreno declara:

Se hace una asamblea si la comunidad la solicita, cada que hay asambleas es porque un pueblo necesita que haya una asamblea en su comunidad. Entonces, cuando una comunidad convoca planea puntos a discutir, a analizar, puntos que seguramente son los que están ellos sufriendo. Entonces, si quedamos que no somos una organización política ni una estructura y que somos un espacio para la reflexión y el análisis, entonces las asambleas tenían que tener ese sentido, o sea, los convocantes tenían que decir ahora es urgente reunirnos para estos puntos porque necesitamos saber qué es lo que piensan los pueblos, cómo le han hecho y armar la reflexión colectiva. Entonces, en verdad es un espacio de reflexión y articulación.[42]

El tercer CNI realizado en la comunidad de Nurío, Michoacán, se dio en medio de la Marcha del Color de la Tierra que encabezaron los zapatistas. Esta marcha comenzó el 24 de febrero de 2001 en San Cristóbal de las Casas y recorrió gran parte de la geografía del México profundo. En sus palabras, el EZLN relató su recorrido:

[…] en 37 días caminamos 6,000 kilómetros. En ese camino pasamos por 13 estados de la república mexicana y ya luego entramos a la tierra que se crece para arriba, la Ciudad de México. Así pasamos por Chiapas, Oaxaca, Puebla, Veracruz, Tlaxcala, Hidalgo, Querétaro, Guanajuato, Michoacán, Estado de México, Morelos, Guerrero y el Distrito Federal. En el camino hicimos 77 actos públicos donde llevamos siete veces siete tu palabra para que fuera escuchada. El hermano, la hermana que lleva morena la sangre como nosotros por 4 veces 7 nos dio su palabra que en la nuestra caminaba: 7 bastones de mando llevábamos el día 25 de febrero, con 28 bastones de mando entramos a la Ciudad de México. En la casa del Purépecha nos encontramos con otros hermanos y hermanas. Hasta 44 pueblos indios nos encontramos ahí y seguimos ya juntos nuestro camino.[43]

En la declaración del III Congreso Nacional Indígena, los indígenas reunidos recordaron, por un lado, la opresión vivida por 509 años, la posibilidad negada de conducir sus destinos, y por otro, reafirmaron su resistencia, observaron el rechazo y el apoyo de la sociedad civil, denunciaron la militarización y la privatización de los recursos naturales en zonas indígenas. En este tercer Congreso expresaron lo más profundo de su identidad, signo de autenticidad de un verdadero movimiento de abajo, del pueblo, pues dijeron los indígenas:

Cuando Pueblos decimos que somos, es porque llevamos en nuestra sangre, en nuestra carne y en nuestra piel toda la historia, toda la esperanza, toda la sabiduría, la cultura, la lengua y la identidad, toda la raíz, la sabia, la rama, la flor y la semilla que nuestros padres y madres nos encomendaron y en nuestras mentes y corazones quisieron sembrar para que nunca jamás se olvidara o se perdiera.[44]

Los indígenas son “una viva armonía de colores y de voces, un constante latido de deseos y pensamientos que se nacen, se crecen y se fecundan amorosamente en un sólo corazón y voluntad, tejido de esperanza. A esta existencia y forma de pensar armónica y colectiva la llamamos comunalidad”.[45]

En este Congreso defendían su autonomía y la de todos los demás, exigían el reconocimiento de los Acuerdos de San Andrés en materia de Derechos y Cultura Indígena; el reconocimiento de su existencia plena como pueblos indígenas, lo que les daba derecho a una condición política; el reconocimiento constitucional de su “inalienable derecho a la libre determinación expresado en la autonomía en el marco del Estado mexicano y ejercer así nuestra capacidad para decidir nuestro destino en todos los ámbitos de la vida cotidiana, tales como la economía, la política, la procuración y administración de justicia, los asuntos territoriales, la cultura y educación y todos los aspectos sociales, con una identidad y conciencia propia”.[46] 

Demandaron el reconocimiento constitucional de sus territorios y tierras ancestrales sagradas. Reclamaron la moratoria a todos los proyectos de prospección de recursos sobre biodiversidad, minería, agua, etc. Exigieron el reconocimiento de sus sistemas normativos jurídicamente pluralistas, así como la desmilitarización de sus regiones, la liberación de los presos indígenas, el reconocimiento constitucional de sus derechos colectivos, que implicaba la reforma constitucional y la reforma de leyes e instituciones. Y a todas y a todos les pidieron que se manifestaran por el reconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas.

La segunda etapa del CNI, según la perspectiva de Carlos González, va de 2001 a 2013, tiempo en el que se recrudeció la violencia contra los pueblos originarios y se llegó a una fuerte crisis entre los pueblos que integraban el CNI:

El 28 de abril del año 2001 la cámara de diputados aprobó un dictamen de reforma constitucional totalmente regresivo y que nada tenía que ver con la propuesta original contenida en los Acuerdos de San Andrés, no hubo un reconocimiento de derechos territoriales, ni un reconocimiento de las comunidades indígenas como entidades de derecho público, que era la herramienta jurídica que habíamos planteado para que se pudiera dar el ejercicio de la autonomía de los pueblos originarios en este país. El 28 de abril la cámara de diputados aprueba un dictamen que no sólo no recoge estos elementos sustantivos de los Acuerdos de San Andrés, sino que presenta un planteamiento totalmente deformado, totalmente desprovisto de su contenido original y en la idea de desarticular aún más los derechos territoriales de los pueblos indígenas frente a los grandes proyectos del capital nacional e internacional, que se venían dando y que se vienen dando con toda crudeza. Es decir, fue una reforma para acelerar el despojo y la desaparición de las culturas originarias. Esta reforma no se nos olvida, fue aprobada por todos los partidos políticos reconocidos en este país, fue avalada por prácticamente toda la clase política de este país, la clase política oficial, derechas e izquierdas, por aquello de la pregunta de que si vamos apoyar a algún candidato o candidata. Habría que revisar la historia que hemos llevado. Posteriormente este dictamen que aprobó la cámara de diputados, fue aprobado por el senado de la república, posteriormente interpusimos un número bastante grande de controversias constitucionales, por parte de diversos municipios de mayoría indígena, el primero fue Molcajac, un municipio enclavado en la Mixteca poblana y una multitud enorme de amparos en contra de la reforma constitucional. ¿Qué fue lo que determinó la Corte?, que el constituyente permanente de la cámara de diputados, senadores, las cámaras de los estados que también lo ratificaron en su mayoría, son soberanos para producir el proceso de reforma constitucional y que no es atacable y legalizaron la reforma. Posteriormente el presidente de la república [la] refrendó y publicó en el diario oficial. Entonces decimos nosotros, fue una determinación de todos los poderes de Estado mexicano no reconocer derechos a los pueblos indígenas y acelerar la vía para su destrucción, para el despojo de sus tierras. A partir de ese momento el CNI empezó a plantear que la lucha tal vez iba por otro lado. Y con la inspiración fuerte del EZLN, de sus comunidades base de apoyo se propuso a partir de la octava asamblea que se realizó en noviembre del año 2001, impulsar el ejercicio de la autonomía por la vía de los hechos, ya no pedir reconocimientos al Estado mexicano.[47]

Hubo un impulso en el año 2003, tiempo en el que se formaron los caracoles zapatistas y las juntas de buen gobierno, explicadas en la sección del EZLN.

En el año 2006 se realizó el cuarto CNI en la comunidad indígena de San Pedro Atlapulco, Estado de México. Este cuarto Congreso fue complicado porque se dio

[…] en un momento bastante delicado, de mucha gravedad, como dos o tres días antes se había dado la represión en San Salvador Atenco, había compañeros muertos, compañeros y compañeras encarcelados, en una situación difícil se dio este cuarto Congreso, aun así llegó una representación bastante grande de todo el país, llegaron más de 900 delegados y delegadas, y ahí se aprobó, no sin disgusto de algunas compañeros y compañeros y de algunas organizaciones indígenas, que a partir de ese momento se separaron, se acordó suscribir la Sexta Declaración de la Selva Lacandona, con lo que el Congreso Nacional Indígena asumió como parte de su lucha, la lucha contra el capitalismo, es decir, se declaró abiertamente anticapitalista y de izquierda. Esto nos generó una situación de aislamiento fuerte en muchos sectores que se decían de izquierda, que se decían progresistas y que a partir de ese momento se olvidaron totalmente del CNI y de buena parte de las luchas indígenas de este país.[48]

En ese Cuarto Congreso los delegados y las delegadas denunciaron la traición de los tres poderes de la Unión, así como la guerra que fragmentó y desarticuló a pueblos y comunidades mediante la represión y cooptación. Reprobaron el modo de proceder de la política de arriba que buscó reprimir, asesinar y encarcelar a las comunidades para quedarse con los recursos de sus territorios y así obligar a los indígenas a vivir una vida de obreros asalariados en la ciudad, sin tierra y sin comunidad. Cuestionaron el modelo de desarrollo, el sistema racista y dominador, y rechazaron la política de exterminio hacia quienes buscan defender la vida.

Declararon el ejercicio de autonomía, ratificaron la Sexta Declaración de la Selva Lacandona y reivindicaron la Otra Campaña como espacio de articulación; exigieron la libertad para los presos de San Salvador Atenco y la retirada de policías de esa región. Repudiaron el asesinato de varias activistas y las violaciones de las compañeras en San Salvador. Llamaron al fortalecimiento de las regiones del CNI y a reforzar sus mecanismos de comunicación. Rechazaron las leyes que permitían a las transnacionales el apoderamiento de la riqueza material y espiritual de los pueblos mexicanos. También rechazaron los programas de gobierno y buscaron mecanismos de solidaridad entre comunidades, organizaciones y pueblos indígenas. Impugnaron al Estado mexicano y llamaron a formar un frente amplio anticapitalista que los llevara a una nueva Constitución y a otra forma de gobierno que permitiera el reconocimiento de sus derechos y de una sociedad justa, libre y democrática.[49]

El ejercicio de la autonomía, dijeron los delegados, era fundamental entre los pueblos indígenas, pues de esa manera se podrían fortalecer sus asambleas, autoridades agrarias y tradicionales, así como ejercer una educación autónoma y defender su agua, sus bosques, su maíz, al tiempo que certificaban sus tierras. Por eso lucharon contra la minería, contra los acaparadores de la tierra y del alimento, contra la privatización del agua y contra las leyes que querían legitimar la contrarreforma del 2001. Durante la Marcha del Color de la Tierra, el EZLN hizo los preparativos para participar en el Congreso de la Unión, donde promoverían el reconocimiento constitucional de los derechos y la cultura indígenas, pero no los dejaron participar y la iniciativa fue traicionada, porque días después fue aprobada la reforma que desvirtuó los puntos fundamentales de los Acuerdos de San Andrés.

El EZLN emitió un comunicado en el que expresó su rechazo a la iniciativa de ley que desvirtuaba los acuerdos y dio por terminados los diálogos con el gobierno. En el punto segundo de su comunicado, el EZLN dijo que

Dicha reforma traiciona los Acuerdos de San Andrés en lo general y, en lo particular, la llamada iniciativa de ley de la COCOPA en los puntos sustanciales: autonomía y libre determinación, los pueblos indios como sujetos de derecho público, tierras y territorios, uso y disfrute de los recursos naturales, elección de autoridades municipales y derecho de asociación regional, entre otros.[50]

De 2001 hasta 2011, el CNI se fue debilitando debido a varios factores: por la represión del Estado y por la cooptación de integrantes clave en la estructura del CNI. Carlos González dijo que lograron sostener de manera permanente la estructura del CNI en la región Centro Occidente del país o Centro Pacífico, gracias a las reuniones periódicas que tuvieron en diversas comunidades de la región. Rocío Moreno explicó que

[…] ya desde el 2005 hasta como el 2011, más o menos, se estuvieron teniendo asambleas, y hubo un periodo como en el 2010, cuando fue lo de Ostula y de repente nos llenamos de muertos en el CNI, encarcelados, aquí [en Mezcala] también tuvimos presos, desaparecidos, no supimos en qué momento empezó la persecución, porque muchos le entramos a los acuerdos, a la autonomía por la vía de los hechos y el resultado [por parte del] Estado fue reprimir a las comunidades.[51]

Durante todo ese periodo, narra Carlos González, “las reuniones que teníamos y aun la Cátedra tata Juan Chávez eran un rosario de denuncias, una lista interminable de presos políticos, de desaparecidos, compañeros asesinados, tierras despojadas, proyectos energéticos, mineros, aeroportuarios, de infraestructura carretera, turísticos, por todo el país, despedazando nuestras comunidades”.[52] Los hechos graves de parte del mal gobierno y del crimen organizado debilitaron al CNI y la organización del Congreso comenzó a declinar.

Fue hasta el año 2013 cuando, platicando con nuestros hermanos y hermanas de la comandancia general del EZLN, decidimos tratar de relanzar, ellos ya habían [intentado] en diciembre del año 2012, relanzar al Congreso Nacional Indígena, que ya no se reunía desde hacía casi dos años en esa situación de represión que se estaba viviendo […] Posteriormente se realiza una compartición que dura una semana, en el Caracol de la Realidad y lo que se iba preparando y lo que iban preparando los compañeros era la organización para pasar a esta etapa, que sería la tercera, con la propuesta de formar un Concejo Indígena de Gobierno y proponerlo como candidato a la presidencia de la república, a través de una compañera vocera, que fue María de Jesús [Patricio], se inicia [así] una nueva etapa en la historia del CNI y del movimiento indígena, que lo va a colocar en una posición totalmente novedosa, totalmente distinta.[53]

En reuniones previas al V Congreso Nacional Indígena se conmemoraron “20 años de trabajo ininterrumpido, impulsando la reconstitución integral de nuestros pueblos y la construcción de una sociedad en la que quepan todas las culturas, todos los colores, todos los pueblos que somos México”.[54] Además, se externó el deseo de que el CNI fuera “espacio de unidad, reflexión y organización de los pueblos indígenas de México”.[55] Como es costumbre de las comunidades indígenas, cuando se lanzó la convocatoria al quinto CNI, se hizo un recuento de su caminar:

A lo largo de todos estos años y con más fuerza a partir de la Sexta Declaración de la Selva Lacandona emitida por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, hemos forjado una palabra y un actuar que ha contribuido a las luchas de resistencia y rebeldía a lo largo de toda la geografía nacional y no sólo mantenemos nuestra decisión de seguir existiendo, sino que la honramos con la fuerza de nuestro puño en alto, la honramos tejiendo acuerdos profundos y colectivos que se reflejan en el cuidado de la tierra, de nuestras lenguas, de las tradiciones, de nuestros gobiernos colectivos de múltiples nombres y formas; todos ellos que guardan en su interior la flama de la autonomía que no deja de iluminar el corazón colectivo de los pueblos, barrios, naciones y tribus que somos; acuerdos profundos que se trabajan día a día, dando lugar a que de cada uno de ellos emerjan territorios complejos que juntos constituyen nuestra autonomía y libre determinación.[56] 

El contraste que se plasma en este CNI alumbra la magnitud de la apuesta de los indígenas en su lucha por la vida. Mientras ellos, los indígenas, tejen la vida,

el capitalismo dibuja y configura “sus” propios territorios de muerte, encimados a los nuestros, en todos los rincones de nuestro dolido país México. Sobre nuestras tierras hay supuestos territorios mineros, de los cárteles de la delincuencia organizada, agroindustriales, territorios de partidos políticos, urbanizables, de conservación donde no caben los pueblos originarios y cualesquier nombre con que lo impongan este sistema y los malos gobiernos que lo obedecen.[57]

 

Fuentes documentales

Alemán Alemán, Ricardo, Conferencia de prensa de Marcos, Para que se dé una democracia, la mesa tiene que ser más grande: del país entero, 22 de febrero de 1994. http://enlacezapatista.ezln.org.mx/1994/02/23/conferencia-de-prensa-para-que-se-de-una-democracia-la-mesa-tiene-que-ser-mas-grande-del-pais-entero/

Ávila Ortiz, Raúl, El derecho cultural en México: una propuesta académica para el proyecto político de la Modernidad, Miguel Ángel Porrúa/Coordinación de Humanidades, UNAM, México, 2000.

Bourdieu, Pierre, Sobre el campo político, Presses Universitaires de Lyon, 2000, Traducción de Cristina Chávez Morales, http://200.6.99.248/~bru487cl/files/bourdieu_campo-politico.pdf

Comandancia General del EZLN, Primera Declaración de la Selva Lacandona, 1° de enero de 1994. http://enlacezapatista.ezln.org.mx/1994/01/01/primera-declaracion-de-la-selva-lacandona/

Comité Clandestino Revolucionario Indígena, Comandancia General del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, 1 de enero de 1996.

Comité Clandestino Revolucionario Indígena, Comandancia General del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, Sexta Declaración de la Selva Lacandona, 2005.

Comité Clandestino Revolucionario Indígena, Comandancia General del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, El EZLN anuncia sus siguientes pasos: Comunicado del 30 de diciembre del 2012.

Congreso Nacional Indígena, Declaración del i Congreso Nacional Indígena 1996. Nunca más un México sin nosotros, 11 de octubre de 1996. https://www.congresonacionalindigena.org/2017/01/22/declaracion-del-i-congreso-nacional-indigena-ciudad-de-mexico-mexico-12-de-octubre-de-1996/

Congreso Nacional Indígena, Resolutivos de la Primera Asamblea del Congreso Nacional Indígena, Malacachtepec, Momoxco, Milpa Alta, 20 de noviembre de 1996. https://www.congresonacionalindigena.org/2017/01/23/resolutivos-de-la-primera-asamblea-del-congreso-nacional-indigena-malacachtepec-momoxco-milpa-alta-20-de-noviembre-de-1996/

Congreso Nacional Indígena, Declaración del III Congreso Nacional Indígena, Nurío, Michoacán, 4 de marzo de 2001. https://www.congresonacionalindigena.org/2017/01/23/declaracion-del-iii-congreso-nacional-indigena-nurio-michoacan-4-de-marzo-de-2001/

Congreso Nacional Indígena, Declaración del IV Congreso Nacional Indígena, N’donhuani, San Pedro Atlapulco, México, 5–6 de mayo del 2006, 6 de mayo de 2006. http://www.congresonacionalindigena.org/2017/01/23/declaracion-del-iv-congreso-nacional-indigena-ndonhuani-san-pedro-atlapulco-mexico-5-6-de-mayo-del-2006/

Congreso Nacional Indígena, Convocatoria al V congreso Nacional indígena, 31 de agosto de 2016. http://enlacezapatista.ezln.org.mx/2016/08/31/convocatoria-al-quinto-congreso-nacional-indigena/

Congreso Nacional Indígena, Que retiemble en sus centros la tierra, 14 de octubre de 2016. https://www.congresonacionalindigena.org/2017/03/27/que-retiemble-en-sus-centros-la-tierra/

Ejército Zapatista de Liberación Nacional, Editorial del Despertador Mexicano, 1993. https://www.bibliotecas.tv/chiapas/ene94/dic93b.html

——       A los asistentes al Foro Nacional Indígena: les pedimos que tengamos respeto y tolerancia al que piensa diferente en el camino pero tiene el mismo anhelo de vida, 3 de enero de 1996. http://enlacezapatista.ezln.org.mx/1996/01/03/a-los-asistentes-al-foro-nacional-indigena-les-pedimos-que-tengamos-respeto-y-tolerancia-al-que-piensa-diferente-en-el-camino-pero-tiene-el-mismo-anhelo-de-vida/

——       CCRI–CG: Ha sido necesaria la guerra para que hoy el gobierno federal se comprometiera, en documentos, a impulsar el reconocimiento de nuestra existencia y nuestros derechos, 18 de enero de 1996. http://enlacezapatista.ezln.org.mx/1996/01/18/ccri-cg-ha-sido-necesaria-la-guerra-para-que-hoy-el-gobierno-federal-se-comprometiera-en-documentos-a-impulsar-el-reconocimiento-de-nuestra-existencia-y-nuestros-derechos/

——       Propuesta para formar la Comisión Promotora del Foro Nacional Indígena Permanente, 29 de febrero de 1996. http://enlacezapatista.ezln.org.mx/1996/02/29/propuesta-para-formar-la-comision-promotora-del-foro-nacional-indigena-permanente/

——       Oventic, Informe del Subcomandante Marcos a las Bases de Apoyo del EZLN: 37 días caminamos. 6000 kilómetros. En el camino hicimos 77 actos públicos donde llevamos 7 veces 7 tu palabra para que fuera escuchada, 1 de abril de 2001. http://enlacezapatista.ezln.org.mx/2001/04/01/oventic-informe-del-subcomandante-marcos-a-las-bases-de-apoyo-del-ezln-37-dias-caminamos-6000-kilometros-en-el-camino-hicimos-77-actos-publicos-donde-llevamos-7-veces-7-tu-palabra-para-que-fuera-e/

——       La “maldita trinidad” (que, como su nombre lo indica, está formada por cuatro: Diego, Jackson, Chucho y Bartlett) volvió a hacer de las suyas en el Senado, 29 de abril de 2001. http://enlacezapatista.ezln.org.mx/2001/04/29/la-maldita-trinidad-que-como-su-nombre-lo-indica-esta-formada-por-cuatro-diego-jackson-chucho-y-bartlett-volvio-a-hacer-de-las-suyas-en-el-senado/

——       Una historia para tratar de entender, 17 de noviembre de 2016. http://enlacezapatista.ezln.org.mx/2016/11/17/una-historia-para-tratar-de-entender/

Gómez, Magdalena, “Los Acuerdos de San Andrés Sakamch’en: entre la razón de Estado y la razón de Pueblo” en El Cotidiano, Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Azcapotzalco, Ciudad de México, No. 196, marzo–abril de 2016, pp. 53–64. http://www.elcotidianoenlinea.com.mx/pdf/19605.pdf

González, Carlos, Transcripción de las palabras de Carlos González durante su intervención del 21 de abril del 2018 en la tarde en el Conversatorio “Miradas, escuchas, palabras: ¿prohibido pensar?” convocado por el EZLN en el Cideci–Unitierra en San Cristóbal de las Casas, Chiapas. https://www.centrodemedioslibres.org/2018/05/01/21-abr-carlos-gonzalez-impacto-de-la-propuesta-del-cig-en-el-movimiento-nacional-indigena-y-el-cni/

Instituto Nacional Indigenista y Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, 1948-2012, Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas. México, 2012. http://www.cdi.gob.mx/dmdocuments/ini-cdi-1948-2012.pdf

Martínez Espinoza, Manuel Ignacio, “Las juntas de buen gobierno y los caracoles del movimiento zapatista: fundamentos analíticos para entender el fenómeno” en Revista de Investigaciones Políticas y Sociológicas, Universidad de Santiago de Compostela, Santiago de Compostela, vol. 5, No. 1, 2006, pp. 215–233. http://www.redalyc.org/pdf/380/38050115.pdf

Moreno, Rocío. Entrevista a Rocío Moreno, concejala Coca de Mezcala, Jalisco, realizada por Elías Iván García el 14 de abril de 2018. Documento inédito.

Organización Internacional del Trabajo, Oficina Regional para América Latina y el Caribe, Convenio Núm. 169 de la OIT sobre Pueblos Indígenas y Tribales, Lima, 2014.

https://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/—americas/—ro-lima/documents/publication/wcms_345065.pdf

Roitman Rosenmann, Marcos, “Marichuy, la izquierda y las elecciones presidenciales” en La Jornada Opinión, México, sábado 13 de enero de 2018.

https://www.jornada.com.mx/2018/01/13/opinion/014a2pol

 

[*] El artículo fue elaborado durante el periodo escolar de primavera 2018 en el seminario “Análisis Social Estructural y Coyuntural” de la Licenciatura en Filosofía y Ciencias Sociales a cargo del Dr. David Velasco Yáñez, sj

[**] Estudiantes de la Licenciatura en Filosofía y Ciencias Sociales.

 

[1].     Nos apegamos a la ortografía que utilizan el EZLN y el CNI.

[2].    Pierre Bourdieu, Sobre el campo político, Presses Universitaires de Lyon, 2000. Traducción de Cristina Chávez Morales. Documento electrónico, pp. 15–16.

[3].    Ibidem, p. 16.

[4].    Manuel Ignacio Martínez Espinoza, “Las Juntas de Buen Gobierno y los caracoles del Movimiento Zapatista: Fundamentos Analíticos para entender el fenómeno” en RIPS. Revista de Investigaciones Políticas y Sociológicas, Universidad de Santiago de Compostela, Santiago de Compostela, vol. 5, núm. 1, 2006, pp. 215–233, p. 217.

[5].    “Y entonces empezamos a hablarnos con otros pueblos indios de México y sus organizaciones que tienen y lo hicimos un acuerdo con ellos que vamos a luchar juntos por lo mismo, o sea por el reconocimiento de los derechos y la cultura indígenas. Y bueno, pues también nos apoyó mucha gente de todo el mundo y personas que son muy respetadas y que su palabra es muy grande porque son grandes intelectuales, artistas y científicos de México y de todo el mundo. Y también hicimos encuentros internacionales, o sea que nos juntamos a platicar con personas de América y de Asia y de Europa y de África y de Oceanía, y conocimos sus luchas y sus modos”. Comité Clandestino Revolucionario Indígena. Comandancia General del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, 2005.

[6].    Idem.

[7].    Idem.

[8].    Ricardo Alemán Alemán, “Conferencia de prensa de Marcos. Para que se dé una democracia, la mesa tiene que ser más grande: del país entero”, San Cristóbal de las Casas, 22 de febrero de 1994.

[9].    Comité Clandestino Revolucionario Indígena, Comandancia General del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, El EZLN anuncia sus siguientes pasos: Comunicado del 30 de diciembre del 2012.

[10].    “Y entonces pues ahí lo vimos claro que de balde fueron el diálogo y la negociación con los malos gobiernos de México. O sea que no tiene caso que estemos hablando con los políticos porque ni su corazón ni su palabra están derechos, sino que están chuecos y echan mentiras de que sí cumplen, pero no. O sea que ese día que los políticos del PRI, PAN y PRD aprobaron una ley que no sirve, pues lo mataron de una vez al diálogo y claro dijeron que no importa lo que acuerdan y firman porque no tienen palabra. Y pues ya no hicimos ningún contacto con los poderes federales, porque entendimos que el diálogo y la negociación habían fracasado por causa de esos partidos políticos. Vimos que no les importaron la sangre, la muerte, el sufrimiento, las movilizaciones, las consultas, los esfuerzos, los pronunciamientos nacionales e internacionales, los encuentros, los acuerdos, las firmas, los compromisos. Así que la clase política no sólo cerró, una vez más, la puerta a los pueblos indios; también le dio un golpe mortal a la solución pacífica, dialogada y negociada de la guerra. Y también ya no se puede creer que cumpla los acuerdos a los que llegue con cualquiera. Ahí lo vean para que saquen experiencia de lo que nos pasó.” Comité Clandestino Revolucionario Indígena, Comandancia General del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, 2005.

[11].    Magdalena Gómez, “Los Acuerdos de San Andrés Sakamch’en. Entre la razón de Estado y la razón de Pueblo” en El Cotidiano, Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Azcapotzalco, México, núm. 196, marzo–abril de 2016, pp. 53–64, p. 56.

[12].    Instituto Nacional Indigenista y Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, 1948–2012, Comisión Nacional para el desarrollo de los pueblos indígenas, México, 2012, p. 7.

[13].    Ibidem, p. 5.

[14].    Oficina Regional para América Latina y el Caribe, Convenio Núm. 169 de la OIT sobre Pueblos Indígenas y Tribales, Lima, 2012, p. 7.

[15].    Ibidem, p. 8.

[16].    Idem.

[17].    Ibidem, pp. 8–9.

[18].    Ejército Zapatista de Liberación Nacional, Editorial del Despertador Mexicano, 1993.

[19].    Comandancia General del EZLN, Primera Declaración de la Selva Lacandona, 1 de enero de 1994.

[20].   Comité Clandestino Revolucionario Indígena, Comandancia General del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, Sexta Declaración de la Selva Lacandona, 2005.

[21].    Magdalena Gómez, “Los Acuerdos de San Andrés Sakamch’en… p. 54.

[22].   Idem.

[23].   “Y pues ya los malos gobiernos tuvieron que hacer acuerdos con el EZLN y esos acuerdos se llaman ‘Acuerdos de San Andrés’ porque ‘San Andrés’ se llama el municipio donde se firmaron esos acuerdos. Y en esos diálogos no estábamos solitos nosotros hablando con los del mal gobierno, sino que invitamos a mucha gente y organizaciones que estaban o están en la lucha por los pueblos indios de México, y todos decían su palabra y todos sacábamos acuerdo de cómo vamos a decir con los malos gobiernos. Y así fue ese diálogo, que no sólo estaban los zapatistas por un lado y los gobiernos por el otro, sino que con los zapatistas estaban los pueblos indios de México y los que los apoyan”. Comité Clandestino Revolucionario Indígena, Comandancia General del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, Sexta Declaración de la Selva Lacandona, 2005.

[24].   Comité Clandestino Revolucionario Indígena, Comandancia General del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, 1 de enero de 1996.

[25].   Idem.

[26].   Ejército Zapatista de Liberación Nacional, A los asistentes al Foro Nacional Indígena: les pedimos que tengamos respeto y tolerancia al que piensa diferente en el camino pero tiene el mismo anhelo de vida, 3 de enero de 1996.

[27].   Idem.

[28].   Idem.

[29].   Idem.

[30].   Ejército Zapatista de Liberación Nacional, CCRI–CQ: Ha sido necesaria la guerra para que hoy el gobierno federal se comprometiera, en documentos, a impulsar el reconocimiento de nuestra existencia y nuestros derechos, 18 de enero de 1996.

[31].    Ejército Zapatista de Liberación Nacional, Propuesta para formar la Comisión Promotora del Foro Nacional Indígena Permanente, 29 de febrero de 1996.

[32].   Idem.

[33].   Idem.

[34].   Raúl Ávila Ortiz, El derecho cultural en México: una propuesta académica para el proyecto político de la Modernidad, Miguel Ángel Porrúa/Coordinación de Humanidades, UNAM, México, 2000, p. 297.

[35].   Rocío Moreno, Entrevista a Rocío Moreno, concejala Coca de Mezcala, Jalisco, realizada por Elías Iván García el 14 de abril de 2018. Documento inédito.

[36].   Carlos González, Transcripción de las palabras de Carlos González durante su intervención del 21 de abril del 2018 en la tarde en el Conversatorio “Miradas, escuchas, palabras: ¿prohibido pensar?” convocado por el EZLN en el Cideci–Unitierra en San Cristóbal de las Casas, Chiapas.

[37].   CNI, Declaración del I Congreso Nacional Indígena 1996. Nunca más un México sin nosotros, 11 de octubre de 1996.

[38].   Carlos González, Transcripción…, 21 de abril de 2018.

[39].   CNI, Resolutivos de la Primera Asamblea del Congreso Nacional Indígena, Malacachtepec, Momoxco, Milpa Alta, 20 de noviembre de 1996.

[40].   Idem.

[41].    Rocío Moreno, Entrevista…

[42].   Idem.

[43].   Ejército Zapatista de Liberación Nacional, Oventic, Informe del Subcomandante Marcos a las Bases de Apoyo del EZLN: 37 días caminamos. 6,000 kilómetros. En el camino hicimos 77 actos públicos donde llevamos 7 veces 7 tu palabra para que fuera escuchada, 1 de abril de 2001.

[44].   CNI, Declaración del III Congreso Nacional Indígena, Nurío, Michoacán, 4 de marzo de 2001.

[45].   Idem.

[46].   Idem.

[47].   Carlos González, Transcripción…, 21 de abril de 2018.

[48].   Idem.

[49].   CNI, Declaración del iv Congreso Nacional Indígena, N’donhuani, San Pedro Atlapulco, México, 5–6 de mayo del 2006.

[50].   Ejército Zapatista de Liberación Nacional, La “maldita trinidad” (que, como su nombre lo indica, está formada por cuatro: Diego, Jackson, Chucho y Bartlett) volvió a hacer de las suyas en el Senado, 29 de abril de 2001.

[51].    Rocío Moreno, Entrevista…

[52].   Carlos González, Transcripción…, 21 de abril de 2018.

[53].   Idem.

[54].   CNI, Convocatoria al V Congreso Nacional Indígena, 31 de agosto de 2016.

[55].   Idem.

[56].   Idem.

[57].   Idem.

Sobre Una pastelería en Tokio

Luis García Orso, sj [*]

 

La directora japonesa Naomi Kawase reúne en una pequeña pastelería a tres personas de distintas generaciones: una anciana, un adulto y una jovencita colegiala. Tres vidas que no conocemos y que se irán amasando y sirviendo como los panecillos rellenos de frijoles dulces que los han hecho encontrarse.

Sentaro es un hombre triste y cansado, y está a cargo del pequeño negocio de barrio. Wakana es una jovencita callada y solitaria que acude ahí a tomar un refrigerio. Sus semblantes contrastan con el rostro alegre y jovial de la anciana Tokue, que llega a solicitar el trabajo de ayudante de pastelería que pide un letrero exterior. Sentaro trata de explicarle a Tokue que ella no tiene la edad ni las fuerzas para un trabajo exigente y tempranero en la pastelería. La vieja lo tratará de convencer llevándole la salsa de frijoles dulces que ella prepara para rellenar las tortitas llamadas dorayakis; a Sentaro le gustará tanto que aceptará trabajar con la anciana. El negocio empezará a tener cada vez más clientes, encantados de comer unos dorayakis tan sabrosos, hasta que la historia pasada de cada uno de los protagonistas toque el presente.

Saber cocer y preparar los frijoles rojos (an, del título original del filme) requiere mucho cuidado, paciencia, tiempo, cariño; pero la vida también pide lo mismo. Los frijoles, el pan, y cada cosa y cada persona que llegan a nosotros, son regalos para ayudarnos a vivir; regalos inmerecidos para gustar y agradecer. La vieja Tokue sabe de cocina y sabe de la vida, y lo va compartiendo con una sonrisa y una delicadeza que nos atrapan, y unos ojos abiertos a todo. Entonces, las tres almas solas que se han encontrado en la sencilla panadería irán poco a poco cociendo aquello que traen de su historia, nada agradable, y podrán compartirlo con un nuevo sabor y una nueva mirada.

La directora va narrando con un ritmo lento y una cámara atenta a los pequeños detalles para que también nosotros tengamos tiempo de cocinar y gustar lo que va sucediendo en nuestro interior. “¿Qué te hace estar triste?” —le pregunta Tokue al panadero—. “Mira que la luna brilla siempre para ti”. La existencia de cada quien puede estar encerrada en espacios muy estrechos —como el cuarto o el negocio de Sentaro—, pero afuera brilla la luz, sopla el viento, se abren los cerezos blancos, ríen las jovencitas, cantan los pájaros… Hay que detenerse, hacer silencio, contemplar, escuchar… Las cosas más simples de la vida están ahí para nosotros. Las personas llegan y se van, pero hay algunas que nos tocan el corazón y nos enseñan a vivir en libertad y con sentido. Entonces se quedan, aunque ya no estén.

 

[*] Profesor de Teología en la Universidad Iberoamericana Ciudad de México; miembro de la Comisión Teológica de la Compañía de Jesús en México, miembro de Signis (Asociación Católica Mundial para la Comunicación). lgorso@jesuits.net